UN BUSCADOR DE CAMISETAS


¿Qué lleva a una persona a juntar mil camisetas usadas y, sin lavarlas, montar su propio museo hogareño? Héctor Giralt le cuenta a El Intransigente cómo comenzó con este hobby y de qué manera se las arregla para que no lo engañen. La nota original, acá.

El hobby que Héctor Giralt comenzó a sus 11 años cuando viajó a Europa y se volvió con tres camisetas del Barcelona lo encuentra hoy, a los 43, con casi mil remeras utilizadas por futbolistas de todos los tiempos y de diversas nacionalidades. Messi, Maradona y Pelé son algunos. Su experiencia y el entrenamiento en el tema le permiten saber si el producto que le ofrecen es original. O sea, utilizada por determinado jugador en determinado partido. “Conocí gente que no tiene escrúpulos”, cuenta a El Intransigente en su casa de El Palomar, donde una habitación de 5 x 2 se utiliza sólo para guardar estos trofeos que no se lavan y, casi casi, no se tocan. “Ya me acostumbré al olor”, advierte. “Es un hobby que te termina atrapando”, reconoce con el orgullo de saberse propietario de piezas únicas.
Aquellas del Barcelona eran de talle chico. Así empezó la colección que le ayudaba a completar su padre, Jaime, en cada viaje. Sólo camisetas oficiales. En 2003 vendió a buen precio algunas de ellas porque quería empezar a juntar las usadas por jugadores de la Selección y de Racing, club del que es hincha. “Las que se venden en tiendas no las quería ni ver”, reniega. Se contactó con coleccionistas, futbolistas y empezó a buscar por Mercado Libre. Dos años después un periodista de Puerto Rico le acercó un lote de remeras en el que había una de Racing. Y armó una web para mostrarlas -www.museoracingclub.com- y su sitio en Facebook. Desde 2012, dice, hay un boom de vendedores y expositores que siguen su misma línea.
Tiene unas 300 del seleccionado argentino, 600 de Racing y más de 300 de otros clubes. Tuvo algunas de Independiente, como las de Bochini, Trossero, Giusti y Merlini, pero las vendió o las cambió por otras de Racing o la Selección. Otras, en cambio, no se venden porque “son innegociables”. Y por algunas siente un aprecio tan especial que no se las desprendería por nada. Entre ellas, una que usó Diego Milito, el último gran ídolo racinguista, contra Godoy Cruz, cuando Racing fue campeón, en diciembre de 2014. “Esa no la vendo ni loco”, aclara sobre ese trofeo que tiene una mancha de pasto de aquel partido histórico.
Hay más históricas. Una es la que utilizó Oscar Martín en la final de la Intercontinental que Racing le ganó al Celtic en Montevideo, en 1967. “La conseguí a través de un amigo cuando la subastaron. No la vendo ni loco. Es única. Salvo que consiga una mejor, como la del Chango Cárdenas…”, dispara. No está todo perdido. Giralt sabe que la de Cárdenas la tiene un ex futbolista que vive en Australia. “Se la intercambiaron. Tengo una lista de los nombres con los que intercambió su camiseta cada jugador”, detalla.
También hay una de Felipe Cherro y otra de Roberto Cherro. Y una de seda de Cesáreo Onzari, de 1928, que el jugador se la regaló al dueño de un bar de Parque Patricios y que heredara su nieta. “¿Ves? Tiene una mancha de sangre”, dice para despejar dudas acerca de su origen. Además, una de Pelé, del Santos, que le llegó por un vecino de Omar Sívori, el ex jugador de la Juventus italiana con quien la intercambió.
De Maradona muestra una de 1981, del 1 a 1 contra Racing que significó el título Metropolitano de Boca. Esa tarde Diego hizo un gol de penal. Y otra de Maradona, pero de Argentinos Juniors: “En el 10 de la espalda se nota que el 1 está más alto que el 0”, explica. La tercera de Maradona es del debut oficial en el Sevilla: “Tiene la particularidad de que los colores del escudo están invertidos. Me la dio Lito Pintos, que vivía con Diego en Sevilla”.
Lo que sigue es un repaso por las seleccionado argentino. Una de Claudio Canniggia contra Yugoslavia y otra de Maradona contra la Unión Soviética, ambas de Italia 90. Y muestra otras de los mundiales del 86 y 66.
“Me gustaría conseguir una de Messi usada por él en la Selección”, anhela. Pero cualquier futbolero sin embargo lo envidiaría. Porque tiene algunas que usó en el Barcelona. Una le llegó por una señora que trabajó en la casa del jugador y otra la compró en OLX tras certificar su originalidad.
Para armar su pequeño gran museo Giralt aprendió a adaptar sus ojos “para saber si las camisetas que ofrecen son legítimas”. “Conocí gente que no tiene escrúpulos. Además, hay experiencia. Cuando tenés una base de camisetas buenas, si te viene una mala te das cuenta. Hay detalles que, cuando sabés del tema, no se escapan”, agrega. A veces observa videos o fotos de los partidos para ver si hay coincidencias. “Si no tengo certeza, no compro”, advierte. “Hay mucha gente sin escrúpulos. Algunos falsifican las camisetas. No tiene sentido nombrarlos. Son varios y en el ambiente de los que coleccionamos los conocen”.
A Giralt le gustaría que sus hijos, Ezequiel (10 años) y Julián (8), lo continúen en este emprendimiento. Ellos son, además, sus compañeros de cancha para ver a Racing, una costumbre que comenzó con su papá, quien ya no suele ir por Avellaneda.
Una ley hogareña es que camiseta que se consigue, no se lava. Lorena, su esposa, también se acostumbró a los inevitables malos olores. “Aunque insiste con que hay que lavarlas. Pero no: llegan, se guardan y no se vuelven a tocar”.
Contador de una empresa familiar del rubro de la ingeniería, a Giralt nada le apasiona más que reunir camisetas difíciles, de esas inalcanzables para la mayoría de los hinchas. Esa pasión se renueva por su idea tan personal: “Siempre es la próxima camiseta a conseguir. Consigo una y ya estoy pensando en la próxima que quiero”, dice. Porque eso es, resume, “una forma de seguir guardando o capturando pedazos de historia”. Nada menos.

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