“Un lector es alguien que de algún modo vivió muchas vidas”

La Nobel de la literatura infanto-juvenil es argentina: se llama María Teresa Andruetto y vive en un pueblito cordobés en el que escribe historias que nos invitan a soñar y que el mundo literario internacional premió al entregarle el prestigioso Hans Christian Andersen.
"La edad lectora no siempre coincide con la edad cronológica. Hay libros no editados especialmente para jóvenes lectores que los niños o los jóvenes de todos los tiempos han leído con pasión. Y hay libros editados en colecciones infantiles de los que se han apropiado muchos adultos. La pura verdad es que son libros y que un buen lector puede andar por ellos sin pedirles documento de identidad… ”. Quien dice esto es la escritora cordobesa María Teresa Andruetto, nacida el 26 de enero de 1954. El 19 de marzo fue ganadora del prestigioso premio Hans Christian Andersen, algo así como el Nobel de literatura para autores de libros infanto-juveniles. El galardón acrecentó su reconocimiento internacional. Su nombre se suma, así, al de otros enormes exponentes argentinos, como la recordada María Elena Walsh o Luis María Pescetti. Desde Cabana, Sierras Chicas, el tranquilo pueblito cordobés en el que escribe sus historias, y donde vive junto a su esposo, Alberto, contesta con tanta pasión como generosidad las preguntas de esta revista. Por eso bien puede decirse que lo sigue es un viaje, a través de las palabras, a un alma apasionada por los libros. Y por sus lectores.
-¿Por qué escribe?
-Imagino que para intentar comprender algo de lo humano que me interroga, que me interpela.
-¿Cómo se introdujo en el mundo de los libros?
-Los libros y los relatos estaban ya en mi casa cuando nací, de modo que están conmigo desde siempre. La nuestra era la casa de una familia de clase media en un pueblo de llanura, en el interior del país, pero aunque a veces pudo haber faltado alguna otra cosa, había libros y los libros ocupaban en nuestras vidas un lugar valioso, y había también cierto orgullo de haber leído, de conocer a ciertos autores.
-¿Por qué escribe también para chicos, además de adultos?
-Escribía desde muy joven, pero quizás nunca se me hubiera ocurrido escribir o publicar para chicos de no haber comenzado a trabajar, a partir del regreso democrático, en un centro de literatura para niños.
-¿Escribir para chicos, es hacerlo también para adultos?
-Los límites, sobre todo cuando no hablamos de primeros lectores, de lectores muy pequeños, no son tan rígidos. Muchas veces la intervención de un editor hace que un cuento con ciertas ilustraciones, cierto diseño, se adapte por eso mismo a un cierto lector. Hay además libros que están en los bordes, en un “entre géneros” y en un “entre lectores”. Se los ha llamado crossover o literatura pasarela; lo cierto es que son libros puentes, libros pasadizos entre lectores de diversas edades.
-Si tuviera que decirles a los padres por qué es bueno que sus hijos lean, ¿qué les diría?
-Creo que un lector es una persona más crítica, más reflexiva, también alguien que aunque de un modo simbólico ha accedido a más experiencias, que ha vivido de algún modo otras vidas.

NO A LOS ENCASILLAMIENTOS
-¿Existe una “literatura para chicos”? ¿Es un género la literatura infantil?
-Es más bien una zona de lectura, porque dentro de ese campo, en el que entraría todo lo editado en colecciones dirigidas a lectores niños o jóvenes, caben todos los géneros.
-¿Le tuvo o le tiene temor a los encasillamientos?
-Más que temerles, los resisto. Es a veces una necesidad de los editores, de los circuitos de venta, una manera de focalizar más al posible comprador de libros, pero no es un asunto de los escritores. La escritura, cuando es verdadera, se sale de esos cotos, busca en lo hondo.
-En las últimas semanas no ha parado de recibir elogios. ¿Cree en ellos? ¿Qué le hacen pensar o sentir?
-Me siento muy honrada, pero sobre todo me siento querida por muchos. Eso ha sido muy hermoso. En cuanto a lo demás, sé que el barullo pasará, que es un momento fuerte, que después todo se serenará y que lo verdaderamente importante para mí es la posibilidad de encontrarme con nuevos lectores.
-¿Qué significa para usted que sus libros sean materia de estudio en universidades?
-Eso sucede desde hace tiempo. Me interesa mucho leer esos trabajos, saber qué reflexiones provocan esos libros, la escritura misma; también descubro en esos trabajos muchas cosas acerca de mi persona, vinculaciones inesperadas entre lo que escribo y soy.
-¿Por qué elije vivir en un pueblo?
-Vivo en un pequeño poblado de las sierras chicas, a unos 40 kilómetros de Córdoba capital. Fue una decisión familiar la de vivir en un terreno grande, una pequeña granja: mi marido es agrónomo.
-En varias entrevistas, usted hizo hincapié en las escritoras. ¿A qué se debe?
-No se trata tanto de la escritura como de la circulación de libros. Hay muchas escritoras olvidadas. Maravillosas y olvidadas. Claro que también hay escritores olvidados, pero me interesa leer y difundir lo que otras escribieron antes. Reconstruir cierta genealogía…
-¿Qué significa para usted, en lo personal por un lado y en lo profesional por otro, el premio Hans Christian Andersen?
-Un impacto por una parte. Pasado eso, nuevos lectores, probablemente más traducciones, seguro mayor circulación.
-¿Cuál fue el mejor elogio que recibió por su obra y de quién?
-He recibido muchos, conmovedores. Los más conmovedores, generalmente de lectores que no conocía y que enviaron unas líneas a mi correo. Generalmente me contaron algo de sus vidas que fue activado por lo que escribí. Eso es lo que más me llega…
-¿Qué se dieron mutuamente la literatura y usted?
-Yo a ella no lo sé, pero ella a mí mucho, como lectora y como escritora me sostuvo en los momentos más difíciles, me acercó mundos que no conocía, me dio amigos, me proporcionó el diario vivir, porque de un modo o de otro hace muchos años que vivo de los libros.
-¿En qué punto cree que los chicos, adolescentes y adultos pueden empezar a compartir la lectura?
-En el acto de leer el verdadero compartir se da entre la subjetividad de quien lee y la de quien escribió ese libro, aunque no se conozca al autor, aunque ese escritor haya muerto hace años. También se puede, claro, compartir el entusiasmo por un libro, acercárselo a un alumno, a un hijo, a un amigo. Regalarlo, prestarlo, hablar de él con la bibliotecaria o el librero o el maestro…
-¿Qué libros deberían ser insoslayables para los más pequeños?
-No son los mismos libros para todos los lectores, por eso es importante acercar calidad pero también diversidad de libros a los más chicos, porque es probable que alguno de todos esos libros con los que se encuentran, se les vuelvan de pronto indispensables.

LA EDAD ES LO DE MENOS
-Su escritura se difundió a través del boca a boca. ¿Tiene doble mérito eso?
-Con respecto a mis libros hubo un largo crecimiento boca a boca, no tanto entre los niños sino entre maestros, profesores, bibliotecarios, mediadores de lectura. No obstante, hace unos años, unos cinco tal vez, trabajo con una agente. Eso ha ordenado mucho mis ediciones y mi presencia editorial, porque ella no se ocupa de la difusión de los libros sino del trato con los editores.
-Cuando comenzó a publicar tenía cerca de 40 años. ¿Le jugó algún papel en especial la ansiedad por hacerlo?
-Mis primeros libros, “El anillo encantado” “Misterio en la Patagonia”, “Tama” y “Palabras al rescoldo”, salieron, los cuatro, en 1993. Yo tenía 39 años. Antes de eso, sólo un cuento mío (“Campeón”) formó parte de una antología (8 cuentos 8) que editó Ediciones Colihue, porque quedó entre los cuentos mencionados en un concurso de relatos para niños.
-¿Cree que aquel que publica después de los 40 tiene desventajas con respecto a quienes lo hicieron a edades más tempranas?
-Hay, me parece, cierta fascinación por los jóvenes talentos. Más, quizás, en el mundo de los libros “para grandes”. Si de pronto aparece un escritor de cierta calidad y es muy joven, seguro que resultará más atractivo para el posicionamiento mediático y para el comportamiento del mercado. También tiene eso una cierta lógica, aunque tenga algo de perversión esa lógica, porque se podría pensar que si es joven tiene mucha obra por delante y mucha energía para exponerse, viajar o dar notas de prensa. Sin embargo, un escritor que se ha ido construyendo lentamente, puede tener a su favor cierta solidez de lo ya hecho. De todos modos, cuando uno escribe, joven o viejo, no piensa en esas cosas, no son cuestiones que uno decida. En mi caso, yo no decidí comenzar a publicar al borde de los cuarenta, de hecho hubiera querido e hice intentos varios para publicar desde por lo menos 10 años antes, pero el momento de acceder al primer libro no es algo que depende sólo de nuestros deseos ni de nuestra voluntad. Como dice Ricardo Piglia, la verdadera experiencia es el primer libro que abre paso a otro y ese a otro, de modo que cuantos más libros haya uno publicado, más fácil se vuelve encontrar editor.
-¿Se escribe para un público argentino o, por el contrario, las historias “hechas” en Argentina son para lectores de cualquier país?
-Haga lo que haga estoy atravesada por todas las coordenadas de mi país, sobre todo atravesada por su lenguaje. Lenguaje que toma matices diversos según lo que quiero contar y según, sobre todo, el punto de vista narrativo que elija. Me han dicho muchas veces que mis libros son “demasiado argentinos”. Ese ha sido en ciertas ocasiones el motivo por el que un libro mío no se ha publicado en España o no se ha traducido a otra lengua. Seguramente algunos lo son, en el sentido de un uso muy argentino del lenguaje: “Veladuras” está muy impregnado de los matices del habla del noroeste argentino, al igual que “Tama” o una novela que estoy escribiendo actualmente, “Stefano”, “Lengua Madre” o “La niña, el corazón y la casa”, que tienen un castellano más impregnado del habla de la llanura, el habla de los más míos, los argentinos descendientes de piamonteses. Me interesan mucho las voces, sus matices. Algunos otros libros tienen tal vez un uso del castellano más clásico, pero nunca es porque yo quiera adaptarme a tales o cuales lectores. El uso del lenguaje en un relato obedece a lo que se cuenta y al punto de vista que elegimos para contar. Yo me entrego a eso, busco ahí; eso es justamente lo más interesante de escribir.
-Es posible que su popularidad, a partir del Premio Andersen, aumente. ¿Cómo lo vive?
-No tengo temor ni siento amenazas: he pasado muchas cosas en la vida y tengo ya muchos años, no creo que esto desvíe mi modo de escribir, mi vinculación con la palabra. Tengo alegría, sobre todo alegría de descubrir que es alegría compartida. Tal vez lo que suceda es que por un tiempo tenga menos tiempo de escribir, por viajes o notas, pero he escrito mucho, he publicado mucho y además todo este movimiento tan intenso ya irá encontrando sus causes y su calma.

“NO HAY GRANDES Y PEQUEÑOS TEMAS”
-¿Cuál de los libros que escribió es el que más la representa? ¿Y cuál el que le dio más satisfacciones?
-Todos representan, de modos diversos, en aspectos diversos, circunstancias, momentos de mi vida, de mi experiencia, porque escribir ha sido reciclar esas experiencias y la relación con mi entorno de muy diversos modos, aunque en algunos de ellos, como los libros de poemas, “Pavese” o “Sueño americano”, o las novelas “Stefano” y “Lengua Madre”, tal vez mi vida esté de un modo más visible.
-¿Cómo se abordan los denominados “grandes temas” cuando el posible público receptor es el de los chicos?
-No me ocupo de eso, no me preocupa. No hay temas grandes y pequeños, hay imágenes que nos perturban, nos interpelan y nos invitan a escribir.
-¿De qué forma se incentiva la lectura cuando hay tanta computadora, internet, y hasta la televisión compite para darle más oferta a los chicos?
-No lo pondría en términos de competencias ni de enemistades. Un buen lector de libros se vuelve más crítico y más selectivo y eso lo ayuda a navegar mejor en la web y con el control remoto.
-¿Por qué es bueno leer?
-El encuentro con el libro es, más aún que en otros momentos de la historia, un espacio de introspección excepcional, una posibilidad de encuentro con otros lenguajes, otras experiencias, otra subjetividad. Eso seguramente expande nuestras vidas y nos vuelve más críticos y más atentos a lo que sucede, como lectores pero también como ciudadanos.

Alejandro Duchini

Agradecimientos: Daniela Morel (Sudamericana) y Cecilia Criscuolo (Alfaguara).

Más allá de su escrituraEl 25 de agosto, en Londres, la Organización Internacional para el Libro Juvenil le hará a María Teresa Andruetto efectiva entrega del Hans Christian Andersen. A la pregunta de cómo vive esa expectativa, responde: “No he tenido tiempo de imaginarme mucho en la situación. Sólo una vez asistí a un congreso mundial de IBBY, en Cartagena, en el 2000, creo. Lo que más me preocupa es pensar en escribir un texto que no sólo me refleje sino que exprese de algún modo a la literatura infantil y juvenil argentina. Ya veré cómo resolverlo”.
Como cofundadora del Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil, dice que su aporte a la lectura es “el trabajo hecho durante años, que sigue, a la formación de mediadores de lectura en Córdoba y en el interior del país. Se desarrollaron muchas actividades, desde un centro de documentación a una revista especializada, desde la edición de ciertos libros a la dotación de bibliotecas áulicas, pero sobre todo se formó y se forma desde hace décadas a mediadores de lectura, lo que es un pilar, quizás el más sólido, en el crecimiento de la literatura destinada a niños y jóvenes”.

¿Por qué a Andruetto?
El jurado del Andersen justificó su elección de otorgar el premio a María Teresa Andruetto al señalar que sus libros “se refieren a una gran variedad de temas, como la migración, los mundos interiores, la injusticia, el amor, la pobreza, la violencia o los asuntos políticos”. Al respecto, agrega ella: “Es verdad que aparecen esos temas: los mundos sociales y los privados me atraen. Más bien me atrae ver cómo en lo más íntimo de nuestras decisiones y nuestras vidas, en las de todos nosotros, repercute lo social, el mundo grande. Finalmente creo que todos esos temas, y hasta diría todo lo que escribimos, tiene que ver con el buceo en una identidad, la de quien escribe, la de los suyos, la de su pequeña o gran comunidad; identidad que a su vez no está hecha de una sola manera de ser sino de tantas y tantas que convergen en el tejido social”.

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