GOLPEANDO A LAS PUERTITAS DEL SEÑOR LÓPEZ

El historietista argentino Horacio Altuna, radicado en España, vino a presentar una nueva edición de su clásico Las puertitas del señor López. Durante su corta estadía en el país charló con este diario acerca de dibujos, afectos y libertades que se pierden. Fue publicada en La Voz del Interior y se puede leer acá.

La corta estadía de Horacio Altuna por su Buenos Aires tan querido giró en torno de la presentación de una nueva edición de Las puertitas del señor López, uno de sus clásicos. En medio de una agenda variada que incluye sobre todo afectos, se tomó dos horas para conversar con Ciudad Equis. Fue durante una mañana en la que se sentía en tiempo de descuento. Es que poco después subiría al avión para regresar a España, donde vive desde 1982. “No me siento del todo bien cuando tengo que volver. Nunca me voy del todo”, dice mientras toma un café con sabor a la nostalgia de los bares de barrio. “Esta es mi casa”, agrega en referencia a la Argentina. Enseguida le sale la primera sonrisa tras comentar la cara de bronca de Cristiano Ronaldo cuando Lionel Messi fue elegido el mejor jugador de la UEFA. Después se enciende el grabador y empieza el reportaje. El Loco Chávez, El señor López y El Nene Montanaro desfilan como recuerdos mientras él, Altuna, habla de viejos tiempos, del mundo actual y del papel que le cabe al chiste.
-Cuando comentaba a conocidos que lo iba a entrevistar a usted, me contestaban “¡qué bueno!”. O “Altuna es un fenómeno”.
-Primero: tratáme de vos. En cuanto a lo que decís, es muy gratificante. Lo único que hice siempre fue trabajar y trabajo porque me gusta lo que hago. Tengo la fortuna de haber vivido de lo que me gusta y, dentro de eso, hacer lo que quiero. Es un privilegio. Si sumás que a la gente le agrada lo que hago, estoy más que satisfecho por cómo me va. Siempre tuve presencia en Argentina. Que se recuerde lo que hice hace treinta años años y se valore, es gratificante. Trabajo para eso: para que la botella que tiro al mar la recoja alguien.
-¿Hay alguna fórmula, Horacio?
-Ser honesto con el laburo. No hay que ser dibujador sino dibujante, amando lo que uno hace. No soy capaz de hacer aquello que no me guste.
-¿Ese conjunto que cualidades son las que llevan al prestigio?
-El prestigio es algo que te da la gente. Hay un prestigio que apunta a la vanidad y tener prestigio por vanidad no es lo que más me gusta. Vanidad tengo, pero el prestigio me gusta más cuando lo vivo desde un sentimiento más noble que la vanidad. Que la gente reconozca mi trabajo, por ejemplo. Pero no hablo de ese prestigio del tipo “¡qué bueno que sos!”. Hoy me siento amortizado. Aprendí que no soy vanidoso ni envidioso.
-¿Qué es el respeto?
-Algo que me pone como en misión cumplida. Uno quiere ser un buen tipo, además de un buen profesional. Si la gente te tiene respeto, afecto, quiere decir que hiciste lo que tenías que hacer. Es sólo eso. Algo que da seguridad. Nunca conscientemente cagué a nadie. Nunca. Entonces que nadie pueda decir algo malo sobre mí, está bien. Hay tipos como Fontanarrosa, Caloi… ¿quién puede hablar mal de ellos? Ese es el broche: que al cabo de tu vida la gente te respete. Que te vea con afecto.Que digan de vos “éste se portó bien, hizo buenas cosas, fue un buen amigo”. Eso.
-¿Extrañás Argentina?
-Me fui con 40 años. Mis raíces con el país son muy profundas. Vengo dos o tres veces al año. Entonces nunca termino de irme. Estoy yendo y viniendo, siempre. Con el tiempo perdí familia, gente que falleció. Lo que me queda, entonces, son mis mejores amigos. El mundo de mis afectos está acá. Por eso me cuesta estar en otro lado. Porque no es una elección libre. Cuando me fui, a los chicos los llevamos sin preguntarles, porque eran chiquitos. Hoy tengo dos hijos viviendo en España y un tercero en México. Además de nietos. Ahora son ellos quienes no nos dejan elegir.
-Una vez dijiste que al irte, en los 80, sentías que vivirías una sensación de libertad. ¿Cómo te llevás con eso en estos tiempos?
-Ahora me doy cuenta de que esa sensación es interior. En aquellos tiempos se trataba de una libertad ideológica, que tenía que ver con la expresión. Actualmente, viviendo en Europa, donde se levantan barreras contra los inmigrantes, veo que esa libertad no existe, que es una mierda. Pero con mi libertad interior me siento con capacidad para elegir qué quiero hacer, dentro de lo que puedo, lógicamente.
-¿Hay desprogreso?
-A nivel mundial, sí. No vamos bien. En los países más desarrollados se van perdiendo libertades, derechos. El sistema neoliberal es contrario a la libertad. Con esas políticas en las que predomina el mercado nunca ha sido posible cumplir con la declaración de los Derechos Humanos. Pero lo que ocurre en la actualidad es una burla. Tenemos derecho a una vivienda digna, pero en España desahucian a quien no puede pagar tres cuotas de la hipoteca, lo echan de su casa, la pierde y sigue la deuda. Europa produce guerras en África o Siria y millones de refugiados, pero no los recibe porque cierra las fronteras. Es una vergüenza.

LÓPEZ
-¿Qué recordás de los comienzos de Las puertitas del señor López?
-En esa tira se hablaba de los miedos, porque todos los teníamos. Me refiero a miedos naturales y permanentes. Uno debe luchar para superarlos y modificar esa realidad que jode. Era fácil identificarse, no con el señor López, que era patético, sino con sus temores. Por otro lado, la gente encontraba mensajes ocultos en cosas que nosotros no las pensábamos por ese lado. Pero ese tipo de mensaje que la gente hallaba finalmente hizo que la historieta tuviese la trascendencia que tuvo.
-¿Por qué se sigue recordando al señor López a treinta años de sus inicios?
-Siempre repito que como autores, junto a Carlos (Trillo), tirábamos mensajes en una botella al mar. Ahí iba la botella. Alguna vez alguien la descubriría, leería el mensaje y se interpretaría según el lector. El asunto es que el mensaje llegue. No importa cómo se interprete. Lo ideal sería que se interprete como lo que quisimos decir. Lo que me resulta fantástico es la permanencia en el tiempo. Pero la temática es universal y atemporal, porque esos miedos siguen en el tiempo, no cambian. Es como hacer una historieta de amor, con encuentros y desencuentros en una pareja: eso no varía. Hay cosas inmanentes en el ser humano. Podríamos escribir sobre Cristiano Ronaldo y dentro de treinta años tendrá vigencia porque la vanidad seguirá existiendo.
-¿Qué sentís por tus personajes?
-Les tengo mucho cariño porque forman parte de la historia de mi vida. Hay situaciones del Loco Chávez o del Nene Montanaro que tienen que ver con distintas etapas de mi vida. Por omisión o acción, el autor siempre está en lo que hace. Si veo algo que hice, recuerdo qué me pasaba en ese momento.
-¿Cómo recordás aquellos años 80?
-Son dos etapas. Una la viví acá y otra en Europa. Lo que me queda es que acá se podían hacer pocas cosas, pero estaban Humor y (Andrés) Cascioli, que permitían un respiro. En Europa había una puerta abierta para hacer lo que uno quisiera.
-¿Sos melancólico?
-Sí, pero con una melancolía… Te dije que sí pero soy más bien nostálgico. Tengo nostalgia cuando estoy lejos. Una nostalgia de ganas de estar. Melancolía me dan algunas cosas, como la pérdida de valores. Me pasa en la política. En los 60 se quería cambiar todo. Hoy hay poca gente que quiera cambiar. Tengo nostalgia de la música de los 60, soy jazzero, pero tengo melancolía por la música popular de los 70 porque la que se hace ahora no me gusta mucho. Tengo una mezcla de melancolía y nostalgia. La melancolía está más apuntada a un punto de frustración por lo que se podría hacer y no se hace.
-¿Qué cosas te inquietan del hombre actual?
-Siempre fui de izquierdas, por lo que tengo una cosa relacionada con los derechos humanos. Me inquieta que cada vez se pierda más en la lucha por esos derechos, que cada vez se amolde la vida a cosas que no se pueden cumplir. Por ejemplo, soy un tipo de reivindicar los derechos de autor, que también son un derecho humano. Pero hoy es el mundo del pirateo. Está bien, eso hace una cultura libre. ¡Fantástico! Pero esa cultura libre choca con la política de los mercados y la política neoliberal en la que todo se compra, todo se vende y todo se debe pagar. Entonces, ¿por qué un derecho de autor no entra en ese sistema que hoy gobierna al mundo? No lo entiendo y me inquieta, porque al cabo de una vida, como la mía, me doy cuenta de que mis hijos y nietos tendrán que pelear por cosas que yo ya había ganado. Es medio ridículo. Es una melancolía con bronca, una nostalgia con bronca.
-¿Difíciles las grandes editoriales, no?
-Me llevo mal. No soy un tipo difícil sino duro al momento de negociar. Siempre pensé que la relación con el editor no es de empleado-empleador sino de igual a igual. Las editoriales no lo entienden. Eso me llevó a pelearme. Me ha ido bien siendo duro. No entiendo al tipo que empieza a tener un prestigio o destacar en algo, en lo que sea, y que no exija con su derecho a lo que hace. ¿Por qué ceder? Lo digo con orgullo. Nunca gané mucha guita en royalties, pero los derechos de mi obra son míos. Ahora los tiene Galerna con este libro, pero es por tres años y para Argentina, Chile y Uruguay. En eso soy inflexible.

EL DERECHO AL CHISTE
-¿A qué se debe que haya quienes se molestan con determinados chistes?
-Hoy en todo el mundo, pero sobre todo en España, la principal censura de nuestro tiempo es la corrección política. Si no sos mujer, no podés hacer chistes de mujeres; si no sos discapacitado, no podés hacer chistes sobre discapacitados; si no sos judío, no podés hacer chistes sobre judíos. Es absolutamente ridículo. El humor no debe tener límites. Incluso si hay chistes sobre enfermedades terminales o los desaparecidos, me van a repugnar y hasta voy a despreciar a quien los haga, pero necesito reconocer el derecho a que se realicen. Porque eso es la libertad. En todo caso, me da miedo que se proponga que algo o alguien limite la libertad, porque así se empieza. ¿Quién y por qué prohíbe hacer chistes sobre cualquier cosa? Hay algo tan hipócrita: en una mesa de café hacemos todos los chistes, los más feroces, sobre cualquier cosa, pero no se pueden publicar porque te van a masacrar. Reivindico el derecho de los dibujantes de Charlie Hebdo a hacer lo que hicieron y pienso que el crimen que se cometió es atroz, pero su humor no me sale ni me interesa porque no me importa ofender a musulmanes ni a los católicos ni a los judíos. Pero si alguien quiere hacerlos, que los haga.
-¿Haberte quedado sin trabajo al borde de los 50 años y en Europa fue un mal momento que al final te sirvió?
-Tenía 48 o 49 años y me peleé con una editorial grande. Pensé que iba a conseguir laburo enseguida. Me peleé con esos editores, que eran unos cretinos, y no me dieron bola en otros lados. Se hizo de noche, recuerdo. Tenía que llamar a mi mujer y contarle. En ese momento estaba depre. Ahora lo tomo con humor porque al mes estaba trabajando: empecé con Playboy. Pero en el momento fue una preocupación. Hoy no me arrepiento porque me fue bien. Además no me humillé, no aflojé. Si hubiese aflojado seguramente no me habría ido mejor, me hubiera conformado con aquellas condiciones, no tendría esta anécdota para contarte y podría haber sido un señor López que debería ir al baño para escapar. Pero no me pasó.
-¿A qué le tenés miedo?
-A no poder dibujar o no poder hacer lo que me gusta o quiero. Me da miedo no volver a mi país. Pero más que nada, como a todos los que tenemos familia, me atemoriza que les pase algo a ellos. Cuando vivía en España y venía a visitar a mis viejos a la Argentina, salía y regresaba a las 3 o 4 de la mañana. Mi padre se preocupaba. Le provocaba el miedo natural que tiene un padre por un hijo. Ahora que tengo un hijo en México del que no siempre sé por dónde anda, siento esos mismos miedos, que son inmanentes.
-¿La vuelta definitiva a la Argentina es un plan?
-Me gustaría, seguro. Pero sin el costo de alejarme de mis hijos y mis nietos. Si fuera así, sí. Mañana.
-¿Qué dibujantes actuales te gustan?
-Muchísimos: Gustavo Sala, Juan Sáenz Valiente, (Carlos) Nine, que es Dios, José Muñóz, que es excepcional. Jorge González, Alejandra Lunik, Maitena. Muchos. La lista es larga.
-¿Ha resurgido el dibujo?
-En todas partes. Especialmente en Argentina, porque hay nuevas editoriales. Además están las redes de comunicación y las nuevas tecnologías, que posibilitan divulgar más lo que se hace. Antes, si una editorial no te publicaba, no había manera. Entonces esto provocó un resurgimiento del mundo autoral. También está el hecho de que se abordan nuevas temáticas.
-¿El humor salva de la rutina?
-De la rutina o del aburrimiento puede ser. De lo que no te salva es de las dificultades de la vida. Si no tenés para llegar a fin de mes, no te salva. Te puede provocar una mueca, una sonrisa, pero no te salva.
-¿Qué es el Loco Chávez para vos?
-Una etapa de mi vida. El momento en que me hice conocido. Logré un personaje popular y eso es impagable. Es muy lindo.
-¿Qué es el dibujo para vos?
-Siempre he sido un tipo que ama su profesión, que me hizo feliz. También, un luchador por mejorar el sector desde mi trabajo, desde lo que puedo hacer en las asociaciones de dibujantes, tanto en España como en Argentina. Me parece que hace falta mejorar las condiciones de trabajo. Que haya más respeto. Que sea más importante la divulgación de lo que se hace como parte de la cultura popular. Este es un buen país en ese sentido.
-¿Algo pendiente?
-Los trabajos que me gustaría hacer y que no hago porque no tengo tiempo. Son muchos. Hay guiones y todo, pero me falta el tiempo. En lo personal, venir más seguido a Argentina. También saber música. Ejecutar música. Nunca ejecuté un instrumento; y eso que soy un fanático del jazz. Sé que hubiera ligado más siendo guitarrista que dibujante de historietas. Pero es lo que hay. Estoy conforme. Soy un tipo razonablemente feliz.

Alejandro Duchini

PERFIL
Horacio Altuna nació en esta provincia el 24 de noviembre de 1941. Es uno de los historietistas de mayor reconocimiento internacional. Su dupla con Carlos Trillo marcó una etapa brillante en el rubro. Juntos trabajaron con El loco Chávez (que se publicaba en Clarín) y Las puertitas del señor López (revista El Péndulo y luego en Humor). Altuna fue el creador de El Nene Montanaro. También dibujó para la revista Playboy. Desde 1982 vive en Sitges, en España.

RECUADRO
SUS EMBLEMAS
Muchos de los personajes ideados por Horacio Altuna marcaron momentos en la vida de sus lectores. Quienes lo descubrimos en los 80, no olvidaremos las contratapas del diario Clarín en las que aparecía El loco Chávez, una creación en conjunto con Carlos Trillo, quien falleció el 7 de mayo de 2011. Ese personaje no pasó desapercibido. Era un periodista que solía rodearse de mujeres bellísimas. Entre ellas, su exuberante novia, Pampita. Cuando se le pregunta por “las minas” que dibuja, Altuna le dice a este diario: “Me gusta hacer figuras humanas. Lo que pasa con las chicas lindas es que me salen de esa manera y tienen éxito. Pero no es algo que me plantee. Me salen así”. Esta tira se publicó desde 1975 hasta 1987 e inclusive llegó a la televisión.
También con Trillo hizo Las puertitas del señor López, que en los 80 se publicó en la revista Humor, aunque debutó en el 79 en El Péndulo. Trata sobre un hombre maltratado por sus compañeros de trabajo y por su esposa. Su único sosiego era encerrarse en los baños, donde vivía distintas aventuras. Editorial Galerna acaba de publicar sus tiras como parte de la denominada Biblioteca Altuna. Es en el marco de la edición total de su obra, de la que aparecerán de dos a tres títulos por año. En este caso, Las puertitas del señor López cuenta con un prólogo de Hernán Casciari.
Radicado en España desde 1982, y tras un exitoso paso en los 90 por la revista internacional Playboy, desde 1994 a 2002 regresó a la contratapa de Clarín con otro personaje: El Nene Montanaro. Siempre desde tierras europeas. La lista de sus invenciones es tan variada como lo es la calidad de sus dibujos y el humor que realiza.
Altuna recibió en 2004 el Gran Premio del Salón Internacional del Cómic de Barcelona y se convirtió así en el primer no español en obtenerlo. En 2012 recibió el Premio Konex por su trayectoria en el humor y la historieta.
La republicación de sus trabajos es una forma de reivindicar no sólo un género enorme, sino también a una de las personas que más humor supo ponerle a la realidad de nuestro país. Bienvenida la idea.

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