"HAY QUE DEJAR DE ENDIOSAR A LA LECTURA"

Martín Kohan, quien acaba de publicar Fuera de lugar (Anagrama), una novela de tinte policial, desmitifica en esta charla con La Voz el mundo de los libros. La nota original, en La Voz del Interior.

“No sé si logré lo que quería, pero hasta el momento, por lo que me dicen y subrayan quienes leyeron Fuera de lugar, siento que el libro salió bien”, comenta el escritor Martín Kohan al llegar a la entrevista con este diario. Alegre, o satisfecho, se refiere a su nuevo trabajo, que acaba de publicarse a través de Anagrama y en el que lleva una historia densa hacia el ámbito policial. La charla tiene lugar en el bar La Orquídea, en el barrio porteño de Almagro, donde cada mañana toma su café, costumbre que lo lleva a ser uno de los parroquianos más célebres. El mozo ni pregunta: deja su cortado y sigue de largo. Kohan se lanza a hablar no sólo de este libro, sino también del altar en el que está la lectura, de sus verdaderas bondades y de la llamada “trayectoria” del escritor.
Al terminar Fuera de lugar queda una sensación tal vez oscura, densa. ¿Buscaste eso?
-Siempre pensé en algo denso. Las distintas partes que tiene la novela son densas, pero cada una a su manera. A veces aparece lo siniestro, en otras la consternación con lo que pasa. En el desenlace ya hay más oscuridad, intriga. Los climas tienen que ver con el entorno. La idea era avanzar hacia algo cada vez más negro. Sin embargo, mi sensación como escritor o autor nunca será igual a la del lector. Cuando uno escribe está compenetrado en lograr determinado efecto en quien lee. No quiere decir que uno lo logre. En mi novela El informe metí humor, pero yo no me reía; el lector, en cambio, sí. Fuera de lugar la construí desde la densidad y la sordidez, un poco pensando en perturbar al lector. No quiere decir que yo haya estado así mientras la escribía. Eso es para mi la experiencia de escritura. Igual, uno tampoco está seguro de si salió bien hasta que no la da a leer a otros.
-Arrancás con un tema social durísimo, casi de denuncia, y terminás haciendo un policial.
-Esta novela tiene varios registros. No veo denuncia en la primera parte, simplemente porque es una función en la que no pienso. Lo que tiene de perturbadora esa primera parte es que quienes aparecen no consideran que tenga nada de malo lo que hacen. Es aberrante, pero mi relación no es señalar eso aberrante para condenarlo, que ahí sí sería denuncia. Lo que busqué como perturbador es que los tipos hagan algo abominable pero que estén tranquilos con su conciencia. Ellos no se sienten inmorales. El encuadre general puede ser el policial, género que no domino bien; por eso para mí fue un desafío meterme en ese ambiente y ver qué salía. Claramente hay una búsqueda del enigma, de darle un tono distinto a cada parte.
-Escribís que “existe gente que prefiere mil veces ver antes que hacer”. ¿Qué encierra esa frase?
-No soy capaz de hacer una reflexión sobre la vida. En todo caso, con esa frase entiendo que el que mira no es menos activo que el que hace. Porque si no el hacer queda reducido a la actividad y el que ve nunca hace nada. No es así. Mirar también es hacer. No hay pasividad.
-Fuera de lugar arranca, de hecho, con la pasividad de los que miran y sienten que no hacen nada.
-La situación de quien saca las fotos, de la mujer que está ahí, del sacerdote, del comerciante, todos tienen una posición ambivalente. Sienten que no les hacen nada a esos chicos sino que los cuidan.
-De los diversos personajes que aparecen al principio, el que menos llama la atención es el cura.
-Es que los sacerdotes, no todos, son perversos. Sacerdote, celibato y perversión es una conexión bastante estable. El del cura es el personaje más previsible, el que se corresponde con su papel de abusador. Los otros personajes fueron más trabajados.

LA LECTURA
-Me llamó la atención una frase: “Esa clase de respeto distante que sienten, por los lectores, las personas que no leen jamás”.
-Creo que la lectura, y lo respondo como docente, o sea alguien que trabaja para formar lectores, está, en términos de valores sociales, al mismo tiempo más arriba y más abajo de donde debería estar. Tiene un enorme prestigio: si le preguntás a cualquiera qué piensa de la lectura te dirán cosas extraordinarias. Que es bueno leer, que es recomendable, que los chicos no leen. Pero después se publica un libro extraordinario y tiene sólo 1.500 lectores. O sea, nada. Por eso está más arriba en un elogio que no se corresponde con la práctica. ¿Qué pasa entonces que dicen que leer es tan bueno pero no se lee? Hay una vieja trampa: “Los chicos no leen”, dicen. Es falso. Porque se dice eso para dar a entender que los padres sí leen. Pero tampoco leen los grandes. La lectura no precisa altares, si no lectores. Sólo hace falta leer. Lo cierto es que hay una relación inversamente proporcional entre el prestigio social casi unánime y el hecho de que el universo de lectores es muy reducido. El no lector admira al lector como si fuese alguien extraordinario. No es nada extraordinario leer ni tampoco lo es el mundo de los libros. No sos mejor ni estás por encima de nadie si leés. Hay que dejar de endiosar la lectura.
-¿El hecho de que los libros sean caros es una excusa para no leer?
-Claro, porque también se consiguen baratísimos en librerías de viejo. Y a diferencia de otros rubros, como el de la ropa, donde si comprás algo que vale cuatro veces menos va a ser malo en comparación con algo más caro, con la literatura no pasa eso. Se puede encontrar literatura de gran nivel a 40 pesos. También se dice que el Teatro Colón es caro y no es así. La platea es cara; pero la galería vale menos que una entrada a la cancha de fútbol, como un palco vip en la de Boca. Pero podés ir a la popular, donde voy yo. No pasa por el dinero. Funcionan prejuicios de autoexclusión que habría que revertir. es más: si alguien no tiene plata para un libro pero puede leerlo en el teléfono, bienvenido sea.
-¿Te gustan los dispositivos de lectura como Kindle, la tablet o el mismo teléfono?
-Me entusiasma que proliferen tantas formas de leer. Sé que hay posiciones divididas entre quienes critican y quienes elogian. Pero creo que cuantas más vías haya para la lectura, mejor. La multiplicación de medios técnicos potencia las posibilidades de leer. Personalmente, no leo en tablet. Pero es sólo una preferencia personal; no puedo decir cómo leer. Leo en formato libro porque a mí me gusta. Es algo personal. Pero no soy ejemplo de nada, como dijo Maradona alguna vez. Hay muchos que se acomodan a las nuevas tecnologías, de las que no reniego. Pero que no me sienta cómodo en estos formatos no me da derecho a pronunciarme en lo que significa para otros. Bienvenido sea todo lo que permita ampliar el acceso a los bienes culturales. A mí no me gusta como tampoco me gusta escribir en computadora. En lo personal me da placer escribir a mano.
-¿Lo importante es que se lea?
-No estoy seguro de que sea bueno leer. No me agrada levantar el dedo para decir a los demás qué tienen que hacer. Me cuido mucho de realizar una moral con eso. Creo, sí, que hay ciertas posibilidades en la lectura. Que hay un disfrute posible en ella y, al mismo tiempo, que es lo suficientemente diversa como para suponer que cualquiera encontrará el tipo de texto o escritor que le permita pasarla bien. Pasa lo mismo con la música. No puedo entender que a alguien no le guste la música cuando hay tantas y tan variadas entre sí. Hay una felicidad posible que una persona se está perdiendo si no lee o si no escucha música. Para mí la lectura es una promesa de felicidad y no algo que hay que hacer porque es bueno. Lo llevo más al lenguaje del placer que del deber.
-En Fuera de lugar le hacés guiños al fútbol, que te encanta. ¿Por qué apelás al deporte en medio de un relato tenso?
-Cuando uno escribe, y en función de lo que quiere lograr en el lector, hay que regular el encierro en cierto clima opresivo, como en este caso. Si uno pone tensión en la narración, hay que aflojar. Si apretás todo el tiempo, no funciona. La tensión camina con la distensión: conflicto, aflojás; conflicto, aflojás. Entonces, en medio del relato está bueno poner algo para aliviar. Es darle un respiro al personaje y al lector. En esos casos, el repertorio del mundo del deporte es el que tengo más a mano. Porque lo conozco, lo manejo mejor y porque tengo identificado qué poner y cómo. Por eso no puse a Messi sino a Maradona y, además, al Papa Juan Pablo II. Eso da imagen de pasado y refuerza un poco en qué tiempo está ubicada la historia.
-¿Dónde te deja parado, como escritor, esta nueva novela?
-No me pienso nunca en términos de escritor ni de trayectoria porque no es esa mi relación con la literatura. Me relaciono leyendo y escribiendo, porque me gustan ambas cosas. La trayectoria, en todo caso, se hace sola. Sí pienso, en cambio, en lo que tengo que leer o escribir, que me proporciona una felicidad tremenda. Esas actividades están entre las tres o cuatro cosas que más disfruto de la vida.

FUERA DE LUGAR
Terminé de leer Fuera de lugar (Anagrama), la última novela de Martín Kohan, cerca de la una de la mañana. Apagué la luz y al intentar dormir tenía una sensación rara, como de algo denso. Ahí, en ese sentimiento, estaba la historia que acababa de cerrar. El final me había descolocado. No lo esperaba. No era justo. Pero los libros, y la vida, no siempre tienen lo que queremos. Hay que acostumbrarse, a lo sumo, a disfrutarlos, a tomarlos como vienen. En este caso puntual, agradezco haberme topado con el nuevo libro de Kohan. Simplemente porque está buenísimo. Porque la historia es atrapante y porque dice más de lo que cuenta.
La trama comienza con un grupo de adultos que venden al exterior fotos de chicos desnudos. Entre ellos, una mujer, un fotógrafo, un comerciante y un sacerdote. Como no los tocan, sino que sólo los fotografían, entienden que no hacen nada malo. Después se suma un hombre, Santiago Correa. Que se lleva la historia hacia otro rumbo. Aparece otro niño y su tío, necesitado de dinero urgente y que, por lo tanto, “presta” al pequeño para que forme parte del negocio. Por un suicidio la trama se volcará hacia el misterio, que tan bien maneja Kohan. Quedará claro, desde entonces, cómo la suerte puede jugar un papel tan inesperado y que, a veces sin saberlo, los hechos y las personas están ahí no más de cruzarse en el momento y el lugar menos pensado.

PERFIL
Profesor universitario y escritor, Martín Kohan nació en Buenos Aires en 1967. En 2007 recibió el Premio Herralde de Novela por Ciencias morales y en 2014 el Konex como uno de los cinco mejores novelistas del período 2008-2010 del país. Algunos de sus libros publicados son Muero contento, Una pena extraordinaria, El informe, Dos veces junio, Segundos afuera, Cuentas pendientes y Bahía Blanca. Fuera de Lugar es, hasta el momento, su último trabajo.

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