“Siempre le tuve fe a los sueños”
Alejandro Lerner cumple treinta años con la música y los celebra con
recitales en distintos puntos del país. Pero más allá de los escenarios y
discos en que cantó, hay un lado humano sobre el que también se detiene a pensar
y recordar en la siguiente entrevista.
“Mi vocación es muy fuerte y está
intacta”, dice Alejandro Lerner cuando piensa en los 30 años que lleva haciendo
canciones, discos y recitales. Fue en 1982 cuando sacó su primer disco,
titulado “Alejandro Lerner y la magia”. Desde entonces, fueron (son) tres
décadas a puro viajes y estudios de grabación. Siempre con un piano como
compañero de ruta. Tiempo en el que volcó penas, alegrías y demás sentimientos
en melodías que marcaron a varias generaciones durante diversos momentos del
país. Muchos de sus hits se volvieron inolvidables. “Por un minuto de amor”,
“La balanza del bien y del mal” o “Mil veces lloro” fueron algunos de los
primeros; aquellos que utilizó como carta de presentación. Después apareció con
“Todo a pulmón”, un trabajo inolvidable en aquella Argentina post Malvinas que
le daba la bienvenida a la democracia. Siguieron los recitales masivos. Ya su
nombre se había instalado y sus temas no dejaban de cantarse. Los cantaron,
inclusive, Mercedes Sosa, Celine Dion, Santana, Luís Miguel, Armando Manzanero,
Paul Anka, Carole King y Air Supply, entre muchos más de destacadísimo nivel mundial.
Repitió sus éxitos al hacer música para programas de televisión. Dan fe las
canciones “Juntos para siempre”, de La banda del Golden Rocket; y “Volver a
empezar”, de RR.DT, en plena década del ’90. Se casó y tuvo una hija, Luna, de
la que hablará maravillas durante la entrevista que sigue a continuación. No
pasará de largo su rol de padre ni de marido. En medio de todo eso llegó a los
19 discos editados y superó las tres millones de copias vendidas. Sin embargo,
nada de cansancio. Todo lo contrario, porque siente que su vocación es fuerte,
que su vocación está intacta.
-¿Por qué seguís entusiasmado y con amor por lo que hacés?
-No se si tengo un por qué, pero
eso es lo que siento: que me sigue apasionando lo que hago.
-Van treinta años a pura música. ¿Cuáles son los motivos por los que te
mantuviste en tan buena manera artística durante este tiempo?
-El hecho de formar una familia
hizo que me mantenga sano a lo largo de tanto tiempo. Porque parte de mi
vocación ahora es estar bien. Para hacer mis proyectos, para concretar cosas
que tengo pendientes y para seguir soñando con otras nuevas.
-¿Te sentís completo desde el punto de vista profesional?
-Siempre falta algo. Por ejemplo,
me hubiese gustado hacer alguna cosa con El Flaco Spinetta, con quien tuve una
relación más de mate y charla que artística. Teníamos los estudios de cada uno
muy cerca, en Villa Urquiza. A pesar de eso, siempre tuvimos un contacto doméstico.
Nunca hubo encuentros musicales. Sin embargo, no me lo tomo como algo pendiente
con él. Porque mi admiración y mi cariño hacía su persona estarán siempre, como
referente que fue cuando yo era adolescente y compraba sus discos de Almendra,
Pescado Rabioso y todo lo que siguió haciendo. Es un héroe de rock con el que
siempre me sentí identificado.
-No se dio con Spinetta pero sí con muchísimos otros…
-Claro. Con Charly (García), León
(Giecco), Pappo o Juanse, entre muchos más. Crecí como fan del rock argentino y
a los 16 años León me abrió las puertas para empezar a hacer cosas. Desde ahí
se fue haciendo la historia que todos conocen.
PARTE DE UNA FAMILIA
Entre los grandes momentos que le
dio su carrera artística, se emociona al recordar uno en particular, ocurrido
en 2002. Fue cuando participó como intérprete y compositor de “Shaman”, un
disco de Carlos Santana que le permitió realizar una gira por más de 10
ciudades de Estados Unidos. Tras hablar de ese hecho, él mismo se encarga de
agrandar aquella lista de enormes referentes musicales con los que pudo codearse:
-Desde niño quería ser músico y
estar, por ejemplo, en la revista Pelo; y aparecí en su tapa. También anhelaba
tocar con gente del rock, y participé en una etapa maravillosa. Quería vivir en
los Estados Unidos y lo conseguí. Soñaba con hacer música de películas, con
conocer a Stevie Wonder, a Carlos Santana, a George Martin. Y hubo cosas que me
superaron, como cantar con La
Negra Sosa en Israel, producir un concierto con ella.
Trabajar con Armando Manzanero, Rubén Blades, Juan Luís Guerra. Y miles de
otras aventuras…
-¿Qué pensás al mirar hacia atrás y ver que estuviste con tantos grandes?
-Siempre me sentí parte de la
familia. Cuando miro atrás y veo que grabé hasta con Porchetto, que toqué con
Pappo’s Blues, con Porsuigieco, con León, con Santaolalla; y también con La Negra Sosa… a eso no
puedo dejar de agregarle la experiencia de haber cantando y grabado en el
exterior, donde conocí a otros músicos enormes. Bueno, no me queda más que sentirme
muy contento de haber sido tan abierto como para aprender siempre a escuchar y
a explorar universos distintos.
-En medio de tanta carrera, llegó un momento en el que decidiste irte
del país para ver cómo te iba en el exterior.
-Si, fue en el ’86, cuando me fui
a vivir Nueva York a estudiar piano. Me fui solo y tomé clases con varios
maestros, muy buenos todos. Estudié armonía, orquestación. Fue un período muy
importante para mí.
-¿Cuál fue el momento que definió tu carrera?
-Yo empecé cuando llego la
democracia al país y eso marcó muchísimo mi vida y mis espacios.
-¿Te sentís un afortunado en el mundo de la música?
-Si, me siento afortunado. Hasta
el día de hoy, porque me siguen pasando cosas. Le tengo fe a los sueños. Se que
los sueños tienen una función, no son al divino botón.
-Suena lindo eso de que le tenés fe a los sueños.
-Es que pienso que uno debe
animarse a soñar. Y a eso hay que tenerle fe.
-¿De dónde te viene eso?
-Es una intuición que me sale
desde chico. Sentía que había una magia que tenía que ver con concentrarse en
las cosas que uno quiere. Por alguna casualidad o causalidad del destino vivís
cosas que soñaste. Hay algo, en la ecuación del universo, que tiene una energía
que hace que el hombre posea la capacidad de acercar o materializar ciertas
realidades a partir de la fe y de soñar. Creo en eso. Creo también en el
talento, en el laburo, la constancia, la disciplina. Siempre mantuve esa
creencia.
-¿Animarse es poder?
-Por más raro que parezca lo que
uno sueña, si te animás a soñarlo es probable que el universo te lo traiga.
-Tras tanto recorrido, ¿cuáles son tus planes actuales?
-Estoy terminando un disco y armando
conciertos por mis treinta años de carrera, quiero hacer música de películas y
me gustaría tocar jazz. De todos modos, ahora que soy más adulto y tengo más
libertad, volví a estudiar otras cosas que me interesaban.
EL ÉXITO Y EL SENTIMIENTO
-A todo esto continúa el cariño de la gente.
-Lo que pasa con el público es
inmanejable. No se tiene el control de por qué ocurre eso.
-¿En qué medida te influye el éxito?
-Una carrera no depende del
éxito, sino que es una vocación que uno lleva religiosamente. No es
determinante el resultado.
-Al comenzar la conversación hablabas de la importancia de la familia en
tu vida. ¿Cómo te llevás con el rol de padre?
-Siempre soñé con ser papá. Luna
me llegó a los 50 y pico. No me lo quería perder. Duermo menos pero soy feliz.
Y cuando voy a buscarla a las 4 de la mañana, porque se despierta o llama por
algo, la abrazo y siento que eso lo hago con un amor y una felicidad que no se
pueden describir.
-¿Le escribiste alguna canción?
-A la panza de mi mujer (Marcela
García Ibáñez), sí. Después hay canciones que la refieren.
-¿Cómo te definís en tu rol de padre?
-Aprendo, me considero un papá
juguetón, pero entiendo que hay que poner límites. Creo que a los hijos les
hace muy bien sentir que el padre puede jugar pero que también es una
autoridad, alguien que está ahí también para contenerlos.
-¿La hacés parte de tu carrera artística?
-En algunas cosas, sí. A veces me
acompaña a la tele (“Soñando por cantar”, el programa en el que es jurado junto
a Valeria Lynch, Patricia Sosa y Oscar Mediavilla). Pero es ella la carrera más
importante que tengo en mi vida.
-Tengo entendido que tu papá es alguien que te marcó mucho. ¿Cómo lo
recordás?
-Mi papá falleció a mis 21 años.
Y mi carrera a nivel de mayor exposición se produjo unos años más tarde.
Entonces esa época la viví entre lágrimas y euforia. Había estadios llenos y
discos vendidos en cantidad, pero también la tristeza de no tenerlo. Después,
con el tiempo, uno va reconociendo la parte que tiene de su padre. Me miro en
el espejo y veo la parte que él me dio.
-¿Qué te queda por cumplir desde lo personal?
-Ver crecer a mi hija, y verla
por mucho tiempo. Esas son dos cosas de las que no me gustaría privarme nunca.
Cosas que me gustaría sentir y ver siempre. Me gustaría vivir mucho tiempo más,
tan sólo para verla crecer. Para verla desarrollarse. Y obvio me encantaría
compartir todo eso con mi mujer.
-¿Y otro sueño?
-Seguir cumpliendo sueños.
Alejandro Duchini
UN GRANDE DE VERDAD
Alejandro Lerner es, lejos, uno
de los músicos más importantes de la historia musical argentina. Tiene 19
discos editados y más de 3 millones de copias vendidas.
Desde sus 16 años, tuvo
diferentes incursiones con Raúl Porchetto, León Greco, Nito Mestre y Gustavo
Santaolalla. Pero en 1980 se convirtió en pianista de Sandra Mihanovich, lo que
le valió el gran paso para iniciar su carrera solista. En ese tiempo, dice la
leyenda, fue entrevistado por el recordado Miguel Abuelo para ser el tecladista
de Los abuelos de la nada. Su negativa propició que en esa banda, entonces,
recayera otro joven todavía desconocido: Andrés Calamaro. En 1982, Lerner sacó
su primer disco solista: “Alejandro Lerner y la Magia”; dos años después editó
“Sus primeras canciones”, un maxi que contenía cuatro temas grabados en 1979. Otros
de sus trabajos musicales fueron “Todo a pulmón” (vendió más de 200.000
unidades), “Lernertres”, “Conciertos”, “Algo que decir”, “Canciones”,
“Entrelíneas”, “Amor infinito”, “Permiso de volar”, “La Magia continúa”, “Magic
Hotel”, “Volver a empezar”, “Si quieres saber quién soy”, “Lerner vivo”, “Buen
viaje”, “Canciones para gente niña” y “Enojado”. Ahora prepara un nuevo disco,
que llevará por título “Sueños de elefante”.
Desde septiembre, Alejandro
Lerner –nacido el 8 de junio de 1957- comenzará a celebrar con recitales en
distintos puntos del país sus tres décadas de carrera, que empezó de la mano de
dos grandes de nuestra música: Raúl Porchetto y León Giecco. Se presentará en
el mítico Luna Park, además del estadio Orfeo, en Córdoba, y del Casino City
Center, en la ciudad de Rosario.
En su trayectoria le dieron varios
galardones. Entre ellos, el premio ASCAP (Sociedad Americana de Compositores,
Autores y Editores) por su canción “Dame”, que la interpretó Luis Miguel. En el
99 se quedó con un premio Martín Fierro por el tema “Campeones de la vida”,
incluida en su compilado de éxitos “20 años”.
“Que difícil se me hace /
mantenerme con coraje / lejos de la transa y la prostitución / defender mi
ideología / buena o mala pero mía / tan humana como la contradicción” cantaba
en aquel himno de los 80 que fue “Todo a pulmón”, dejando en claro que su
mensaje eran tan melódico como serio. Por canciones como ésa es que puede
jactarse de sus treinta años con la música.
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