UNA CHARLA SOBRE TODO LO QUE SE NECESITA SABER DE CINE


Periodista especializado en cine, Leonardo D’Espósito acaba de escribir un libro sobre la historia de este arte. Datos curiosos, detalles del mundo Disney y nombres de actrices y actores que cambiaron desde la pantalla grande la forma de pensar y sentir de millones de personas abundan en ese trabajo de película. La nota fue publicada en la revista Nueva.

Cuando el periodista Leonardo D’Espósito se entusiasma no hay quien lo pare. Y se entusiasma cuando habla de cine. Pasión que lo llevó a escribir un libro que se titula “Todo lo que necesitás saber sobre cine” (Paidós) y sobre el que gira la siguiente entrevista con Nueva. Contará cómo germinó ese gusto en él, develará misterios y desparramará opiniones diversas. Entonces hablará acerca de quién fue a su criterio la persona más influyente desde la pantalla grande, con qué actores haría su film ideal si pudiese hacerlo (soñar no cuesta nada, claro), por qué a sus cuatro años tuvo que irse de una recordada sala en la que fue a ver su primera película y quién fue la mujer más seductora, el hombre más rudo y el peor villano. Y así, recorriendo esa historia maravillosa, opinará hasta del dulce y salado mundo (depende) del pochoclo. Que llegó para quedarse.
-¿Qué datos o hechos van a sorprender a los lectores?
-Varios. Pero sobre todo la idea de que el cine no comienza con los hermanos Lumière, sino antes o después, con Émile Rèynaud o con David Griffith. También creo que podría sorprender que Marilyn Monroe sería una chica frágil emocionalmente pero no era tonta. Más que nada, lo que espero que sorprenda es la idea de que hay otra manera de contar la historia del cine, de que existen mil puertas por dónde entrar a las películas y que, en realidad, cualquier película te puede enseñar “todo lo que necesitás saber”.
-¿Qué creés que buscan el espectador y el fanático del cine?
-Uno tiende a usar una fórmula horrible, la del “espectador común”, para referirse a la persona que va al cine cada tanto, que no es un experto buceador del arte cinematográfico, un “no enterado”. Pero el cine es, todavía, un enorme arte popular en el que no hay que estar “iniciado” ni “enterado” para gozarlo plenamente. Creo que las personas, desde que el mundo es mundo, buscan una buena historia narrada de tal modo que los aleje de la vida cotidiana, que les permita experimentar otra cosa. Y eso sucede tanto con la más millonaria película de superhéroes como con “Mundo Grúa”: cuando un film es bueno y te pone en el lugar de otra persona, cuando te hace creer que lo que pasa en la pantalla está realmente sucediendo mientras mirás, entonces encontrás algo que es ancestral, ese lugar de comunión que te da el arte con lo extraordinario.
-¿Por qué el cine sigue siendo uno de los pasatiempos favoritos?
-En esto hay un doble juego. Por un lado, nuestro imaginario se ha construido alrededor del cine, nos hemos vuelto en un siglo y pico una sociedad visual en gran medida gracias a él. Por el otro, vivimos en un mundo forjado por una gran revolución tecnológica que permitió, entre muchas otras cosas, capturar y reproducir el movimiento. El movimiento, la huella del paso del tiempo, la conservación y reproducción del pasado es uno de nuestros grandes sueños como humanos y el cine concretó ese sueño. Yo creo que no podemos separar la experiencia cotidiana de nuestra relación con la invención a través del arte de imágenes. De algún modo vivimos en el cine, así que incluso aunque mute el sistema de exhibición hacia lo digital o el video on demand, seguirá siendo en gran medida el entretenimiento favorito.
-¿Qué película te provocó algo especial?
-Miles. Justamente, creo que me volví crítico de cine porque todas las películas me generan ideas sobre el cine, sobre el mundo, sobre mi experiencia. Pero quizás una en especial me hizo saber que iba a seguir por este lado, que tenía que escribir sobre cine porque era lo único que podía hacer. Y no fue un clásico ni un film sobre el que haya un acuerdo unánime. Fue “El guardaespaldas”, de Mick Jackson, con guión de Lawrence Kasdan, del que yo ya era fanático, igual que de Kevin Costner. Esa película fue destrozada a mansalva por la crítica de los diarios, que la vieron mal, muy mal, como un melodramón de fórmula, sin ver dónde esa “fórmula” era cambiada, modificada, criticada y revalorada a partir del realismo de los actores, de cierta amabilidad, de un tono que no era artificial. La fui a ver un poco de casualidad, porque tenía esos prejuicios. Y cuando salí escribí una defensa sobre ella. Ahí me di cuenta de que tenía una manera de mirar que quería compartir con otros.

LA NOSTALGIA DE LA SALA DISNEY
-¿Recordás cuál fue la primera película que viste?
-A los cuatro años, “La dama y el vagabundo”, en el cine Los Ángeles, “única sala del mundo dedicada a Walt Disney” y en la que cambiaban el programa cada mil años, los muy malditos. Los de mi generación recordamos la cuadra y media de cola, de dos horas, a veces de tres, dependiendo de la función para la que tus viejos conseguían entradas. Era en Callao y Corrientes. No la ví entera porque en un momento la tristeza me hacía llorar y me tenían que sacar de la sala. Era eso, eh: no me asustaba fácil, sino que me daba tristeza lo que veía. Sin embargo, la primera película que ví entera, en el cine Alfil y a los cinco años, fue “La fiesta inolvidable”, de Blake Edwards. También fue la primera no hablada en castellano. Y la primera “con personas”. Mis viejos me llevaban mucho. Les encanta el cine sin ser cinéfilos. Mi papá solía contarme las películas que había visto, completas, y además me dejaba leer el diario, donde los críticos te contaban el argumento: yo quería saber qué era lo que había detrás de los avisos de las películas, así que leía y tenía un cuento más. Eso y los cuentos de hadas fueron mi lectura de primera infancia, así que bastante es culpa de mis viejos.
-¿Qué cosas te hicieron llorar en el cine?
-Millones. Lloro bastante en el cine, mucho más que en la vida real. El final de “El padrino III”, la desgarradora secuencia de la camioneta de “Los puentes de Madison”... El ataque de llanto más grande que sufrí fue el del final de “Gatica, El Mono”. Caminé ocho cuadras sin parar de llorar. Esa película, más allá de que formalmente me gusta mucho, además tocaba toda una mitología familiar, relacionada con mi abuelo materno, un tipo que se vino de pibe de Salta a Buenos Aires y la pasó bastante mal, con el culto al peronismo que llevaban ese mismo abuelo, mi abuela y mi vieja, sobre todo con una mirada de la infancia pobre y los sentimientos que siempre me conmueven. Y otro ataque de llanto histórico fue el de los primeros diez minutos de “Up!”, el film de Pixar. Si no se llora con eso, hay que ir al psiquiatra con urgencia.
-¿Con qué actores sería tu película ideal y por qué? ¿De qué trataría?
-El problema es que la película ideal y los actores que a uno le gustan no siempre son compatibles. Por ejemplo: yo querría ver una adaptación al cine de “La piedra lunar”, gran novela de Wilkie Collins, y quiero ver a Tom Cruise. Pero aunque Cruise da la estatura del protagonista de “La piedra lunar”, no podría hacer ese drama de época. Y de hecho, ninguno de los directores que más me gustan podría hacerla sin caer o en la simplificación o en el adocenamiento, a menos que se la tome en solfa, con lo cual no sería la película que yo querría ver. Puesto a imaginar un film placentero, ya no ideal, porque eso no existe, imagino un western protagonizado por Kevin Costner y dirigido por Clint Eastwood. Ya filmaron una vez “Un mundo perfecto”, pero era una historia moderna; aquí sería un western clásico. 

MARILYN, GARBO, WAYNE Y CHAPLIN
-¿Quién fue la persona más influyente en la historia del cine?
-David Griffith. Porque sistematizó el cine, se dio cuenta de que era un arte, de que con el cine se podían hacer cosas que con el resto de las artes no y, además, tuvo un gigantesco éxito comercial, de público y de crítica. Sin Griffith el arte cinematográfico habría andado a la deriva unos veinte años más. Es el que descubrió cómo las películas conmueven a las personas y lo sistematizó. Nadie, ni siquiera los que transformaron el cine en el negocio megamillonario de hoy merced a los efectos especiales, ha sido tan influyente como Griffith.
-¿Qué país o cultura fue más influyente en el nacimiento o desarrollo del cine?
-Es rara la respuesta: el cine nace y se desarrolla realmente como un arte autónomo en los Estados Unidos. Pero en realidad no porque lo hicieran los norteamericanos, sino Hollywood. Hollywood es al mismo tiempo sólo posible en los Estados Unidos y, si uno lee con atención libros como “Hollywood censurado” o “La cruzada contra Hollywood”, ambos de Gregory Black, o incluso “Hollywood Babilonia”, de Kenneth Anger, se da cuenta de que el estado norteamericano, si bien se aprovechó de las películas cuando las necesitó, siempre mantuvo una relación tensa y de desconfianza con la industria del cine.
-¿Qué actriz, por un lado, y actor, por otro, ejercieron más peso desde la pantalla y más allá de ella?
-Uno está tentado de decir Marilyn y John Wayne, y sería casi justo. Pero también podría decir Greta Garbo y Charles Chaplin. Acá voy a elegir a los cuatro como ejemplos de cosas diferentes. Marilyn definió el arquetipo del cuerpo femenino moderno en el arte popular y además aprendió a mover ese cuerpo de una manera única. Lo creó ella, como un titiritero que enseña a moverse a su muñeco. Marilyn, la estrella, es una creación de Marilyn, la actriz. Y esa estrella resume a todas las imágenes femeninas anteriores, de Lillian Gish a Ava Gardner, pasando por Betty Boop, y las proyecta hacia delante: imposible imaginar a Scarlett Johansson sin que Marilyn hubiera existido, por ejemplo. Wayne era un actor que solo podía hacer cine, que se movía dentro de un paisaje, que hablaba con las palabras justas. Era un actor-imagen, como Cary Grant, Gary Cooper o Buster Keaton, y definió la manera cómo el hombre se integra, en movimiento, al mundo que lo rodea. Greta Garbo hizo algo increíble: creó eso que se llama “versatilidad”; y lo hizo de una manera muy moderna. Cualquiera que hoy vea incluso sus melodramas mudos, notará que, mientras todos gesticulan, ella hace el “menos es más” y parece la vecina de al lado, de nuestros días, “transplantada” al pasado. Creó la manera de actuar moderna, sintética y capaz de todo registro. Y Chaplin, que no es santo de mi devoción, definió como nadie en el cine la noción de personaje, de arquetipo, en su caso cómico. Sin Chaplin, no existen los grandes personajes cómicos, sean hechos por actores o animados: imaginen a Bugs Bunny sin Chaplin y notarán que es imposible. Creo que con ellos cuatro podemos definir casi todo. 

EL POCHOCLO NO DEJA DE ATACAR
¿Quién fue el peor villano de la historia del cine?
-Hans Gruber, interpretado por Alan Rickman en “Duro de matar”. Tiene el charme del James Mason de “Intriga internacional”, la capacidad de mentir de un psicópata absoluto, la imprevisibilidad que obliga al espectador a temerle todo el tiempo. Y no podés dejar de mirarlo actuar. Aclaremos que si “Duro de matar” es una obra maestra, y lo es, es en gran medida por Alan Rickman. O por Hans Gruber, para decirlo como corresponde.
-¿Por qué te gusta el cine?
-Desde la primera película que ví sabía que eso me interesaba mucho más que cualquier otra cosa, aunque por supuesto que no podía explicarlo de una manera precisa. La mejor respuesta, en todo caso, es porque entiendo las películas, las siento más reales, asibles y acogedoras que el resto del mundo.
-¿Qué es saber de cine?
-Ir a ver una película, emocionarse o no, y entender por qué nos emocionamos o no. O bien ver una película, emocionarnos, reconstruir el film con la memoria y descubrir la belleza abstracta de su estructura, de sus imágenes, de su sonido y de la relación que cada elemento tiene con los demás. Cualquiera que se deja llevar por esa sensibilidad sabe de cine.
-¿Qué se entiende por “saber mirar una película”?
-Entender por qué el artista elige que sea como es. Si vos te preguntás “cómo es esta película que vi” y luego “por qué es como es”, las respuestas te reconstruyen tu mirada del film. No hay una sola manera de mirar una película; saber mirarla es poder plantearse preguntas, sólo eso, y apreciarla como un objeto estético más allá de lo que digan los personajes o se declame en el afiche, por así decir.
-¿Cómo imaginás el cine del futuro?
-Un cine grandote con más 3D, más tamaño y más sonido en la pantalla grande por tiempo limitado, un cine medio que tendrá pantalla especialmente en los sistemas de video on demand, y un cine de festivales, en un circuito de arte y ensayo que tiende a museificarse. Lo que sucedió con la música, que se dividió entre el pop, los géneros cultos y lo más experimental, o con la literatura, en cierto modo. Es una pena, aclaro: el gran cine de Hollywood era masivo, inmersivo y experimental al mismo tiempo. Vean “Designios de mujer”, de Vincente Minelli, y queda demostrado.
-¿De dónde viene la modalidad de comer pochoclos y tomar gaseosas durante las películas? ¿No es algo molesto o contradictorio si se presume que durante una película debe haber silencio?
-Es molesto, es contradictorio y viene de que los complejos multipantalla hacen más dinero con la comida, ya que un puñadito de maíz les rinde mil por ciento en un balde de pochocho, que con la venta de entradas. Pero también tiene que ver con la educación del espectador, que de tanto ver películas en la casa prestándole atención relativa, cree que en una sala tiene el derecho de comportarse de la misma manera. El gran déficit contemporáneo en la Argentina y en gran parte del mundo es la educación civil. Sin eso, el pochoclo seguirá atacándonos.

Alejandro Duchini


RECUADRO 1
STAR WARS, UN UNIVERSO SIN FINAL
En medio de tanta charla sobre cine, Leonardo D’Espósito también se tomó su tiempo para referir a la saga de “La guerra de las galaxias”, cuya séptima entrega tiene fecha de estreno para fines de 2015, ahora financiada por Disney. ¿Por qué a casi 40 años de su aparición cada vez tiene más fanáticos?, fue la pregunta de esta revista. A la que contestó: “Porque necesitamos mito y Star Wars, a fines de los setenta y cuando Disney ya no servía para proveer fantasía, lo hizo combinando la invención más disparatada con un realismo propio del cine moderno. Y fue un nuevo comienzo, sintonizó perfectamente con una sensibilidad que era diferente de la de quienes seguían los seriales de los años 40. Requeríamos más perfección, más credibilidad en la fantasía y el dibujo animado ya había dejado de funcionar para eso. A lo largo de cuatro décadas, el propio mito de las películas se fue multiplicando. Y ayudó también que un aparato industrial sostuviera en la memoria de los espectadores toda la historia a través del merchandising. En cierta medida, Star Wars tiene mucho de un culto mítico, al menos en la manera como permanece en la conciencia y la experiencia de las personas”.
Luego también dirá que “no es algo excepcional, por cierto, en el siglo XX, pero sí es uno de los mitos más vigentes”.

RECUADRO 2
EL CINE, ENTRE PREMIOS Y FESTIVALES
“El Oscar es un premio industrial y sirve para entender qué es lo que Hollywood quiere para sí, más allá de que en general haga todo lo contrario. No es un premio estético. Y los festivales, que tienen un sistema diferente -es una verdadera competencia, casi deportiva, mientras que el Oscar es una suerte de campaña electoral- permiten conocer las tendencias estéticas del cine internacional. Eso no dice si ese cine es bueno o malo, que, por lo demás, es diferente del ‘me gusta o no me gusta’”, comenta al hablar de la industria de los premios. Y añade: “Los premios nos sirven más a los críticos y a los periodistas como materia de análisis histórico que para definir el cine”.
Luego ejemplifica: “’Titanic’ es un gran logro estético y un enorme éxito comercial. ‘The Hurt Locker’, un brillante logro estético y un fracaso comercial. ‘El sabor de la cereza’ es una genialidad estética y un film que, fuera del público más enterado, pasó inadvertido. Y hablamos de dos Oscar a Mejor película y una Palma de Oro. Por otro lado, un premio, en el circuito de festivales, depende en gran parte de negociaciones diplomáticas y discusiones muchas veces poco cercanas a lo estético: ‘Fahrenheit 9/11’, un film espantoso, ganó Cannes porque Tarantino era presidente del jurado”.
“Las pocas veces que me tocó ser jurado, premié de acuerdo a tres criterios: mi propio gusto, cierto aire de novedad y frescura de la película en cuestión, y la posibilidad futura de ese modelo de cine. Porque es imposible decir qué cine es ‘bueno’ y cuál ‘malo’. Lo importante en todo caso es que un premio haga que un film que quizás provee una forma o una experiencia nueva, le llegue al público. Lo demás es nada”, sintetiza.

RECUADRO 3
PERFIL
Leonardo D’Espósito es periodista y docente especializado en cine. Escribió en varias revistas sobre esta temática, tanto de Argentina como de los Estados Unidos y Francia. Nacido en 1968, nunca se olvida que cuando fue a ver su primera película, “La dama y el vagabundo”, tuvo que irse de la sala porque no paraba de llorar. Después se tomó revancha y no se perdió ninguna película. Y sobre todo lo observado, aprendido y vivido se puso a escribir este “Todo lo que necesitás saber sobre cine”, un libro que va desde los primeros tiempos de esta industria hasta los actuales.

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