“EN LA VIDA, NO TODO SE PUEDE RESOLVER NI ENTENDER”


Se lo dijo a La Gaceta el escritor chino Qiu Xialong, uno de los autores de mayor reconocimiento mundial en la temática de los policiales. Víctima directa de la censura China, cuenta por qué eligió contar la realidad a través de un inspector policial que busca siempre la verdad y ama la poesía. La publicación original puede leerse acá.


“Nunca quise escribir sólo novelas policiales o de crímenes. Mi intención siempre fue hablar de la situación en China, sobre la desesperanza que hay allá. Pero finalmente todo se fue convirtiendo en una serie de libros que no tenía planeado. Entonces con cada una de las historias intento desarrollar un tema que interesa sobre la sociedad china y lo hago con el trasfondo de un crimen, de un policial”. Qiu Xiaolong, uno de los escritores de policiales más importantes en la actualidad, le contó a La Gaceta cómo nació y creció su personaje emblemático: el inspector jefe Chen Cao. Fue durante una extensa entrevista en un hotel de Buenos Aires, la ciudad que visitó para participar del festival de novela negra BAN. En otras palabras, lo que la censura de su país le coartó, lo pudo expresar desde Estados Unidos, donde vive, da clases universitarias y escribe.
Su último libro se titula El crimen del lago y tiene como trasfondo la contaminación ambiental en su país de nacimiento. Allá, de eso no se habla. El asesinato de un empresario es el eje de una historia en la que no faltan los sospechosos, tampoco la mujer bonita que siente atracción mutua por el protagonista y el desenlace precipitado que no deja de desconcertar. Pero lo que se diferencia de los policiales tradicionales es que Cao es un intelectual. Escribe poesías y cita de memoria a sus admirados poetas, dando a entender una erudición fuera de lo común en el ambiente policial. No todos los investigadores son iguales.
Ahora estamos en el Hotel Conquistador, en el centro de Buenos Aires. Mientras en la calle la gente camina al ritmo rápido de las grandes ciudades, en el interior de este edificio reina el silencio y la tranquilidad. Otro mundo. Sentado, café de por medio, Xiaolong exhibe una sonrisa que mantendrá durante casi todo el reportaje. Apenas la dejará de lado cuando exprese cómo le duele esa China que visita dos o tres veces al año y a la que sus libros llegan con nombres cambiados. Tanto como para que Shanghai, donde nació en 1953, no sea Shanghai sino “una ciudad” que puede ser cualquier otra. Sumamente educado, sonreirá también al contar su experiencia sobre los churros porteños, con dulce de leche, con comió cada vez que pudo en el Café Tortoni, sobre la tradicional Avenida de Mayo. “Me encantaron”, sorprenderá con un tono que se asemeja al de un chico con juguete nuevo.
-¿Es la primera vez que viene a Buenos Aires?
-Si. Y debo decir que me gustó. Conocí, además del Tortoni, el Mercado de San Telmo,  la Plaza de Mayo, la Plaza San Martín. Mi esposa tiene un i-phone con una aplicación con todos los puntos interesantes de la Ciudad, así que la sigo a ella.
-De lo que recorrió, ¿hay algún lugar que le haya hecho pensar en un trasfondo policial para una de sus novelas?
-Para eso, necesitaría quedarme al menos hasta fin de año. En este momento no conozco nada relacionado con la Argentina. Pero si escribiré un artículo para un diario chino, ya que allá no se ha escrito mucho sobre este país y su base literaria.
-¿Hay en China festivales o encuentros literarios como el BAN, por ejemplo?
- Habría que hacer algo así en China, pero nunca se hace. No se por qué. No hay nada parecido. Hay en Estados Unidos, también acá. Pero nada en China.
-¿Y qué similitudes hay entre China y Argentina?
-¡Los churros!
-Ah, ¿si?
-Aunque allá son un poco más largos. Pero están caídos en desgracia, por la contaminación, ya que el aceite se vuelve a usar. Dejé de comerlos pero los reencontré acá, donde los como porque siento que no hay problemas de salud. Acá hay seguridad en la comida. Allá es todo un tema. Los vi en el Tortoni y los pedí especialmente. Allá me da miedo comerlos.

CONTAMINACIÓN Y CENSURA
-En El crimen del lago el trasfondo es, justamente, la contaminación ambiental.
-Es que va más allá de eso. Se correlaciona con la mental. Por la cual la gente hasta puede matar para defender sus propios intereses. En los últimos años en China se piensa en el sueño chino, que se basa en la idea de que China sea un país poderoso. Pero no es un sueño de los chinos. Es el sueño chino del presidente. No es lo que le interesa realmente al ciudadano chino. Por otro lado, China se enfrenta a muchos más problemas: económicos, políticos, sociales. No creo que en ese sentido sea una súper potencia.
-¿Cómo observa la situación desde su papel de escritor?
-Mi posición es especial porque vivo en Estados Unidos. Es casi único mi caso respecto de la gente de la cultura en general: comparado a los otros escritores chinos, no tengo que preocuparme tanto por la censura. Lo que yo escribo, es posible que no se publicara en China. Y tengo que utilizar esta posición tan especial para escribir sobre esas cosas. Es una responsabilidad.
-¿Seguirá denunciando a través de Chen Cao?
-Estoy con dos novelas. Uno estará lista el año que viene. Se llamará China cibernética. Tendrá que ver con Internet, como se adivina a través del título. Será sobre una pelea con la gente que va a los cibercafés, ciudadanos netizanos. La pelea es entre ellos y el gobierno, que los quiere controlar. Hay muchos sitios bloqueados y el gobierno controla los medios de comunicación tradicionales. La única manera en que se pueden expresar opiniones es a través de las redes sociales, donde los ciudadanos hablan de temas de corrupción. El libro es sobre eso: un asesinato dentro de ese contexto, por las redes sociales.
-¿Y la otra?
-Hablando con amigos chinos, me preguntaron cómo es que Cao haya tenido tantos casos sin meterse en problemas con el gobierno, porque en China los intereses del partido están por encima de la justicia. El inspector busca la justicia y siempre va hacia delante. Y a mis amigos les parecía poco realista que alguien así no tenga problemas. Así que decidí meterlo en problemas, pero no lo liquidaré. Puede seguir un poco más. A veces los escritores tienen bloqueos para escribir. Pero en China pasan tantas cosas que siempre se puede escribir.
-Con tantos cambios y censura, ¿cómo está el ciudadano medio chino?
-En una época la gente creía que su vida tenía un significado. Pero con todos los cambios que hubo, hay quienes creen que ese significado se ha perdido. Estamos en una etapa de confusión en ese sentido. Los chinos antes creían en el confucionismo, pero desde el 49 empezaron a creer en Mao y Marx. Después de la Revolución Cultural, ambos quedaron desacreditados. Ahora, en realidad, se cree más en lo material. Todos quieren comprar cosas, como lo que sucede en El crimen del lago: siempre y cuando haya una ganancia, no importa lo que le pase al medio ambiente.
-En medio de esto, ¿para qué cree que sirve la literatura?
-En esta etapa de confusión, tengo la posibilidad de recordar lo que pasó en los últimos años. Considero que eso tiene cierto valor. Pero el capitalismo no es sólo algo que ocurre en China. Esta es una época muy divertida e interesante para la literatura. La escritura es una manera de comprender y aceptar la complejidad que vivimos. Y escribiendo uno puede entender lo que pasa y aceptarlo.
-¿Lo ha entendido?
-Ja ja. No lo he entendido aún. Soy como el inspector Cao: no siempre termino de resolver los casos ni comprender las situaciones. Estos libros, claro, me han permitido experimentar cosas. Muchas de ellas me han sucedido a mí. Por ejemplo, yo fui invitado a Wuxi, donde tiene lugar El crimen del lago. Esa zona está tan contaminada que nadie quiere ir. Pero fui, ví cómo se encuentra y decidí investigar y escribir un libro sobre el tema. No todo se puede resolver, no todo se puede entender.

Alejandro Duchini
@aleduchini

PERFIL DE QIU XIAOLONG
Nació en Shanghai en 1953. Desde 1966 vive en los Estados Unidos, luego de que su familia padeciera la llamada Revolución Cultural. Especializado en literatura angloamericana, da clases en la Universidad de Missouri. Es uno de los novelistas de policiales de mayor reconocimiento internacional. El protagonista de sus historias es el inspector jefe Chen Cao, fanático de la poesía. Sus libros más relevantes son Muerte de una heroína roja, Visado para Shanghai, Seda roja, El caso Mao y El crimen del lago.

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