UN AÑO SIN GELMAN, UN AÑO CON MENOS POESÍA

Juan Gelman tenía 83 años cuando falleció, el 14 de enero de 2014, en México. Dejó una obra de más de 30 libros que le valieron diversos premios y una vida intensa marcada por el compromiso político, las letras y la lucha por encontrar a su nieta desaparecida durante la dictadura, lo que finalmente logró. La nota publicada en La Voz del Interior, quedó así.


“Hay quienes vilipendian este esfuerzo de memoria. Dicen que no hay que remover el pasado, que no hay que tener ojos en la nuca, que hay que mirar hacia adelante y no encarnizarse en reabrir viejas heridas. Están perfectamente equivocados. Las heridas aún no están cerradas. Laten en el subsuelo de la sociedad como un cáncer sin sosiego. Su único tratamiento es la verdad. Y luego, la justicia. Sólo así es posible el olvido verdadero”. Estas palabras las pronunció Juan Gelman en abril de 2008, en Madrid. Formaron parte de su discurso al recibir el Premio Cervantes. Y agregó: “Marina Tsvetáyeva, la gran poeta rusa aniquilada por el estalinismo, recordó alguna vez que el poeta no vive para escribir. Escribe para vivir". Entre otros, lo observaban su recuperada nieta Macarena y el cantante español Joaquín Sabina, quien en varias ocasiones expresó su admiración por el artista argentino de cuya muerte este 14 de enero se cumple un año.
Sus palabras de entonces eran alusivas a la dictadura argentina, que lo obligó a exiliarse y que le dejó otra herida aún peor: la muerte de su hija Nora Eva y el secuestro y asesinato de su hijo Marcelo y su nuera embarazada de siete meses, María Claudia García. Sin embargo, el poeta nunca dejó de buscar a su nieta Macarena, arrebatada a su madre en cautiverio y dada en adopción a una familia. Su militancia política es uno de los tantos perfiles con los que se puede armar la historia de Gelman. La pertenencia a Montoneros le valió tantas críticas como elogios recibió por su poesía, terreno en el que fue brillante. El escritor Marcelo Birmajer, admirador de sus poemas, le dijo al respecto a Ciudad Equis: “El Gelman militante montonero participó de una las peores organizaciones criminales de nuestro país: los Montoneros. Mafiosos, autoritarios, antidemocráticos. El Gelman poeta nos legó una inteligencia y una belleza incomparables. No se compatibilizan. Son los misterios de la condición humana: un poeta genial; el mejor en lengua hispana que yo haya leído. Un militante político criminal, completamente carente de lucidez”.
Está considerado exponente fundamental en una nueva poesía latinoamericana surgida en la segunda mitad del siglo XX. Fue en ese ámbito un gran y absoluto renovador. Sus poemas siguen siendo actuales, impecables. Sumergirse en ellos es un viaje de placer. Pero Gelman fue además periodista, profesión que ejerció en diversos medios. Y un seguidor a la distancia –como lo hizo siempre desde México, país en el que vivía al momento de su muerte- de su querido Atlanta, del barrio de Villa Crespo, en la Ciudad de Buenos Aires, donde nació el 3 de mayo de 1930. “A Atlanta siempre lo recordaba a la distancia, aún estando radicado en México. Lo tenía entre sus afectos, por su influencia en la niñez y adolescencia y sus recuerdos de viejos equipos. Fuera de esto, no creo que le diera demasiada importancia al fútbol. Al club, dicho sea de paso, lo menciona en un poema y lo recordó cuando cumplió su centenario”, comentó a este suplemento el periodista Gustavo Veiga, autor de serias investigaciones vinculadas, entre otras temáticas, al fútbol. Alude a Se dice, publicado en el libro Interrupciones 2, en el que escribe “Siempre me pareció que Dios bailaba el tango como los dioses/ en el club Atlanta de mi querida ciudad/ en el salón Argentina encantaba a las viejitas que iban allí las noches de semana”.
La bicicleta, la pelota y la lectura fueron sus placeres iniciales. A los 3 años ya leía, a los 8 escribía poemas de amor y a los 11 publicó el primero, en la revista Rojo y Negro. Desde entonces, su vida se dividió entre el militante político y el poeta. A los 15 integraba la Federación Juvenil Comunista y a los 18 estudiaba Química en la UBA, carrera que abandonó. Fue, en 1955, uno de los fundadores de El pan duro, el grupo integrado por comunistas que bregaban por una nueva forma de hacer poesía. Y un año después publicó su primer libro, Violín y otras cuestiones. En el 63 lo mandaron a la cárcel por sus vínculos con el comunismo y poco después, ya libre, se identificaría con el peronismo revolucionario.

PERIODISTA, MILITANTE Y SOBRE TODO POETA
“Mi primer encuentro con Gelman, aparte del literario, porque lo leí a principios de los 80, porque llegué tarde a la poesía, fue a través de Página 12. Ahí se empezó a completar para mí el personaje Gelman. Él era colaborador, porque todavía no podía venir al país. Y mi amistad empieza a concretarse cuando sale de la clandestinidad y ocupa un escritorio en el diario. Laburaba en Cultura, aunque terminó haciendo periodismo internacional”, recuerda el genial dibujante Miguel Rep al referir al Gelman periodista “en tiempos de más máquinas de escribir y cigarrillos”, como agrega en diálogo con este diario.
Ese Gelman de redacciones dio sus primeros pasos en 1966, en la revista Confirmado. Después pasaría a Panorama y entre el 71 y 73 sería el responsable del suplemento cultural del diario La Opinión. También fue secretario de redacción de Crisis y del diario Noticias, al que llegó por sus vínculos con las guevaristas Fuerzas Armadas Revolucionarias, que luego se fusionaría con Montoneros, de la que se alejaría en 1979.
El golpe de Estado del 76 lo encontró en Europa y lo transformó en exiliado. Enfrentado luego a los mismos Montoneros, fue condenado a muerte por la organización, mientras que la orden de captura dictada por la justicia argentina quedó sin efecto recién en 1988.
Sobre el Gelman de Página 12, Rep prosigue: “Lo veía con Miguel Briante, con toda esa gente de los 70, porque estaba por un lado esa generación de los exiliados y, por el otro, la de los que éramos más jóvenes. Empezamos a hablar de a poco, porque él era de pocas palabras. Hablaba muy tangueramente. Y después comenzamos a tener más relación, nos encontramos en su casa de México, que era muy linda, y la cosa se fue afianzando”.
Gotán (1962), Cólera Buey (1965), Los poemas de Sidney West (1969), Hacia el sur y otros poemas (1985), Com/posiciones (1986), Interrupciones I e Interrupciones II (ambos de 1988), Incompletamente (1997), Valer la pena (2001), País que fue será (2004) son sólo algunos de sus libros. En los últimos años, sus publicaciones vieron luz a través de Seix Barrial. Su editor, Alberto Díaz, expresó ante Ciudad Equis la importancia de publicarlo: “Me llena de orgullo haber podido publicar la obra completa del Premio Cervantes, entre otros muchos que cosechó a través de los años. Juan, a quien conocí a fines de los 60, ejerció el oficio de poeta día y noche, con dolor, pero también con humor, con amor y muchas veces practicando el absurdo. Juan como hombre se proponía cambiar el mundo, como poeta no se proponía sólo cambiar el mundo, sino cambiar la palabra misma. Son constantes en su poesía, esa ‘dama esquiva’, según sus palabras, la presencia de la cotidianeidad, la política, la denuncia y la indignación ante la injusticia, pero también el amor y la ternura. En lo personal nunca dejó de sorprenderme que cada nueva obra era distinta a la anterior y siempre innovaba en la forma y en el fondo. No se recluía en las certezas ya ganadas. Siempre buscaba el desafío que le planteaba esa ‘dama esquiva’, que a veces se presentaba bajo la forma de ‘un árbol sin hojas que da sombra’”.

EL RECUERDO
“Sería un abuso de confianza decir que éramos amigos. En realidad teníamos amigos en común. Nuestra relación se volvió más estrecha hasta llegar a ser verdaderos amigos a partir de 1993, cuando comencé a publicar su obra en Seix Barral. Desde ese momento y hasta el día de su muerte mantuvimos una amistad casi fraternal, llena de complicidades, de humor y un cariño mutuo más allá de la natural y a veces conflictiva relación autor-editor”, evocó Alberto Díaz a un año de la muerte de Gelman.
Luego, a manera de anécdota, recordó que “cada vez que ganaba un premio o me enviaba un nuevo original, le decía ‘gracias maestro’ o ‘gracias troesma’, y él indefectiblemente me contestaba: ‘Más maestro será usted’. En lo personal, este es el Juan que quiero recordar, el pibe de Villa Crespo, el de respuesta rápida y risa franca”. Y después, Díaz lanza un deseo: “Querido Juan: que Nepantla, en el estado de México, te cobije y te haga sentir como en Villa Crespo, cerca de Pugliese y de Atlanta”.
“Sabía de su enfermedad, pero no de su tan pronta ida”, le dijo Rep a Ciudad Equis. Con los años, dibujante y poeta se hicieron más afines. Los encuentros se volvieron continuos. “Nos buscamos cómplicemente, recuerdo, en una feria en Frankfurt. Se amargó al enterarse de que Vargas Llosa había ganado el Premio Nobel. Más adelante me dijo que teníamos que hacer algo juntos. Yo lo tenté con ilustrarle su infancia y que él le ponga palabras a mi niñez”, recordó Rep, quien no olvida de cómo se enteró de la muerte de Gelman. “Me llamaron de Página para ilustrar la noticia en la tapa. Me fui a mi casita de Pinamar y lo seguí dibujando. Fue mi manera de mantener cierta complicidad con él”.

RECUADRO 1
DE UNO Y OTRO LADO
El escritor Marcelo Birmajer reconoce admiración en ese poeta que le movió el piso como pocos. “Después de leerlo, ya nunca volví a escribir igual, ni a leer poesía igual”, le resumió a Ciudad Equis al referir a Juan Gelman, a quien llegó a través de la lectura de un profesor. “Me lo leyeron por primera vez en un curso de un trimestre que hice en Israel, cuando yo tenía 17 años. Era Gotán y algunos otros poemas de ese mismo libro. Recuerdo varios poemas de memoria. Y un comienzo que todavía me conmueve: ‘Al que extraño es al viejo león del zoo’. Es un poema de los años 60, que transcurre en París, muchos antes de que Gelman supiera que se exiliaría en París. Para mí fue una conmoción total, yo no sabía que se pudiera escribir poesía de ese modo. Fue un impacto frente a la belleza desatada, que me dura hasta el día de hoy.”
De todos modos, Birmajer no duda en dividir al Gelman poeta del Gelman montonero. “Su odio contra Israel, en la última etapa de su rol como periodista, es parte de esa necedad que acompañó todas sus decisiones políticas: apoyó al asesino Stalin, al chiflado Mao, al dictador Castro; no dejó tirano por festejar. Y finalmente, la emprendió contra la única democracia de Medio Oriente, Israel. En estos días, cuando una célula islamofascista acaba de asesinar a 12 periodistas en París, las posiciones de intelectuales como Gelman, que tiene muchos herederos, a favor del islamofascismo y en contra de Israel, resultan todavía más escandalosas. Gelman fue un poeta de la libertad y el amor; y un militante político a favor del odio y la opresión”, señaló.
Birmajer tuvo la fortuna de conocer a Gelman de manera personal, en Francia. Sobre aquel encuentro describió que “era un hombre muy generoso, que me recibió en su casa cuando yo tenía 18 años y me brindó su tiempo y sus consejos. Aún sin renunciar a calificarlo como un intelectual y militante político completamente negativo y cultor del auto odio, no dejo de sentir gratitud por su actitud hospitalaria. Esos sentimientos también son parte del enigma de la condición humana. Yo no los niego, precisamente porque no soy un militante del odio, como los intelectuales que odian a Israel”.
¿Cuál es el mejor legado de Gelman?, es la pregunta que le hace este diario a Birmajer, quien no duda en contestar: “Su poesía”.

RECUADRO 2
EL GELMAN FUTBOLERO
En un fútbol argentino reacio a homenajear a exponentes culturales, Juan Gelman fue un privilegiado. Atlanta, el club del que era hincha por haber nacido en el barrio de Villa Crespo, siempre lo tuvo en cuenta. El 15 de marzo de 2006 le entregó un pedazo de tablón de la vieja cancha, hoy de cemento. El poeta se lo llevó a su casa de México. Lo cuenta el periodista Gustavo Veiga en una nota escrita horas después de su fallecimiento. “Además, el club le puso el nombre a su biblioteca y lo nombró socio honorario”, dice ahora Veiga a este diario, ante el cual reconoce que “lo de Gelman es poco común, porque los clubes de fútbol nunca le dieron demasiada importancia a la cultura, a no ser en casos aislados”.

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