“NUNCA PUEDE SABERSE HASTA DÓNDE ES CAPAZ DE LLEGAR UN SER HUMANO”
Lo dijo el escritor
griego Petros Márkaris, durante una extensa charla con La Gaceta. Padre del comisario
Kostas Jaritos, contó por qué lo social es por demás importante en una novela
policial, género del que es referente mundial. La
entrevista original, acá.
“¿Por qué diría un escritor que escribir le
salvó la vida? No quiero exagerar lo que es mi trabajo. Mi trabajo es escribir
historias. Cómo el lector utilice esas historias es su problema; no el mío. No
creo que la escritura tenga los mismos fines que la religión o la psiquiatría.
No son lo mismo. Escribir es ficción y hay casos en que la ficción se utiliza
para que la gente comprenda, pero no es un tratamiento”, dice el griego Petros
Márkaris durante la extensa charla que mantuvo con La Gaceta en Buenos Aires,
ciudad que visita por primera vez. Vino para participar del Festival Buenos
Aires Negra, que convocó a los amantes del género policial. Fue la estrella
porque la actualidad de la literatura policial lo tiene como uno de sus máximos
exponentes. Libros como Suicidio perfecto o Pan, educación, libertad lo
demuestran. Lo curioso es que en ellos lo más importante no es el hecho
policial en sí, sino la problemática social y política que tiene epicentro en
una Grecia convulsionada. En esa forma de encarar historias hará hincapié
durante la siguiente conversación, en la que mencionará a su alter ego: el
comisario Kostas Jaritos, un hombre familiero cuyas características distan de
los tradicionales detectives borrachos y mujeriegos.
Jaritos se ha tornado tan popular que el propio
Márkaris se mostrará contento y sorprendido cuando diga que en un restaurante
de Chile hay un plato que lleva el nombre de su personaje. “El escritor Luís
Sepúlveda me contó que en Santiago hay un restaurante que tiene un plato que
son los tomates rellenos con pepperonis, pero que le llaman Jaritos, a quien le
gusta esa comida. ¡Está en el menú y es por mi personaje! Sepúlveda mismo le
preguntó al mozo y el mozo fue a preguntarle al cocinero. El cocinero se le
acercó y le contó que le decían así ‘por Márkaris’. Eso me pone muy feliz por
mi madre. Yo también cocino, pero no me salen los tomates como a mi madre”,
detalla. Acto seguido suelta una sonrisa contagiosa, sincera. Está de buen
humor y se nota.
-¿Le ha dado muchas
satisfacciones Jaritos? ¿Cómo llega a su vida?
-Muchísimas
alegrías me dio. Llegó a mi vida con su familia. Los tres: él, su esposa y la
hija. Una mañana estaba escribiendo guiones para una serie de televisión y se
aparecieron. Los vi. Mi primera reacción fue muy negativa. No quería hacer nada
con ellos. Pero el hombre era persistente, cabeza dura, y no se iba. Interfería
en mi trabajo y no me dejaba concentrar. Entonces me obligó a que tuviera que
tener algún tipo de trato con él. Una vez que empecé a tratarlo, sabía que esa
persistencia tenía que ver con el trabajo policial. Cuando supe que era policía
se me hizo fácil comprender a su familia. El Jaritos de las primeras novelas y
el de las últimas son diferentes. Los lectores suelen decirme que Jaritos
cambió mucho. “Claro”, les digo; si hasta a un amigo uno lo conoce más a través
del tiempo. Y a Jaritos también lo fui conociendo más con el tiempo. Lo mismo
con su familia. Cuando me preguntan si agregaré nuevas características a su
personalidad, digo que es posible. Incluso su mujer, Adrianí, tiene muchas
cosas en común con mi madre. ¡Mi madre cocinaba unos maravillosos tomates
rellenos con pepperonis! Ahora mi madre y la mujer de Jaritos son una única
persona.
-Hay una escena muy
dura en Suicidio perfecto en la que un periodista, Apóstolos Vakirtzís, se
suicida prendiéndose fuego. ¿Cómo le surge una idea así de violenta?
-La escena en que se quema a lo bonzo la saqué
de la guerra de Vietnam. Porque en la guerra de Vietnam la gente se prendía
fuego. Entonces esa imagen ya la tenía en la cabeza. Muchos activistas se
prendían fuego y entonces no es algo nuevo para mi.
-¿Cree que el ser
humano puede evolucionar positivamente o, por el contrario, lo imagina aún más
violento?
-Un gran escritor alemán, Heiner Müller, una
vez dijo que “el optimismo es falta de información”. Como yo tengo mucha
información, no soy optimista. La historia del ser humano está llena de
contradicciones. Entonces no se hasta dónde puede llegar un ser humano, ya sea
para lo bueno como para lo malo… Porque muchas veces los seres humanos me
sorprenden para bien. O sea, que no sólo con lo negativo no se hasta dónde
puede llegar, sino también con lo positivo tengo dudas. Pero en realidad no soy
optimista. Soy más bien realista.
-¿Le ha temido alguna
vez a sus personajes? ¿Llegó a soñar con ellos?
-Ninguno de mis personajes, ni siquiera los que
se murieron, se me aparecieron en sueños. Ni siquiera Jaritos. Tampoco los que
se mataron en Suicidio perfecto.
-A propósito de esa
novela, un personaje dice que “el miedo al desprestigio es un motivo
convincente para cometer un suicido”. ¿Por qué?
-Todo el contexto de esa historia es el de cometer
un suicidio para salvar la dignidad. Ese es el concepto del libro. En ese
contexto, el suicidio es un castigo y un alivio a la vez, porque la gente se
suicida por obligación. O sea, porque son forzados a hacerlo para salvar su
dignidad. Las dos cosas a la vez. Y ese es el ingenio del concepto del asesino:
vas a dejar de vivir pero vas a morir con dignidad. Hubiera funcionado igual
sin Jaritos.
-Justamente, usted es
un referente del género policial pero en sus historias destaca los conflictos
sociales y políticos.
-Porque creo que el policial es una novela
social y política. Siempre hay una relación entre el crimen, la sociedad y la
política. Cuando leo un policial, a mi no me interesa saber quién es el
asesino. Lo que me importa es la historia en sí. Por eso es muy importante cómo
es el lector. Por querer saber quién cometió un crimen, muchas veces los
lectores se pierden una trama muy interesante.
-¿Qué escritores tiene
como referentes?
-La respuesta es amplia, porque fueron muchos.
Uno de ellos, Bertold Brecht. Es uno de los mejores observadores que encontré.
Sabe alejarse de las emociones al escribir. Eso es muy bueno. Lo mismo podría
decir de Thomas Mann. Y de Honoré de Balzac. A los tres los sigo leyendo. En
realidad, suelo leer los clásicos. Hago un equilibrio entre los clásicos y los
modernos.
-¿Por qué cree que el
género policial tiene tantos lectores en la actualidad?
-Porque muchos de los escritores del género
entendieron que, como le decía antes, hay que ir más allá del crimen en sí. Eso
se lo debemos a Raymond Chandler, Dashiell Hammet y George Simenon, quienes
siempre hicieron hincapié en el aspecto social de un relato. Hoy día, Henning
Mankell y Andrea Camilleri continúan por la misma senda. Y me incluyo. Lo
fundamental es saber describir al hombre común; con sus compasiones, odios y
frustraciones. Pero también son importantes las características del lector.
-Tengo entendido que,
además de la lectura, le apasionan los deportes.
-Siempre me gustaron. Sobre todo aquellos que
se realizan en equipo, como el fútbol y el básquet. No me gusta, en cambio, el
tenis. Me aburre un poco. Pic pic pic: no tiene sorpresa. Pero en el fútbol y
en el básquet siempre hay algo sorpresivo. El Tenis es una perfección sin
sorpresas.
-¿Qué le seduce más:
una buena novela o un gran partido de fútbol?
-Podría dejar la novela para ver el juego. De
hecho, lo hago seguido. No soy tan enfermo de la literatura como para dejar de
ver un partido importante. La literatura no es el único placer de la vida. Y lo
digo porque tengo algunos colegas que piensan que la literatura es lo único placentero.
No, no lo es. Hay otros placeres. Uno debería disfrutarlos todos. Ya soy un
hombre grande y lo sé.
Alejandro Duchini
PERFIL
Petros Márkaris nació en Turquía el 1 de enero
de 1937 pero recibió la nacionalidad griega a fines de los 70. Es traductor,
dramaturgo, guionista y narrador griego. Se hizo mundialmente conocido por sus
novelas policiales, protagonizadas por el comisario Kostas Jaritos. Entre
otras, Suicidio Perfecto, Con el agua al cuello y Liquidación final.
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