DE LAS TRIBUNAS AL DIVÁN: ¿POR QUÉ SUFREN LOS HINCHAS DE UN CLUB DE FÚTBOL?

(Por Alejandro Duchini. en Twitter, @aleduchini)
A partir del descenso de River, en 2011, quedó en claro que todos los grandes pueden caer en desgracia. Y la pérdida de categoría se convirtió en un campeonato aparte que incluye a fanáticos que viven la situación con nerviosismo y angustia. Psicólogos, periodistas e hinchas cuentan por qué y cómo atraviesan estas situaciones.


“Antes podía descender Huracán, por ejemplo; pero nadie imaginaba que descendería River. Hoy se sabe que cualquiera puede perder la categoría; y cualquiera puede ser campeón, como Arsenal. En los últimos años tuve varios pacientes que hicieron una mezcla de sus cosas más personales con el fútbol. Pacientes que vienen y dicen ‘me siento mal’, ‘no lo puedo creer’. El fútbol es además una especie de psicoterapia grupal: si gana tu equipo, es el mejor antidepresivo; si pierde, es el peor depresivo”. La afirmación la hace Jorge Rocco, especialista en Psiquiatría y Psicología Médica. Entre sus antecedentes laborales figuran trabajos como psiquiatra de los plantes profesionales de San Lorenzo, Independiente, Racing, Talleres  de Córdoba, Nueva Chicago y Lanús.
Rocco es hincha de San Lorenzo y sabe de qué habla cuando se refiere al descenso. En 1981 su equipo pasó a la historia como el primer club grande en descender en el profesionalismo argentino. Dos años después le pasó lo mismo a Racing. Sin embargo, en el imaginario colectivo del futbolero medio siempre existió la certeza de que Boca y River jamás caerían en esa desgracia. Hasta que en 2011 esa creencia quedó trunca. Al final de la temporada River dejó la Primera División tras perder la Promoción con Belgrano, de Córdoba. En el partido de ida cayó 2 a 0. En la revancha, en Núñez, empató 1 a 1. Nadie podía creer que un club con tanta historia se fuera a la B. Las noticias de ese día destacaban ese hecho tan asombroso. El país estaba convulsionado en serio. El fútbol es todo un tema para los argentinos.
Desde que River se fue a la B, y con los equipos “grandes” en crisis deportiva e institucional, la lucha por el descenso se vive casi con la misma intensidad que la del campeonato. Es que el descenso ya no es un asunto de “chicos”, sino que la paridad se ha enquistado en este deporte. Spots, noticias que se repiten y el tema instalado en la calle dan cuenta de esta situación que hace sufrir a muchos futboleros.
Hincha millonario, el periodista Andrés Burgo sufrió aquello en carne propia. Y lo contó en un libro que escribió para hacer catarsis. “Ser de River” es uno de los mejores trabajos hechos para saber qué siente alguien que ama a un equipo de fútbol. “Fue como una experiencia empetrolada, si es que existe la palabra. O sea: vivía en una especie de viscosidad durante las 24 horas. No había sol ni lluvia: sólo River y el miedo al descenso”, recuerda sobre el fatídico período 2010-2011 ante la consulta de esta revista. En ese libro escribió sobre un encuentro que fue a ver a la popular: “Del partido mucho no me enteré, pero a la cancha no vamos a ver fútbol. Vamos para ser de River”. Y también: “Los hinchas somos seres bipolares que podemos perder el control tras apenas una jugada”.
En los últimos años Racing y San Lorenzo volvieron a estar en la cuerda floja y se salvaron del descenso por poco. Ahora le tocó el turno al tercer grande del país: Independiente, que nunca había descendido. Como en el caso de River, nadie podía creer que los Rojos de Avellaneda se vayan de Primera.

Identificaciones, símbolos y ansiedades
“El público en general actúa en base a identificaciones simbólicas. Las viven desde el club con el cual se identifican, depositando allí ansiedades, frustraciones y gratificaciones que no encuentran en otro ámbito, así como también descargas de agresividad. El fútbol es un ritual, una ceremonia que tiene algo de magia y efecto de catarsis”, define el licenciado en psicología Esteban Colombo, especialista en la rama deportiva.
Los ámbitos de la psicología no son ajenos a esta situación de drama por el descenso de categoría. Hay personas que padecen el problema las 24 horas. Lo sufren. Algunos no duermen, otros se pelean con sus parejas y hay quienes hacen de ese tema su único interés. Hasta el día del partido. El resultado marcará cómo seguirá el estado de ánimo para el resto de la semana.
“Las situaciones traumáticas o los traumas suelen derivar como consecuencias síntomas psicopatológicos, pero eso depende de la constitución psíquica del sujeto en su particularidad. No podemos generalizar ni crear una nosografía nueva para estos casos. Cuando hablamos de constitución psíquica hablamos también de cómo se responde ante las frustraciones y a la escala de valores que el sujeto maneje”, explica Colombo. Y continúa: “La angustia obedece a múltiples factores, es un efecto multicausal. Una situación vivida a través del fútbol no hace más que resignificar algún momento de angustia anterior”.
“Yo sentía una angustia insoportable en el pecho, difícil de conciliar. El partido contra Belgrano, en Córdoba, lo ví pegado al alambrado: no podía quedarme en las escaleras de la tribuna, tenía miedo a desmayarme. Pero todo lo insoportable que estuve antes del descenso, no lo estuve post descenso. O sea, me di cuenta que era peor el miedo al descenso que el descenso en sí. Como dijo (el periodista) Gustavo Noriega, supongo que la muerte es algo parecido. Le tenemos más miedo a la muerte que a lo que después termina siendo”, recuerda y compara Burgos cuando se le pregunta qué sentía en los momentos previos a que se consumara la pérdida de la categoría del equipo de sus amores.

¿Por qué duele tanto la “B”?
“Lo que no saben los hinchas de los equipos que descienden, al menos en mi experiencia con San Lorenzo, es lo felices que fuimos al jugar en la ‘B’, en los años 80. Las familias iban enteras al estadio de Vélez, lo llenaban, asombraba la pasión que generábamos. Entonces, fue una experiencia espectacular. El equipo estaba vaciado, sin cancha, todo indicaba que eso debería suceder. Si uno mira el fútbol argentino, hoy casi todos están en condiciones de descender. Son pocos los clubes que defienden sus contratos, que defienden a sus jugadores, que los educan. Por otro lado, fijate en River, en Independiente. Estas cosas empiezan en la conducción. Si vos armás una buena conducción y tenés un equipo mediocre, lo posible es que te puedas mantener”, dice el doctor Rocco.
Sin embargo, entiende que “mucha gente sabe que el fútbol se desarrolla en un contexto deshonesto, de doble mensaje. Entonces a los hinchas del equipo que está por descender les aparece la fantasía del soborno, del penal que no había que cobrarse y se cobró, etcétera. Son justificaciones que tratan de bloquear a la verdadera tristeza para que aparezca la bronca. Porque esa bronca disparará que la policía reprima y así sucesivamente. Entonces la violencia se inicia porque hay alguien que fantasea que el otro tiene algo que le pertenece. Acá parecería que el único modelo social es descargar la bronca contra quien sea y de la manera que sea”.
En la misma línea, Colombo agrega: “A través del deporte se liberan pulsiones (de destrucción y sexuales) que usualmente la sociedad coarta. El fútbol también constituye una gran vía de descarga emocional y motriz. Actúan muchos agentes en relación a la significación de la ‘B’; en principio, el dramatismo por el cual estamos atravesados que supone que sólo hay lugar para los exitosos y ganadores. De hecho se pierde la ‘categoría’. Yo me pregunto ¿cuál categoría? De esta construcción participan dirigentes, representantes, directores técnicos, jugadores y también el periodismo. Yo, como profesional de la salud mental, debo correrme de ese discurso imperante y trabajar esta significación a nivel individual y grupal”.
“He tenido que medicar con antidepresivos a personas que venían complicaditas, tal vez en su vida, y de pronto para ellos ir el domingo a la cancha era lo más. Pero ese año su equipo andaba mal, empataba y perdía, empataba y perdía. Tuve que medicarlos porque a sus conflictos generales le agregaban que no dormían en la noche previa al partido o después. Si perdían, ¡no sabés lo que era el lunes! Que no te quepa duda de que el resultado de un equipo influye en el estado de ánimo, en cierto grado de locura, alienación. Acordáte del ‘Tano’ Passman”, repasa Rocco al referir de qué manera observó en sus pacientes esta ‘locura’ por el descenso que se vive en nuestro fútbol.
Desde el mismo ámbito profesional, Colombo dice: “Escuché en consultorio el incremento de pacientes como consecuencia de alguna situación futbolística, pero siempre de forma circunstancial y pasajera. Los síntomas como angustia, insomnio y ansiedad son propios de cuadros depresivos, por lo cual se trata de sujetos con características depresivas previas, en quienes algún hecho puntual puede actuar como disparador de dicha patología”.
Hincha, periodista y escritor a la vez, Burgo dice: “No hice locuras. ¡Bah! Creo que no las hice, aunque todo el tiempo mi mujer me decía que sí, que estaba loco. Pero no me agarró ningún paro cardíaco ni tuve ataques de pánico ni tampoco, si mi mujer hubiera quedado embarazada, le habría dicho que temía que nuestro hijo naciera con una depresión post descenso. Todo esto sí le pasó a amigos y conocidos”.
“¡Hacen cada cosas algunos por el fútbol! Hay tipos de 60 años que van a jugar con amigos un domingo a las 8.30 de la mañana y no dudan en agarrarse a trompadas por una jugada. Quieren descargar la frustración de toda la semana”, resume Rocco, quien por último suelta una reflexión en forma de interrogante: “El modelo ético está roto en todas las estructuras. Se rompieron los modelos educativo y de justicia. Entonces no hay referencia. Más que qué mundo le dejaremos a nuestros hijos, tendríamos que preguntarnos qué hijos le vamos a dejar a este mundo”.

Alejandro Duchini

El escritor que sufre por Independiente
Eduardo Sacheri es uno de los más reconocidos hinchas del Rojo. Este año sufrió mientras el equipo luchaba por no descender. “A lo largo de toda esta temporada fui pasando por diferentes estados de ánimo. Preocupación, bronca, frustración, incredulidad, esperanza, resignación, otra vez esperanza. Pero sin duda creo que he aprendido mucho”, le comenta a esta revista. Y especifica qué es lo que aprendió: “A bancar la mala. A entender que la grandeza no tiene que ver con lo que ganás, sino con lo que hacés cuando perdés. El hecho de que la gente siga alentando, y llenando la cancha como si fuésemos candidatos a campeones, creo que es un modo de plantarse con dignidad frente a la mala”.
Asistente de todos los partidos que Independiente jugó como local “cueste lo que cueste”, señala por qué esta situación de descenso no lo tomó por sorpresa: “Creo que desde 1995 para acá Independiente atraviesa una decadencia evidente. Dirigentes sospechados, planteles mediocres, barras desatados, problemas económicos... En 2002 tuvimos un aviso de alerta muy evidente. En 2011 tuvimos otro. Bueno, supongo que ya son suficientes”.
Al preguntarle al autor de “La pregunta de sus ojos” y “Aráoz y la verdad” qué significa para él una pérdida de categoría, responde: “Sería una oportunidad de refundar el club”. Y abre un interrogante: “Habrá que ver si somos capaces, si estaremos a la altura”.

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