Violencia barrabrava en el fútbol: un crimen impune y una madre que no afloja


Liliana García investigó, sola, la muerte de su hijo Daniel, ocurrida hace más de quince años, sospechosamente a manos de barras de Deportivo Morón que están libres. Hoy, la causa está por prescribir. Esta nota la publiqué en A24.com en mayo último.

Máximo Manuel Zurita camina por las calles de Morón como si nada. También va a la cancha de Deportivo Morón. Los hinchas de ese club lo conocen desde hace tiempo, cuando era el líder de la barra y lo apodaban El Gordo Cadena. Eran los 80, los 90. El apodo lo dice todo. Su pasado también. El territorio de sus dominios no se limitaba a la cancha ni a las calles aledañas. Abarcaba también la sede de gobierno municipal, en tiempos en que Juan Carlos Rousselot era el intendente. Entonces reía, mandaba, generaba temor. La Justicia nunca avanzó para confirmar que haya sido el asesino de Daniel García, un hincha de Boca que viajó con amigos de Platense a ver a la Selección a Paysandú, cuando Argentina le ganó 4 a 0 a Chile por la Copa América, el 11 de julio del 95. Esa noche, después del partido, García y sus amigos, que eran de la zona de Villa Urquiza, fueron emboscados, golpeados y apuñalados por barras de Morón y Tigre. La víctima tenía 19 años cuando una cuchillada acabó con su vida.

Lo que no avanzó la Justicia, lo caminó su madre, Liliana García, la fundadora de FAVIFA (Familiares de Víctimas de la Violencia en el Fútbol). Ella sola se iba a Morón, hablaba con vecinos, se metía entre los vendedores ambulantes para descubrir los chanchullos de los barras, para enterarse qué hacía cada uno de ellos en la intendencia, cómo manejaban la hinchada, qué antecedentes tenían. Después se incorporó a Salvemos al Fútbol y siguió el mismo camino. "Lo que busqué siempre fue que se mantenga viva la memoria de mi hijo. Pero también quise que lo que me pasó a mí, no le pase a otra madre, aunque sabemos que sigue pasando", me dice después de haber viajado por enésima vez a Uruguay. Sus primeros viajes, a poco de morir su hijo, fueron para que se avance en la investigación. Más de quince años después, el último que hizo fue para pedir que se suspenda la prescripción de la causa. "Quiero que sepan que no bajo los brazos", me comenta esta mujer que, literalmente, nunca cesó en su lucha. A punto tal que hasta vendió propiedades para costearse los viajes, ir a reuniones, movilizar a familiares y hasta llegar a donde mucho nos se animan: Julio Grondona y Javier Castrilli lo saben, entre otros. García hoy sigue renegando de los funcionarios y de aquellos que manejan el fútbol desde los escritorios. De su visita a la AFA nunca olvida la leyenda del anillo de su presidente: Todo pasa. "Todo pasa, todo pasa… ", recuerda, con cierta ironía.

La semana pasada, cuando estuvo en el país vecino, se reunió con el vicecanciller Roberto Conde. El encuentro se concretó gracias a la intervención de la Defensora Adjunta del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, Graciela Muñiz, quien se convirtió en una gran ayuda en esta cruzada. El encuentro se concretó gracias a la intervención de la Defensora Adjunta del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, Graciela Muñiz, quien se convirtió en una gran ayuda en esta cruzada. El gobierno uruguayo prometió, según ella misma cuenta en un comunicado enviado a los medios de comunicación, a "recabar información sobre el estado de la causa, verificar los oficios y comprobar si existe la oportunidad jurídica mediante un oficio archivado o pendiente para entonces sí solicitar la suspensión de la prescripción de la causa". También se puso a disposición de García un abogado especialista en Derechos Humanos. Si esto no prospera, el camino continuará hasta los fueros internacionales, asegura.

"Me fuí conforme y con una leve esperanza, aunque no creo que haya algo que detenga la prescripción, ya que el fiscal que me llevaba la causa me la archivó luego de las últimas actuaciones porque consideraba no tener elementos probatorios, aunque yo piense lo contrario. En fin, esta causa estuvo viciada de miles de errores, y no es fácil con los años revertir tantas inoperancias. Se comprometieron a verificar los últimos oficios y si es factible suspender la prescripción, pero sigo con la esperanza de avanzar. Al menos se mostraron consternados por lo que no se hizo", dice. Ahora espera que en pocos días haya alguna novedad.

Aquella noche del asesinato, los barras de Morón y Tigre se jugaban mucho más que el aliento al seleccionado. Querían vengarse de los de Platense y Defensores de Belgrano. La oscuridad de la zona fue una ayuda inestimable. Entonces rodearon a las combis de sus rivales al llegar a las calles Joaquín Suárez y Boulevard Artigas. No había policías. Ahí golpearon e hirieron. Daniel García fue el que menos suerte tuvo: una cuchillada acabó con su vida. Hasta Interpol intervino en la investigación de los hechos.
Liliana García fue aprendiendo nombres y conociendo cómplices de un entramado corrupto que se refugiaba, mayoritariamente, en la intendencia de Morón. Empleados de Rousselot eran los barras que, según iba averiguando, participaron en el crimen de su hijo. Al Gordo Cadena se le sumaron otros: Ramón Toledo, conocido como Negro Café; Miguel Ángel Lobato, El Gallego; José González, El Flaco; Carlos Alberto Salomón, Carli; Roberto Britos, El Mono; y Rubén Lezica, Manzanita (los dos últimos, de Tigre).

"Vivimos momentos horribles de violencia y de negocios corruptos del fútbol. No es nada nuevo, pero creo que esto es cada vez mayor porque de parte del Estado no hay compromiso de terminar con los vándalos. Por el contrario, creo que cada vez están más afianzados y apañados. Contra todo eso es difícil esta batalla. De cualquier manera sigo sin aflojar por la memoria, verdad y justicia por Dani. Los responsables siguen concurriendo al estadio con total impunidad y caminando por las calles de Morón sin problemas. Eso es lo más triste", suelta Liliana. En su rostro se figura una sonrisa algo forzada. Sus ojos brillosos no ocultan el dolor.

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