EL GRAN VITO DUMAS


Navegante y deportista argentino, lo tildaron de mufa y sus logros extraordinarios fueron minimizados. El cineasta Rodolfo Petriz le hizo justicia con El navegante solitario. Y dos libros suyos en los que relata sus viajes nos invitan a conocerlo aún más.

Texto y entrevista: Alejandro Duchini. 
Imágenes: Rodolfo Petriz.

El navegante Vito Dumas no tiene el reconocimiento que merece en la historia de deporte argentino. En el ambiente náutico hay quienes por cábala prefieren no mencionarlo. Ese ninguneo no tapa, sin embargo, su grandeza. Esa misma grandeza que tan bien supo reflejar ahora el cineasta Rodolfo Petriz, autor del documental El navegante solitario. Pero Petriz no encuentra salas en Buenos Aires para llegar al público masivo. Hasta ahora expuso su trabajo en provincias y en concursos. La presentación fue en el BAFICI de este año. Después en el Festival Internacional de Cine de las Alturas, en Jujuy, y en Villa La Angostura. El 15 de octubre se presentará en el Espacio TEATRIZ, en Mar del Plata. El cine Gaumont, en la Ciudad de Buenos Aires, es una incógnita. Sería una lástima que El navegante solitario no pueda apreciarse para entender la dimensión de Dumas.

De infancia humilde, trabajaba para ayudar en la economía familiar. Empezó por la natación, en 1923 marcó un récord de permanencia en el agua y después intentó cruzar a nado el Río de la Plata. No lo logró. En Madrid vio cómo los toreros se jugaban la vida en el ruedo: ahí encontró el incentivo para él también jugársela. Invirtió sus pocos pesos en un barco de 1912 abandonado que compró en Francia y salió en 1931 del puerto de Arcachón rumbo a la Argentina. La embarcación por demás precaria hacía presumir que moriría en el intento. “Mañana vamos a encontrar restos de maderas”, recuerdan en el documental de Petriz que anunció un portuario. “La elección de ese barco era ilógica para cruzar el Atlántico”, le dicen a Petriz. El 13 de abril de 1932, y después de cuatro meses en el Atlántico, Dumas llegó al puerto de Buenos Aires. La experiencia la detalló en Solo, rumbo a la Cruz del Sur, libro publicado por Ediciones Continente, la misma editorial que publicó Los cuarenta bramadores, donde describió, también en primera persona, su vuelta al mundo en un barco apenas menos peligroso que el anterior. Ciudad del Cabo, Wellington, Valparaíso, el Cabo de Hornos, Mar del Plata y Buenos Aires. Partió el 1 de julio de 1942 desde Montevideo y regresó el 8 de agosto del año siguiente. Estuvo solo en el mar en tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Incluso se encontró con buques de guerra y hasta un submarino. Ambos libros se leen como relatos de aventuras. No se los pierdan.

Sólo contra el mundo, Dumas reparaba su embarcación en la que ingresaba agua, soportaba la infección de un brazo que se amputaría en alta mar si no mejoraba y soportó hambre y frío. Pero se convirtió en héroe. 

Su primera embarcación se llamó LEHG; la segunda, LEHG II. Las iniciales son un misterio. Apenas un puñado de personas sabe quién se esconde en ellas. Petriz es uno de ellos pero, fiel a la promesa, no lo cuenta. “Cuatro letras arrancadas de cuatro recuerdos”, le dice a Petriz uno de sus entrevistados.

En El navegante solitario se resume de manera perfecta y amena la vida de Dumas. Se cuenta que fue recibido como héroe en Las Palmas, España, y hasta le hicieron una misa. Se temió por su vida cuando no hubo noticias. Cerca de Río Grande do Sul, en Brasil, se durmió y su LEHG quedó varado. Cuando llegó a Buenos Aires fue recibido como héroe. Diego Dumas recuerda que su abuelo nunca estuvo en una buena situación económica. “La competencia de él era superarse a sí mismo”.

El LEHG descansa en el Museo de Transportes de Luján, en la Provincia de Buenos Aires. Ricardo Cufré, su biógrafo, refiere al olvido que sufrió Dumas. “Lo tratan de mufa por envidia. Con su hazaña opacó los festejos del (velero) Ingrid, una embarcación de la clase alta que había logrado lo mismo poco antes. Pero en el Ingrid eran varios y en mejores condiciones. Dumas cruzó el Atlántico en soledad”. El navegante Hernán Álvarez Forn señala que eso de mufa que se le endilgó a Dumas fue “una calumnia gigantesca”.

Otros dicen que los ataques que recibió tuvieron su raíz en su acercamiento al peronismo y su destino fue el mismo que padecieron grandes deportistas argentinos tras su derrocamiento. Juan Domingo Perón le dio el grado militar de Teniente de Navío de la Reserva y lo nombró al frente de la Escuela Náutica Deportiva, desde la que popularizó los deportes náuticos que hasta entonces sólo eran para una elite. Los militares odian esas almas y no se lo perdonaron cuando llegaron al poder, en 1955. En ese momento Dumas estaba en el Atlántico con otra embarcación, El Sirio.

“Satanizado” en su momento por la Marina, el LEHG II hoy está en el Museo Naval de Tigre. “Fue un barco odiado”, resume un entrevistado ante Pretiz. Por eso estuvo abandonado. El propio Dumas se lo había vendido a la Marina tras su viaje por el mundo. No lo cuidaron. Ícono de nuestra historia, en un accidente el LEHG II naufragó y quedó abandonado en los astilleros Río Santiago. Fue desmantelado y el tiempo lo pudrió. Estaba partido en dos pedazos. “El barco no se encalló a propósito. Lo muy intencionado fue el no cuidado del mismo tras el accidente. Está claro que no hubo intentos de repararlo. Si pasaba más tiempo ese barco se perdía”, opina Pretiz en diálogo con El Intransigente. 

En 1972, una foto de su estado recorrió el mundo y originó una campaña para su reparación. Dumas no vio ese desastre. Había fallecido el 28 de marzo de 1965. Vivía en una casa en Vicente López en la que se dedicaba a pintar cuadros que vendía. Tenía por costumbre dormir mirando las estrellas. Nunca pudo recuperarse de la injusticia de ser “mufa”. Su situación económica era ajustada. Se mantenía con la jubilación por el grado militar y las regalías de sus mencionados libros, que se publicaron en distintos idiomas.

“Elegí contar sobre Dumas por el tamaño de su gesta deportiva. Vito en el mundo de la navegación marcó hitos a la altura de grandes deportistas a nivel mundial del Siglo XX. Como Edmund Hillary, que fue el primero en escalar el Everest (el 29 de mayo de 1953 llegó a la cima junto a Tenzing Norgay). La vuelta al mundo por los 40 bramadores se consideraba imposible para navegar en solitario. Más con un barco con el tamaño del que tenía él. Pasaron 25 años para que otra persona pudiese hacerlo. Lo hizo el británico Francis Chichester. Por otro lado, Dumas fue un deportista tremendamente famoso reconocido en Argentina. Su logro deportivo llevó al segundo componente que es la condena social por motivos políticos que recibió. El de la condena social, un poco ligada a la idea de ‘sos mufa y si te menciono me va a ir mal’, es un mecanismo que puede terminar provocando el no nombramiento de esa persona y a raíz de eso convertirlo en un borrado de la memoria colectiva. Que por supuesto no pasó. La denominación de mufa es una de las peores condenas sociales”, resume Pretiz. Su trabajo es una forma de hacer justicia.

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