"LO IDEAL SERÍA QUE UNO ADQUIERA EXPERIENCIA PERO SIN ENVEJECER"
Acaba de publicar un nuevo libro. Once cuentos
agrupados en Una felicidad repulsiva. En esta entrevista, quien se ha
transformado en los últimos años en uno de los escritores argentinos más destacados
y traducidos, habla de su último trabajo y de algunas de sus técnicas para
escribir, de las ideas que sobreviven en su cabeza a pesar de los años y de
(casi todas) las contras que tiene la vejez. La nota original en http://www.lagaceta.com.ar/nota/564614/la-gaceta-literaria/lo-ideal-seria-uno-adquiera-experiencia-pero-sin-envejecer.html
"El momento de mayor alegría es cuando
termino un cuento. No soy un escritor que disfruta todo el tiempo de la
escritura. Hay un momento muy penoso, que es el del primer borrador, en el que las
ideas luchan entre sí para dirimir las bifurcaciones y uno tiene que estar en
un estado de vigilia. Es entonces que ideas que parecían buenas se empiezan a
arruinar. Además, soy muy lento para escribir: demoro con el primer borrador.
Pero después viene la parte en que vuelvo hacia atrás, miro el cuento de otra
manera y puedo trabajar en las transiciones, en la música de las frases. Y
cuando logro terminarlo y lo escrito se corresponde con lo que pensé, siento
una gran alegría. La parte puramente de placer tiene que ver con la
corrección". Lo dice Guillermo Martínez y bien merecida tiene la alegría
que siente por estas horas si el resultado es Una felicidad repulsiva. Once
relatos -algunos cortos, otros largos- en los que desfilan un pasado que se sospecha
lo tiene como protagonista e ideas propias sobre distintos temas. Y además
historias. Muy buenas historias.
- En estos cuentos se percibe una importante
dosis de misterio.
- Es que el elemento que más me interesa, tanto
como lector como en el rol de escritor, es la inminencia de lo extraño. Algo
que no está en la expectativa inicial. Mis relatos siempre empiezan en un
estado de normalidad, y en algún momento, por lo que creo es el poder de
seducción de la ficción, encuentro una forma de enrarecer una situación y
lograr que de la fricción en las relaciones humanas aparezca algo que estará
casi fuera del borde de lo real. Algo que puede limitar con lo fantástico, con
lo siniestro. Me interesan los relatos en los que hay una atmósfera densa, algo
imprevisible respecto de lo que se veía inicialmente.
- ¿De qué época son estos cuentos?
- De 2001 hasta ahora. Un gato muerto fue el
último que entregué. Pero uno de ellos, que no voy a decir cuál, pertenece a un
grupo de cuentos que creé alrededor de mis 25 años.
- ¿Cómo manejás las ideas para que no se pudran
en tu cabeza?
- Tengo por lo general una lista de temas y
algunos han resistido el paso del tiempo. En la medida en que las ideas
resisten ese paso del tiempo me siento más confiado a intentarlas. Si cuando
vuelvo a ellas me parece que pueden dar lugar a un buen cuento, siento que se han
probado a sí mismas. Dejo que las diferentes ideas de los cuentos luchen entre
sí para ver a cuál me dedico en cada momento. Me interesa que permanezcan hasta
encontrar la fuerza necesaria como para escribirlas. Entonces hay ideas a las
que voy dejando a favor de otras que tienen más fuerza interna para ser
escuchadas.
- ¿Incide la práctica, el oficio, para
escribir?
- Creo que hay mucho de práctica. Lo comparo
casi con el entrenamiento físico. Algo de escribir todos los días, que haya una
cierta naturalidad, que se manifiesta de a poco. Por eso me parece importante
la continuidad en la escritura.
- ¿Aplicás eso en lo personal?
- Trato de escribir todos los días. Por eso
sufro los viajes, las interrupciones. Hay que crearse, de algún modo, no digo
una torre de marfil pero sí un lugar en el estudio rodeado de libros afines,
con el propio pensamiento. Tratar de entrar a esa cápsula todos los días para
continuar.
- Las entrevistas o los compromisos tan
habituales, si se tiene cierta exposición, juegan en contra cuando querés
escribir?
- Sí, pero a los escritores también les encanta
ser interrumpidos, como decía Agatha Christie.
- ¿Cuándo decidís si un texto es un cuento o
una novela?
- A veces una historia entra en una zona de
convergencia. Otras veces la historia se cierra mucho sobre sí misma y en esos
casos se convierte en cuento. Cuando la historia en la que uno trabaja se abre,
se bifurca y admite líneas teóricas, me parece que se convierte en una novela.
- ¿Les temés a la página en blanco, a las
trabas?
- Hay momentos en los que uno advierte que está
trabado y no está seguro de hacia dónde continuar. Suelo tener claro el final,
pero a veces cuesta saber cómo se llega a él. En esos momentos críticos me doy
cuenta de que hay algo que no está bien en la forma en que se ordenan los
acontecimientos. No es una intuición si no una percepción, una lectura del
propio texto. Algo que no termina de suceder de manera tan natural como uno
quisiera. Me importa mucho lo de la naturalidad, que las acciones de los
personajes sean con cierto grado de fatalidad pero también con naturalidad. A
todo lo que es artificio trato de encontrarle el modo para que aparezca como
necesario.
- En numerosos pasajes de Una felicidad
repulsiva referís a personas que envejecen. ¿Qué te ocurre con este tema?
- Ayer vi un documental de Woody Allen: le
preguntan qué piensa de la muerte y dice "sigo estando en contra". Ja
ja. Bueno, yo también estoy en contra. Todos tenemos la experiencia de que no
hay nada demasiado positivo en el envejecimiento. Uno diría que podría ser la
acumulación de experiencia, pero no habría por qué envejecer para adquirir esa
experiencia. Lo ideal sería que uno la adquiera pero sin envejecer. Quizá lo
único bueno del envejecimiento es que uno se imponga aprovechar mejor el
tiempo. Pero en eso tampoco soy hábil. Sido siendo lento para escribir. Hay
gente que sabe aprovechar mejor su tiempo. Por ahora volví a jugar al tenis dos
veces por semana, aprendí nuevos golpes, recuperé la lectura como no leía desde
la adolescencia. Más allá de lo que puedan decir los análisis médicos, que
salen bien, me siento bien. Es un problema que espero demorar unos diez años
más, con suerte.
- ¿Al escribir te planteás sólo contar una
historia o imponer una idea sobre algún tema?
- Ni sólo contar una historia ni sólo un
pensamiento o idea. Es interesante la pregunta. No es exactamente la historia
ni la encarnación de un pensamiento teórico. Hay algo así como un muro en el
que aparece una tensión narrativa. Eso es lo que busco. Una tensión narrativa
que se articule con una idea. Ese es el momento que me interesa. El momento en
que algo que parece de un modo, si se lo mira con detenimiento, se convertirá
en otra cosa.
- ¿Tomás como punto de partida cosas que te
ocurrieron?
- Hay como un acorde autobiográfico para entrar
en resonancia. Busco que el lector crea que lo que se le cuenta verdaderamente
ocurrió así. Pero lo demás está falseado dentro de ciertas coordenadas o
detalles que tienen que ver con temas que conozco, pero no todo es real.
- En Una felicidad repulsiva mencionás varias
veces a la felicidad. ¿A qué se debe?
- La verdad es que el disparador de ese cuento
lo estuve pensando desde hace tiempo. Tiene que ver con un libro de frases que
había en casa. "Si quieres ser feliz, no analices", como dice mi
papá. Me reencontré con esa frase años después de su fallecimiento. Tenía idea
de hacer un cuento sobre la felicidad y la reencontré. Empecé a anotar frases.
Algunas estaban trilladas. Quería hacer un cuento en contra de ese lugar común
de que no existe la felicidad perfecta. Deseaba contar la mirada de un chico
que se obsesiona con una familia perfecta. En el fondo tenía razón, aunque el
cuento vira hacia lo fantástico. Pero creo que hay cierta mezquindad en el ser
humano, que no puede creer que otro lo tenga todo. Si es inteligente, tiene que
ser frío; si es apasionado, imprudente. Hay una especie de negación mezquina.
- ¿La envidia generalizada?
- Más que la envidia creo que está el costado
tranquilizador de que el paso del tiempo va destruyendo a todos. "Algo
tendrán", "algo les pasará", "¿viste que no eran tan
felices?", "no estoy solo en la desgracia".
- ¿Qué te ocurre al pensar en los libros que
publicaste?
- Me resulta extraño mirar hacia atrás y ver
cuáles son mis libros. Siempre quise ser escritor pero nunca imaginé que mis
libros serían estos que escribí. Nunca pensé que escribiría un policial, como
Crímenes imperceptibles, o algo con tinte erótico como Yo también tuve una
novia bisexual. Cada uno me interesó y fue lo que en ese momento quería hacer.
Pero al ver lo que hice, siento cierta extrañeza, como si no fuera lo que
imaginé.
© LA
GACETA
PERFIL
Guillermo Martínez se licenció en 1984 en
Matemática, en la
Universidad Nacional del Sur. Luego se doctoró en Buenos
Aires y completó sus estudios en Oxford. Ganador de importantes premios
literarios, publicó Infierno grande, Acerca de Roderer, La mujer del maestro,
La muerte lenta de Luciana B., Yo también tuve una novia bisexual y los ensayos
Borges y la matemática, La fórmula de la inmortalidad, Gödel para todos (junto
con Gustavo Piñeiro). Ganó el Premio Planeta con Crímenes imperceptibles,
novela traducida a 35 idiomas y llevada al cine por Álex de la Iglesia, con actuaciones
de John Hurt y Elijah Wood. Uno de sus cuentos fue recientemente publicado en
The New Yorker.
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