INÉDITA, PERDIDA Y RECUPERADA


“Novela inédita, perdida y recuperada, Nuestro modo de vida fue escrita en 1981”. Así se presenta la edición del libro de Rodolfo Fogwill que en abril publicó la editorial Alfaguara. Escrita a máquina, les llegó a sus herederos desde Chile en 2011, ya que estaba en poder de una amiga del escritor, Mariana Domic Radtschenk. A ella la familia del escritor le agradece especialmente. El comentario original fue publicado en el diario La Gaceta, de Tucumán y puede leerse acá.

En la historia, la vida insípida y burguesa de Rita y Fernando se ve apenas algo trastocada cuando una serie de acontecimientos empiezan a encadenarse. El punto de partida será el anhelo de él acerca de tener un coche azul. Hasta que le aparezca la oportunidad de comprar un segundo automóvil, renegará del que tiene de tal manera que hasta evitará mirar el blanco de la carrocería al conducirlo. Pensará, mientras lo maneja, que es del color que quiere. Así se describe la escena: “Entonces recuperó la sensación de bienestar que la reflexión sobre los colores de los automóviles había puesto en peligro y ensayó una posición de manejo diferente: desplazó su asiento hacia atrás, recostó la nuca contra el borde superior de su respaldo, y manejó con los brazos extendidos, a la usanza de los antiguos pilotos de automóviles sport, y así dejó de ver los bordes superiores de los guardabarros y el capó del motor blanco de su Ford, y sólo veía su parabrisas de cristal tonalizado marrón y la antena negra empavonada, y durante los últimos 15 minutos de su trayecto continuó manejando en esa postura que le permitía imaginarse al comando de un automóvil rojo, o mejor, azul, mientras escuchaba el informativo”.

Costumbres
Aparecerá varias veces y en boca de distintos personajes la palabra satisfecho. Ahí quizá esta la clave del sentimiento de Fernando, un tipo común con amante y ascenso en el trabajo al que lo único que parece movilizarlo es el consumismo. De alguna forma lo ratificará cuando dice “se quiere lo que no se tiene”. O cuando es él quien le pregunta a su jefe: “¿Satisfecho?”. “Sí, ahora planifiquemos”, le responde. Agachará la cabeza y pondrá a disposición de la empresa en que trabaja su propia casa para que se haga una fiesta. A cambio, otro escalafón en el trabajo. Y siempre el apoyo de su esposa.

“No se podría vivir en este mundo si no existieran las ventanas al cielo que uno puede abrir mediante un cambio de automóvil, una promoción en su trabajo o un evento que por un instante quiebre el anonimato y la grisura entre los que se desenvuelven los días del hombre”, reflexiona el protagonista mientras una y otra vez el tema del auto ronda su cabeza.

A Fernando se le van dando las cosas. Todo le sale redondo. Inclusive lo del coche. Aunque con sombras de contratiempos, la vida le sonríe. A él y a su mujer, como cuando le dice al perro de la familia: “Ya vas a ver qué pronto te acostumbrás a todo”.

© LA GACETA

Alejandro Duchini

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