SIEMPRE HAY UNA EXCUSA PARA LEER A CORTÁZAR
El 26
de agosto se cumplen 100 años del nacimiento de uno de los más importantes
escritores de Argentina. Sin él, nuestra literatura no sería la misma. En este
texto, repasamos algunos de los mejores libros que escribió y otros que lo
refieren. Publicada
en La Gaceta, de Tucumán, a los cien años de su nacimiento, acá, la original.
Leer a Julio Cortázar a cien años de su
nacimiento me provoca el mismo placer que se siente ante el descubrimiento de alguno
de sus libros. Tanto de cuentos como de novelas. En mi caso, empecé por el más
clásico: Rayuela. Todavía me acuerdo de aquella adolescencia en que me
deslumbraba imaginar París a través de un argentino de apellido Oliveira divagando
por calles descriptas de tal manera que parecían porteñas. Recuerdo esa primera
frase que me deslumbró de entrada y que todavía me sale de buenas a primeras:
“Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos”. Y junto
a Oliveira aparecía La Maga,
aquella musa inspiradora que debe ser una de las mujeres más conocidas de la
literatura argentina. Rayuela es un mamotreto de más de quinientas páginas que
llevaba con orgullo en el colectivo. Con las ínfulas de esa edad, me sentía
observado por otros pasajeros que, en realidad, jamás se habrán fijado en mí ni
en el libro de tapa negra que había editado Sudamericana. Sin embargo,
orgulloso, lo devoraba con una lapicera en la mano con la que marcaba las
frases que me gustaban. Mantengo esa costumbre de marcar, pero nunca la utilicé
tanto como con esa novela a la que suelo volver.
“(…) y que la gente que se da citas
precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta
desde abajo el tubo del dentífrico”, “¿quién estaba de vuelta de sí mismo, de
la soledad absoluta que representa no contar siquiera con la compañía propia,
tener que meterse en el cine o en el prostíbulo o en la casa de los amigos o en
una profesión absorbente o en el matrimonio para estar por lo menos
solo-entre-los-demás?” y “¿Qué punto de comparación tenés para creer que nos ha
ido bien? ¿Por qué hemos tenido que inventar el Edén, vivir sumidos en la
nostalgia del paraíso perdido, fabricar utopías, proponernos un futuro?”, son
algunas de ellas. Ahora, libro en mano, veo que hay muchas más.
Después leí el genial El perseguidor, que
está en el libro de cuentos Las armas secretas. Es el relato perfecto. Lejos,
de los mejores. En memoria de Charlie Parker, incluye aquella frase memorable
“esto ya lo toqué mañana, es horrible, Miles, esto ya lo toqué mañana”. Y
también escribió una escena que transcurre en un subte y que aún me parece
tremenda. El perseguidor puede leerse en la web, pero por los demás cuentos que
incluye ese trabajo bien vale pasar por una librería y leer también Cartas de
mamá, Los buenos servicios, Las babas del diablo (otro formidable) y Las armas
secretas.
Desconozco si se conseguirán aún los dos
volúmenes de cuentos completos que publicó Alfaguara en 1992, con prólogo de
Mario Vargas Llosa. Cada uno es un ladrillo de literatura pura. De la mejor. Intentar
conseguirlo se justifica ampliamente. Porque están el mencionado Las armas
secretas, La otra orilla (imperdible Las manos que crecen), Bestiario (Casa
tomada y Las puertas del cielo, entre otros), Final de juego, Historias de
Cronopios y de famas, Todos los fuegos el fuego (algunos: La autopista del sur,
La salud de los enfermos, La isla a mediodía y El otro cielo), Último round,
Octaedro, Alguien que anda por ahí (que incluye el imperdible La noche de
Mantequilla, uno de los más preciosos relatos sobre boxeo), Un tal Lucas,
Queremos tanto a Glenda (“esa necesidad de inventariar el pasado que crece con
la soledad y el hastío” suelta en Historias con migalas; o “llevamos tanta
sangre en los recuerdos que a veces uno se siente culpable de ponerles límites,
de manearlos para que no nos inunden del todo”, en Recortes de prensa) y
Deshoras (“una y otra vez volvía a cosas que otros habían aprendido a olvidar
para no arrastrarse en la vida con tanto tiempo en los hombros”, escribe en el
cuento que da nombre al libro).
Entre su novelística brillante, además de
Rayuela se destacan Los premios, una historia que describe con ironías a
personajes con sueños perdidos y dejos de melancolía y que todavía resulta
actual. “Me paso la vida sin hacer nada útil, cultivando unos pocos amigos,
admirando a unas pocas mujeres, y levantando con eso un castillo de naipes que
se me derrumba cada dos por tres”, dice Medrano, uno de los personajes. El
estilo de escritura de Cortázar no sólo es innovador sino poético. Tanto como
la idea de hacer un diario de su viaje en combi de París a Marsella con su
mujer, Carol Dunlop. “Todo hombre o mujer que quiere realmente vivir su vida en
vez de contentarse con mirarla mientras pasa, corre el riesgo de perderla a
cada momento”, se lee. “Cada uno a su manera, el pasado nos había enseñado la
inutilidad profunda de ser serios, de apelar a la seriedad en los momentos de
crisis, de agarrarse por las solapas y exigir conductas o decisiones o
renuncias”, escribe en 62/Modelo para armar, una novela fuera de lo común. También
en cierto sentido es distinta Libro de Manuel, que le valió bastantes polémicas.
Otros libros fuera de lo común son Último
round y La vuelta al día en ochenta mundos, que recientemente acaba de publicar
Siglo Veintiuno en dos ediciones similares a las originales.
Para conocer al Cortázar que va más allá
del escritor, hago cuatro recomendaciones. Una debe ser inhallable. Se trata de
una recopilación de reportajes bajo el título Confieso que he vivido y otras
entrevistas, de LC Editor. Son entrevistas buenísimas compiladas por Antonio
Crespo. Allí, le responde al recordado Hugo Guerrero Martinheitz, Elena
Poniatowska y Martín Caparros, entre otros. Habla de su pasión por el boxeo,
deporte al que defiende de las críticas, y de su admiración por Celine, Borges
y Sabato, aunque cuenta que fue Roberto Arlt quien mayor incidencia tuvo en él.
Si se puede conocer a alguien a través de lo que dice en reportajes, también se
logra lo mismo con las biografías. Hay una muy buena escrita por Mario
Goloboff, editada por Continente. Se titula Julio Cortázar – la biografía. Es
muy completa. Tanto como la que acaba de editar este año Alfaguara, con motivo
de los treinta años de su fallecimiento. Cortázar de la A a la Z es formidable. Prolija, con
una presentación excelente, abarca fotos increíbles (incluso una del walkman
Toshiba de su propiedad), tapas de libros, imágenes de cartas, textos del
propio Cortázar y otros que lo refieren. Este es uno de esos libros de los que
nadie se arrepentirá si lo que quiere es meterse aún más en el mundo Cortázar.
Y por último no quiero dejar de lado un material inédito que la misma Alfaguara
ha publicado recientemente: Clases de literatura. Son las exposiciones del
escritor en California, en 1980. Habla de todo: del erotismo, del humor, del
origen de algunos de sus escritos. De lo que sea. Un Cortázar puro.
Revolviendo en estos materiales
mencionados, recordando las historias y puntualmente algunas frases suyas, y
releyendo los libros que hablan de él, uno no puede menos que sentir cuánto más
prestigiosa puede ser cualquier biblioteca que tenga algo de Cortázar.
Alejandro Duchini
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