LA AGITADA VIDA DEL PINTOR DE MESSI

Escapando a dos muertes dolorosas, Fabián Pérez se fue a recorrer el mundo. El karate le salvó el alma. Luego se hizo artista. Hoy tiene reconocimiento internacional. Tanto, que hasta la figura de la selección lo eligió para que lo retrate. La nota original en Nueva.

Hay vidas que superan a la ficción. La de Fabián Pérez, por ejemplo. Fabián Pérez es un pintor argentino de reconocimiento internacional que vive en Los Ángeles, Estados Unidos. Tiene esposa e hijos. Sus pinturas se exponen en ese país y en Europa, Asia, Australia, Sudáfrica. Reflejan hombres y mujeres a veces solos, a veces acompañados. Suelen fumar y beber. Abunda la sensualidad. Pero una es particular: se ve a Lionel Messi con la camiseta de la selección argentina. No a cualquiera elegirían los Messi para que lo retraten.
”Tuve la suerte de colaborar con su Fundación. Fue en el 2011. Pinté su retrato y usé de referencia unas fotos que la misma Fundación me proveyó. El propósito era vender el retrato de Leo para recaudar fondos. También hice dos copias de ese mismo retrato. Tengo entendido que una la tiene el propio Leo y la otra está en la Casa Rosada. Leo me mandó una camiseta de la Selección firmada por él y dedicada a mis tres hijitos: Camila, Tiago y Santino”, le cuenta Pérez a esta revista mientras se dispone a repasar su agitada vida. Que empezó en Campana, provincia de Buenos Aires, en una casa “llena de amor” mientras su padre forzaba los límites de la ley y su madre lo estimulaba a dibujar. Después lo golpeó la tragedia y lo salvó el karate. Se reiventó viajando y haciendo de todo para sobrevivir. Luego pintó sin parar. Hoy tiene reconocimiento internacional. Y hasta es el elegido de los Messi.
“El día de los muertos”, aclara cuando cuenta que nació el 2 de noviembre de 1967. Al hablar de la infancia se ve pescando con amigos en los “precarios muelles a orillas del Paraná” o bajo la sombra de los sauces, en Campana. También se observa jugando al fútbol. Su padre, Antonio, regenteaba dos locales nocturnos. Su madre, Edu Herreria, era de San Pablo, Brasil, y ejercía la docencia en la escuela de una colonia japonesa. Chiara Texeira se puso como nombre artístico cuando llegó a Ingeniero Maschwitz, en el norte del conurbano bonaerense, para cantar. Conoció a Antonio Pérez, el futuro padre de Fabián, quien le ofreció trabajo en su local de Campana. Aceptó eso y también ser su pareja. Tuvieron cinco hijos: Noemi, Marisa, Victoria, Eduardo y Fabián. “Mi madre era el soporte en todo. Era una apasionada del cine y de los libros. A mí me hacía la ropa, me cortaba el pelo, me enseñaba a dibujar y me llevaba al cine casi todos los domingos y después a comer pizza. Éramos muy amigos”, la recuerda Fabián.

“Tanto mi infancia como mis padres tienen una influencia muy grande en mi trabajo, ya que pinto mucho sobre sus estilos de vida, sus personalidades. También los recreo o personifico desde mi punto de vista actual, como gente de carne y hueso, o según cómo los veía de chico, cuando para mí eran superhéroes”, explica Pérez. Porque la muerte de su madre, primero, y de su padre, luego, le bajaron la persiana a su infancia.
Tenía casi 16 cuando murió su mamá y para amortiguar el dolor empezó karate. “Mucha gente tiene instructores, pero muy pocos tienen un maestro, un guía. Tuve la fortuna de conocer al maestro Oscar Higa, una persona exquisita, que se transformó en mi mentor. Fue quien luego me incitó a dedicarme a la pintura más seriamente”, sostiene. Y agrega: “El karate es comparable a cualquier arte, ya que enseña a concentrarse en el estudio de mejorar continuamente la técnica a través de la práctica y la repetición, hasta llegar al punto en que no se piensa, simplemente se hace, focalizado en el momento y sin pensar en un resultado. Ahí es cuando el arte fluye; es cuando un buen karateka, guitarrista o pintor se transforma en artista. No se busca un resultado: te expresás en cada pincelada. Te hacés uno con tus herramientas. El resultado florecerá sólo como consecuencia. Uno queda vacío de intencionalidad o mente pero lleno de espíritu. Eso es arte y se crea en momentos sublimes. El karate, a diferencia de otras formas de arte, tiene un código marcial, de respeto, de actitud hacia los demás y la vida en general que ninguna otra escuela de arte enseña”.
Sin sus padres sintió que no le quedaba más que crecer. Y se fue.

EL PINTOR
Se fue a Río de Janeiro y después a Roma. Hizo amigos, conoció la noche y aceptó una invitación para viajar a un Mundial de karate en Okinawa. Luego fue a Hong Kong. Hizo más amigos, le ofrecieron trabajo en un pub en Inglaterra y siguió de recorrida. Su periplo continuó en Los Ángeles, Estados Unidos, donde vive con su esposa Luciana y sus hijos Camila (10), Tiago (7) y Santino (6). Pero cuando llegó no hablaba inglés ni tenía dinero. El hostel más barato que encontró le cobraba 14 dólares la noche. Lo pagaba a cambio de su trabajo de limpieza. Luego le dieron un puesto como sereno. “Por las noches no había mucho trabajo, así que empecé a pintar, como cuando era chico. Sólo que ahora la pintura iba a significar otra cosa para mí. Fue un 25 de diciembre y desde ahí no paré. Quería acumular cuadros por si me salía algún lugar para exhibir”. La pintura ya era su cable a tierra. Alquiló un departamento, exhibió en el Florida Museum, en Coral Gables, y aparecieron los primeros interesados. No quiso vender y un hecho extremo le enseñó algo. “Una tarde volvía a mi departamento y me encontré con que se había incendiado. Se había quemado todo. Incluso una colección de mis cuadros que no quise vender. En ese momento entendí que tenía que desprenderme de mis obras, porque cuando alguien crea algo, físicamente no le pertenece al autor sino al universo”. Entonces cambió todo.
Entendió que “la persona, el artista y su obra son inseparables”. “Una obra que no define a su creador no es arte. El arte es genuino, porque el artista se despoja de máscaras y corazas y deja su personalidad expuesta. Soy súper introvertido y extremadamente sensible. Un soñador empedernido. Vivo un gran romance con la vida, con muchísima intensidad, al punto tal que a veces me lleva al borde de la auto-destrucción. Pero soy optimista”, se describe.
Pintó, pintó y pintó. Y expuso donde podía: cafés, bares, restaurantes, salas pequeñas. Participó de concursos para comparar sus técnicas. Regresó a Europa. Escuchó más consejos. Aparecieron nuevos maestros. Aprendió que algunos de sus cuadros, como Untitled II, Waiting for the Romance to Come back II, The embrace II, Man lighting a cigarette II y Dancer in Red, entre otros, provocan algo en la gente. No sabe qué. Pero está convencido de que “los cuadros son como espejos, y cada uno ve en el cuadro su propio reflejo”. Jamás olvidará cómo el arte se transformó en un medio de vida: “Un día vino la hermana de una amiga que trabajaba en una galería en Alemania y después de mirar una pintura en acuarela me preguntó cuánto valía. A pesar de que jamás había imaginado poner precio a mi trabajo le dije ‘35.000 liras’. ¡Y la compró! Desde ese momento pensé que si vendí una podía vender más y comencé a vivir de la pintura. Ahí empecé a vender”.
No le faltan reconocimientos. Llegó a ser elegido artista oficial en la entrega 2009 de los Grammy Latino. Y hay otro reconocimiento particular: “La revista Art Tour International me dio el gran honor de compartir el premio de Maestro Contemporáneo de Arte junto a Fernando Botero, para mí el más grande pintor vivo”, destaca.
“Me gustaría pintar a mis hijitos Tiago y Santino. Ya pinté a Camila, y la experiencia fue tan desafiante que me sentí aterrado de tanto amor. Pienso que todos los colores del mundo no son suficientes para pintar tanta y semejante belleza”, se emociona.
Sigue viviendo en Los Ángeles pero ya no pinta de noche. Ahora sus horarios son familiares. Se levanta temprano y escribe o lee. No le falta el mate. Luego prepara el desayuno y cuando sus hijos van a la escuela empieza a pintar en su silencioso (por elección) estudio. “Quiero seguir mejorando como pintor, pero mi prioridad es ser un buen padre”, dice. No abandona su costumbre de ver partidos de fútbol, algo bien argentino que lleva dentro suyo a cualquier parte del planeta a la que vaya. Muy de vez en cuando vuelve a su Campana a visitar a los amigos y los hermanos. Hay cosas que siempre tiran.
Continuará pintando seres en soledad “porque ahí es cuando cada uno está más cerca de su verdadera esencia. La persona, al estar sola, no se preocupa por actuar o fingir, no tiene una forma de ser que proteger ni preocupación por lo que dirán. Ahí radica la belleza y no en la apariencia física”. Aparecerán todavía en sus pinturas algunas copas de vino. Porque Fabián está convencido de que el vino es “como una mano en el hombro. Un buen compañero para una persona solitaria. Y también es un gran medio para celebrar”. Agrega: “Nunca lo reflejo como vicio sino como estilo de vida. Como cuando pinto gente fumando: lo hago para mostrar cierta actitud y lenguaje corpóreo. ¿Te imaginas Casablanca sin cigarrillos ni alcohol?”.

PINTAR AL DEPORTE
El fútbol en particular y el deporte en general son dos pasiones para Fabián Pérez. No sólo a pintado a Messi, de quien le dice a Nueva: “Me encantaría conocerlo, ya que disfruto mucho de verlo jugar, al punto que me emociona. Mi sueño es que pose un par de horas para mí. En ese caso yo podría elegir la pose que más lo beneficie y captar mejor su esencia, que es lo que trato de capturar. Pinto cuerpos para retratar almas”.
Pérez retrató también al ídolo boquense Carlos Tevez e hizo trabajos para la Copa América 2011, disputada en Argentina. “Me apasiona el fútbol. Soy un admirador de las grandes ligas. Me gustan varios clubes, pero sobre todo soy hincha de los jugadores, porque son los verdaderos protagonistas, y los sigo viendo aunque cambien de equipo. Disfruto de los buenos partidos y de los grandes jugadores”, cuenta.
Otros trabajos de repercusión en su carrera basados en el deporte fueron los pósters para las Olimpiadas de Invierno de Vancouver 2010 y las Olimpiadas de Londres de 2012.

CONCEPTOS
“Terminar una pintura me puede tomar entre ocho y veinte horas. Concebir la idea puede llevarme años”.
“La belleza, para mí, es sinónimo de armonía, verdad, pureza y simplicidad. Y está en todos lados. Sólo nuestros conceptos limitados la cubren como las nubes al cielo”.
“Por supuesto que la belleza está en la paz de un autor, porque sólo podés estar en paz cuando intuitivamente sabes que estás en armonía con la vida, con una verdad única o superior”.
“Cuando estoy solo me gusta el silencio, porque puedo sentir mejor lo que pasa en mi interior y en mi exterior. Cuando pinto me gusta escuchar el sonido casi mudo de las pinceladas”.
“Quisiera que los chicos y estudiantes que aspiran a vivir del arte entiendan que la mayoría de las cosas se consiguen con un objetivo claro, con disciplina y autoconfiaza. Cuanto más de estas tres cualidades acumulen, más lejos podrán llegar”.
“Pienso que cuando aprendamos a aceptar a los demás, a las cosas y a la vida tal como son, tendremos menos necesidad de pedir milagros”.
“Creo que la intención, la intensidad y la energía que le pone el artista a lo que hace es fundamental. Estoy convencido de que eso viaja, en este caso, de la tela al observador. Y se siente aunque no sea algo tangible”.

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