El relato de trece pasiones que matan
El escritor y periodista Rodolfo Palacios, que el año pasado publicó una biografía sobre Robledo Puch, ahora volvió a la carga con un libro sobre crímenes que conmovieron al país. La nota original está publicada en http://www.a24.com/nota-8635-Actualidad-El-relato-de-trece-pasiones-que-matan.html
Pasiones que matan es el título del libro que el escritor y periodista Rodolfo Palacios acaba de publicar a través del sello Aguilar y en el que da cuenta de trece historias que marcaron con mucho más que sangre las páginas policiales de nuestro país. Si el año pasado consiguió lo que pocos al publicar una biografía, con entrevistas incluidas, sobre Robledo Puch –tal vez el símbolo del asesinato serial argentino-, ahora apareció con la misma temática, pero con otros relatos.
El nuevo trabajo se presenta con preguntas: ¿Cómo llega un hombre a comerse a su semejante? ¿Cómo puede alguien matar a su padre y luego bañarlo, afeitarlo, peinarlo y bailar con él un tango?
¿Es posible dormir tranquilo con el cadáver de la esposa enterrado debajo de la cama? ¿Por qué una joven pareja termina atrapada en un pacto suicida? ¿La humillación y el desprecio pueden llevar a matar locamente a quien se ama? ¿Cómo una obsesión se convierte en un asesinato fríamente calculado?
En diálogo con A24, el propio Palacios contó por qué eligió las historias que agrupó en Pasiones que matan y cómo se fue formando su segundo libro. Y habló, además, de qué cosas aprendió al meterse adentro de un mundo tan lleno de violencia y, por supuesto, pasión.
-¿Por qué elegiste la pasión como eje central de los relatos?
-A todas las historias las une la el amor, la locura y la muerte. Amor mal entendido, en la mayoría de los casos. Diderot decía que se consideraba a la pasión como fuente de todos los males, pero también era fuente de todos los placeres.
-¿Por alguna causa son trece los casos?
-Fue decisión de la editorial Aguilar y de Daniel Guebel, a quien se le ocurrió la idea. No es que se haya elegido el 13 por una cuestión cabalística ni antojadiza. Trece son los capítulos de una miniserie, aunque este sea otro formato.
-¿Qué aprendiste de estas historias?
-Más que nada, que el ser humano es capaz de cruzar una frontera hacia lo siniestro. Puede volverse primitivo y desatar una tragedia que, inexorablemente, lo terminará devorando. Y algunas de las muertes que relato en el libro se pudieron haber evitado si la Policía o la Justicia hubiesen actuado con eficacia. Doy un ejemplo: la esposa del imprentero marplatense lo había denunciado muchas veces ante la Justicia, pero sólo consiguió una restricción de hogar que el agresor violó a su antojo. Al final secuestró a su hija y un policía se negó a entrar en la casa del imprentero porque no tenía orden judicial (si se pudo haber evitado un crimen no hay burocracia judicial que valga), y el hombre degolló a la hija. La tragedia fue circular: hace un mes se suicidó en el neuropsiquiátrico de Melchor Romero.
-¿Qué te significó relacionarte con gente que de una u otra manera estuvo vinculada a hechos por demás violentos?
-No es sencillo. Lo fundamental es respetar a todas las personas y sensibilizarse ante cada caso. Contar una historia y un hecho que le pudo haber ocurrido a cualquiera. Cuando entrevisto asesinos o ladrones de banco, por ejemplo, más que interesarme en cómo cometieron el delito, quiero saber por qué llegaron a ese momento. Qué les pasó por las cabezas. Por qué hicieron lo que hicieron.
-¿Cuál fue la historia que más te impactó?
-Me impactaron todas, porque todas son siniestras. Hay tres que parecen historias de ficción: el pai umbanda que mató a su padre y lo veló en un rito insólito (lo vistió y bailó tango con él), el presidiario que asesinó a su padre y lo cocinó en un guiso, y el hombre que mató a su mujer y la enterró debajo de su cama. Vivió así ocho años, hasta que sus hijos revelaron el secreto. Otra historia conmovedora es la del Chacal de Mendoza: no mató a nadie, pero el sólo hecho de esclavizar a su hija, violarla y tener siete hijos con ella es un crimen horrendo. La mató en vida.
-¿Qué diferencias hay entre este libro y el anterior, sobre la vida de Robledo Puch?
-Hay muchas. En el libro de Robledo (El Ángel Negro) predomina su biografía y mis encuentros con él. Me involucré de otra manera: desde la mente de un asesino. Y hay fragmentos escritos en primera persona. En este segundo libro, Pasiones que matan, la estructura es más lineal: principio, nudo y desenlace.
-¿Mantuviste contacto con Puch en los últimos meses?
-Desde hace bastante tiempo no tengo contacto con él. Sé que no quiso leer el libro, como no quiere leer nada de lo que se escriba sobre él. Bueno, tampoco leyó el brillante perfil que escribió sobre él Osvaldo Soriano, publicado en el suplemento cultural del diario La Opinión.
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