¿CÓMO SE FORMA UN ATLETA DE ELITE?

¿Hay una edad ideal para preparar a una futura estrella del deporte? ¿Qué papel juegan la mente y las emociones en su preparación? Acá, la nota publicada en Nueva.

“Si hay alguna edad para empezar a formarse como deportista de elite, creo que es a partir de los 12 años. Pero en realidad depende del deporte. La gimnasia y otros similares requieren que el deportista se forme antes, porque la vida de un gimnasta en la elite tiene su momento cúlmine en la adolescencia y en la primera parte de la juventud. En un deporte colectivo, en cambio, ese momento se produce entre los 14 y los 18 años. Las formaciones son distintas: la parte técnica coordinativa, la técnica conceptual, la toma de decisiones, que es muy importante, la mentalidad”. Esta es la opinión de Sergio Cachito Vigil, emblemático entrenador del hóckey argentino y de Las Leonas, cuando Nueva le pregunta cómo se forma un atleta de primer nivel. Medallas olímpicas, títulos mundiales y panamericanos componen sus resultados como entrenador. Además, Vigil se destaca por haber formado a una generación extraordinaria de jugadores que incluye a Luciana Aymar, ocho veces elegida como la mejor del mundo.
Hace unos meses, esta revista entrevistó a la nadadora Delfina Pignatiello, quien a los 17 años no sólo acumula récords sino que es campeona mundial juvenil. Es el gran futuro de la natación argentina. Se levanta a las 5 de la mañana para nadar, después va a la escuela, vuelve a entrenar y estudia antes de irse a dormir. Es abanderada. Detrás de su sonrisa cada vez que se sube al podio hay una vida de puro sacrificio que incluye no salir con sus amigas ni comer lo que le gustaría comer. “Para mí, la edad ideal para empezar a trabajar está entre los 6, 7 y 8 años. A esa edad el pibe es una esponja: aprende fácil”, opina su entrenador, Juan Carlos Martín, consultado por Nueva. “Formar a un atleta en la elite es un proceso largo. Hay que trabajar en lo técnico, en el pre-entrenamiento o aprendizaje de conceptos básicos, luego en los sistemas metabólicos o aeróbicos, después en la elección de una especialidad y por último en el entrenamiento fino”, divide. “Lleva de ocho a diez años coordinar un buen trabajo psíquico, emocional y técnico”.
“Más allá de una edad ideal, eso está comprometido con el lugar en que se desarrollará ese atleta. En Etiopía tendrá más chances como fondista y en Jamaica como velocista y en Alemania en pruebas combinadas. La edad ideal es aquella en que luego de conocer varios deportes, los entrenadores se dan cuenta de que ese atleta puede servir para un prueba específica. En cuanto a perfeccionar la técnica, cuanto más temprano, mejor. No es lo mismo aprender a los 10 años que a los 20. Pero no creo que sea determinante la edad sino las condiciones físicas y anímicas. El tiempo para formar un atleta depende de la actividad. No es lo mismo un fondista que un velocista, que es algo innato. El deportista de elite nace y se hace, un poco de ambas cuestiones. Pero creo que para todo se nace, porque la técnica después se perfecciona o mejora”, dice el preparador físico Fernando Signorini desde Cuernavaca, México. Especializado en fútbol, Signorini fue clave en el desarrollo físico de Diego Maradona en su mejor momento. También trabajó con la selección nacional, incluida la que participó en el Mundial de Sudáfrica, en 2010, y con Menotti en el Barcelona de principios de los 80.
Nueva preguntó a referentes del entrenamiento de primer nivel acerca de la formación de los atletas. Federico Rossi, profesor y entrenador del seleccionado nacional de natación y preparador físico de alto rendimiento, trabaja con Andrea Berrino, otra gran apuesta de la natación argentina: fue finalista en los dos últimos campeonatos mundiales. Dice Rossi: “Hay una edad de oro en la que se recibe la mayor afluencia de niños en los clubes, que es entre los 6 y los 9 años. Es la edad donde los papás comienzan a introducir a sus hijos dentro del mundo del deporte. Ahì comienza el proceso y esa etapa es determinante, ya que lo que se aprende correctamente cuando el desarrollo del sistema nervioso central se encuentra altamente permeable queda fijado para toda la vida. Lo mismo al revés: cuando se automatizan patrones erróneos de movimientos a esa edad, quedan fijados y es muy difícil, casi imposible, borrarlos y comenzar desde cero. Por lo tanto, lo que suceda o no suceda luego, en la etapa del alto rendimiento, tiene relación directa con los procesos de formación”. Y agrega: “Lleva años de preparación formar a un atleta de primer nivel. No son procesos mágicos sino procesos en los que se deben respetar etapas o fases sensibles, que son estadíos evolutivos en los que se debe desarrollar cada capacidad y cada condicionante”.

MOTIVACIONES
Profesión relativamente moderna en el ámbito deportivo, el coaching tiene cada vez más influencia. De esto da cuenta el coaching Alejandro Oneto Gaona, quien lo define como “un proceso de aprendizaje-entrenamiento personalizado y confidencial, ya que el coach entrena al coachee para que mediante un proceso de cambio tome conciencia de sus objetivos o metas y que sepa que ese proceso va a entrañar dificultades que le harán salir de su zona cómoda hacia nuevos retos. El coaching permite que el atleta sepa cómo llevar a cabo su sueño; es decir, que aplique una serie de herramientas para conseguir sus objetivos. Para hacerlo, debe ejecutarse un plan de acción con metas bien definidas”. “Un proceso de coaching se realiza de forma privada y confidencial, en un lugar tranquilo. Se trabaja durante 50 minutos sobre un objetivo o una meta. El coach, a través de preguntas, y sirviéndose de herramientas, acompaña al coachee en su proceso de cambio hacia un mejor desempeño y la consecución de los objetivos. La duración del proceso puede ser de tres a cinco sesiones. No hay una regla fija ya que la duración depende de la evolución del coachee”, detalla Gaona, quien trabaja en el ámbito del fútbol y el rugby aunque, por cuestión profesional, no da nombres.
En la misma línea que Gaona, Vigil dice que “el entusiasmo, el espíritu y la motivación son fundamentales. Se empieza con el entusiasmo y después se guía al atleta. Nunca se termina de formar un atleta. Se forma hasta el momento en que decide retirarse. Lleva toda una vida deportiva formarse como atleta, porque la formación no tiene pausa ni límite. Sólo tiene búsqueda, aprendizaje, crecimiento permanente”. Y después: “El gran desafío en la formación es equilibrar los factores emocional, físico y psicológico. Pero para eso primero hay que aceptar que el ser humano es una unidad emocional”.
Signorini coincide al opinar que “no puede haber equilibrio físico si el deportista no está preparado mentalmente”. “El tema de las presiones es muy difícil. A los jugadores nunca se los prepara para eso. Creo que entrenar es educar. Hay que saber, por ejemplo, manejar las presiones de los medios. Es muy difícil aislarse de lo que pasa alrededor”, engloba. También Vigil refiere a las presiones: “El problema no son las presiones sino cómo nos relacionamos con ellas”.
Acerca de la utilización de la psicología, Martín se muestra abierto. “El psicólogo siempre sirve para apoyar a un atleta. Sobre todo en situaciones de estrés, que siempre hay. Es positivo preparar a los atletas en ese sentido. A los pibes les sirve de apoyo. Siempre viene bien la palabra. Pero los entrenadores somos el primer psicólogo del pibe”, dice.

AUTOCONTROL
Gaona recomienda “que haya una inmediata ejecución de lo trabajado en la sesión para no perderle pisada a lo alcanzado por el atleta. Por eso, lo ideal es realizar el coaching antes de los entrenamientos físicos y después del partido o del certamen”. Por experiencia profesional afirma que todo tiene que ver con todo: “Las consultas apuntan a mejorar la concentración, a cómo lidiar con la presión, cómo motivarse y qué hacer ante el temor al fracaso. Además, disciplinar las emociones, especialmente las vinculadas con las derrotas, el ir por más y diseñar el propio año deportivo”, enumera. “Claro que también me encontré con deportistas negados y cerrados al cambio, que creen que ir a un psicólogo o coach los pone en riesgo de ser considerados locos o que están para atrás. Tienen un prejuicio que en nada colabora a la tarea del que quiere asistirlos”, opone.
Rossi cuenta que consulta siempre a referentes de otras áreas “como la neurociencia o entrenadores de otras disciplinas que aportan en la formación de un programa de entrenamiento global”. Y opina: “Todos estamos expuestos a dos tipos de tensiones. Una tensión emocional y una tensión creativa. La tensión creativa nos motiva a avanzar, crear metas y objetivos e intentar cerrarlos. La tensión emocional tiene que ver con los condicionamientos que surgen desde nuestros propios pensamientos. Cuando entendemos que somos el pensador y no el pensamiento, logramos llevar nuestra mente hacia el estado que necesitamos que esté, lo que en psicología deportiva se denomina cabeza azul. Nuestros pensamientos generan una emoción, nuestra emoción genera un comportamiento, y nuestro comportamiento determina el desempeño. Por lo tanto, controlando la raíz, que son nuestros pensamientos, podemos controlar nuestras emociones, comportamientos y desempeños. Partiendo del control inicial podremos equilibrar ambos factores: lo emocional y lo físico. A elevados niveles de motivación hay que bajar los niveles de ansiedad. Motivación alta, ansiedad alta: resultado pobre”.

PRESIONADOS
Las presiones por un buen resultado son una fija para los atletas de elite. Dice Vigil: “Hay que aceptar que no tenemos control del resultado pero sí de lo que podemos hacer para conseguirlo”.
“La vida misma es impredecible y si bien podemos hacer lo mejor para estar preparados para entornos de presión específicos, a veces las situaciones de presión surgen de la nada”, grafica Oneto Gaona; y agrega que a través del coaching “el fin es seguir evolucionando. Con actitud, los atletas empiezan a palpar esa calma interna tan necesaria para disfrutar del deporte. El ingrediente clave es la perseverancia, sin lugar a dudas. Y esto, para el deportista, es como haber tocado el cielo con las manos”.
Para Rossi, la cuestión de las presiones se trabaja “llevando al deportista en sus entrenamientos a situaciones de presión que luego serán replicadas en la competencia. Aún así, ni por asomo se puede generar la misma situación de estrés. Lo que tengo claro es que no se puede entrenar como gatito y pretender competir como león. Para competir como león se debe entrenar como león. La competencia es una suma de causas, y cada causa está en los entrenamientos. Por lo tanto no existen presiones cuando un deportista acepta ser el deportista mejor preparado, porque sabe que en la competencia se verá reflejado el producto del trabajo. Igualmente, los psicólogos deportivos le dan a los atletas herramientas para eliminar las tensiones mediantes ejercicios que realizan la noche anterior o en momentos antes de la competencia”. “El éxito y el fracaso caminan a la par. No existiría el éxito si no existiese el fracaso. Fracasar es parte del juego. Se fracasa más de lo que se gana, por lo tanto, los deportistas saben llevar mejor el fracaso que el éxito. Y ni hablar de los entrenadores”, agrega Rossi. “A metas y objetivos más elevados, mayores son las posibilidades de no poder alcanzarlos. Por lo tanto hay que tener en claro que los resultados tal vez tarden en llegar, pero cuando se busca con compromiso, profesionalidad y humildad, tarde o temprano llegan”, apuesta.
“Creo que el deporte es una fantástica arma para la formación integral del ser humano. Una gran posibilidad de formar al hombre nuevo, una sociedad más justa y digna sobre la que muchos hablan pero pocos se comprometen. La derrota es parte del juego, sino sería aburrido. Soy un tipo comprometido con la parte social del deporte, que nació como una excusa para ser feliz, como dijo una vez (César) Menotti. El deporte nació para educar y preservar la salud de quienes lo practican y no para ponerla en riesgo”, opina Signorini.
Juan Carlos Martín también se refiere a la presión resultadista. No tiene vueltas: “En este país te enseñan que si no sos primero, sos malo. Eso está mal. Se premia demasiado al primero. Y no se valora al segundo”.

INFLUENCIAS
El entorno tiene influencia sobre los deportistas. Eso piensa Vigil: “Hay que considerar a las familias, que también hacen al equipo. Padres, madres, hermanos, novios. A veces hay diferentes colaboradores de momento, como el coach ontológico. Y no hay que descartar apelar a la colaboración de personas que se encarguen de actividades artísticas, teatrales”. Y explica: “Todo atleta debe tener a su alrededor libros, música, arte, relaciones fuera de deporte que lo nutran en otras cosas que le abran la cabeza y el corazón”.
En el fútbol, cree Signorini, la influencia de la casa “es mayor que en la de los hogares de atletas de otros deportes. Sobre todo porque de fútbol saben todos, más que nada los padres. Es muy difícil, en cambio, que un padre pueda decirle a su hijo atleta cómo manejar la velocidad. Igual creo que desde la tribuna todos creen tener razón. Pero te quiero ver en el medio de la cancha con el monstruo acechando en tu cabeza”.
“El entrenador es como el CEO de un empresa”, opina Rossi antes de justificar con que “de un lado está la formación del deportista a nivel familiar y del otro lo que el deportista desea lograr como meta. El entrenador debe saber contagiar a la familia del deportista con los objetivos fijados para que contribuyan en la formación de esa persona en la misma dirección y por lo tanto tener un atleta con posibilidades de competir”.
Y añade Vigil: “Hay que aprovechar lo que los chicos traen de su casa. Hay que hablar con las familias y proponer una educación en común en distintos espacios. Y respetar y valorar la educación de sus padres. Si hubiese aspectos que hagan ruido o que sean contrapuestos, lo primero es conversar y lo segundo, con sutileza y respeto, ayudar a los chicos a que puedan disfrutar de otros valores que tienen que ver con el deporte, como compromiso, generosidad, trabajo en equipo y excelencia. Si los aprendieron en su casa, mejor. Y si no, hay que ayudarlos a que, sin reproches a su familia, los adquieran. Lo que no concibo es que no se forme a los chicos en los valores más esenciales: integrar culturas, capacidades, sueños, educación. Aprendí que sus necesidades son muy importantes y que es muy importante escucharlos. A veces es más importante escucharlos que hablarles. Uno, como entrenador, no debe olvidarse de que siempre aprende”.

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