“NO PUEDE HABER LIBERTAD SIN RESPONSABILIDAD”
Lo afirmó el escritor y
periodista Sergio Sinay durante su charla. La temática fueron los valores y,
particularmente, la libertad, eje de su último libro y un valor muy emparentado
con la felicidad. La
original, en la revista Nueva, acá.
Desde hace tiempo que Sergio
Sinay empezó a pensar los vínculos y los valores. Y aquello que pensaba lo fue
expresando en libros. Ahora, con En busca de la libertad, le puso título a otro
valor. Y lo que comenzó como una charla sobre un tema en particular fue
derivando en otros. Quedó en claro, entonces, que todo tiene que ver con todo.
Que no hay libertad sin responsabilidad, que siempre se debe elegir y que hay
que hacerse cargo de lo que se elige. Pero hay más: conversar con Sinay sobre
eso es una invitación a la reflexión. Un lujo en tiempos en que imperan la
velocidad, el apuro, la urgencia. Por eso bien vale detenerse y escuchar a
través de la lectura qué tiene de nuevo para decirnos este hombre que nos habla
de aquello que es un derecho pero que, sin embargo, parece haberse transformado
en una ilusión.
–¿Por qué eligió a la libertad
como temática de su último libro?
–Hace tiempo que trabajo sobre
distintos valores, como la felicidad y, ahora, la libertad. Casualmente, son
dos valores emparentados que se dan por sentados y sobre los que creo que hay
ideas bastante confusas. No estamos viviendo libremente, sino en una suerte de
ilusión de libertad.
–¿Cómo es eso?
–Lo que hay es una apelación
constante a la libertad, en las publicidades, en los discursos políticos,
etcétera. Ahora: ¿qué es ser libre? Me parece que la forma o la idea que
tenemos de libertad en la sociedad está desligada de un atributo esencial, que
es la responsabilidad. No puede haber la libertad que se pretende en una
sociedad en la que no haya responsabilidad en todos los órdenes: privado, social,
público, político. ¿Qué es responsabilidad? Es hacerse cargo de las
consecuencias de nuestras acciones y responder a ellas con acciones y no con
discursos. Si soy responsable, se amplía mi campo de elección porque puedo
elegir más ampliamente. Ahí empezamos a ser libres. Socialmente prevalece que
uno es libre cuando puede cumplir con todos sus deseos. Y esto es imposible
porque los seres humanos somos limitados. No se acepta el condicionamiento
porque estamos tomados por esta idea de la libertad. Y mientras estemos
confundidos con este concepto de libertad, por otro lado seremos prisioneros
enjaulados.
–¿Internet es un espacio de
libertad?
–Microsoft anunció que todas las
conversaciones de Skype podían ser escuchadas; Google informó que los correos de
Gmail son observados. ¿Hay libertad en Internet? No. Alguien puede decir que
hay libertad porque entra con un foro a un diario e insulta a todos, incluido
al columnista que sí pone la cara. Eso no es libertad, sino el abuso de una
herramienta para agredir a una persona. Es preocupante.
–¿De qué manera se relacionan
libertad, respeto, avances tecnológicos…?
–Me parece que hay una especie de
relación inversa entre lo que es el progreso tecnológico y cómo vivimos. Algo
distraídos con esto, creo que estamos involucionando desde el punto de vista
moral. Hay un desfasaje entre un enorme desarrollo tecnológico y un muy
desigual desarrollo económico en el que cada vez menos personas se benefician
más y, sin embargo, difunden que así vamos bien.
–¿En términos de libertad, hay
más avances o más retrocesos?
–En lo concreto, hubo avances.
Porque desde lo formal, no podés tener un esclavo, no podés comprar una
persona. Pero la esclavitud no desapareció, sino que ha pasado a formas más
sutiles. Por ejemplo, las formas actuales del trabajo porque o trabajás más
horas o perdés tu puesto. Hay que tener cuidado con los discursos y las
apariencias. Si uno se queda atrapado en ellos, te pasa por adelante un
elefante y no lo ves. Avanzamos, pero teniendo en cuenta que estamos en el
siglo XXI y en un mundo tecnológicamente tan avanzado, en otros aspectos
estamos atrasados. Entre ellos, en los del sentido de la vida, los valores, los
vínculos. Los temas morales.
Vivir los valores
–Se habla tanto de valores...
–Cuando se mencionan mucho los
valores es porque hay un problema con ellos. Porque si los valores estuvieran
vigentes en la convivencia, no se hablaría de ellos. Los valores se viven.
–¿Y el bullying, es producto de
ese “no vivir” de los valores?
–Muchos preguntan, al hablar del
bullying, qué les pasa a los chicos. El problema no es ese. Los chicos son un
síntoma. Y no se puede hablar del síntoma sin ver lo que hay detrás. No alcanza
con aplicar un analgésico, porque cuando pasa el efecto, el síntoma sigue y
aquello que lo causa también porque no fue atacado. La pregunta es qué pasa con
los adultos. Los chicos que son autores del bullying aplican modelos que
aprenden de la vivencia diaria. Un chico se va formando según cómo lo tratan:
“Si me insultan, insultaré. Si me golpean, golpearé”. “El que pega para enseñar
enseña a pegar”, suele decirse. A descalificar se aprende siendo descalificado
o viviendo entre gente que descalifica. El del bullying es un síntoma de una
sociedad que actúa de esa manera. Sin embargo, hay focos de resistencia
sostenidos por personas que se empeñan en actuar con valores. Son los menos,
creo, pero son valiosísimos. Esos son los focos de esperanza.
–¿Cuál es para usted el valor
fundamental?
–La vida. Porque de ahí nace el
resto de los valores. Para que una sociedad, por pequeña que sea, exista, hay
que ponerse de acuerdo para que algo siga vivo. Ese contrato es social y moral
y de ahí nacen los valores. ¿Qué querés? Vivir. ¿Qué podemos hacer para vivir?
Primero, no nos matemos. No nos mintamos. Ya nos pusimos de acuerdo en algo.
Después, no nos robemos. Ahí hay otro acuerdo: hacemos de la honestidad un
valor. Van surgiendo los valores. Por eso, cuando se habla de un valor,
inevitablemente aparecen los otros. Si vamos a hablar de libertad, hablemos
también de responsabilidad, de confianza, de sentido. Es muy importante que los
valores estén vigentes.
–¿Cómo se aprenden los valores?
–Transmitiéndolos. Y la única
forma de transmitirlos es viviéndolos. Uno entra a los valores por diferentes
puertas, pero siempre va a ir al mismo centro. Es la necesidad de una vida
moral. La necesidad de realización y de una vida digna es de todos. La
violencia infantil o la forma de conducir un auto nos marcan con qué valores
vive una sociedad. Las rutas son un parámetro de cómo vivimos. Fijémonos en
cómo se maneja en nuestras calles y nos daremos cuenta de con qué valores se
vive. Uno debe tener respeto no solo por el que va en el otro auto, sino por
las personas a las que lleva. Imaginá un chico que va en el auto con un padre
que maneja rápido, pasa semáforos en rojo, se pelea con otros conductores,
habla por celular, no se pone el cinturón de seguridad… Cuando tenga un
problema en el colegio con un compañero, aplicará lo que aprendió. Lo que nos
está pasando no es una catástrofe de la naturaleza sino algo generado por la
misma sociedad, cocido a fuego lento… hasta que un día hace eclosión.
La libertad en el día a día
–¿Sería un poco como “Dime como
manejas y te diré quién eres”?
–Exacto. No solo quién eres sino
en qué sociedad vives. Porque uno aprende a manejar en una sociedad en la que
le permitieron hacerlo de determinada manera. Ahora, es significativo cómo
argentinos que manejan mal en la
Argentina alquilan un auto en Nueva Zelanda y no conducen de
la misma manera, porque saben que les ponen una multa. Acá, al que cumple, lo
insultan todos. Si vas a ir frenando con la luz amarilla del semáforo en vez de
acelerar, te vas a ir generando todo tipo de improperios alrededor. Lo mismo se
ve en las tribunas de los estadios de fútbol: el nuestro es el único país sin
hinchas visitantes. Entonces se pelean los locales. El problema no es la
hinchada visitante sino cómo se relacionan los hinchas entre sí. Ocurre en
todos los ámbitos. Por eso me preocupa el tema de los valores.
–¿Elegir es siempre resignar
algo?
–Toda elección es resignación.
Ahora, esa resignación le da más valor a tu elección. Y cada uno es responsable
de lo que elige. Claro que siempre aspiramos a más: ser inmortales, estar en
dos partes al mismo tiempo, nacer en otra familia, en otro país. Pero no puede
ser. Esto no es una invitación a la resignación: si no podemos todo, no hay que
resignarse. Si no podemos todo, hay que elegir. Resignarse es una actitud
pasiva y elegir es activa. En la resignación no hay responsabilidad y en la
elección, sí. Cuando uno elige a una pareja, elige no convivir con las otras
mujeres del mundo con las que podría haber convivido. Con el tiempo se va
formando una cadena; y en la propia vida, al final, uno se va dando cuenta de
cómo está viviendo una vida elegida. Por eso, lo ideal sería que hagamos de la
elección algo consciente, para que al final hayamos hecho una vida responsable.
Eso sería una vida libre. Paradójico: es una vida libre con cosas que no
pudiste elegir, porque elegiste otras.
–Volvimos a la libertad.
–Una palabra que aparece en todos
lados: en la tele, en las publicidades que refieren “mensajes libres”. ¡Es
mentira! Porque eso se paga. Esa libertad no es verdad. Lo que tenemos hoy son
sombras de la libertad. No la libertad verdadera.
Un libro hacia la libertad
“No habría vacío y angustia
existencial si no fuera porque nuestra vida tiene un sentido” y “libertad para
optar y hacernos cargo de las consecuencias de nuestras elecciones; libertad
para elegir caminos, acciones y conductas; libertad para negarnos a seguir a la
manada, para alejarnos del pensamiento adocenado y premoldeado” son algunos de
los interesantes conceptos que vierte Sergio Sinay en su último libro, En busca
de la libertad (Paidós).
Otras ideas para tener en cuenta,
que se leen en las más de 150 páginas, son estas: “El límite nos dice que no se
puede todo, que no se puede siempre, que somos finitos en el tiempo y que solo
podemos estar en un lugar del espacio; nos dice que más allá de nuestra
voluntad hay imponderables que nos condi-
cionan, que nos recuerdan que
existe el otro, que nos devuelven (a veces con dolor) la humildad que
olvidamos”.
“El hombre libre, decía Pericles,
es aquel que elige, y su elección suprema en nombre de esa libertad es la de
encuadrarse en las normas del Estado para garantizar con su comportamiento la
armonía de este. Una vez más, se ve la libertad como algo diferente del vale
todo, de la simple obediencia a deseos, urgencias o caprichos”.
El amor y la libertad
“Creo que en el amor la libertad
amorosa consiste en la elección, con proyectos o dificultades. Porque la
libertad amorosa es elegir y estar y atravesar la experiencia de ser
responsable. Amar a dos personas al mismo tiempo es desresponsabilizarse y en
nombre de la libertad amorosa no amar a nadie. Es como ser huéspedes de un
hotel, lo que difiere de las responsabilidades de un hogar. Porque el huésped
no se hace cargo de la cañería que se rompe ni de las expensas ni nada; en
cambio, habitar un hogar implica una serie de responsabilidades. Si además es
compartido por dos personas, significará ponerse de acuerdo donde hay
desacuerdos. Uno elige con quién estar. Después no haré cargo a la otra persona
de mi posible decepción. En todo caso, elegí de una manera para ser feliz en su
momento y soy responsable, no culpable, y haré otra elección. Esto para mí es
libertad en el amor”.
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