LAS HUELLAS DE FOGWILL
A casi cuatro años de su muerte,
la reedición constante de sus libros y la aparición de nuevos trabajos sobre su
obra ratifican que estamos ante uno de los escritores de mayor peso en la
historia de las letras argentinas. La nota original, en La Gaceta, puede leerse acá.
Por Alejandro Duchini - Para LA GACETA - Buenos Aires
El hospital es la obra
arquitectónica destinada a embellecer el encuentro del hombre con la muerte. La
frase, perfecta, aparece en la genial novela Vivir afuera. Su autor es Rodolfo
Fogwill. Hay quienes dicen que es uno de los mejores escritores argentinos de
todos los tiempos. Si no es así, le pasa cerca. Nacido el 15 de julio de 1941
en Quilmes, provincia de Buenos Aires, y fallecido el 21 de agosto de 2010, su
obra sigue dando de que hablar. Sus libros no paran de reeditarse: Interzona y
Alfaguara renuevan de manera constante su catálogo Fogwill. La segunda publicó
en abril una novela inédita titulada Nuestro modo de vida y del periodista
Patricio Zunini salió recientemente Fogwill, una memoria coral (Mansalva),
conformado por entrevistas sobre su figura.
Los Pichiciegos (Interzona) es
tal vez el título que más lo referencia. Aún hoy se dice que es uno de los
mejores relatos sobre Malvinas, aunque sea ficción. Fue escrito en 1982 y
publicado al año siguiente. “Al escribirla, estaba lejos del autor cualquier
preocupación sobre el acontecimiento. Como decía por entonces –digo-, estaba
escribiendo sólo acerca de mí, de la revolución, la contrarrevolución, el amor,
el comercio, la democracia que sobrevendría”, escribe Fogwill en la contratapa
de la edición de Interzona.
“No está claro cuánto tardó en
escribirlo, pero eso no es lo importante. Aunque él dijo que le llevó tres días
bajo los efectos de la cocaína, algunos de sus amigos dicen que lo hizo en dos
meses. Otros afirman que fue en un mes. Aunque el propio Fogwill primero dijo
que fueron seis días y después bajó a tres. Me gusta que no quede claro cuánto
tardó. Lo cierto es que muchos lo conocieron en los 80, por ese libro”, comenta
Zunini. “Me parece que es una figura muy relevante. Por demás, diría. Es un
muerto reciente. Me gusta pensar la memoria en términos de urgencia. Fogwill es
una persona interesantísima y un grandísimo escritor. Cuando empecé a pensar el
libro, lo hice sabiendo que era mucha la gente que tenía una historia con él.
Era interesante como personaje y como figura de peso en la generación de
jóvenes”, responde Zunini cuando este diario le pregunta por qué eligió
escribir sobre Fogwill. Y luego, ante el interrogante de por qué una memoria,
dice: “La biografía persigue el dato, la cronología, el ordenamiento de la
persona. No perderse detalles. Pero la memoria es un poco más abierta: permite
filtraciones, agujeros. Y sobre todo también falsos recuerdos. Es cómo se lo
recuerda más que cómo fue su vida. Un recuerdo siempre es verdadero. Puede ser
cierto o no. Pero salvo que haya deshonestidad, siempre hay algo de verdad.
Quería contar cómo es recordado”.
Fogwill tiene la particularidad
de describir de manera directa a sus personajes y sus situaciones. Es simple de
leer y a la vez te deja pensando. No necesita de las palabras ampulosas. Lo
hace, y a la perfección, en Una pálida historia de amor (Alfaguara). La misma
editorial publicó La buena nueva de los libros del caminante, La gran ventana
de los sueños y el imperdible Cuentos completos, que tiene una nota del propio
autor en la que destaca que en ese volumen está “todo lo que escribí en los
géneros del cuento y el relato breve”; pero añade: “He escrito pocos más
–cuatro o seis- y algunos de ellos fueron publicados, pero es mi voluntad que nunca
vuelvan a aparecer, y que, si algo me sobrevive, provenga de esta selección”.
La aclaración está fechada el 1 de junio de 2009.
Tic burgués
La prolija edición de Cuentos
completos es una gran oportunidad de ingresar al mundo Fogwill. Se encuentra allí
el clásico Muchacha Punk, uno de los relatos que más lo identifica. El primero,
sin embargo, Dos hilitos de sangre, ya atrapa al lector, garantizando que desde
ahí y hasta el final habrá literatura de la buena.
“La forma en que él se
relacionaba era honesta. En su agresión, en su cariño”, define Zunini al volver
sobre el Fogwill que describió para Una memoria coral, trabajo compuesto por 51
entrevistas. Entre otras, a Alberto Laiseca, Ana María Shua, Alan Pauls, Luis
Chitarroni, Daniel Guebel y Sergio Bizzio. También a Fabián Casas, quien
recuerda: “Me gusta mucho una novela que se llama La buena nueva de los libros
del caminante. Es una novela increíble en la que se nota que él todavía se
estaba probando como novelista. Escribí una nota de tapa en el suplemento de
cultura de Perfil pidiendo que la reeditaran. Fogwill me llamó contento, pero
no la reeditó. Así como Aira no quiere que reediten La luz argentina, que es
una obra maestra, Fogwill tampoco quería reeditar La buena nueva de los libros
del caminante. Él me enviaba sus poemas para que se los corrija. A mí no me
gustaban mucho. Para mí la poesía de Fogwill está en los cuentos, en los
ensayos, en las novelas”.
En la misma línea, Bizzio le dijo
a Zunini: “Su máxima aspiración era ser un buen poeta. La poesía era lo que más
le gustaba. La poesía y la música. Decía que la narrativa era un tic burgués.
Pero no era un buen poeta, y él lo sabía”.
Fogwill, una memoria coral es un
trabajo muy recomendable para conocer a este hombre que escribió libros maravillosos.
Se complementará con las biografías que sobre el mismo autor preparan Diego
Erlan por un lado y María Moreno por otro.
A cuatro años de su muerte,
Fogwill sigue influyendo más allá de lo que escribió. Su personaje es lo que
también cautiva. Y cada uno lo irá conociendo a su manera. Tal como le pasó a
Zunini: “Había leído sus libros, lo traté y sabía de los cientos de mitos que
hay a su alrededor. Pero finalmente lo conocí cuando hice este trabajo. Me di
cuenta de que antes no lo conocía”.
Reediciones de sus libros y
perfiles sobre él ratifican no sólo la vigencia de Fogwill en nuestra
literatura, sino, y tal vez sobre todo, su enorme influencia.
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