LAS CANCIONES DE SABINA
Biógrafo y amigo del músico español, el periodista español Javier Menéndez Flores lo refiere, en un nuevo libro, a partir de sus letras: “Es un escritor que canta su propia obra”. Acá, la nota original.
“El tren de ayer se aleja, el tiempo pasa, la vida alrededor ya no es tan mía, desde el observatorio de mi casa la fiesta se resfría”, canta desde su nuevo disco -Lo niego todo- Joaquín Sabina. La canción se llama Lágrimas de mármol y es la segunda de difusión de este trabajo en el que el español refiere, a lo largo de doce temas, a la incidencia del paso tiempo en él. Canta, también, “superviviente, sí, ¡maldita sea!, nunca me cansaré de celebrarlo, antes de que destruya la marea las huellas de mis lágrimas de mármol, si me tocó bailar con la más fea, viví para cantarlo”. Es un Sabina en estado puro. Y en uno de sus mejores discos, por lejos.
Pero no sólo las canciones acompañan este momento de Sabina. Aparece además el libro Sabina - No amanece jamás, el tercero que escribe el periodista Javier Menéndez Flores sobre su admirado cantautor. Los anteriores fueron la biografía Perdonen la tristeza y el de conversaciones Sabina en carne viva. En éste, el objetivo -cumplido con creces- fue analizar las letras sabineras, que aparecen en canciones hermosas como Pongamos que hablo de Madrid, Princesa, Contigo o Tan joven y tan viejo. Clásicos que ya se ganaron un lugar importante en la historia de la música en particular y de la cultura en general.
El autor desmenuzó desde Madrid no sólo la obra de Sabina. Sino también al propio músico y lo que se genera a su alrededor. Bienvenidos entonces, lectores, al mundo del querido Joaquín.
-¿Por qué tanto interés en el paso del tiempo, según referís al comienzo de No amanece jamás?
-Porque es casi lo único que no podemos controlar. A través de él vemos nuestra evolución y decadencia, y las de los otros. Como digo en el libro: “Estamos hechos de tiempo, de los pies a la cabeza”. ¿Cómo no hablar, entonces, de él?
-¿Qué descubriste con este nuevo trabajo sobre Sabina?
-Nada capital, pero sí pequeños guiños y matices de sus canciones en los que he reparado después de escucharlas y leerlas demasiadas veces. Pequeños guiños y matices que, cuando se acomete un libro de estas características, tienen una gran importancia, dicho sea de paso.
-¿Este, tu tercer libro sobre Sabina, que diferencia tiene con los anteriores?
-Los tres son muy distintos. El primero, Perdonen la tristeza, era una biografía pura y dura; Sabina en carne viva, el segundo, fue de conversaciones, es decir, que contó con el valor añadido de su voz; y la mayor parte de No amanece jamás es un análisis de sus letras y de los asuntos que más abundan en ellas.
-Dijiste que con No amanece jamás pretendías cerrar un círculo. ¿Lo cerraste?
-Digamos que, después de escritos los títulos anteriores, entendí que aún me quedaba una asignatura pendiente con Sabina: analizar en profundidad su obra, sus textos para ser cantados. Sus letras, más allá de su atractiva y magnética personalidad, son su gran activo, de ahí que dé por cerrado el círculo.
-¿Se puede decir que este libro es, también, una biografía de Sabina?
-Se puede y se debe. Pero, a diferencia de mis dos anteriores títulos sobre él, más centrada en la obra que en el hombre.
-¿Cuánto te llevó hacerlo?
-Un año y media vida, tal cual. Es un trabajo lento y minucioso, de años de tomar notas y de reparar de pronto en detalles que habían pasado desapercibidos por más que había escuchado determinada canción mil veces. Y luego ya, con ese arsenal, uno se pone a tallar la madera. Cualquier escritor entenderá de qué hablo. Tú, sin ir más lejos.
-¿Qué imagen de Sabina creés le quedará al lector?
-Cada lector es un mundo. Yo he tratado de dar en este libro la mayor cantidad de información sobre los elementos que conforman las canciones de Sabina, su catálogo de obsesiones como creador. A partir de ahí, que cada cual cree en su cabeza su propia imagen de él.
-¿Qué te gustaría que le pase a ese lector o admirador de Joaquín?
-Lo que a todo escritor le gustaría que pasase con cada libro que escribe: que quien lo lea se diga que el dinero empleado en él mereció la pena. Eso significaría que, de alguna manera, hiciste feliz a alguien, y eso es en verdad impagable.
-¿Te dio alguna opinión Sabina?
-A él le parece que he llevado a cabo un trabajo muy riguroso que adjetivó como “estupendo”. También me dijo que coincidía con el punto de vista elegido, que era muy atinado.
MÚSICA, POESÍA Y SOCIOS
-¿Qué definición hacés de las letras de Sabina después de haberte tomado el trabajo de analizarlas?
-En el libro digo que sus canciones podrían englobarse en tres tipos o categorías: las festivas, las cómicas y las líricas e intimistas. Sus letras hablan de él mismo, fundamentalmente. Son excesivamente autobiográficas casi siempre, aunque los temas a tratar sean otros. Si habla del amor o del desamor, habla, lógicamente, de Sabina. Si habla de Madrid o Buenos Aires, habla de Sabina en esas ciudades. Si habla de la noche, habla del imaginario de Sabina, de su territorio mítico, de su hábitat natural. Si habla de otros, célebres o anónimos, habla también de él a través de esos otros. Una vez me dijo que él tenía poca imaginación y que, precisamente por eso, casi todas sus canciones son autobiográficas.
-¿Joaquín es un cantante, un músico, un letrista, un poeta?
-Él se expresa a través de la canción, pero el calificativo de cantante sería en este caso parcial e insuficiente. Asegura que la de poeta es una dignidad que le viene grande, pero es indudable que en sus canciones hay poesía. En algunos momentos, de hecho, alta poesía. Yo diría que es un (buen) escritor que canta su obra. Las letras de canciones pueden ser un género literario más cuando quienes las hacen demuestran poseer una gran calidad literaria. Sirva el ejemplo del Nobel a Dylan. El debate que esa elección ha abierto, más allá de si lo merece o no, es el de si los escritores de canciones deben ser considerados literatos. Y qué duda cabe que Dylan, el difunto Cohen, Silvio Rodríguez, Serrat y Sabina, por citar sólo unos pocos, lo son. Solo que el género que cultivan es el cantable. Un género bien difícil, por cierto.
-Ya que lo mencionás, te lo pregunto: ¿Serrat se convirtió en la pareja artística ideal para Sabina?
-Son, sin dudas, dos símbolos de la llamada canción de autor en España y en toda América Latina. Su obra y sus personalidades funcionan como un imán, y un talismán, para la gente. Dos colosos. Dos monstruos.
-Contás que Enemigos íntimos es el disco más literario de Sabina. Pero también quedó marcado por las diferencias con Fito. ¿Qué significa para Joaquín ese disco?
-De todo se aprende. Joaquín se embarcó en ese trabajo porque se dejó arrastrar por el contagioso entusiasmo de Fito, para quien hacer un disco con el español se convirtió en un objetivo que había que conseguir a cualquier precio. El precio fue el cese de su amistad durante unos años, aunque después hicieron las paces y hoy vuelven a ser compinches. Sabina y Páez son dos artistas muy distintos y sus personalidades no terminaron de acoplarse, pero ahí han quedado unas cuantas hermosas canciones. Al final, y aunque sólo sea por eso, tantas lágrimas y pullas mutuas merecieron la pena.
-¿Qué le aportó Sabina a la música y qué la música a Sabina?
-Cuando Sabina escuchó por vez primera a Dylan, que le fue descubierto por la novia escocesa que se echó en Granada, en sus años de universitario, se dio cuenta de que si alguien con semejante voz podía cantar historias capaces de erizar el vello, él también podría. O, al menos, lo intentaría. La música ha logrado que las historias que cuenta Joaquín lleguen con más inmediatez a la gente, puesto que la música es un lenguaje que entra en el cuerpo a velocidad mayor que la de un disparo. Joaquín ha sabido rodearse siempre de espléndidos creadores de melodías que han potenciado sus letras. Aunque conviene decir que muchas de las melodías de sus canciones son suyas, lo que significa que también está dotado musicalmente, algo que él suele negar.
-¿Tenés una letra preferida?
-No, no, no. Elegir una letra de entre casi cuatrocientas sería muy simplificador, además de osado. Aparte de que me puedo inclinar por una u otra dependiendo del día y de mi estado de ánimo.
-Hay un periodista, Ángel Antonio Herrera, que hizo una definición que me encantó. Dice que Sabina es el Bob Dylan de los que no sabemos inglés. ¿Coincidís?
-Sí. A pesar de que Joaquín, en su nueva canción, Lo niego todo, sentencie que él no es el Dylan español. Claro que también dice que niega “incluso la verdad”.
LA FÓRMULA DE LA ALEGRÍA
-Contás que Sabina es muy feliz en los escenarios. ¿En qué otros ámbitos lo ves genuinamente alegre o feliz?
-Creo que no hay un solo músico auténtico que no se sienta feliz sobre un escenario. Joaquín asegura creer más en la alegría que en la felicidad, por más que la felicidad sea la meta que todo ser humano, lo reconozca o no, anhela encontrar, aunque en estado puro sólo se dé en contadas ocasiones. Joaquín, como cualquier otro, disfruta haciendo aquellas cosas que ama: leyendo, comprando joyas bibliográficas, en compañía de amigos, dando con la tecla de la canción que llevaba meses rondándole y que, al fin, es suya…
-¿Cómo es tu relación con él?
-Cojonuda. Siempre que nos vemos, claro, que es más bien poco. En los últimos años, ver a Sabina es más complicado que viajar a Marte. De mi admiración por su obra y talento poco más puedo añadir que no hayan dicho ya mis tres libros sobre él. Supongo que haberle dedicado tantas horas de tu vida a alguien es toda una declaración de amor. Imagino que hay una identificación con el modo de ver la vida y, desde luego, con la manera en que lo cuenta.
-¿Cuán argentino es?
-Sabina es de cualquier lugar que se entienda y ame el español. Dentro de eso, es conocida su debilidad por Argentina y México, países en los que, dejando a un lado España, más a gusto se encuentra.
-¿Madrid es, de todos modos, su lugar en el mundo?
-Su territorio mítico. Su musa. Su cielo y su infierno.
-Mencionás a un Sabina menos conocido: el pintor, el dibujante. ¿Qué encontró en esas actividades?
-Son una suerte de reposo del guerrero. Le ayudan a relajarse, le proporcionan paz. La escritura, al ser su oficio, supone un combate contra sí mismo, una carrera de obstáculos, algo doloroso. Mientras que la pintura y el dibujo, en cambio, funcionan en él como una terapia.
-¿Cómo dividís al personaje de la persona?
-Podríamos decir que Joaquín Martínez, la persona, escribe canciones afanosamente en su taller para que luego Sabina, el personaje, las cante y se lleve los aplausos y las chicas.
-¿Sigue siendo una obsesión para él pasarla bien en la vida? Al comienzo del libro escribís que "una de sus principales obsesiones, vivir tanto como Matusalén...".
-En ese caso concreto, pues es un verso de una de sus canciones, me refería a su obsesión por la muerte. Uno de sus gritos de guerra es “Muera la muerte”. Él quisiera vivir siempre, no morirse nunca. Y respecto a lo de pasarlo bien, qué duda cabe. Sólo que el modo de disfrutar de la vida ahora, al filo de las siete décadas, es bien distinto a cuando tenía 30, 40 o, incluso, 50 años. Pues él estiró la juventud cuanto pudo, como un chicle.
-¿Hay algo que haya quedado en el tintero, aunque hayas cerrado el círculo?
-Prefiero no pensarlo. El libro ya está hecho y así se queda, con sus aciertos y errores. Ahora, a otra cosa, mariposa. A seguir pedaleando montaña arriba.
-¿Tenemos Sabina para rato?
-Todo hace indicar que sí. Hay un nuevo disco a la vuelta de la esquina (el mencionado Lo niego todo) y, enseguida, gira española y americana. Las entradas para ésos conciertos se están vendiendo como rosquillas, y eso debe de estar actuando en él como una inyección de adrenalina. Me lo imagino ahora mismo presa del pánico por lo que le espera y, al mismo tiempo, loco porque empiece la fiesta. Dos sentimientos contradictorios que suelen ir de la mano. Ojalá vengan muchos más discos y recitales. La vida es corta y es mejor pasarla en compañía de buenas canciones, buenos libros, buenas películas y buena gente. Al final, hay pocas cosas que merezcan la pena aparte de eso.
“El tren de ayer se aleja, el tiempo pasa, la vida alrededor ya no es tan mía, desde el observatorio de mi casa la fiesta se resfría”, canta desde su nuevo disco -Lo niego todo- Joaquín Sabina. La canción se llama Lágrimas de mármol y es la segunda de difusión de este trabajo en el que el español refiere, a lo largo de doce temas, a la incidencia del paso tiempo en él. Canta, también, “superviviente, sí, ¡maldita sea!, nunca me cansaré de celebrarlo, antes de que destruya la marea las huellas de mis lágrimas de mármol, si me tocó bailar con la más fea, viví para cantarlo”. Es un Sabina en estado puro. Y en uno de sus mejores discos, por lejos.
Pero no sólo las canciones acompañan este momento de Sabina. Aparece además el libro Sabina - No amanece jamás, el tercero que escribe el periodista Javier Menéndez Flores sobre su admirado cantautor. Los anteriores fueron la biografía Perdonen la tristeza y el de conversaciones Sabina en carne viva. En éste, el objetivo -cumplido con creces- fue analizar las letras sabineras, que aparecen en canciones hermosas como Pongamos que hablo de Madrid, Princesa, Contigo o Tan joven y tan viejo. Clásicos que ya se ganaron un lugar importante en la historia de la música en particular y de la cultura en general.
El autor desmenuzó desde Madrid no sólo la obra de Sabina. Sino también al propio músico y lo que se genera a su alrededor. Bienvenidos entonces, lectores, al mundo del querido Joaquín.
-¿Por qué tanto interés en el paso del tiempo, según referís al comienzo de No amanece jamás?
-Porque es casi lo único que no podemos controlar. A través de él vemos nuestra evolución y decadencia, y las de los otros. Como digo en el libro: “Estamos hechos de tiempo, de los pies a la cabeza”. ¿Cómo no hablar, entonces, de él?
-¿Qué descubriste con este nuevo trabajo sobre Sabina?
-Nada capital, pero sí pequeños guiños y matices de sus canciones en los que he reparado después de escucharlas y leerlas demasiadas veces. Pequeños guiños y matices que, cuando se acomete un libro de estas características, tienen una gran importancia, dicho sea de paso.
-¿Este, tu tercer libro sobre Sabina, que diferencia tiene con los anteriores?
-Los tres son muy distintos. El primero, Perdonen la tristeza, era una biografía pura y dura; Sabina en carne viva, el segundo, fue de conversaciones, es decir, que contó con el valor añadido de su voz; y la mayor parte de No amanece jamás es un análisis de sus letras y de los asuntos que más abundan en ellas.
-Dijiste que con No amanece jamás pretendías cerrar un círculo. ¿Lo cerraste?
-Digamos que, después de escritos los títulos anteriores, entendí que aún me quedaba una asignatura pendiente con Sabina: analizar en profundidad su obra, sus textos para ser cantados. Sus letras, más allá de su atractiva y magnética personalidad, son su gran activo, de ahí que dé por cerrado el círculo.
-¿Se puede decir que este libro es, también, una biografía de Sabina?
-Se puede y se debe. Pero, a diferencia de mis dos anteriores títulos sobre él, más centrada en la obra que en el hombre.
-¿Cuánto te llevó hacerlo?
-Un año y media vida, tal cual. Es un trabajo lento y minucioso, de años de tomar notas y de reparar de pronto en detalles que habían pasado desapercibidos por más que había escuchado determinada canción mil veces. Y luego ya, con ese arsenal, uno se pone a tallar la madera. Cualquier escritor entenderá de qué hablo. Tú, sin ir más lejos.
-¿Qué imagen de Sabina creés le quedará al lector?
-Cada lector es un mundo. Yo he tratado de dar en este libro la mayor cantidad de información sobre los elementos que conforman las canciones de Sabina, su catálogo de obsesiones como creador. A partir de ahí, que cada cual cree en su cabeza su propia imagen de él.
-¿Qué te gustaría que le pase a ese lector o admirador de Joaquín?
-Lo que a todo escritor le gustaría que pasase con cada libro que escribe: que quien lo lea se diga que el dinero empleado en él mereció la pena. Eso significaría que, de alguna manera, hiciste feliz a alguien, y eso es en verdad impagable.
-¿Te dio alguna opinión Sabina?
-A él le parece que he llevado a cabo un trabajo muy riguroso que adjetivó como “estupendo”. También me dijo que coincidía con el punto de vista elegido, que era muy atinado.
MÚSICA, POESÍA Y SOCIOS
-¿Qué definición hacés de las letras de Sabina después de haberte tomado el trabajo de analizarlas?
-En el libro digo que sus canciones podrían englobarse en tres tipos o categorías: las festivas, las cómicas y las líricas e intimistas. Sus letras hablan de él mismo, fundamentalmente. Son excesivamente autobiográficas casi siempre, aunque los temas a tratar sean otros. Si habla del amor o del desamor, habla, lógicamente, de Sabina. Si habla de Madrid o Buenos Aires, habla de Sabina en esas ciudades. Si habla de la noche, habla del imaginario de Sabina, de su territorio mítico, de su hábitat natural. Si habla de otros, célebres o anónimos, habla también de él a través de esos otros. Una vez me dijo que él tenía poca imaginación y que, precisamente por eso, casi todas sus canciones son autobiográficas.
-¿Joaquín es un cantante, un músico, un letrista, un poeta?
-Él se expresa a través de la canción, pero el calificativo de cantante sería en este caso parcial e insuficiente. Asegura que la de poeta es una dignidad que le viene grande, pero es indudable que en sus canciones hay poesía. En algunos momentos, de hecho, alta poesía. Yo diría que es un (buen) escritor que canta su obra. Las letras de canciones pueden ser un género literario más cuando quienes las hacen demuestran poseer una gran calidad literaria. Sirva el ejemplo del Nobel a Dylan. El debate que esa elección ha abierto, más allá de si lo merece o no, es el de si los escritores de canciones deben ser considerados literatos. Y qué duda cabe que Dylan, el difunto Cohen, Silvio Rodríguez, Serrat y Sabina, por citar sólo unos pocos, lo son. Solo que el género que cultivan es el cantable. Un género bien difícil, por cierto.
-Ya que lo mencionás, te lo pregunto: ¿Serrat se convirtió en la pareja artística ideal para Sabina?
-Son, sin dudas, dos símbolos de la llamada canción de autor en España y en toda América Latina. Su obra y sus personalidades funcionan como un imán, y un talismán, para la gente. Dos colosos. Dos monstruos.
-Contás que Enemigos íntimos es el disco más literario de Sabina. Pero también quedó marcado por las diferencias con Fito. ¿Qué significa para Joaquín ese disco?
-De todo se aprende. Joaquín se embarcó en ese trabajo porque se dejó arrastrar por el contagioso entusiasmo de Fito, para quien hacer un disco con el español se convirtió en un objetivo que había que conseguir a cualquier precio. El precio fue el cese de su amistad durante unos años, aunque después hicieron las paces y hoy vuelven a ser compinches. Sabina y Páez son dos artistas muy distintos y sus personalidades no terminaron de acoplarse, pero ahí han quedado unas cuantas hermosas canciones. Al final, y aunque sólo sea por eso, tantas lágrimas y pullas mutuas merecieron la pena.
-¿Qué le aportó Sabina a la música y qué la música a Sabina?
-Cuando Sabina escuchó por vez primera a Dylan, que le fue descubierto por la novia escocesa que se echó en Granada, en sus años de universitario, se dio cuenta de que si alguien con semejante voz podía cantar historias capaces de erizar el vello, él también podría. O, al menos, lo intentaría. La música ha logrado que las historias que cuenta Joaquín lleguen con más inmediatez a la gente, puesto que la música es un lenguaje que entra en el cuerpo a velocidad mayor que la de un disparo. Joaquín ha sabido rodearse siempre de espléndidos creadores de melodías que han potenciado sus letras. Aunque conviene decir que muchas de las melodías de sus canciones son suyas, lo que significa que también está dotado musicalmente, algo que él suele negar.
-¿Tenés una letra preferida?
-No, no, no. Elegir una letra de entre casi cuatrocientas sería muy simplificador, además de osado. Aparte de que me puedo inclinar por una u otra dependiendo del día y de mi estado de ánimo.
-Hay un periodista, Ángel Antonio Herrera, que hizo una definición que me encantó. Dice que Sabina es el Bob Dylan de los que no sabemos inglés. ¿Coincidís?
-Sí. A pesar de que Joaquín, en su nueva canción, Lo niego todo, sentencie que él no es el Dylan español. Claro que también dice que niega “incluso la verdad”.
LA FÓRMULA DE LA ALEGRÍA
-Contás que Sabina es muy feliz en los escenarios. ¿En qué otros ámbitos lo ves genuinamente alegre o feliz?
-Creo que no hay un solo músico auténtico que no se sienta feliz sobre un escenario. Joaquín asegura creer más en la alegría que en la felicidad, por más que la felicidad sea la meta que todo ser humano, lo reconozca o no, anhela encontrar, aunque en estado puro sólo se dé en contadas ocasiones. Joaquín, como cualquier otro, disfruta haciendo aquellas cosas que ama: leyendo, comprando joyas bibliográficas, en compañía de amigos, dando con la tecla de la canción que llevaba meses rondándole y que, al fin, es suya…
-¿Cómo es tu relación con él?
-Cojonuda. Siempre que nos vemos, claro, que es más bien poco. En los últimos años, ver a Sabina es más complicado que viajar a Marte. De mi admiración por su obra y talento poco más puedo añadir que no hayan dicho ya mis tres libros sobre él. Supongo que haberle dedicado tantas horas de tu vida a alguien es toda una declaración de amor. Imagino que hay una identificación con el modo de ver la vida y, desde luego, con la manera en que lo cuenta.
-¿Cuán argentino es?
-Sabina es de cualquier lugar que se entienda y ame el español. Dentro de eso, es conocida su debilidad por Argentina y México, países en los que, dejando a un lado España, más a gusto se encuentra.
-¿Madrid es, de todos modos, su lugar en el mundo?
-Su territorio mítico. Su musa. Su cielo y su infierno.
-Mencionás a un Sabina menos conocido: el pintor, el dibujante. ¿Qué encontró en esas actividades?
-Son una suerte de reposo del guerrero. Le ayudan a relajarse, le proporcionan paz. La escritura, al ser su oficio, supone un combate contra sí mismo, una carrera de obstáculos, algo doloroso. Mientras que la pintura y el dibujo, en cambio, funcionan en él como una terapia.
-¿Cómo dividís al personaje de la persona?
-Podríamos decir que Joaquín Martínez, la persona, escribe canciones afanosamente en su taller para que luego Sabina, el personaje, las cante y se lleve los aplausos y las chicas.
-¿Sigue siendo una obsesión para él pasarla bien en la vida? Al comienzo del libro escribís que "una de sus principales obsesiones, vivir tanto como Matusalén...".
-En ese caso concreto, pues es un verso de una de sus canciones, me refería a su obsesión por la muerte. Uno de sus gritos de guerra es “Muera la muerte”. Él quisiera vivir siempre, no morirse nunca. Y respecto a lo de pasarlo bien, qué duda cabe. Sólo que el modo de disfrutar de la vida ahora, al filo de las siete décadas, es bien distinto a cuando tenía 30, 40 o, incluso, 50 años. Pues él estiró la juventud cuanto pudo, como un chicle.
-¿Hay algo que haya quedado en el tintero, aunque hayas cerrado el círculo?
-Prefiero no pensarlo. El libro ya está hecho y así se queda, con sus aciertos y errores. Ahora, a otra cosa, mariposa. A seguir pedaleando montaña arriba.
-¿Tenemos Sabina para rato?
-Todo hace indicar que sí. Hay un nuevo disco a la vuelta de la esquina (el mencionado Lo niego todo) y, enseguida, gira española y americana. Las entradas para ésos conciertos se están vendiendo como rosquillas, y eso debe de estar actuando en él como una inyección de adrenalina. Me lo imagino ahora mismo presa del pánico por lo que le espera y, al mismo tiempo, loco porque empiece la fiesta. Dos sentimientos contradictorios que suelen ir de la mano. Ojalá vengan muchos más discos y recitales. La vida es corta y es mejor pasarla en compañía de buenas canciones, buenos libros, buenas películas y buena gente. Al final, hay pocas cosas que merezcan la pena aparte de eso.
SABINA Y EL FÚTBOL
El fútbol es un tema al que Joaquín Sabina a veces recurre en sus canciones. Alguna vez cantó sobre Maradona, la hinchada de Boca y los goles de Martín Palermo. También mencionó al Athletic de Madrid, club español del que es hincha. Y hasta compartió mesas de restaurantes con Jorge Valdano, exponente argentino de la pelota en tierras madrileñas. “Joaquín es colchonero, sí, es decir, seguidor del Atlético de Madrid, pero no es excesivamente futbolero”, dice Javier Menéndez Flores en diálogo con Nueva. “Ha ido al estadio alguna que otra vez, pero no es un habitual. Lo sufre desde casa”, agrega.
En este Sabina - No amanece jamás, referentes del fútbol como el Mono Germán Burgos -identificado en España con los colores del Atlético- también hablan de Sabina. “Quería que personas muy conocidas pero que no forman parte de su círculo más íntimo ofrecieran su visión sobre él”, dice el autor del libro, y agrega: “Es, además, una visión más sincera, puesto que no está condicionada en modo alguno por la amistad, sino por lo que sus canciones y figura despiertan en ellos”.
El fútbol es un tema al que Joaquín Sabina a veces recurre en sus canciones. Alguna vez cantó sobre Maradona, la hinchada de Boca y los goles de Martín Palermo. También mencionó al Athletic de Madrid, club español del que es hincha. Y hasta compartió mesas de restaurantes con Jorge Valdano, exponente argentino de la pelota en tierras madrileñas. “Joaquín es colchonero, sí, es decir, seguidor del Atlético de Madrid, pero no es excesivamente futbolero”, dice Javier Menéndez Flores en diálogo con Nueva. “Ha ido al estadio alguna que otra vez, pero no es un habitual. Lo sufre desde casa”, agrega.
En este Sabina - No amanece jamás, referentes del fútbol como el Mono Germán Burgos -identificado en España con los colores del Atlético- también hablan de Sabina. “Quería que personas muy conocidas pero que no forman parte de su círculo más íntimo ofrecieran su visión sobre él”, dice el autor del libro, y agrega: “Es, además, una visión más sincera, puesto que no está condicionada en modo alguno por la amistad, sino por lo que sus canciones y figura despiertan en ellos”.
NO AMANECE JAMÁS
Javier Menéndez Flores nació en Madrid el 14 de febrero de 1969. Escribió en medios como Rolling Stone e Interviú. Publicó novelas y biografías; entre ellas Miguel Bosé - Con tu nombre de beso, Lolita - Flores y alguna espina y Dani Martín - Soñar no es de locos.
Sabina - No amanece jamás (editorial Blume) consta de casi 300 páginas. Es una edición de lujo con tapa dura y unas fotografías increíbles de distintos momentos de la vida del cantante. Además de datos inéditos, algunos de sus colegas, deportistas y otros artistas cuentan qué piensan y sienten por él. “A veces pasa que escuchas una canción y, automáticamente, viajas al pasado. Es algo que también ocurre con algunos sabores u olores”, lo refiere el arquero Iker Casillas. “Cada frase te invita a reflexionar, a reír, a disfrutar historias que le suceden a todo aquel que amó”, redobla el argentino Diego Simeone. “Es un seductor, es amable, es tierno, es divertido, es buen conversador, es ingenioso, chispeante, inteligente, es frágil y es fuerte. Sólo tengo una queja sobre Joaquín del que me gusta todo, incluida la novia… y es que nos vemos poco”, invita al humor el reconocido actor Santiago Segura. Ponen, sí, que hablan de Joaquín.
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