“De mi oficio de escritora, lo que más me cuesta es escribir”
Matilde Asensi es la escritora que más libros vende en España.
Fundamentalmente, gracias a una trilogía situada en el Siglo de Oro español y
protagonizada por una mujer valiente que se llama Catalina Solís. De paso por
Buenos Aires, contó qué se siente al ser leída por millones y habló de su
pasión por Borges y de cómo la sedujo Buenos Aires.
A la escritora más
leída de España le adjudican, sólo de manera oficial, 20 millones de libros
vendidos. Se llama Matilde Asensi Carratalá. Entre sus novelas históricas,
inventó un personaje femenino al que le puso por nombre Catalina Solís y que se
convirtió en una heroína para sus seguidores. La primera vez que apareció fue
en el libro “Tierra firme”, publicado en 2007 e iniciador de la trilogía que
continuó con “Venganza en Sevilla” (2010) y terminó este año con “La Conjura de Cortés”. “Acá
finalizó. No voy a seguir. La historia no sigue por culpa del lenguaje. No me
siento capaz de escribir de nuevo con las maneras del Siglo de Oro español. Ha
sido un trabajo muy duro, agotador”, le dice la escritora a esta revista
mientras toma un te en el hall del exclusivo Hotel Alvear, en Recoleta.
Tiene en su historia
personal un quiebre muy especial. Hasta sus treinta años, a lo único que se
había dedicado era al periodismo. Trabajaba en distintos medios para llegar a
fin de mes. Una noche, al regresar de otra intensa jornada, vio un libro sobre
su mesa de luz y pensó en que hacía meses que no lo tocaba. Justo ella, que se
había criado en una familia de Alicante en la que siempre había lectura.
Entonces dejó esa profesión, venció a sus miedos y un tiempo después trabajaba
como empleada pública. Se dio cuenta de que lo otro no le apasionaba y que
ahora, trabajando sólo ocho horas, podía intentar eso de la escritura. Tras
varios rechazos, en 1999 pudo publicar “El salón de ámbar”. Desde entonces, es
escritora. Siguieron “Iacobus” (2000), “El último Catón” (2001), “El origen
perdido” (2003), “Peregrinatio” (2004) y “Todo bajo el cielo” (2006). Un año
después se inició la trilogía de la que ya hablamos.
“Vengo de México y
nada que ver con Buenos Aires. ¡Sé que hay lluvia hasta el sábado y me voy el
domingo! Ojalá pueda volver a Buenos Aires. Lo estoy disfrutando. Tengo ganas
de conocer la ruta de Borges”, dice mientras habla a un ritmo rápido pero
entendible, con ese tono tan español al que acompaña con una sonrisa, siempre.
-¿Le gusta Borges?
-Lo leía mucho de
chica. Uno de mis autores favoritos. Leí biografías sobre él, los libros de Bioy
Casares. Era como un amor de la juventud.
-¿Y por lo que pudo ver, Buenos Aires es como la que le contaba Borges?
-La Buenos Aires que veo…
bueno, la gente que he conocido es encantadora: periodistas, camareros, los de
la editorial (Planeta), todos los que me cruzo. Y la ciudad, después de estar
en DF, esperaba algo más típico, pero estoy en París y camino un poco y me
siento en Madrid y otro poco y estoy en Londres. Esto es Europa, pero más
Europa que Europa. No estás fuera de Europa nunca.
-¿Probó el dulce de leche?
-He probado el helado
y el dulce de leche. No soy mucho del dulce, pero lo que pruebo acá es divino.
Me he comido dos “tarrinas” de dulce de leche desde que estoy. Me pidieron que
lleve pastelillos de dulce de leche. Deduzco que son los alfajores. Nunca tomé
mate y quiero probarlo. No me puedo ir sin probarlo, pero no se ni cómo se
hace. El problema es cómo paso todas esas cosas por la aduana, en España.
Encima tengo los libros, porque he comprado un montón aquí.
-¿Qué le parecieron las librerías?
-Son maravillosas.
Por ejemplo la del Grand Splendid (Ateneo), cuya foto colgué en mi cuenta de
Twitter. Es increíble que la gente pueda tomar café mientras lee libros que no
ha comprado. Allá, en España, ni cafetería tienen las librerías. Y cierran los
domingos. Aquí, no.
-¿La vamos a tener de vuelta por estos pagos?
-No depende siempre de
mí, pero me gustaría. Cuando acabe el siguiente libro, espero hacer gira por
acá. Porque no me tomo vacaciones. Es la primera vez que vengo y ya llevo doce
años publicando. Siempre me ha importado América, quise tener lectores acá, que
conozcan mis libros. Tardaron doce años en traerme. Espero que no tarden tantos
otros. Me llevan a Frankfurt, a Roma, y acá, no.
Millones que no paran de crecer
-Ha vendido veinte millones de libros. ¿Qué significa eso para usted?
-Soy un poco
cobardita para los números. No soy valiente como mis personajes. Cuando
empezaron a llegar los datos de las ventas, me decían “vamos por los 6 millones”,
“llegamos a los 10”,
“a los 15”;
y cuando me dijeron “22”,
dije “paren, no quiero saber nada de eso. Se acabó”. Para la gente era
suficiente; y para mi, más que suficiente.
-¿Cómo se escribe cuando los números de venta tienen cierta incidencia?
-Cuando escribía
paraba y miraba el texto y decía “ahora es mío, pero pronto millones de
personas serán las dueñas de estos libros”. Y no hay que pensar en eso. Trato
de no pensar en eso. Claro que es bonito, pero no puedo dejarme presionar por
lo que se vende. Fui pasito a pasito durante toda mi carrera. No me va a
influir ni que no me conozca nadie ni que me lean millones de personas.
-¿Por qué escribe?
-En el fondo, los
escritores queremos que nos lean. Si no hay lectores, ¿qué sentido tendría
escribir? Es el objetivo de nuestra vida. Pero no puedo dejar que eso se
convierta en una presión, en algo que aprieta, que comprime. No quiero dejarme
presionar, que eso coarte la libertad, la imaginación y la forma de trabajar.
José Luis Sampedro, un escritor español muy mayor, que toda España quiere, dijo
una vez que todos los que escribimos buscamos que los demás nos quieran. Pensé:
“¡Qué razón tiene!” En el fondo, queremos ganarnos el afecto a través de lo que
escribimos. Recibir el cariño de la gente. No con diez amigos, sino con varios
lectores.
-¿Qué hay de usted en sus personajes?
-Todo: salen de mí, es
mi cabeza quien los crea: desde la protagonista al que sale mencionado aunque
sea una vez. Pero no son yo y nunca lo serán. En todo caso, me oculto detrás de
los personajes. Intento darles un carácter, una forma de hablar. Cuando llevas
un tiempo escribiendo, ya son ellos los que te dictan las cosas. Hay personajes
que llevan detalles de familiares, amigos o conocidos. Tomo detalles de alguien
y se los pongo a un personaje.
-¿Tiene alguna metodología para escribir?
-No. Isabel Allende
cada 8 de enero debe empezar un libro; otra, no se quién, tiene que poner una
vela de determinada manera… y yo no tengo nada de eso. Cuando me levanto me
pongo a tomar un café, repaso el ordenador, leo los mails. Eso sí, me gusta
trabajar de noche, de madrugada me rinde más la cabeza, me agrada esa
combinación de soledad y silencio. Soy fumadora. Me gusta eso.
Una escritora en una ciudad turística
-¿Cómo es la ciudad de Alicante, donde vive?
-Es turística, sobre
todo en verano. Siempre ruidosa. Pero mi despacho lo aislé. Así evito un poco
los ruidos. En invierno, como es una ciudad pequeña, no hay nadie. Y no pasa
nada. No hay delincuencia, puedes salir a pasear de noche. De día, de nuevo hay
movimiento. Muchos noruegos viven en Alicante. Nací ahí y mis abuelos, mis
padres y tatarabuelos también eran de ahí. Cuando se van los turistas es
silenciosa, tranquila, muy bonita.
-Sé que dejó el periodismo, cansada de la profesión, para intentar ser
escritora. Lo consiguió. ¿Cómo fue esa decisión y de qué manera se hizo ese
camino?
-Fue una locura.
Ahora, con 50 años recién cumplidos, lo pienso y no entiendo por qué lo hice.
No tenía por qué salirme bien. Yo trabajaba mucho, en la Radio Nacional de España y en la Agencia EFE, para llegar a fin
de mes. Ocurre una serie de cosas, detonantes que me hacen despertar. Me
desengaño con la profesión y entro en crisis. Tendría 29 0 30 años. ¿Cómo irme
de la profesión?, me preguntaba. Y sólo había hecho eso: había estudiado para
periodista y no sabía hacer otra cosa.
-Pero pudo.
-Fue así: al llegar a
mi casa una noche, ví un libro que llevaba cinco o seis meses en la mesita de
luz y que no lo leía. Vengo de una familia muy lectora. Mi abuelo había sido
periodista, todos habían tenido libros, crecí con bibliotecas y de chica podía
leer lo que quería. “¿Qué me está pasando? No soy yo”, me dije. Es que llegaba
agotada y me dormía. Siete días a la semana y doce meses al año trabajando. De
repente dejé de leer. Y me acordé de que tenía un sueño: que era escribir,
contar historias. Eso se junta con mi crisis con la profesión y con que quería
escribir.
-¿Estaba lista para comenzar su carrera de escritora?
-Tenía muchas dudas.
Porque escribía apenas frases cortas en la radio, de donde me fui después de
hablar con el director. Le dije que me iba, que no aguantaba más. Pero no me
podía ir sin nada. Entonces estuve desempleada, cobraba el paro y dispuse de un
año para prepararme. Me convertí luego en empleada pública. Al menos tenía horario
fijo: 8 horas y no todo el día, como en el periodismo. Y volví a leer, a releer
para aprender, a disfrutar de la lectura. Escribía cuentos, novelas cortas y
ganaba algunos premios. Se iba cumpliendo algo que de alguna manera era lo que
tenía que ser.
-¿Fue difícil empezar a publicar?
-Las editoriales me
rechazaban mis libros. Hasta que mi editora, Carmen Fernández de Blas, se llevó
uno a su casa, no lo pudo largar en toda la noche y a la mañana siguiente
cambió mi vida. Eso pasó en dos o tres años. Tenía dos libros escritos. Carmen
me llama y mi vida cambia. Desde ese día soy otra persona. Me compraron mis dos
primeros libros, y así hasta el día de hoy.
-¿Encontró la felicidad en escribir?
-No se si soy feliz
escribiendo. Lo que me gusta es documentarme, leer, contar una historia,
encajar piezas. Lo que quiero es llevar al lector sin que sepa a dónde, para
que luego entienda todo. La parte que más me cuesta es escribir. Tengamos en
cuenta que escribí mucho con el castellano del Siglo de Oro. Así que la
trilogía no sigue por culpa del lenguaje. No me siento capaz de escribir de
nuevo con ese lenguaje. Escribí tres. Ha sido un trabajo increíble.
-¿Pensó que Catalina Solís podía darle tantas alegrías?
-Nunca. Eso ni se me
pasaba por la cabeza. Yo escribía lo que me divertía. No podía imaginar que iba
a tener tanto éxito. Por supuesto que el objetivo es que me lean, que guste,
pero una no escribe con el lector en la cabeza. A esta altura me considero una
mujer muy afortunada. No quiero más. Me conformo con que me sigan leyendo.
-Hubo varios intentos por llevar la historia al cine, y todos
fracasaron. ¿Por qué?
-Nunca me presentan
proyectos decentes. Los productores me traen cosas extrañísimas. Y me dan
dinero primero, como una forma de decir “toma tu dinero y te vas”. Y no quiero
que me destrocen mis libros. Sus historias llevan los nombres de mis
personajes, los mismos lugares, ¡pero no son mis libros! Y mientras no me
presenten algo coherente, no será posible llevarla a la pantalla grande. A mi
no me vale cualquier precio.
Alejandro Duchini
El hombre, la historia y los valores
“Creo que la pérdida
de valores es continua. No soy historiadora ni filósofa sino lectora. Pero no veo
que haya diferencias entre el Siglo de Oro y el tiempo actual. Los valores han
pertenecido a determinados grupos sociales; otros no los han tenido nunca. Y no
los tendrá nunca”, contesta Matilde Asensi cuando se le pregunta si, en base a
los archivos históricos a los que recurrió para escribir sus libros, nota que
el ser humano fue perdiendo valores.
En la misma línea,
agrega: “Cambia la ropa, la tecnología, la forma de comer. Lo demás no cambia.
Pero las cosas que pasaban antes son iguales a las de ahora. Siempre se trata
de personas. Creo que los valores los tienen aquellos a quienes sus padres se
los han dado. Siempre hubo gente con valores y sin valores. Pero la gente sigue
siendo la misma”.
Lejos, la más leída
Matilde Asensi
Carratalá nació en la ciudad española de Alicante el 12 de junio de 1962. Ya
desde chica deseaba ser escritora. De hecho, en los recreos colegiales solía
quedarse sola para leer libros. La pasión por ellos le viene de muy pequeña, ya
que su familia siempre fue lectora. Después se dedicó al periodismo, pero la
mala paga de la profesión y la necesidad de trabajar todo el tiempo la fueron
agotando hasta que abandonó. Tenía 37 años cuando publicó su primera novela,
“El salón de ámbar”. Desde entonces publica aproximadamente un libro por año. Fue
traducida a quince idiomas.
Con 20 millones de
libros vendidos, ha superado todas las expectativas. Sus cientos de fanáticos
pueden seguir sus pasos profesionales a través de su propia página web, www.matildeasensi.net, donde se
vuelcan cada una de sus actividades vinculadas con su literatura.
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