CHAVES: EL BOXEADOR FUTBOLISTA


Campeón en el ring, La Joya fue jugador de Vélez hasta la Cuarta División. Cuando lo dejaron libre, apostó por el boxeo, aunque reconoce que no siente la misma pasión que por el fútbol. Esta es la historia de alguien que se abre paso a los golpes, pero que extraña muchísimo la pelota. La nota original, acá.


Es el lunes 7 de abril de 1986. La noticia de los diarios es que el domingo River le ganó a Boca 2 a 0 en La Bombonera. Los goles los hizo Norberto Alonso; los sufrió Hugo Gatti. Y también una multitud de hinchas locales que, de bronca, despidieron a los visitantes a piedrazos. El saldo, 22 detenidos y 35 heridos. En tanto, en la provincia de Chaco las inundaciones provocaron alrededor de 24 mil evacuados. La situación era caótica. A nivel nacional, el gobierno liderado por Raúl Alfonsín intentaba acortar diferencias con la CGT, que amenazaba con medidas de fuerza. El mundo hablaba del paso del cometa Halley y hasta el grupo Virus, liderado por Federico Moura, lo mencionaba en una canción.

Ese mismo 7, en San Miguel, provincia de Buenos Aires, nacía un futuro futbolista que finalmente sería boxeador, más por destino que por elección. Es que a Diego Gabriel Chaves –hoy apodado La Joya– no le quedaba otra que subirse al ring. Su abuelo Rudecindo había iniciado la tradición familiar de boxear. Sus hijos la continuaron. Y el nieto –fanático de Vélez– se debatía entre la pelota y los guantes. Hasta que una decisión externa, de la que ya hablará, lo ayudó a tomar partido.

El boxeo le dio la posibilidad de viajar y de acomodarse económicamente. También de lograr trascendencia. Debutó como profesional en el invierno de 2008. Su rival, Juan José Islas, le duró tres rounds. Desde entonces su carrera fue en ascenso. La potencia de sus puños daba de qué hablar. Le llegaron las chances internacionales. 2010 lo empezó con la obtención del título Latino welter de la OMB. Lo defendió cinco veces de manera exitosa. En 2012 obtuvo el título mundial interino AMB ante el francés Ismael El Massoudi. Su derrota de 2013 frente al estadounidense Keith Thurman, en California, por la WBA, fue un gran traspié. Pero no el único. El 2 de agosto pasado fue descalificado injustamente por el árbitro Vic Drakulich, cuando iban nueve asaltos, en un combate disputado en Las Vegas ante el local Brandon Ríos. Las tarjetas, aunque con mínima diferencia, lo favorecían. Sin embargo, según el juez, forcejeó demasiado. Hoy todavía siente bronca. Quiere revancha. Le dice a El Gráfico que aún no puede olvidarse de esa noche.

Esa misma noche en la que se subió al ring con la camiseta de Lucas Pratto, figura de su queridísimo Vélez, al que también representa como boxeador.

“A pesar de haber perdido con Brandon Ríos, siento que estoy en mi mejor momento como boxeador. Estoy muy bien. Con Ríos demostré cómo ando. Porque esa pelea me la robaron descaradamente. No me puedo olvidar del robo de esa noche. Tengo una bronca que ni te cuento. Todavía me dura. ¿Sabés por qué? Porque veníamos bien. Estábamos adelante en las tarjetas. Teníamos todo a favor. Por eso da bronca. ¡Te dan ganas de pegarle al árbitro! Estaba todo preparado para que ganase Ríos. Estas cosas duelen y uno se pregunta para qué seguir peleando, si te roban a pesar de hacer un buen papel. Pero sigo porque sé que en algún momento vendrá una chance mundialista. De hecho, estamos en eso”.

El comentario –casi un monólogo– le sale desde bien adentro, con mucho sentimiento. Es lo primero que suelta cuando empieza la charla con esta revista. Serio al principio, comenzará a cambiar de ánimo a partir de la primera pregunta. Y se mostrará de muy buen humor durante toda la conversación.

-¿Cómo te sacás esa bronca?
-Entrenando. No hay otra. Hay que ponerle ganas. Y yo sigo con mucha confianza porque en el equipo sabemos que tenemos mucho para seguir ganando. Es muy importante contar con un buen grupo de trabajo. Uno a veces se olvida de esas cosas, pero es algo fundamental. Igual que la familia. Tener a la gente que querés apoyándote es un empuje bárbaro, porque sabés que todos van a tirar para el mismo lado. Esas son cosas que a uno lo sacan adelante.

SABE que pronto tendrá una gran oportunidad y trabaja sin desesperarse.
VELEZ, UN SENTIMIENTO

-Se te nota apasionado al hablar. ¿Es la misma pasión que te genera Vélez?
-Y, Vélez significa muchísimo para mí. Muchísimo. Es parte de mi vida desde siempre. Fue el lugar en el que me crié, tanto en mi carrera deportiva como en mi vida en general. Porque siempre estuve ligado al club. Nací en San Miguel, en el mismo lugar en el que vivo ahora, y llegué a Vélez porque cuando era chiquito ya jugaba al fútbol y mi técnico del barrio me llevó a probarme. Entré en la Novena y seguí hasta la Cuarta. Fueron muchos años de mi vida.

-¿De qué jugabas?
-De lateral izquierdo. O volante carrilero. No tuve la suerte de llegar a Primera, pero me llevé el mejor recuerdo del club. Viví cosas muy lindas ahí. El problema fue que para la Cuarta el plantel empezaba a reducirse y entonces ya no era fácil quedar. Yo tenía cerca de 18 años. Y el técnico decidió no tenerme en cuenta para el torneo que se venía y no me quedó otra que dejar. Fue difícil, pero bueno, son cosas que pasan. Tenía que elegir entre seguir intentando por otro lado con el fútbol o dedicarme al boxeo.

-¿Qué fue lo más difícil en ese momento?
-Dejar el fútbol en sí. Porque me encanta. Pero al mismo tiempo pensaba que lo de boxear me salía más fácil. Se me hace sencillo pelear. No le tengo miedo a nadie: peleo con quien sea. Y no lo tomo como una presión. Ahora, cuando pienso que tuve que optar entre ver si podía seguir con el fútbol y dedicarme de lleno al boxeo, me doy cuenta de que la decisión final no fue equivocada.

-¿Qué diferencias encontrás entre tus tiempos de futbolero y ahora que sos boxeador profesional?
-Me gustan las dos cosas. El boxeo para mí es como un hobby y un trabajo a la vez. Lo hago con mucha seriedad, pero siento que no lo tomo como lo tendría que tomar realmente. Pero está bueno. En cuanto al fútbol, sigo a Vélez todo lo que puedo. Voy siempre a la cancha. Además, entreno en la Villa Olímpica, lo que me mantiene relacionado con el club. En lo personal, estoy en contacto con el plantel. Tengo buena relación con todos los jugadores. Me llevo de primera con ellos.

-¿A qué te referís al decir que no tomás al boxeo como deberías?
-Lo encaro de otra forma… no lo hago con mucho entusiasmo. Tal vez porque se me hace fácil. Es una actividad que me sale bastante bien. Entreno, me cuido, pero no lo hago con esas ganas que, por lo general, tiene un boxeador. Me gustaría encontrarle la vuelta para tener más motivación. Tengo mucha, pero necesitaría encontrar más incentivos. Porque entrenar, entreno con todo. Pero no me pasa lo mismo que con el fútbol.

-¿Por?
-Porque el fútbol lo hacía con muchas ganas. Siento que no tengo la misma motivación con el boxeo. Pero lo hago. Te repito: me resulta fácil. Hago todo lo que hay que hacer.

-¿De qué forma balanceás esas sensaciones?
-A veces se me hace complicado, porque tengo la pasión del fútbol adentro y la pasión del boxeo la tengo a medias. Entonces es difícil. Pero lo hablo con mi psicólogo y trato de hacer las cosas de la mejor manera posible para no equivocarme.

LA JOYA no duda: "Voy a ser campeón del mundo otra vez". Su próxima pelea grande sería en diciembre, probablemente, en Las Vegas.
DINERO Y NOCHES

-¿Cómo imaginás tus próximos años como boxeador?
-Mi idea es hacer un par de peleas más, juntar algún dinero e irme. Tengo 28 años. Hasta los 31 o 32 años seguiré y después diré “basta”. No quiero llegar a los 35 o 37 y pelear por chaucha y palitos. Cuando veo a muchos que vuelven a subirse al ring entiendo que les pasa porque hacen dinero y no saben cómo manejarlo, en qué invertirlo. En eso influyen las malas juntas y los malos consejos. No quiero que me pase eso.

-¿Ya ganaste un dinero grande?
-Con la plata que gané y las cosas que hice no le erré en nada. Eso me da tranquilidad. Pero no gané una cantidad de dinero grande. Todavía no llegó. Tengo que seguir laburando. Pero sé que va a llegar en su debido tiempo. De todos modos, hoy vivo bien, tranquilo, gracias al boxeo.

-¿Te inquieta el futuro?
-No. Estoy muy tranquilo porque sé que tengo cualidades y virtudes como para ganar el dinero que pretendo. El tema es saber invertirlo para que el día en que deje de boxear pueda mantenerme y dejar un buen respaldo a mi familia (su esposa, Andrea, y sus hijas Tizina, de 7 años, y Chiara, de 3). Eso es lo fundamental.

-¿Cuál es tu noche más recordada como boxeador?
-Son varias. Una de ellas, la del debut. Muy linda. En Castelli, provincia de Buenos Aires, cuando le gané por nocaut a Islas, en el tercero. Debutar como profesional y que me vean por televisión fue algo muy importante, porque eso genera mucho más. Tampoco puedo olvidar una gran pelea con José Miranda, (panameño, en 2012; su primera defensa del título mundial interino welter de la AMB, en el Luna Park). El venía con todo. Y esa noche me salieron todas. Estaba muy bien físicamente. O la que tuve con el brasileño Jeferson Goncalo, en 2010, por la primera defensa del título Latino. Pero la noche que no me olvido más fue la que gané el título del mundo ante Ismael El Massoudi, en José León Suárez. Significó mucho esa pelea. Sobre todo porque nos tomó por sorpresa lograr una chance mundialista. No la podíamos desaprovechar. Había que estar bien puestos porque era un rival movedizo, incómodo. Se arregló todo, llegó el día y tuve la suerte de ganar por nocaut en el segundo round. Fue muy duro. No imaginaba ganar de esa manera. ¡En dos rounds! Y las repercusiones que generó eso. Y después, bueno, la pelea con Keith Thurman, en California. Venía peleando bien, manejando el combate hasta que me meten un gancho al hígado y todo lo que hice en seis meses se me fue en unos segundos. Porque había entrenado muy bien y fui superior. Y que se vaya así, de esa forma, es raro y duele muchísimo.

-¿Sigue siendo glorioso pelear en el Luna Park?
-Totalmente. Es muy importante ese lugar. Es algo grandioso. Mi primera noche ahí, por ejemplo, es inolvidable. El Luna es como el Madison Square Garden de acá.

-¿Qué es el nocaut para vos? ¿Qué te genera?
-Es como el gol sobre la hora en el fútbol. Es lo que ratifica que hiciste las cosas bien.

-¿Se disfruta más la victoria o se padece más una derrota?
-La derrota siempre es más difícil de manejar.

-¿Cómo te definís? Dicen que te falta ser más tranquilo.
-Yo soy tranquilo, pero a veces se me sale la cadena. Me gustaría mejorar eso. Calmarme cuando un árbitro se tira en mi contra. Por otro lado, sé que tengo buenas manos y facilidad para golpear a mi rival. Y velocidad, que es una ventaja. Pero tendría que aprender a no tirar golpes de más. Quiero mejorar en la parte física. Y seguir aprendiendo, que es lo más importante.

-¿Un sueño?
-Volver a ser campeón del mundo. Que lo voy a ser. Tengo mucha fe.

DE LA HOYA, uno de los preferidos de Chaves.
IDOLOS

Julio César Chávez, Oscar de la Hoya y Leonard son los ídolos de Diego Chaves en el boxeo. “Sus estilos, sus calidades para pelear, es lo que me gusta de ellos”, señala ante la consulta de El Gráfico. Después explicará que lo que más le agradaba de Chávez era su condición de “aguerrido”, como lo define: “Era un tipo que iba al frente, siempre. ¡Y pegaba! ¡Cómo pegaba! Dónde quería, cómo quería y cuándo quería”.

“De de la Hoya lo que más me llama la atención es que llegó un momento en el que era tremendo tanto en velocidad como en calidad”, destaca.

También remarcará a Leonard: “Era impresionante para moverse. Tenía una velocidad tremenda, que te llenaba los ojos al verlo”. Justamente al año de haber nacido Diego, Leonard ganaba uno de los combates más recordados de la historia del boxeo. Fue en el Caesar´s Palace de Las Vegas, ante su compatriota Marvin Hagler, quien defendía por decimotercera vez su título mediano del Consejo Mundial. Leonard festejó su cuarta corona.
En fútbol, en cambio, no tiene un ídolo particular. “Admiro a todos los jugadores de Vélez. Todos. Nunca fui de tener una figura en especial. Soy de Vélez a muerte”, sostiene.-Entrenando. No hay otra. Hay que ponerle ganas. Y yo sigo con mucha confianza porque en el equipo sabemos que tenemos mucho para seguir ganando. Es muy importante contar con un buen grupo de trabajo. Uno a veces se olvida de esas cosas, pero es algo fundamental. Igual que la familia. Tener a la gente que querés apoyándote es un empuje bárbaro, porque sabés que todos van a tirar para el mismo lado. Esas son cosas que a uno lo sacan adelante.

Por Alejandro Duchini. Fotos: Emiliano Lasalvia

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