UN PALOMO QUE SIEMPRE VUELA AVELLANEDA


Un nuevo documental recuerda al colombiano Albeiro Usuriaga y su ascenso a ídolo tras su paso por el Independiente de Brindisi, multicampeón en los 90.


Se estrenó en Cali, Colombia, Palomo, el documental sobre la vida de Albeiro Usuriaga en el que se recuerda su paso por el brillante Independiente de Miguel Brindisi, entre 1994 y 1995. El trabajo, que dura aproximadamente una hora, cuenta con testimonios sobre la vida del delantero de 37 años que fue asesinado de al menos once balazos por un sicario mientras jugaba cartas con amigos en la vereda, a metros de su casa del barrio 12 de octubre. Fue el 11 de febrero de 2004, tres días antes de que viajara a China a incorporarse al Greentown FC, donde tenía pensado retirarse del fútbol profesional.


Lady Dayana Usuriaga, su hija de 21 años, le dijo a Página 12 desde Cali, donde vive con su madre, Yeimi Patricia Ocampo, que le alegra que “después de tanto tiempo se lo siga queriendo”. “Estuvo muy bueno el documental. Me gustó todo. Y también lo que vino después: los lindos comentarios de la gente”, agregó tras ver el estreno.


En su carrera hubo un importante paso por el seleccionado de su país, aunque su mejor momento transcurrió cuando se convirtió en ídolo de Independiente, donde fue campeón a nivel local e internacional. En aquel plantel Rojo estaban Gustavo López, Sebastián Rambert y Luis Islas.


Palomo sólo pudo verse por televisión abierta y se espera que próximamente se aloje en alguna plataforma digital, lo que está en negociación. No llegó aún  nuestro país. Para darle forma, los productores viajaron especialmente a la Argentina, porque la idea era mostrar a los colombianos la trascendencia que tuvo el jugador en nuestro fútbol, algo que no logró en Colombia. Incluso Yolanda, una de sus hermanas, visitó la cancha de Independiente el 6 de agosto pasado antes de un partido del Rojo contra Independiente del Valle, por la Sudamericana. Esa noche fue recibida con aplausos de los hinchas, lo que quedó plasmado en ese trabajo. “Nunca pensé que lo quisieran tanto. No sólo en Independiente, sino también en Córdoba, los del General Paz Junior. ¡Uy! Quedé anonadada. Ojalá que lo recuerden siempre así”, le dice Yolanda a este diario.


“Usuriaga, como dice Eduardo Sacheri en el documental, fue de esos ídolos que pagaban sus picardías con fútbol en las canchas”, comenta desde Colombia el periodista César Polanía, uno de los productores de Palomo. En base a su experiencia destaca que Usuriaga “generaba una cercanía que todos valoraban”.


El Palomo se sentía uno más en su barrio, donde había nacido el 13 de junio de 1966. Cuando ya era jugador de primera, su familia y dirigentes le recomendaban que se mudara a una zona de mejor nivel adquisitivo, pero no quería irse. A sus vecinos, cuentan, les regalaba zapatillas, ropa deportiva y hasta les invitaba tragos y jugaba al fútbol con ellos. “Dicen que era como un niño. Gastaba lo que tenía y les compraba cosas a los muchachos con que andaba. No conocía el valor del dinero. Lo obligaban a invertir para ahorrar, pero eso poco o nada le importaba”, explica Polanía.


Siempre le endilgaron mujeres, drogas y buenos autos. En un restaurante de la costanera una noche se cruzó con Carlos Menem, entonces presidente. Compartieron la cena y las fotos. En el 97, durante su segundo paso por Independiente, le dio positivo un control antidoping tras un partido con San Lorenzo. Lo sancionaron por dos años pero fue condonado. “Albeiro no era adicto sino consumidor social. Eso se demostró”, dijo a este diario su amigo y mánager Juan Carlos Vázquez. “Consumió en una fiesta antes de un partido contra San Lorenzo que se jugó el 6 agosto de 1997 y frente al juez reconoció su error. Todos hemos cometido errores”, justificó Vázquez en diálogo desde Colombia. “Se hablaron muchas cosas de sus noches en Buenos Aires que no pasaron. Íbamos a restaurantes, bares, nos tomábamos algunos tragos con otros futbolistas y modelos del momento, pero Albeiro era un profesional en todo el sentido de la palabra”, agregó. Y también: “Los colombianos caleños y vallecaucanos somos muy alegres, fiesteros y nos gusta la noche, el aguardiente y la rumba. Es parte de nosotros, nuestro ADN. Súper Usu no era la excepción”.


Su momento de gloria con el seleccionado de su país lo vivió el 15 de octubre de 1989, cuando hizo el gol ante Israel que le permitió a Colombia clasificar a un Mundial después de 28 años de ausencia. El peor fue meses después, cuando quedó fuera de ese plantel por causas que nunca se aclararon. Eso no le impidió ser parte de la camada histórica de jugadores como René Higuita, Carlos Valderrama, Freddy Rincón, Faustino Asprilla, Adolfo Valencia y Leonel Álvarez.


Entre propiedades, autos, motos y una colección de camisetas de los clubes en que jugó, Usuriaga dejó una herencia importante. Su hija, que vive en el barrio Capri, de Cali, estudia para ser azafata. Contesta con educación y voz suave. En eso no se parece a su padre, que no aguantaba a los periodistas porque, decía, le preguntaban siempre lo mismo. Eso no le impidió ser tapa de El Gráfico, como siempre anheló.


En el barrio en que lo mataron se lo recuerda con un mural. Jamás se supo la causa del asesinato. Hay quienes le cuentan a Página 12 que el motivo fue un problema de polleras: un narco no habría aguantado que el Palomo saliera con su pareja. A pesar de que se habla de otras posibilidades, la causa se cerró como crimen pasional. El Soltero, Luis Suárez Prieto, fue condenado a 40 años de prisión, aunque se entiende que participaron, material e intelectualmente, más personas. Algunas de ellas siguen presas por distintas causas y otras murieron en situaciones violentas. Entre ellas, el mismo autor de los disparos, de quien se cree que fue asesinado unas horas después de matar al Palomo.

Albeiro Usuriaga murió en las generales de la ley en la que se vivía en una Colombia por demás violenta. Su primera esposa, Eliana Fernández García, había sido asesinada en los 90. Su hija, le dice a este diario, prefiere sortear esa violencia y armar un rompecabezas de su padre, que murió cuando tenía 7 años. “Me hice una imagen suya con lo que me cuentan, veo y leo. Y ahora sumo este documental, que es hermoso. Me siento orgullosa de él. Y de mi apellido”, dice mientras suelta su voz suave y clara.

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