A TREINTA AÑOS DEL HIMNO AL CORAZÓN
En 1984 se editaba Himno de mi corazón, el disco de Los abuelos de la
nada que marcaría una época. Tres décadas más tarde, un ex integrante de la
banda y dos biógrafos de su líder, Miguel Abuelo, cuentan cómo se gestó ese
trabajo impresionante. La nota en la revista Nueva se puede ver haciendo click acá.
“¿Ya se cumplen treinta años?
¿Tanto tiempo pasó?”, se sorprende Cachorro López cuando Nueva le recuerda este
aniversario redondo de Himno de mi corazón, uno de los discos más emblemáticos
de Los abuelos de la nada y de la historia del rock argentino. 1984 fue un año
de presencias fuertes en lo que a esta música se refiere en nuestro país. Soda
Stereo sacaba su primer disco, Virus, GIT y Los Twist ya estaban en el ruedo,
Charly García aplastaba con su carrera en solitario, Miguel Mateos-Zas llenaba
escenarios, Los Violadores no paraban de ascender, Sumo y Luca Prodan hacían
historia, Luis Alberto Spinetta no dejaba de cantar poesía y Fito Páez ya tenía
una carrera sólida. La lista sigue. Y no se puede dejar de lado a Los abuelos,
que con el carismático Miguel Abuelo como líder era la banda del momento. Tenía
en sus filas a Andrés Calamaro, el baladista de canciones agridulces que había
hecho hits como Sin gamulán, Mil horas y Así es el calor, entre otros. Era el
rompecorazones de la platea femenina. Bajista, Cachorro López se había
transformado en una de las almas del grupo que para entonces completaban Polo
Corbella en batería, Daniel Melingo en saxo y Gustavo Bazterrica en guitarra.
Los abuelos llegaban al ‘84 avalados
por dos discos increíbles: Los abuelos de la nada (1982) y Vasos y besos
(1983). Atrás quedaba la etapa inicial de la agrupación, iniciada a fines de
los 60 por el propio Abuelo, por entonces en compañía de Pappo. Después se fue
a Europa, donde vivió de manera errática y grabó un disco solista de escasa
difusión pero de gran calidad: Miguel Abuelo et nada. Cuando empezaron los ‘80,
Abuelo ya había estado preso en España y le escaseaban las oportunidades y el
futuro. Conoció a Cachorro López y pergeñaron la nueva etapa de Los abuelos. Decidieron
volver porque la Argentina
se iba convirtiendo en un terreno fértil para la música. Aparecían cada vez más
grupos de rock y Los abuelos llegaron para ganarse un lugar con canciones
alegres –innovadoras- y letras en las que abundaba la poesía de Miguel.
Reflexión y alegría.
Al llegar el ’84, Los abuelos de
la nada vivían su mejor momento. Y el más acelerado, según se lo recuerda.
Aquello de sexo, drogas y rock and roll era su referencia. Cuando llegó Himno
de mi corazón, eran como reyes. Sonaban en todas las radios y llenaban
cualquier lugar en el que se presentaran. Eso les dio la posibilidad de grabar
nada menos que a España. En los estudios Mediterráneo, en Ibiza, donde los
excesos eran moneda más que corriente.
Pero las cosas ya no iban bien
entre ellos. Abuelo tenía celos del éxito de Calamaro y la relación se había
resquebrajado mientras ambos pugnaban por el liderazgo. Además, Bazterrica
debía enfrentar problemas legales por su adicción a las drogas. En medio,
Cachorro López intentaba poner paños fríos. Así, Himno de mi corazón, el disco
tal vez con mayor producción, tendría sabor a despedida.
“Sin dudas se nota en las
composiciones que Himno de mi corazón es algo así como el principio del fin del
grupo. En los discos anteriores componían todos juntos. Esto se ve también en
el disco Divididos por la felicidad, de Sumo. En Himno de mi corazón se notan
más las composiciones individuales. Hasta Andrés reconoce que con Cachorro se
entusiasmaron con la producción artística y las maquinas. Se grabó en Ibiza, con buena producción. Hay una apuesta
a la industrialización de la banda, por así decirlo. El germen de Los abuelos
arrancó en Europa con Cachorro y Miguel y es ahí también donde comienza a
diluirse. Es realmente un proceso cíclico”, le dice a esta revista Eduardo
Pinto, autor, junto a Cucho Costantino, de un imperdible documental sobre
Miguel Abuelo titulado Buen día, día, tal como se llamó el disco solista que hizo
el músico por aquellos años.
En Himno…, Calamaro no produce
hits. Sus temas –Hombre Lobo, En línea y No puedo decirte no- pasan casi
desapercibidos, aunque son de gran calidad. La canción que da nombre al disco
la componen Miguel Abuelo y Cachorro López. Es, lejos, una de las más bellas
que se hayan hecho en nuestro país. A punto tal que hasta Mercedes Sosa la
grabó y la cantó en más de una ocasión. La letra es de Miguel Abuelo y está
inspirada en una novia de esos tiempos: Patricia. Tenía 26 años. Muchos menos
de los 39 de Miguel. Lo cuenta Juanjo Carmona en su libro El paladín de la
libertad, una exhaustiva biografía sobre Miguel Abuelo en la que trabajó desde 1993 a 2004. Con fotos,
letras y otros datos únicos, cuenta su vida desde su nacimiento, el 21 de marzo
de 1946, hasta más allá de su muerte, ocurrida el 26 de marzo de 1988. “Patricia
fue un gran amor de Miguel y las sentidas frases que él fue escribiendo para
plasmar su sentimiento dan claras evidencias de la seriedad del asunto. Algunas
de las frases las escribió en pleno vuelo de ida, pensando que estaría mucho
tiempo sin verla”, le recuerda Carmona a esta revista.
Entre otros datos, en ese libro
se detalla cómo fue el proceso de composición de Himno de mi corazón, donde Lunes
por la madrugada (hecho entre Abuelo y Cachorro López) y Meditasol (Abuelo) son
los otros temas de difusión. El disco había sido producido por Daniel Grinbank.
Pero en España las riendas del estudio las tomaron Calamaro y López. Los demás
se dedicaron a pasarla bien y grabar cuando había que hacerlo. Con salvedad de Bazterrica,
quien llegó en medio del proceso por sus demoras legales en Buenos Aires.
“Ese disco me trae muchos
recuerdos”, dice Cachorro, ex jugador de rugby que se había ido a España como
hippie, donde conoció a Miguel. Y continúa en diálogo con Nueva: “Viajar a
Ibiza a grabarlo fue como coincidir de nuevo con Miguel. Hoy siento como un
deja vu al recordar ese momento de mi vida. Pero no tengo melancolía. Creo que
no éramos conscientes de lo que vivíamos. Himno fue un disco diferente a los
anteriores, que habían sido más grupales. Ya no estaba Melingo, el Vasco (Bazterrica)
estuvo ausente por problemas personales durante la gestación y yo me hice
productor junto con Andrés. Recuerdo que nos llamó Grinbank para decirnos que
alguno de nosotros debía trabajar en la producción junto a Robin Black (había
trabajado con Paul Mc Cartney). Y nos eligieron a mí y a Andrés. Tal vez ese haya sido el punto de partida
para dedicarme luego a la producción”, dice quien una vez separados Los abuelos,
y tras su paso por la banda de Miguel Mateos, produjera a artistas de
relevancia como Diego Torres, Paulina Rubio, Julieta Venegas y el propio Andrés
Calamaro, entre muchísimos otros.
“El grupo había explotado como un
hongo nuclear, tuvo su punto alto y después se evaporó. Lo dice Melingo en el
docu: ‘Ya no era lo mismo…’. Pero ese
disco tuvo un tema, el que marcó una época, el que catapulta, para mí, a Miguel
Abuelo como poeta. Es Himno de mi corazón. Seguramente la importancia de ese
disco sea cobijar una canción que claramente sale del alma de Miguel y de
Cachorro. Ellos, que se conocieron en Ibiza, es ahí donde la inmortalizan. Ahí
graban la obra de arte. Que no es un disco; para mí es una canción. La graban
donde los autores se conocieron. Es la canción más importante del disco. Es
verdad que en ese trabajo encontramos otras joyas, como Lunes por la madrugada,
Vasos y besos o Meditasol. Pero Himno de mi corazón es el alma de Miguel que se
expresa”, sintetiza Pinto. Para él, “ese tema supera al disco. Esa canción marcó
al rock y al país. Poesía pop, no poesía rock. A mí me llamo la atención la
letra, la simpleza de la percusión. A mí en ese momento me enganchó la canción,
me llegó. No así ese disco. Sí Vasos y besos; sí también el primero, Los
abuelos de la nada. Pero en éste Los abuelos ya no estaban tan unidos y se notaba”,
añade.
“Creo que Himno de mi Corazón es
una de las canciones más hermosas del rock argentino, hecha de fragmentos que
el genial Miguel Abuelo amasó en una letra perfecta y Cachorro Lopez adornó con una melodía
profunda”, opina Carmona al hablar puntualmente sobre ese tema. Pinto, en
tanto, sostiene que “la temática de Himno de mi corazón es la libertad. Y Miguel
era libertad y ese era su mensaje, su militancia. ‘Sean libres’, quiere decir Y
ese coro multitudinario era como expresar ‘canten, vengan, vamos todos juntos’.
Así estaba Argentina en ese momento”.
Después, Pinto irá más allá al
opinar que “la ausencia de Gustavo Bazterrica se nota mucho en el sonido del
disco. Las guitarras son pocas y Bazterrica sumaba rock y ritmos latinos que ya
no estaban en la banda. Se hizo más pop electrónico, con un sonido más
internacional. Se enfrió. Los abuelos siempre tuvieron una brisa latina. Y
Miguel les soltó la soga a los pibes, a Cachorro, a Calamaro. Porque él
predicaba la libertad y no los iba a frenar”. Como contrapartida, Cachorro
sostiene que ese disco “mantiene el espíritu de Los abuelos”, aunque reconoce
los roces. “Ahí casi llegó el final del grupo. Fueron situaciones particulares.
Había un desgaste”, resume.
Himno de mi corazón empezó a
grabarse el 3 de agosto a la espera de Bazterrica y estuvo listo para la venta
en octubre. El mítico músico Kubero Díaz tomó su lugar mientras algunos
sostenían que debía quedar de manera fija. Los problemas se acrecentaron cuando
otros aducían que había que esperar hasta último momento a Bazterrica, a quien
por historia no se lo podía sacar de la banda. La situación se descomprimió
cuando se confirmó que había emprendido el viaje hacia Ibiza. Llegó, grabó las
guitarras y dos temas: La fórmula del éxito y Menage a Trois, tal vez uno de
los más raros del disco.
Himno de mi corazón fue
presentado en noviembre, con enorme éxito, en el teatro Coliseo. Pero entre sus
integrantes las relaciones ya no se sostenían. A Bazterrica, uno de los
emblemáticos guitarristas de nuestro rock, lo echan; “agosté la paciencia de
los demás”, reconocerá en la biografía de Carmona. En 1985 graban un disco en
vivo al que titulan “En el Ópera”, en el teatro del mismo nombre, y la recta
hacia el final es corta. Cumplen con otras presentaciones por contrato pero el
adiós es definitivo.
Aquellos meses finales los
recuerda Cachorro López: “Tuvimos una charla con Miguel, Polo y Andrés, los que
veníamos desde el inicio. Hablamos de la posibilidad de frizar la banda. Al
menos Miguel y yo estábamos de acuerdo. Pero Miguel grabó un disco que en
principio iba a ser como solista, que resultó ser Cosas mías, y que terminó
siendo de Los Abuelos de la nada. Ahí me di cuenta de que ya no íbamos a seguir”.
Pasaron treinta años. Aquel disco
y esa canción quedaron en la historia. Hicieron historia. Como dice Pinto:
“Todavía me emociono al escuchar Himno de mi corazón. Siento que en verdad es
un himno. Hay que atreverse a llamar a una canción himno. Miguel sabía lo que
hacía, sabía que esa era una de las canciones más importantes de su vida y de
la cultura argentina”.
Tal vez porque esa canción y la
música hicieron la alianza más perfecta es que todavía se recuerda a Los
abuelos de la nada. Y a Miguel Abuelo, su poeta mentor.
Alejandro Duchini
RECUADRO 1
MUCHO MÁS QUE UN DISCO
Lunes por la madrugada, Hombre
lobo, En la fuente de la unión, Vasos y besos, Menage a trois, Himno de mi
corazón, En línea, Meditasol, La fórmula del éxito y No puedo decirte no son
las diez canciones que componen el disco Himno de mi corazón.
Los abuelos de la nada fue una de
las primeras bandas del rock argentino, fundada en 1967 por Miguel Abuelo, cuyo
nombre real era Miguel Ángel Peralta. Después de editar algunos simples, Abuelo
se fue a vivir a Europa y el grupo se desintegró. En 1981, cuando vivía en
España, conoció a Cachorro López, quien lo convenció de volver a la Argentina para armar un
grupo. Decidieron refundar a Los abuelos. El éxito fue enorme. Entonces los
integrantes eran, además de Abuelo y López, Andrés Calamaro (teclados y voz),
Gustavo Bazterrica (guitarra), Daniel Melingo (saxo y guitarra) y Polo Corbella
(batería). Al mismo tiempo, cada uno iba grabando su disco solista o
participando en otras bandas; como Calamaro, que solía tocar con Charly García.
Antes de Himno de mi corazón
grabaron los discos Los abuelos de la nada y Vasos y besos. Después, en mayo de
1985, llegó el esperado vivo, titulado En el Ópera, que también fue un éxito de
ventas y fue editado en VHS, en plena fiebre de las video-caseteras. Separados,
Miguel Abuelo se enojó con sus ex compañeros y planeó un disco solista que no
fue tal, ya que Cosas mías, aparecido en 1986, terminó siendo de Los abuelos de
la nada. Con relativo éxito, Abuelo intentó continuar con la banda, pero sin la
calidad musical de Calamaro ni de Cachorro López ya no era lo mismo. La
popularidad fue mermando más allá de los esfuerzos de su líder por no bajar los
brazos.
A principios de 1988, cuando
estaban a punto de editar otro disco, Miguel Abuelo fue internado varias veces,
hasta que falleció de sida, el 26 de marzo de 1988, a los 42 años.
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