INÉS FERNÁNDEZ MORENO: “PARA ESCRIBIR HAY QUE CHAPOTEAR, EMBARRARSE Y SALIR COMO SE PUEDA”
La escritora Inés Fernández
Moreno recibió el prestigioso Premio Sor Juana Inés de la Cruz por su novela El cielo
no existe. En esta entrevista con “Ciudad X” desmenuza una historia que tiene
como eje a una mujer de 50 años que, de un momento a otro, tiene a su cargo a
un bebé del que no conoce nada. La
nota publicada en La Voz del Interior, acá.
La novela se titula El cielo no
existe (Alfaguara) y a su autora, la escritora argentina Inés Fernández Moreno,
le significó el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, otorgado por la Feria Internacional
del Libro de Guadalajara a la excelencia literaria de mujeres de América latina
y del Caribe. “El momento de la confirmación fue de una gran alegría. Un premio
siempre es una gran alegría. Me llegó en un año un poco complicado por motivos
familiares. Estaba algo desanimaba. Y esto, que viene del exterior, es
estimulante: para escribir, por lo económico, por el reconocimiento. Por muchos
motivos. Además, es un premio que lleva el nombre de Sor Juana Inés de la Cruz, una mujer
extraordinaria. Me siento orgullosa”, sintetiza la autora durante su diálogo
con Ciudad X.
La historia premiada es
protagonizada por Cala, una mujer que ronda los 50 años, que trabaja como
periodista free lance y que lucha cada día con una madre conflictuada y
conflictiva. El robo de dinero por parte de la chica que limpia en la casa de
la anciana es el quiebre. Inesperadamente, Cala se queda a cargo del bebé de la
joven, quien desaparece. Mientras la busca, aparece como trasfondo la trata de
mujeres. Pero también habrá lugar para el pasado, para un amor que vuelve y
para un futuro que se desencadena con varias sorpresas juntas.
–¿Qué lugar creés que ocupará “El
cielo no existe” en tu obra?
–No lo sé. Quiero mucho a mi
primera novela, La última vez que maté a mi madre. Y esta retoma algunos temas
de aquella. Pero más allá del premio, El cielo no existe me significó en lo
personal un aprendizaje. Porque me siento sobre todo cuentista y las novelas
que escribí, que ya son tres, me costaron mucho trabajo. Es una lucha para mí
conseguir el largo aliento de la novela, porque no se me da naturalmente. Me
siento más cómoda en el formato del cuento. Además en este caso se me cruzó un
tema que tiene una parte policial porque se crea una intriga: hay un robo. Y
tuve que aprender a resolver esa temática. Me fue muy trabajoso. Por otro lado,
la novela tiene que ver con la vida de una mujer, la relación con su madre. Es
una novela urbana. Cuando llegué a la mitad quedé medio estancada. Me ayudé
leyendo Suspense, de Patricia Highsmith, donde cuenta cómo surge una novela,
cómo deja reposar la historia, cómo la trabaja.
–A juzgar por el resultado, lo
resolviste bien.
–La trama a veces es la excusa
para echar a rodar la escritura. Y la escritura me interesa mucho. Hay momentos
en que la escritura se vuelve medio plana, porque no estás todo el tiempo
creando libremente, sino que tenés que someterte a ciertas reglas. Hay que
lograr un equilibrio. Pero fui resolviendo todo a medida que escribía. La
terminé usando mucha voluntad y no tanto inspiración. Por momentos me parecía
que estaba todo mal. “No importa”, me decía, tipo autoayuda. “¿Es un bodrio?
Ok, seguí el bodrio hasta el final”, me hablaba. Y pude salir adelante.
–Los tremendos fantasmas del
escritor, ¿no?
–Sé que a todos los escritores
les pasa. Sufren, tienen dudas. Habrá algunos más sólidos. Seguramente a Vargas
Llosa no le ocurre. Pero hasta Abelardo Castillo, el maestro del cuento, tiene
sus dudas. Recuerdo que una vez en un taller nos leyó un cuento para saber
nuestra opinión. Creo que el terreno barroso de la duda forma parte de
escribir.
Escribir en el barro
–¿Qué aprendiste de este proceso
de escritura?
–Aprendí, gracias a la duda, que
hay que chapotear, embarrarse y salir como se pueda. Y que nunca tenés
satisfacción cuando terminás. Alguien dijo que a las novelas uno las deja, no
que las termina. Que es hasta donde llegaste. Esa insatisfacción a lo mejor es
la que te lleva a escribir otra cosa para ver si la siguiente la escribís algo
mejor. O peor. Uno va navegando un poco a ciegas en una novela.
–¿Cómo queda tu relación con la
novela y con el cuento?
–No sé. Hasta ahora decía que la
novela me resultaba demasiado ardua. Pero es hasta que aprendés. Porque llega
un momento en que aprendés. Así que hoy no se qué pasará. Por lo pronto, tengo
un proyecto entre manos que surge a partir del encuentro de unos papeles
inéditos de mi padre, en un pueblito de la Costa Brava. Tengo
ganas de contar eso.
Los roles de la mujer
–Hay una escena que sirve como
quiebre en la historia. Me refiero a cuando Cala, ya resignada de tener un bebé
a su cargo, se muestra feliz de darle de comer. ¿Coincidís?
–Sí. Llegó un punto en que me
pareció que tenía que trabajar más esa relación con el bebé, Brandon. Entonces,
tras el primer borrador le dediqué especial atención. Y yo misma me fui
emocionando y compenetrando más con él. Al principio, ella no quería saber
nada. Imagináte que te caiga un bebé a los 50 años. Pero luego empieza a
engancharse con él, que era el punto que yo tenía que trabajar. Por eso desde
ahí Brandon adquiere más peso.
–¿Es una novela de mujeres?
–Es una novela en que la mujer
aparece en todos sus roles. Como mamá de Brandon, como trabajadora, como hija
de una madre a la que debe cuidar. También la mujer en su rol de sometida, como
la chica que es secuestrada. Aparece la amiga. La red solidaria de mujeres que
se ayudan. Hay una suma de exigencias y funciones que puede cumplir una mujer
en la sociedad.
–¿De dónde sale esa madre tan
difícil?
–A muchas de las cosas de la
madre las saco de mi propia madre. Tengo un modelo interesante. Pero también
saco cosas de otras madres extravagantes que hay a mi alrededor. Voy sumando
aspectos de madres complicadas. Pero no es que escribí sobre mi mamá, sino
sobre un personaje de madre mayor y una hija que debe cuidarla, cuando tampoco
es tan joven, que es una situación complicada. En lo personal tengo muchos
diálogos desopilantes con mi madre, pero a otras cosas las fui inventando. Mi
madre tiene 93 años y siento que ahora debo ocuparme más de ella y ella
apoyarse más en mí. La relación fue mejorando. Se limaron asperezas. Era más
difícil la relación siendo joven. Y esa contradicción de amor y al mismo tiempo
no soportar a una madre está ahí.
–¿Cuánto hay de vos en Cala, la
protagonista?
–Bastante. Aunque muy inventada,
está la mujer que trabaja, la que se enfrenta a la adversidad cotidiana cuando
el cajero automático no funciona o llega a un lugar en el que le dicen que el
sistema se cayó y no se puede hacer determinado trámite. Estamos acostumbrados
a convivir con esa suma de adversidades. Esa mujer que tiene necesidades
económicas que resolver, una madre que cuidar: en esos aspectos me reconozco.
Atravieso situaciones parecidas. También está el humor: la mirada humorística
que tengo sobre las cosas.
Lo cotidiano
–¿Cómo trabajaste la temática de
la trata de personas?
–Investigué hasta donde
necesitaba investigar para no ser irrespetuosa con un tema en el que muchas
mujeres se juegan la vida, como Marita Verón. Gente que hace cosas increíbles.
Me apoyé en la experiencia de la protagonista, que es la misma que tengo yo como
habitante de Buenos Aires. Se ven los carteles pegados por todos lados. Y yo
misma vi mujeres que los iban despegando. Eso es algo presente en nuestra vida
cotidiana. Investigué un poco, lo suficiente para desarrollar lo que
necesitaba. Porque no es una novela sobre la trata.
–¿Ya pensaste en tu próximo
libro?
–Tengo uno de cuentos que estoy
terminando. Pienso que saldrá el año que viene. Mi tarea inmediata es
corregirlo y a lo mejor escribir algún cuento pendiente. También está aquello
que te contaba que me ocurrió con los papeles de mi padre, que me generó muchas
ideas y ganas de empezar a escribir. Es algo que está en germen. A partir de
eso me pregunté si ahora aparecerá la génesis de lo que fue mi relación con él.
Lo quería mucho. Fue un padre generoso, encantador. Muy linda persona, a la que
no tengo casi nada que reprocharle. Al revés. Siento que me dio muchas cosas
positivas. Sólo escribí un cuento sobre él, después de que se murió. En esta
oportunidad, cuando soy más grande que él, porque falleció joven, me pasa eso
extraño de ser una hija más grande que un padre. Sería un desafío escribir
sobre él.
–¿Entonces, ahora, a escribir?
–No tan rápido. Este es el
momento del premio, de la alegría y la vanidad, si querés. Un mimo. Después sí
se vuelve la página en blanco, a la que hay que enfrentar. Porque la realidad
del escritor es la producción. Y la realidad, los pensamientos, las dudas.
Comentarios