“TODO LO QUE PASA EN EL LIBRO ES TERRIBLE”


Miguel Prenz, autor de La mirada del diablo, habló con este diario acerca de los pormenores que lo llevaron a escribir sobre el asesinato de un chico de 12 años a manos de una secta. El comentario del libro, publicado en La Gaceta, está acá; y la entrevista, en el mismo diario, acá.

Periodista, Miguel Prenz trabajaba en diversas crónicas cuando en 2008 decidió viajar a la ciudad de Mercedes, en Corrientes, para conocer más de un crimen satánico ocurrido dos años antes. En 2006, el cuerpo de Ramón González, de 11 años, conocido como Ramoncito, había aparecido decapitado en un terreno. Desde entonces, la noticia le impactó. Y una vez en el lugar, le interesó aún más. Entrevistó a vecinos y a responsables del hecho. Con eso, más lo que vio y sintió, le dio forma a la gran crónica que resultó La misa del diablo (Tusquets).
Seis viajes hizo desde Buenos Aires hasta Mercedes. Más de una semana de estadía por cada uno. “Sesenta días de trabajo de campo más el tiempo de escribir la crónica”, le dice a La Gaceta durante la entrevista y con el libro ya en las calles.
-Casi sobre el final de La misa del diablo, contás que viste partes del video de un rito satánico. ¿Qué te pasó con eso?
-Bueno, yo ví sólo una parte, pero la persona que me lo mostró lo vio completo. Con esa persona acordé que me muestre poco pero que me cuente mucho, aunque sea off the record. Y hubo más gente dispuesta a mostrar ciertas cosas, pero por diferentes motivos no se mostraban ellos.
-¿Te superó en algún momento el hecho de escribir sobre algo tan duro?
-Siempre tuve en claro que debía llegar a los entrevistados sin prejuicios, de la manera más imperturbable posible. Igual, es lógico sentir algo de incomodidad, porque todo lo que pasa en el libro es terrible. Pero en un momento tuve que cortar con eso y ponerme muy frío. Aunque siempre uno está hasta el cuello.
-¿Causó algún revuelo tu presencia en Mercedes?
-Los antropólogos dicen que cuando uno llega a un lugar hay que generar el menor impacto posible para que todo siga con su naturalidad y estudiar, de esa forma, mejor el campo de acción. Obvio que si llego a un lugar y pregunto por el tema, no voy a pasar desapercibido. Pero intenté pasar lo más desapercibido posible. Traté de encarar cada situación, como la llegada al pueblo o los encuentros con determinadas personas, con la idea de saber qué pasó y no para juzgar.
-Entre los entrevistados está Carlos Beguiristain, acusado de ser quien le cortó el cráneo a Ramoncito. ¿Qué te pasó al estar frente a él?
-Me interesaba su mirada. Nadie nace asesino, ni decapitador. Intenté saber cómo esa persona pasó de ser alguien que nació tomando la teta, como cualquier persona, a convertirse en un decapitador. El personaje, por más salvaje que pueda ser, es alguien que tiene sus grises. Eso me parece potente. Frente a él me di cuenta de que en algún momento de su vida fue un chico que sufrió como Ramoncito, pero que este sistema tan perverso por las condiciones que genera pone en igualdad a todo el mundo. Fijáte que este muchacho y Ramoncito, hasta cierto momento, hicieron la misma vida. Ese hombre es el resultado de una serie de cosas que le pasaron en la vida. Por eso nunca tuve un impulso negativo, sino que estaba muy interesado en saber cómo ese tipo se convirtió en eso.
-¿Sentiste miedo ante un tema tan duro?
-Si lo hubiese tenido, no podía laburar. Porque iba a estar solo, lejos de mi casa y con gente libre que participó en el tema. Además, no soy nada valiente. Fue más inconciencia. Me embalé con una historia, me gustó, la ví potente y no me dejé influir por lo demás.

MIGUEL PRENZ
Miguel Prenz es periodista gráfico en Televisa y docente en la escuela de periodismo TEA. La misa del diablo es su segundo libro. El primero fue El heredero del general (2011), en el que contaba qué ocurrió con algunos de los bienes de Juan Domingo Perón. “El tema que vas a contar tiene que entusiasmarte para que te pongas a escribir. Una vez que te entusiasmaste y encontrás el hueco, arrancás y lo hacés”, dice Prenz cuando refiere a la escritura de sus trabajos.

LA MISA DEL DIABLO, UNA CRÓNICA DEL INFIERNO

“A la izquierda del cuerpo, a la altura del hombro, estaba la cabeza, pelada hasta el hueso, aunque con un barniz de sangre seca, algunos jirones de carne y el cerebro adentro. El pelo, la piel, los músculos, los ojos, las orejas, la lengua, la faringe y la nariz, según algunas fuentes, habrían sido comidos por un perro, ahuyentado luego por la dueña de la casa cuya parte trasera da al pastizal, la misma que avisó por teléfono a la policía”, se lee en las primeras líneas de La misa del diablo –anatomía de un crimen ritual (Tusquets), escrito por el periodista Miguel Prenz. Se trata de una crónica de 240 páginas escritas con gran ritmo y que atrapa desde ese comienzo tan descriptivo como duro. El autor es minucioso en los detalles que ocurren antes, durante y después del asesinato de Ramón González –Ramoncito-, un chico de 11 años cuyo cuerpo decapitado apareció en un pastizal de Mercedes, Corrientes, el 8 de octubre de 2006. El pequeño, que solía vender estampitas en la estación de micros, formaba parte de una familia pobre. Lo primero que se dijo, y se comprobó luego, es que el hecho fue producto de un rito satánico.
Dos años más tarde, Prenz inició una serie de viajes a esa ciudad para entrevistar a vecinos, familiares de la víctima, fiscales, jueces, policías y hasta a los acusados. El primer paso lo dio con la ayuda de la monja Martha Pelloni, quien lo conectó con la gente adecuada.
En este cóctel correntino hay de todo: trata de personas, drogas, prostitución, dinero y poder. La tranquilidad con que responden dos de las condenadas a las preguntas del autor, desde la cárcel, es asombrosa. Se describe incluso su decepción al saber que ante ellas sólo habrá un periodista con lapicera, anotador y grabador y no una cámara de televisión. Un empresario sospechado de manejar los hilos de la corrupción política se defenderá acusando a otro colega de querer manchar su buen nombre y honor, mientras que un periodista local con el que se encontraron “casualmente” le dará la razón durante toda la conversación que transcurre en una estación de servicio. Alguien culpará sin rodeos a la madre de la víctima por prostituirse y supuestamente no cuidar a sus hijos. Aparecerá el relato de otra menor, quien describirá detalles escabrosos. Sobre todo cuando habla de la muerte de Ramoncito: quedará para el lector curioso saber cómo fueron esos momentos tremendos.
Finalmente, de nueve personas siete fueron condenadas a cadena perpetua por el crimen. De las otras dos, una –el supuesto decapitador- fue encontrada trabajando como oficial de tránsito y espera condena; la otra sigue prófuga. Hay más sospechosos. Políticos, empresarios. Pero no hay pruebas. Otra cosa incierta, como le dijo a Prenz uno de los entrevistados, es cuántos Ramoncitos más hubo. Cuántos Ramoncitos más habrá.

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