JUNTOS A LA PAR…

La figura paterna ha adquirido otra fisonomía ante el avance de una mujer que trabaja y es capaz de mantener un hogar mientras él también cambia pañales. En qué consiste la hombría hoy. La nota fue publicada en Nueva.


La figura del padre nunca fue una cuestión de presencia. De hecho, hoy se habla mucho de los padres que se quedan en la casa para criar a sus hijos. Pero un padre no cría a sus hijos solo con su presencia, sino también con su ejemplo, siendo modelo. Entonces, la pérdida de poder y autonomía de los padres cambia la imagen de la masculinidad que tienen los hijos. Y ahí llego a mi terreno personal”, dice el periodista y escritor Gonzalo Garcés, autor del libro Hacete hombre, en el que a través de un viaje de Buenos Aires a Mendoza protagonizado por su padre, una mujer y él, hace un análisis de la figura del hombre.

El relato, sin embargo, no dejará de lado el desarrollo social de la mujer. Entre conclusiones y recuerdos personales, armará entonces un mapa histórico de cómo evolucionó el rol de cada sexo con los años. Y ejemplifica: “Yo siempre hablo de ‘mis padres’, porque fui criado por mi padre biológico: arquitecto, un hombre muy exitoso, de una enorme cultura, al que quise y quiero mucho; y por mi padrastro: marido de mi madre, dueño de una pequeña fábrica y otro tipo de personalidad, sólido, muy confiable, a quien también le debo muchísimo. Así que ‘mis padres’ me enseñaron muchas cosas positivas. Pero no fueron una imagen de poder”.

¿Qué se entiende por hombre en estos tiempos de cambios drásticos? ¿Qué es el machismo? ¿Qué rol juega la mujer? ¿Ha ocupado ella el lugar del hombre? Las preguntas no se acaban ahí. Todo lo contrario. Cada uno puede formularse otras. Acostumbrados al machismo imperante, que la Real Academia Española define como “actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres”, los vertiginosos sacudones sociales de las últimas décadas hablan de un nuevo mapa social, en el que se asume que la mujer trabaja, que en muchos casos hasta mantiene económicamente el hogar, y que el hombre ahora también cambia pañales y se queda en el hogar a preparar la comida de los chicos.

El punto de inflexión en el avance social de la mujer, y en consecuencia la cesión de poder por parte del hombre, comenzó a intuirse en el siglo XIX y explotó en el XX. Sin embargo, queda mucho camino por recorrer. De hecho, diversos estudios indican que, en porcentaje, los varones tienen –por ejemplo– mejores salarios y a las mujeres les sigue costando acceder a cargos públicos, entre otras diferencias.

“Las mujeres, al tener una libertad de acción bastante reciente, reaccionan de maneras diversas. Los temperamentos de ellas son tan variados o más que los del varón. Conozco un tipo de mujer que me genera amor y respeto, que es aquella que aprovechó la posibilidad de trabajar de lo que quiere, de formarse, de convertirse en ciudadana con sus deberes, que paga sus impuestos, que se siente un sujeto responsable en el mundo y que ve al varón como un compañero o un competidor o ambas cosas. Pero en todo caso como un par. Me gusta ese tipo de mujer que es fuerte, pero fuerte de verdad. Por otro lado, hay mujeres más lastimadas, débiles, dependientes de otros emocionalmente, que han cultivado resentimientos, que a veces han sido lastimadas por la vida, por un hombre o por varios, y se amparan en la bandera del feminismo para escalar posiciones”, toma partido Garcés.

La hombría como horizonte

“Yo crecí tomando a las mujeres como parámetro de la razón, de la ética y de lo que debe hacerse. Para mí, lo femenino no es algo oprimido. Es un deber ser, algo que se me impuso, que en parte me educó, y de lo cual me fui emancipando con el tiempo. Creo que la figura no es la mujer víctima. Es una madre ordenadora. De ahí que el lugar desde el que hablo de hacerse hombre no es un lugar patriarcal. Es más bien el del varón que descubre tardíamente y con mucha alegría que también se puede vivir sin la ley femenina. Que se puede vivir como varón y salir a la aventura como hombre, sin estar regido por la voz de las mujeres”, razona en voz alta Gonzalo Garcés.

En la misma línea, al ser consultado tiempo atrás por un medio acerca de por qué sigue tan de cerca la temática de la masculinidad, el especialista en vínculos Sergio Sinay sostuvo: “Como hombre de esta sociedad y de este tiempo me he sentido bajo la presión de los mandatos culturales que se le imponen al varón para aprobar su masculinidad, como proveer, producir, ganar, conquistar, ser potente, ser invulnerable, tomar decisiones, ser ejecutivo, no distraerse con las emociones. Siempre me resultaron violentos y tóxicos, y con mucha más fuerza a partir de mi paternidad. Como periodista primero empecé a cuestionar ese modelo, traté de cambiarlo en mi vida como padre y en mis vínculos, reflexioné, estudié, leí, convoqué grupos de hombres para explorar juntos una profundidad más rica, más emocional, menos depredadora. Eso empezó a mediados de los ochenta y tomó diferentes caminos y derivó en diversas herramientas”.

Ahora, ¿qué hace el hombre ante el avance de la mujer? ¿Observa? ¿Se defiende? “El hombre nunca se opuso al avance del sexo opuesto. De hecho, surge el método científico, a la larga la Revolución Industrial, la medicina moderna, la asepsia, los antibióticos, la penicilina y, por último, la pastilla anticonceptiva inventada en los cuarenta. Y esa es una de las inversiones que  más contribuyó a la emancipación de las mujeres. Es a través de esa pastilla que por primera vez la mujer tiene el pleno control sobre sus funciones reproductoras. Puede elegir tener o no hijos, dedicarse a trabajar o hacer lo que quiera”, opina Garcés.

Y continúa diciendo el escritor: “A esta altura no depende de los hombres que las mujeres avancen. Ese avance es algo que se permite porque incluso también es bueno para la economía. Fijate lo que pasa en los países en los que la mujer está impedida de trabajar, de abandonar el hogar e integrarse a la fuerza de trabajo. Son países atrasados. Desde Afganistán a Arabia Saudí. Dale a la mujer el control sobre su propio cuerpo, dejá que elija trabajar o quedarse en casa, y automáticamente la economía de tu país experimentará un salto cualitativo. No es la única condición, pero es una. Cuando en las familias más humildes comienzan a trabajar tanto el hombre como la mujer, se hace evidente que eso genera más riqueza, es más rentable, tanto para la familia como para el sistema económico en general. Si uno piensa cuánto tiempo demandaron los grandes cambios de la historia, como la abolición de la esclavitud, por ejemplo, te das cuenta de que la emancipación de la mujer se dio a una velocidad inusitada. En menos de un siglo la familia tradicional fue dinamitada. La economía se beneficia, pero todo tiene un precio. No existe el punto de equilibrio perfecto. Una de las consecuencias, seguramente no buscada, es que la crianza de los hijos sufre distorsiones”.

Los ideales

A todo esto, ¿qué decíamos que era la hombría? Lo sintetiza Garcés: “Es un horizonte para mí y no una realidad. Es que no puede ser de otra manera. El que busca llegar a ser un hombre en el sentido cultural es alguien que me genera respeto. Ahora, aquel que cree que alcanzó la hombría en general es un idiota. En mi vida cotidiana suelo ser desordenado, a veces cobarde, en ocasiones injusto, en otras una bola de nervios y ansiedad que antepone llenarse la panza antes que cumplir con su trabajo. Puedo ser olvidadizo. Fui, y trato de no serlo ahora, un marido bastante desastroso, un padre defectuoso. Y en ocasiones recuerdo haberme portado como un hombre. Y lo sigo intentando. Pero siempre será una tensión dialéctica entre lo que soy y lo que podría ser. Por eso hablo de ideales. Ahora, el hecho de que tienda idealmente a la hombría pero no sea un hombre no significa que soy un hipócrita o que el ideal de la hombría es inútil. Porque sin ese ideal yo sería peor”.
Destacado “Yo crecí tomando a las mujeres como parámetro de la razón, de la ética y de lo que debe hacerse. Para mí, lo femenino no es algo oprimido”.

Los machistas y las mujeres

Sergio Sinay, especialista en vínculos y escritor de varios best sellers, como Misterios masculinos, Cuentos machos y Ser padre es cosa de hombres, entre otros, sostiene: “A los machistas los hacen también las mujeres, porque el machismo no es un virus que afecta a los hombres solamente. Ellos son los portadores sintomáticos más evidentes, pero es un virus que afecta a la sociedad en su conjunto”.

¿Qué aprendí del libro?

“Aprendí de todo escribiendo este libro”, dice Gonzalo Garcés al hablar de Hacete hombre. “Si no se hubiera publicado o no le gustara a nadie, para mí estaría amortizado porque me cambió la vida. Primero, porque escribiéndolo descubrí el valor cultural de la hombría. Descubrí que no está ligada al hecho biológico de ser hombre. Que eso que se llama ‘hombría’ en el sentido cultural se llamaría ‘ciudadanía’ con más propiedad y es un código de valores y una ética que tiene que ver con la libertad del individuo dentro de la sociedad”, amplifica. “Esto puede ser ejercido tanto por un hombre como por una mujer.  Pero tiene que ver con valores que quiero para mi vida, mi familia y el país en el que vivo. Llevó mucho tiempo, mucha lucha, ampliar el círculo del nosotros para incluir a hombres y mujeres. Y es un logro muy grande para las sociedades y la dignidad humana”, explica.

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