PÉREZ GARCÍA: “MI SUEÑO ES LOGRAR UN CAMPEONATO”


Fue clave para que Tigre se salvara del descenso. Pero también resultó uno de los mejores del Torneo Final. En charla con El Gráfico, el volante salteño recordó sus inicios, habló de su breve paso por Boca y contó cómo se maneja la ansiedad en un fútbol donde cada vez hay más presiones. La nota original fue publicada en El Gráfico de junio de 2014 y se puede ver acá.

A sus 6 o 7 años, Matías Pérez García se cortaba el pelo a lo Jorge Comas, el recordado delantero de Vélez y Boca de los 80. Bien cortito a los costados y largo atrás. Por eso le decían “Comitas”. Eso era en Salta, en Tartagal, donde nació el 13 de octubre de 1984. Era gambeteador y hacía goles, dos cualidades que en el fútbol cotizan alto. Más cuando se es tan chico y las piernas transmiten esperanza. La esperanza de viajar a Buenos Aires, probarse y quedar en un club más o menos importante o, mejor todavía, en uno de los grandes. Porque esa edad los aplausos son eso: la mirada al futuro. Pero hay que ir despacio. Y gambetear y hacer goles.
Matías jugaba en FUITAR: Fútbol Infantil de Tartagal. Empezó de casualidad. Más por temor que por ganas. Porque el futbolista era su hermano mayor, Diego. Él, en cambio, prefería quedarse en casa. Pero la historia tomó un vuelco aquella tarde en que sus padres lo dejaron solo y vio que pasaba el entrenador de las inferiores y maestro de grado Fredy Héctor Hurtado. “Como tenía miedo de estar solo le dije que se venga a jugar con nosotros”, le recuerda Hurtado a EL GRÁFICO. Hincha de Juventud Antoniana, agarró viaje. Así, se fue metiendo cada vez más en su nuevo pasatiempo, que dejó de ser tal para convertirse en una pasión. De los 150 pibes que tenía el club, era uno de los que mejor jugaba. Pasó a la selección zonal y de ahí a jugar el Mundialito en Río Negro. La historia, desde entonces, se escribió tan rápida como intensamente. Se hizo adolescente y viajó a Buenos Aires para probarse en Boca. Quedó pero no se adaptó. Entonces se incorporó a Lanús, donde debutó en Primera en 2003, y desde entonces inició un derrotero que lo llevó por varios equipos y países: la CAI, Talleres de Remedios de Escalada, Cerro (Uruguay), Atlanta, Chamois Niortais (Francia), All Boys, Universidad de Chile, de nuevo All Boys y otra vez la Universidad del país trasandino. Desde 2012, Tigre.
Así llegó a sus 29 años. Ya está casado, tiene hijos y en esta temporada ha gambeteado como pocas veces. También hizo goles. Golazos. Es la figura del equipo y tal vez ahora atraviesa su mejor momento profesional.
Ya no se peina a lo Comas.


LO PERSONAL
-¿Gran año, no?
-Si. Sobre todo en lo personal. Más allá de que el equipo estuvo peleando abajo en la tabla de posiciones, personalmente me sentí muy bien. Igual mi tranquilidad también pasaba por dejar a Tigre en Primera. Ahora lo que quiero es mantener el nivel que tuve en este primer semestre, porque siento que fue bueno. Si bien en los primeros seis meses desde que llegué al club no me tocó jugar, después conseguí una continuidad. Pude mostrarme. Al final armamos un gran equipo. No merecíamos haber peleado en el fondo de la tabla.
-Finalizado el torneo, ¿hacia dónde apuntan tus expectativas?
-Después de dos años en Tigre, con esta edad y con el último campeonato que hice, me gustaría pegar un salto.
-¿Hacia dónde?
-De mi futuro no hablo.
-…
-Es que me quedo a un costado de todo lo que se dice. Sólo pienso en lo futbolístico. Es mi representante quien se encarga de esos temas. De todos modos, ya hablé con la gente de Tigre y saben que si hay una buena oferta, intentaré irme.
-¿De qué forma manejás ansiedades como no saber dónde seguirás tu carrera o las presiones de pelear por no descender?
-El tema de las ansiedades lo trabajo mucho con mi psicólogo personal. Como te decía, trato de que lo otro lo resuelva mi representante y la gente que está para eso. Uno escucha los rumores, pero durante un campeonato trato de mantenerme al margen de lo que se dice. No es fácil hoy estar tranquilo con todo lo que se vive: tu equipo pierde dos partidos y la gente se pone intranquila. Más en nuestra situación, cuando peleás abajo y los que pelean con vos a veces ganan, a veces pierden, y las cosas no terminan de resolverse, entonces se complica más. Y cuando a tu equipo le toca perder, bueno, te quedás pensando en todo.  En esos casos el psicólogo ayuda mucho.
-Por un lado, el sueño cumplido de ser futbolista; por el otro, el nerviosismo por los resultados y sus posibles consecuencias.
-Lo bueno de ser futbolista es que trabajamos de lo que nos gusta. Yo de chico soñaba con jugar a la pelota, estar en una cancha. Entonces esto se hace con pasión. Lo negativo es el estrés con el que se vive. Más cuando se pelea un descenso. A la familia también le afecta. El año pasado, cuando estábamos en la Copa, en la semana sólo estábamos uno o dos días en casa. Y eso se sufre. Pero al final es positivo porque esto es lo que nos gusta a nosotros.
-¿Tuviste bajones anímicos por el fútbol?
-Nunca. Hubo momentos malos, sí, pero decir cosas como “no juego más” no me pasó. A la U de Chile llegué de una manera y me tocó no jugar por seis meses; no la pasé bien, pero siempre entrené de la mejor forma, con un cuerpo técnico excelente (liderado por el argentino Jorge Sampaoli), que nos trató muy bien. Yo estaba en óptimas condiciones físicamente. Y me mantuvieron aunque no jugaba. Después regresé a All Boys y las cosas volvieron a cambiar.
-¿Te acompaña la familia?
-La pareja es fundamental. Carla sufre conmigo: siempre estuvo a la par mía. Me acompaña a todos lados. Y se debe tener en cuenta que hay momentos en los que tiene que criar a los nenes sola. Eso es difícil. La verdad es que se la banca muy bien. Mis viejos también van a la cancha a verme. Es lindo que mi mujer y mis padres vayan a verme jugar. Pero lo más emocionante es que me vean mis hijos.
-¿Muy chicos?
-Benjamín tiene 2 años y Joaquín, 5. Ellos son quienes más sufren cuando me tengo que ir a concentrar. Ven que me estoy cambiando y ya se ponen mal. Se dan cuenta de que me voy. Es lo negativo. Pero también disfrutan cuando me ven en la cancha. Y como me pasa a mi, les pasa a otros jugadores. Todos sabemos que esto es corto y después tendremos el tiempo necesario para estar con ellos.

CON LA PELOTA
-¿Qué opinás del fútbol argentino actual?
-Es complicado. Hay equipos que no tienen un plantel para pelear dos cosas a la vez. Y un día de pronto te ves con que hay que pelear algo internacional, además del torneo local, y después empezás a luchar por algo malo, como un descenso. Nosotros llegamos a la final de la Copa Sudamericana y pasamos de fase en la Libertadores; y por ahí dejamos de lado el campeonato, hicimos pocos puntos y después lo sufrimos. Pero también sabemos que la gente disfrutó mucho de lo anterior.
-¿Qué goles tuyos te gusta recordar?
-Entre varios, uno que le hice a Olimpo, que fue el primero en Primera división cuando estaba en All Boys. Y también aquel ante Rafaela, porque fue en tiempo de descuento y eso significa mucho. Esos dos fueron muy importantes. Pero también están los de la Copa Libertadores con Tigre, que son inolvidables. Ojalá sigan llegando.
-¿Qué significa hacer goles?
-Es algo muy importante, además de un gran desahogo para todos. Porque los goles se disfrutan en el plantel. Lo que sí, el gol hecho sobre la hora tiene el plus de que no le das al rival la oportunidad de levantarse. Pero por el contrario, para llegar a esos goles uno se la pasa sufriendo durante los noventa minutos. Bien vale el desahogo del gol en tiempo de descuento.
-Alguna vez dijiste que Pablo Aymar era tu referente. ¿Qué otros jugadores te marcaron?
-Aymar es el que me gustó siempre. Lo veía desde que era muy joven; y lo sigo observando. Y cada vez me gusta más. Juega mirando hacia delante, busca a los delanteros y además llega al gol. Lo miro mucho para aprender. Verón, Maxi Rodríguez y Riquelme son otros grandes a los que uno mira. Además, tengo la suerte de jugar en su misma época. Sé que siempre los tendré en la memoria para recordar que alguna vez hasta me di el gusto de enfrentarlos en una cancha.
-Con tantos años de carrera, ¿cómo se mantiene la motivación?
-Yo debuté a los 17, en Lanús, y hoy, a los 29, con casi 30, el trajín por ahí te cansa, pero la pasión está. Cuando entrás a la cancha hasta los insultos dejás de lado. Pero ya estar dentro de una cancha para defender una camiseta es una motivación. Eso no se va a perder nunca. Uno ya entra motivado al campo de juego.
-¿Te detenés a pensar en qué viene después del futbolista?
-Aun no. Siento que tengo algunos años más para seguir jugando. Igual, nunca se sabe qué viene, pero en un par de años me sentaré más tranquilo a pensar qué haré. Será difícil alejarme del fútbol, porque es lo que siento desde chiquito. Ojalá pueda seguir ligado a esta actividad, pero habrá que ver de qué manera.
-¿Soñás con la Selección?
-La veo muy lejos. Aunque ahora tenemos cuatro años por delante, también es cierto que hay muchos chicos de 20, 21 y 22 años que juegan muy bien. Ya es algo lejano, pero, ¿quién te dice?, si sigo en este nivel, por ahí en algún que otro partido se puede dar.
-¿No haberte afianzado en su momento en Boca es una asignatura pendiente?
-Y…
-¿Qué pasó ahí?
-… Tenía que quedarme en la pensión y por ahí siendo tan chico uno no piensa. Yo decidí que vengan mis viejos y de ahí me fui a Lanús, donde me daban la posibilidad como para que ellos estén conmigo. Arranqué y empecé las inferiores ahí. Tenía 12 años. Se extrañaba mucho: venir de Tartagal a Buenos Aires es un cambio muy importante.
-¿Qué quedó de aquel pibe de Salta?
-Bueno, hace bastante que no voy para allá. Tengo ganas de ir, porque se extraña. Se extraña a los amigos. Tuve una gran infancia. Nunca me voy a olvidar de los viajes que hacíamos con el equipo. Nos conocíamos todos.
-¿Cuál es tu gran sueño como futbolista?
-Lograr un campeonato. Ese es mi sueño. Quedar en la historia de algún club por un título sería muy lindo. Debe ser hermoso. Con All Boys, faltando dos fechas teníamos una ilusión, aunque era difícil, pero esos momentos son inolvidables. Es diferente a lo que significa salvarte de un descenso. Pelear un campeonato debe ser increíble, saber que estás ahí de la gloria. Nos tocó con el ascenso de All Boys, que fue tremendo, inesperado: llegar al ascenso en cancha de Rosario Central fue grandioso. Pero un campeonato debe ser mucho más. Los goles también se disfrutan, pero no creo que sea lo mismo que la obtención de un torneo. Me daría mucha felicidad; no sólo a mí sino a quienes me acompañan.

RECUADRO 1
EL ORGULLO DE UNA CIUDAD
“Llamaba la atención por su habilidad. Siempre jugaba de diez. Era muy bueno. Aparte, era una excelente persona. De 150 chicos, él era el líder positivo, como lo llamamos nosotros”, recuerda Fredy Héctor Hurtado, el entrenador que tuvo Matías Pérez García en sus primeros tiempos futboleros, en FUITAR, y el que lo trajo a Buenos Aires para probarse.
Maestro de grado, Hurtado tiene 52 años y dirige a los chicos de Fútbol Infantil de Tartagal desde hace 34, según le cuenta a EL GRÁFICO desde esa ciudad salteña. De aquellos tiempos, dice: “Participábamos del Mundalito que se organizaba en Río Negro y Neuquén. Hacíamos muchos kilómetros para jugar. Los organizadores nos invitaron a un proyecto de selecciones infanto-juveniles. Armamos un seleccionado Sub 15 que representaba al norte argentino: Tucumán, Salta, Jujuy, Catamarca y Santiago del Estero. Ahí le comentamos a José Pekerman que teníamos un pibe de 12 años que jugaba muy bien y dijo que quería verlo. Coincidió con que ese día había un entrenador de Boca, que se contactó con el padre, Dante, y le dijo que lo lleve al club, a Buenos Aires. Y cuando el papá nos contó decidimos viajar todos juntos. Al final, estuvo mucho tiempo. Como 40 días. Pero no se adaptó. Andaba bien pero no se adaptó”.
“Nunca le pregunté por qué no quiso seguir en Boca. Pero pudo llegar a Lanús, donde lo vieron y quedó. Hizo las inferiores ahí. Me acuerdo de que ese verano estuve con él”, agrega Hurtado. Y luego: “Nunca me voy a olvidar de que una vez, cuando tenía 9 años, lo entrevistó un periodista salteño que le preguntó si se imaginaba jugando en Primera. Él, con esa edad, le dijo ‘no sé, mi profe dice que si me porto bien me llevará a Buenos Aires’. Y no es poco haberlo ayudado a que cumpla su sueño”.
“Siento por Matías el mismo orgullo que sentimos todos por el bien de Tartagal. Con el apoyo de sus padres, que son de oro, él ha llegado a lo que uno creía que podía llegar. Es emocionante”, finaliza Hurtado.

RECUADRO 2
LA FIGURA DE UN TIGRE DE PRIMERA
Nacido en la ciudad salteña de Tartagal el 13 de octubre de 1984, Matías Augusto Pérez García –hijo de Dante y Celestina- tuvo tal vez su mejor año en esta temporada que acaba de terminar con Tigre, donde fue fundamental para salvar al equipo del descenso. Un empate 1 a 1 ante Atlético Rafaela, con un gol suyo, en la ante última fecha del torneo Final, aseguró otra temporada en Primera. Para muchos, Pérez García fue la gran figura del plantel.
Ahora, su futuro profesional es incierto. Los rumores señalan que su destino está en otra parte pero no se sabe dónde. Como le dijo a EL GRÁFICO durante la entrevista, prefiere dejar ese tema en manos de su representante. La ansiedad que le provoca la situación la maneja con su psicólogo personal, que es quien lo baja a tierra. Además, lo ayuda su familia. “Esta carrera es muy corta y tiene cosas gratificantes y de las otras. Yo trato de disfrutar. A veces se puede y a veces, no. Pero cuando pienso en todo lo que conseguí desde que empecé a jugar en Tartagal, me siento gratificado. Igual, uno siempre quiere más. Por eso también sigo jugando”, dice.

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