LAS SOMBRAS DE LOS BOXEADORES



El cronista colombiano Alberto Salcedo Ramos reúne en su Boxeando con mis sombras crónicas sobre boxeadores. Además de contarles por qué para nosotros se trata de un gran libro, aconsejamos sobre otros títulos que remiten a las similitudes entre el boxeo y la vida en general.




Por Alejandro Duchini - El Intransigente

El boxeo es una de las mejores maneras para contar o entender vidas desde el deporte y lo seguirá siendo en tanto aparezcan libros como Boxeando con mis sombras (Libros del fuego), del cronista colombiano Alberto Salcedo Ramos. Las quince historias que cuenta Salcedo Ramos atrapan no sólo por los personajes, sino también por la forma en que él las cuenta. “El boxeo me interesa menos como deporte que como cantera de grandes historias”, se presenta el autor. Esa sinceridad es la que despeja de expectativas deportivas para que el lector se centre en lo humano. Así es como la archiconocida vida de Emile Griffith -o la tragedia del boxeador gay- se vuelve atractiva porque Ramos la trabaja como si fuese un mecanismo de relojería.

En esa línea, le da sentido además a boxeadores que marcaron su infancia o que lo sorprendieron en su adultez al entrevistarlos durante largas horas en sus casas y con sus familias. No se trata sólo de nombres que alcanzaron la gloria sino del costado humano de quienes se subieron al ring para escapar a la pobreza. Un dato no menor es que el autor escribe bien y con emoción, cualidades que conjugadas se vuelven más que seductoras. La crónica periodística se torna así literaria y entretenida a la vez.

La entrevista a Mano de Piedra Durán es genial. Sobre todo porque el panameño muestra un ego que sólo se podría comparar, para dar un ejemplo futbolero, con el Loco Gatti. No cualquiera cuenta en pocas líneas quién fue y qué significó Muhammad Alí ni cómo se construyó a sí mismo Mike Tyson. No falta la mención a su querido Kid Pambelé, a quien le dedicó una biografía imperdible: El Oro y la Oscuridad - La vida gloriosa y trágica de Kid Pambelé. Y no dejen de leer Las memorias del último valiente, un texto dedicado a Rocky Valdez.

El boxeo se vuelve más hermoso cuando es contado por la gran literatura. De forma aleatoria van ejemplos de libros que se suman a Boxeando con mis sombras, de Salcedo Ramos.

1. Del boxeo (Joyce Carol Oates). La escritora norteamericana hizo un libro tremendo que, ya de arranque, explica de qué se trata al citar a Rocky Graziano: “Es un deporte terrible, pero es un deporte… la lucha es por la supervivencia”. Luego buscará frases de boxeadores y pensamientos propios. Así es que se lee que “el béisbol, el fútbol, el baloncesto: esos pasatiempos tan esencialmente norteamericanos son deportes de fácil reconocimiento porque implican juego: son juegos. Se juega al fútbol, no se juega al boxeo”.

También se lee que “de todos los campeones de los pesos pesados, sólo Rocky Marciano, para quien fama y dinero no eran evidentemente de vital importancia, fue lo bastante sensato para retirarse antes de ser derrotado”.

Este ensayo hermoso que no llega a las 200 páginas tiene también en cuenta al tercer hombre: el árbitro: “detenta el poder sobre la vida y la muerte en ciertas ocasiones, pues su decisión de suspender un combate, o dejar que prosiga, puede determinar el destino de un hombre”. Oates no deja de regalarnos frases memorables, como una de Larry Holmes: “Es duro ser negro. ¿Has sido negro alguna vez? Yo fui negro una vez… cuando era pobre”.

La autora no nos dice que el boxeo es el mejor deporte del mundo. Al contrario, nos hace pensar en sus derivados: la gloria, la pobreza, la riqueza, la frustración y, muchas veces, la muerte.

2. Entre las cuerdas - cuadernos de un aprendiz de boxeador (Loic Wacquant). Profesor universitario de sociología, Wacquant llega a lo más extremo que pueda un investigador para saber de qué se trata aquello de lo que se hablará: se inscribe para entrenar en un gimnasio del gueto negro de Chicago. Recibiendo golpes y dando otros conoce las historias de sus compañeros y hasta protagoniza una velada de boxeo. Al terminar su investigación, en mayo de 2002, escribió: “Al entrar en la fábrica del boxeador, al dilucidar ‘la coordinación de estos tres elementos, el cuerpo, la conciencia individual y la colectividad’, que le dan forma y lo hacen vibrar día a día, ‘es la vida misma, es todo el hombre’ lo que descubrimos. Y que descubrimos en nosotros”.

Sobre sus primeras experiencias, cuenta Wacquant: “Para mi sorpresa y la de mis allegados, me fui enganchando poco a poco hasta el punto de pasar todas las tardes en la sala de Woodlawn y calzarme los guantes frecuentemente  con los profesionales del club para finalmente pasar entre las cuerdas y disputar mi primer combate oficial en los Chicago Golden Gloves; en la embriaguez de la inmersión llegué a pensar en algún momento en interrumpir mi carrera académica para hacerme profesional y seguir así cerca de mis amigos del gym y de su entrenador, DeeDee Amour, quien se convirtió en un segundo padre para mí”.

Wacquant es meticuloso para contar desde adentro cómo es el ambiente y describir cuál es la función de cada uno de sus integrantes. Va desde el mismo boxeador pero no se olvida de que también hay empresarios, entrenadores, preparadores, árbitros y público, entre otros. Tremendo libro.

3. El combate (Norman Mailer). El reconocido escritor nos explica en tercera persona y con detalle lo que hubo antes, durante y después de la histórica pelea entre George Foreman y Muhammad Alí. Si hoy se la puede recordar con cientos de videos en las redes, todavía no hubo alguien que haya escrito sobre esa noche del 30 de octubre de 1974, en Zaire. Los viajes, la postergación, el clima social, los abusos del poder. Mailer sale a la calle para contar cómo vive en la gente en lo que hoy es el Congo. Y nos cuenta cómo sienten y entrenan los dos boxeadores que por esos días tenían al mundo en vilo.

Dice de entrada que uno se queda “atónito” al ver personalmente a Alí. Recuerda que las mujeres suspiran por él y que los hombres bajan la mirada ante él. “Alí seguirá inspirando amor y odio”, escribe. Y describe a Foreman: “No parecía tanto un hombre cuanto un león que se mantuviera en posición erguida como un hombre. Se le veía somnoliento al modo de un león digiriendo el cadáver de un animal”.

Prueben de leer la crónica que hace Mailer de la pelea al mismo momento que la miren en YouTube. Observarán que el escritor hace una magistral descripción del combate tal como fue. Tengan en cuenta que se trata de tiempos en los que no existían teléfonos celulares ni se veían enseguida las imágenes post combate en televisión.

Hay una sentencia de Alí: “El que no sea lo suficientemente valiente como para correr riesgos, no conseguirá nada en la vida”. La crónica llega a su fin. Lo que no se terminará es el recuerdo de semejante trabajo.

4. La vida es un ring (Osvaldo Príncipi). Hay una vieja colección de Capital Intelectual dirigida por Ezequiel Fernández Moores. Se llama Pasión Celeste y Blanca y consta de títulos deportivos. Entre ellos, La vida es un ring - Boxeadores, artistas y escritores explican la pasión por las piñas. Principi entrevista entre otros a Horacio Accavallo, Gustavo Ballas, Diego Capusotto, Abelardo Castillo, Jorge Locomotora Castro, Zulma Faiad, Bobby Flores, Liliana Heker, Maximiliano Guerra, Jorge Guinzburg y Guillermo Vilas. 

Sergio Victor Palma reflexiona: “Al alcanzar las cosas que se buscan uno se entera de que están acá nomás, que eran cosas humanas, accesibles con un poco de esfuerzo y que después había que seguir. Y te quedás un poco sin ganas para el resto”. Gustavo Ballas, quien conoció el infierno de las adicciones, se sincera ante Principi al recordar un consejo de Nicolino Locche, quien le dijo: “Te van a ofrecer negocios. Van a decir: nosotros ponemos la cabeza, vos poné la plata. Si querés saber cómo termina el negocio, ellos se agarran la plata, vos te agarrás la cabeza”. “Y pasó tal cual”, suelta Ballas. “El cinturón de campeón del mundo va acá, en la cintura. Yo me lo puse en la cabeza. Me equivoqué fiero”, reconoce Ballas. 

Locomotora Castro recuerda haber probado drogas pero supo decir que no a tiempo; Zulma Faiad, amiga de Ringo Bonavena, lo describe como “un tesoro, una ternura, una pureza. Yo le decía Don Fulgencio, porque era el hombre que no había tenido infancia” y dice que lloró cuando perdió con Alí; Bobby Flores le dice al autor que el boxeo “es uno de los deportes más nobles que existen” y lo compara con Lou Reed. Jorge Guinzburg habla maravillas de Torito, el cuento de Julio Cortázar, y Liliana Heker compara un reportaje a Silvina Bullrich con otro a Bonavena: “Ringo era mucho más sabio que Silvina Bullrich”, sintetiza.

5. Un hombre de verdad (Thomas Page McBee). Historia de vida en primera persona, McBee, el primer boxeador transexual que combatió en el Madison Square Garden, cuenta cómo fue el derrotero para ser aceptado por su condición. Nació con cuerpo de mujer pero siempre se sintió varón. También habla de cómo venció a sus propios miedos, tal vez el peor de los escollos. Y del machismo: “No hay que llorar en público o expresar emociones. No hay que demostrar debilidad o miedo. Hay que dejar en claro que se tiene fuerza y control. No hay que ‘parecer una mujer’. No hay que ‘parecer homosexual’”. Dice que aprendió que “no hay que pensar en ganar o perder sino en golpear” y cita a Tyson: “No pueden derrotarme, a menos que lo haga yo mismo”. Y después: “A todos nos han criado para creer que el género es algo fijo en la vida, pero no es así”.

“Podría noquearme”, escribe sobre su rival en su pelea en el ring. Y reflexiona: “Pero ése no sería el peor fracaso, como tampoco lo sería perder. Lo peor sería no pelear”.

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