No habrá otro igual


Se fue Luis Alberto Spinetta, el mejor músico y poeta que tuvo el rock nacional. Su arte marcó a generaciones. El original en http://www.a24.com/editoriales/El-Flaco-No-habra-otro-igual-20120209-0021.html




"No sigas siempre en la pared / tan fría está. No le digas nada a la pared / no escuchará”, cantaba Spinetta en una de sus canciones más hermosas, en todo sentido: por música, por letra y por ese sentimiento que me generaba escucharla. Se llamaba “Siempre en la pared”. Corrían los 80 y después de varias postergaciones sacaba este disco que se llamó “Tester de violencia” y que para mí fue, lejos, uno de los mejores. Y eso que decir que fue “uno de los mejores” en su carrera, es mucho decir. En ese disco estaba también “La bengala perdida”; otro temazo de seis minutos y algo que tenía una poesía tan increíble como su melodía. Estaba inspirada en un hincha de Racing muerto por una bengala que arrojaron los de Boca desde su popular. Pero en las crónicas que escuché y vi en las últimas horas, pocos destacan ese disco cuando hablan de su carrera. Con esa ausencia, dejan en el camino otras canciones tremendas, como “Lejísimo”, “Al ver verás” o “La luz de la manzana”. En estos tiempos de tecnología pura y de tanta canción en la web, no sería un mal ejercicio acercarse al Flaco para escuchar esas pequeñas obras de arte.



Conocí la poesía de Spinetta de la misma manera que muchos otros: con “Muchacha (ojos de papel)”. Yo tendría apenas diez años y recuerdo haberlo escuchado por la radio que mi mamá encendía a las mañana, en nuestra vieja casa de Mataderos. Con el tiempo, esa canción se me instalaría como un himno, en todo sentido, y nunca dejé de sentirla como una de las tres mejores del rock nacional; si es que vale hacer un trío al respecto. Lo que entonces ni imaginaba es que su música significaría para mí mucho más que aquel homenaje a su novia Cristina Bustamante.

Con los años, la poesía-canción de Spinetta me influiría muchísimo. Pasé parte de la adolescencia gozando con “Rezo por vos”, la enorme canción que hizo con Charly García. Recuerdo tardes enteras alternando con un amigo fana de García las canciones de ambos. Las escuchábamos en casettes, en un doble casetera que entonces era revolucionario y que me habían regalado mis padres. Pero recién unos años después descubrí que había un tema que se llamaba “Ludmila” y que me encantó de entrada. Para mí, tenía todo. Y me dije: “El día que tenga una hija, le pongo Ludmila”. Por entonces yo no tenía ni novia pero años después, mi vida, como la de todos, cambiaría y tendría una hija bellísima que hoy tiene 11 años y que se llama Ludmila. Con ella, hace menos de un mes escuchamos varias canciones de Spinetta. Recuerdo que estábamos en el auto, andando por una ruta de tierra en un pueblo casi perdido de finales de la provincia de Buenos Aires. Le hice escuchar “Alma de diamante”, “Durazno sangrando” y le repetí “Muchacha”. Le gustaron, pero no pude convencerla de que el Flaco es mejor que una tal Selena Gómez.

Mi otro hijo, Santiago, sabrá alguna vez que una tarde de verano de 2007 se durmió una de sus primeras siestas en mis brazos mientras yo le cantaba “Plegaria para un niño dormido”. Todavía me acuerdo de aquel calor de enero y de que lo miraba dormido mientras me sentía emocionado de que estuviera para siempre conmigo.

“Los artistas somos decoradores del mundo”, dijo una vez. Pude verlo varias veces en vivo, pero la que más recuerdo es una noche en que tocó en la zona de la Facultad de Derecho, cuando hizo un recital increíble. También me acuerdo de aquella tapa de la revista Gente en que se lo mostraba con la modelo Carolina Peleritti. “No lean basura. Lean libros”, se había puesto El Flaco en un cartelito que le colgaba en el pecho. Así lo fotografiaron.

Para mí, entre los más grandes de nuestro rock están él, Charly, Fito, Giecco y Miguel Abuelo. Con Miguel tenía muchas cosas en común. Una de ellas es que ambos eran poetas; pero poetas de verdad. De hecho, Spinetta lo recordó en su recital de Vélez, a fines de 2009, cantando “Mariposas de Madera”, una poesía bellísima del ex líder de Los Abuelos de la nada. “Sin esta canción, no hubiera existido ‘Muchacha’”, dijo. Me encantó ese reconocimiento que sirvió, a la vez, para ratificar cuánta humildad había en él.

El Flaco también le cantó a su barrio, Belgrano. Por eso cuando ando por esa zona se me aparece su imagen. Creo que el Flaco es a Belgrano, en términos de rock, lo que Luca Prodan es al Abasto.

Me enteré de la muerte de Spinetta por un mensaje de texto que le enviaron a mi mujer. “¿Viste quién murió?”, le escribieron. Encendí la radio y cuando escuché que en todos lados pasaban sus canciones se me hizo un nudo en la garganta que me impidió cualquier palabra. Pude apenas decir “Spinetta”. Después sentí cómo se me terminaba una larga etapa de mi vida. Sentí cierto aire de soledad. Pensé en todo lo que significaron sus canciones en determinados momentos míos. Pensé en el aire de suficiencia que sentiría aquel impúdico fotógrafo que lo eternizó hace poco en la puerta de su casa. Lo pensé vanagloriándose por ser el que le sacó su última foto pública. Tal vez con aire de suficiencia porque mostró, a través de Caras, cómo era el Spinetta enfermo.

Pero quedan, más allá de todo, sus canciones, su poesía, su mensaje de tipo íntegro que quería preservar su vida privada para enaltecer al artista que fue. Aquel que cantaba: “Toda mi vida / resbala en seis cuerdas…”.

Alejandro Duchini.

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