GRANDES: "A MEDIDA QUE PASAN LOS AÑOS ESTOY MENOS SEGURA DE LAS COSAS"
La escritora española, una de las más
destacadas y con mayor proyección internacional de la literatura de habla
hispana, conversó con LA
GACETA Literaria durante su estadía en Buenos Aires, donde
vino a presentar El lector de Julio Verne, su último libro. Pero ella prefiere
decir que este viaje es, en verdad, la excusa perfecta para encontrarse con los
variados lectores que tiene en nuestro país. Aquí se refiere a su España rota,
al rol de la mujer como escritora y a la desazón que le queda cuando termina
una novela. La nota original en http://www.lagaceta.com.ar/nota/565563/la-gaceta-literaria/grandes-a-medida-pasan-anos-estoy-menos-segura-cosas.html
"Si yo me aburro de lo que escribo, es
indeclinable que mis lectores también se aburrirán", dice al comienzo de
la entrevista. Segundos antes había dicho que no tiene problemas en eliminar
aquellos textos que no le agradan. No le importa, cuando lo hace, que sean
extensos y le hayan llevado demasiado trabajo. Y lo reafirma: "Inés y la
alegría la escribí dos veces. Tenía fe en la historia pero sentía, de todos
modos, que no iba bien. Y me dije 'la vuelvo a escribir'. Mi marido me decía
que no, que me fijara bien, que había otro camino. Pero no: la volví a hacer.
Pude aprovechar muy poco de lo que tenía y lo demás lo reescribí. Cuando me
pasa eso siento una liberación, porque localicé el problema". Inés y la
alegría (Tusquets, 2010) tiene más de 700 páginas y es el antecesor de El
lector de Julio Verne, que se publicó el año pasado y que ahora presenta en la Argentina. "Aquí
me siguen muchos españoles y descendientes de españoles", explicará luego,
en su enorme habitación de hotel, en la que se recupera de un gran resfrío.
-¿Qué le significan sus lectores?
-Son muy importantes. Los lectores son la
libertad del autor. Yo puedo escribir los libros que me da la gana porque mis
lectores me mantienen. Si no los tuviera, debería escribir los libros que los
editores crean que debo escribir. Sí, los lectores son mi libertad. Pero cuando
escribo no pienso en ellos. Pienso en una sola lectora, que soy yo. Y trato de
ser exigente conmigo como lo soy con los libros de otros. Desde ahí se produce
una misteriosa conexión que hace que si soy capaz de reírme, de emocionarme
conmigo misma, normalmente a los lectores les pasará lo mismo. Por eso cuando
me aburro de algo que escribí, lo borro. Igual soy una escritora muy afortunada
porque mis lectores me gustan. Podría tomar una cerveza con la mayoría de ellos
y pasármelo bien.
-¿Cómo son sus lectores?
-En España, su perfil ha cambiado. Al principio
me leían sólo mujeres por esa especie de reticencia de los hombres a leer a
escritoras. Pero desde que empecé a escribir sobre historia he ganado muchos
seguidores hombres. Aunque en general también tengo un público transversal. Y
en Argentina hay un grupo compacto de descendientes de españoles para quienes
me he convertido en una autora local. Hay gente de todas las edades. Y también
argentinos.
-¿Por qué cree que hay hombres reticentes a
leer mujeres?
-Es lógico. Tal vez por recelo a lo
desconocido. Y porque el canon literario es masculino. Igual, cuando la
protagonista es una mujer, hay algo de asombro. Aunque creo que en general los
hombres y las mujeres nos parecemos muchísimo. Es verdad que algunos temas no
se ven de la misma manera si eres hombre o mujer. Pero la división no es sólo
de género. También puede dividirse en si eres hijo único o tienes siete
hermanos, si eres pobre o millonario, feliz o infeliz. El mundo se puede
dividir en muchas categorías. Hay otras divisiones más sólidas para separar al
mundo en dos mitades que el de los hombres y las mujeres.
-¿Cree que los escritores pueden escribir desde
el sexo opuesto?
-(Gustave) Flaubert se metió en Madame Bovary y
mira qué bien le salió. La opción de travestirse literariamente existe desde
hace mucho. Yo escribí libros en los que el protagonista era un hombre. Pero
creo que hay que hacerlo cuando es bueno para una novela y no como algo
preconcebido. Yo lo elegí, por ejemplo, cuando pensé que la novela necesitaba
de un protagonista masculino. Es muy importante juzgar por la calidad y la
situación, pero sobre todo por la calidad. La obligación del escritor es
escribir buenos libros.
-¿Qué le pasa cuando escribe y se da cuenta de
que algo no le gusta?
-Cuando algo no va, lo borro. Inés y la alegría
la escribí dos veces. Escribí antes El lector de Julio Verne que Inés y la
alegría. Intenté contar la historia de Inés en nueve capítulos y un epílogo en
primera persona. Pero no funcionaba. Tenía fe en la historia. Pero me dije
"esto no ha salido bien. La voy a volver a escribir". Mi marido me
decía que no, que la retoque. Pero decidí volver a escribirla. Y pasó de un
narrador a tres. Pude aprovechar muy poco y lo demás lo reescribí entero.
Cuando me pasa eso siento una liberación, porque localicé el problema.
-¿Es fundamental el entusiasmo para escribir?
-Pues no se responder muy bien. ¿Qué te podría
decir? Lo que me gusta a mi es escribir. Empezar un libro, me encanta;
acabarlo, me da mucha pena. Lo vivo como algo triste, como un entierro.
Terminar una novela es casi como te echen de tu casa. Mientras escribo una
novela mi vida tiene sentido: me levanto, escribo, leo lo que escribí el día
anterior, me zambullo como en una vida paralela. Escribo todos los días. Y
cuando termino un libro y ya no tengo nada qué hacer me digo "¿qué hago
ahora con mi vida?". Por eso no me gusta acabar las novelas. Supongo es
porque me gusta mucho escribir.
-Algunos de sus personajes demuestran
melancolía. ¿Hasta qué punto la reflejan a usted?
-Las novelas normalmente se escriben en pasado
porque el autor conoce el final de historia. Tengo mucho entusiasmo para
escribir y levantarme por las mañanas. Pero soy propensa a escribir novelas de
personajes que no están seguros de casi nada. Porque me pasa lo mismo: a medida
que transcurren los años estoy menos segura de las cosas. No me gusta ir por
caminos principales sino laterales. No me interesa escribir sobre héroes y
villanos, sino crear personajes con contradicciones. Tampoco me interesan las
grandes tragedias sino las pequeñas amarguras de la vida cotidiana. Suelo
escribir sobre las cosas que están cerca de mí. Es mi manera de mirar al mundo.
Escribo sobre mi país, mi ciudad. Las cosas que tengo cerca. Y me interesan los
supervivientes. Si me dijeras cuáles son mis personajes tipo, te digo los
supervivientes. Quizás porque la tradición de mi país es esa. Los españoles a
lo largo del siglo XX básicamente tuvimos que sobrevivir. Hay melancolía, sí,
en mis últimas novelas. Tiene que ver con aquello que pudo haber sido y no fue.
Los españoles tenemos la sensación de que nuestra historia termina mal. Hasta
los alemanes progresaron y tuvieron democracias y desarrollo económico. Pero en
España hay una cierta melancolía por lo que pudo haber sido y no fue. Esa es la
melancolía de mis personajes.
-¿Seguirán los personajes melancólicos?
-En mi próxima novela, que aparecerá en marzo
del año que viene, hay una persona que acaba en la cárcel, que va a morir allí,
y que dice "todo se ha perdido. Y podría haber sido tan hermoso… ".
Siento la pena abrumadora de la gente que luchó para tener un país más luminoso
y todo se le cayó encima.
-La
España actual está llena de lo que usted llama
supervivientes…
-España está más complicada de lo que parece.
Pero para mi no es una crisis sino una estafa. Es más grave. Las crisis
económicas acaban, antes o después. Los ricos volvieron a ganar dinero y los
pobres no se han enterado aún. Se saldrá. Pero el problema es que en España hay
además una crisis institucional, política y moral. Nadie cree en las
instituciones, los políticos están desprestigiados, los ciudadanos tienen la
sensación de que hay mucha corrupción. Y eso es verdad. Pero lo más grave es la
crisis de credibilidad.
-¿Es optimista o pesimista en general?
-Soy pesimista respecto de cómo vamos a salir
de este momento. Pero soy optimista por naturaleza. Desde que nací. Siempre
miro el lado positivo. Sin embargo, no me gusta el siglo XXI.
El XX me gustaba mucho más, porque fue marcado
por la intensidad, por grandes desastres, grandes hermosuras. Pero sobre todo
marcado por la intensidad, que produce errores, virtudes y contradicciones y
colorea la vida. En el XXI se ha instalado una facilidad mayor. En todo el
mundo. La gente es cada vez más indiferente, individualista, insolidaria. Le
preocupa menos lo que le pase a los demás. Es la consecuencia de la ausencia de
ideologías. Vivimos en una sociedad en la que hay un pensamiento único, el neoliberalismo.
Y no tiene oposición. La izquierda no puede enfrentarse a una situación
insólita como la que vivimos con recetas de 1870. No podemos atacar enemigos
nuevos con armas viejas. Hay que refundar la izquierda, también. Por eso no soy
muy optimista. Es muy complicado el mundo que nos espera.
-¿Con cuáles de sus personajes se identifica
más?
-Mis libros son años de mi vida. Entonces no
puedo renunciar a ningún período de mi vida. Todos son importantes para mí. En
todos hay personajes en los que me encarno. Tengo debilidad por los personajes
que se me parecen: Malena (Malena es un nombre de tango), Juan Olmedo (Los
aires difíciles), Alvaro Carrión (El corazón helado), Inés (Inés y la alegría)
y Ana y Fran (Atlas de geografía humana). Los quiero a todos. A las mujeres
porque comparto con ellas hasta el cuerpo. Les he dado cosas mías hasta
físicamente. Y Álvaro Carrión es el portavoz de mis propias inquietudes. Y en
menor medida, Juan Olmedo también.
-Cómo se imagina a Malena en el mundo actual?
-Malena se parece mucho a mí. Quizás la que más
se me parece. Imagino que viviría de una forma similar a la mía. A ella, que
era fuerte y peleaba, la imagino en la calle. Peleando.
(C) LA GACETA
PERFIL
Almudena Grandes Hernández nació en 1960, en
Madrid. Su primera novela fue Las edades de Lulú, publicada en 1989 y llevada
al cine un año después (al igual que otros cuatro títulos suyos). La novela
tuvo gran repercusión y fue traducida a 19 idiomas. Luego publicaría Te llamaré
Viernes (1991), Malena es un nombre de tango (1994), Los aires difíciles
(2002), Castillos de cartón y El corazón helado (2007), entre otros. Con Inés y
la alegría, uno de sus últimos dos libros, ganó el Premio de la Crítica de Madrid, el
Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska y el Premio Sor Juana Inés de
la Cruz.
"Almudena Grandes es una de las más grandes escritoras de nuestro
tiempo", afirmó Mario Vargas Llosa.
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