NADANDO CONTRA LA CORRIENTE

Con 20 años, la cordobesa Andrea Berrino es una de las promesas de la natación argentina. Por un problema físico, le habían aconsejado abandonar el deporte.Pero su voluntad pudo más. La entrevista fue publicada en la revista Nueva.


La nadadora cordobesa Andrea Berrino tiene 20 años, alrededor de 30 medallas obtenidas entre torneos nacionales e internacionales y bajó 10 récords argentinos. Entre ellos, el que tenía Georgina Bardach desde 2005 en la especialidad de 200 metros de espalda en pileta corta. En el Mundial de Doha, estableció otra marca en los 200 metros espalda.

En plena adolescencia, había sido campeona sudamericana en Mar del Plata. En su camino, hay metas importantísimas: los Juegos Panamericanos de Toronto en 2015 y los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, en 2016. Los entendidos aseguran que el futuro de la natación en nuestro país es suyo.
Aunque para vivir este presente tuvo que sobreponerse a una situación extrema. A los 17 años, los médicos le dijeron que debido a un problema en la columna no podría seguir compitiendo, que debía olvidarse de la alta competencia. Sin embargo, nunca bajó los brazos. Se sobrepuso y siguió luchando. Así lo recuerda: “El problema comenzó con una tendinitis del músculo supraespinoso, pero el origen era mi escoliosis y una descompensación muscular en la espalda. Se descubrió a fines de 2010. Como en Río Tercero no tenían un equipo de fisioterapeutas con quienes tratarme, solo podía entrenar patada. Y cuando terminé el secundario me fui a vivir a Córdoba, donde empecé a trabajar de otra manera. Lo peor fue hasta el 2012. Todavía estoy en un proceso de adaptación y haciendo trabajos preventivos”. Y agrega: “Cuando me dijeron que tenía que abandonar el alto rendimiento me sentí muy mal, por los torneos que venían y porque estaba clasificada para el Mundial Juvenil en Perú. Gracias a mi familia y al entrenador, hoy estoy donde estoy”.

Andrea nació en Río Tercero el 14 de febrero de 1994. Por sus padres y sus dos hermanos mayores empezó a nadar cuando tenía 5 años. “Competían en la escuela de natación de Susana Schwander, y yo iba con mi mamá a buscarlos. Un día, Susana le dijo a mi mamá por qué no probaba yo, así que empecé y quedé”, rememora. Ahora representa al Club Universitario de Córdoba, lugar en el que  estudia el profesorado de Educación Física.

¿Hasta acá hemos llegado?

“Su problema ya tenía meses y se había llegado a una situación límite luego del Mundial Juvenil de Lima. Fue semifinalista, pero llegó a ese torneo prácticamente sin entrenarse. Al regreso se hizo estudios de columna y le dijeron que se olvidara del alto rendimiento. Llegó llorando a la pileta con su mamá para contarme lo que le habían dicho los médicos. La tranquilicé, hablé con su madre y les dije a ambas que era imposible que no hubiese una salida. Estaba absolutamente seguro de que habría una solución”, cuenta Federico Rossi, su entrenador. Y acota: “Iba a ser largo el tema. Le pedí que confiara en mí y le prometí que el esfuerzo valdría la pena, que de mi parte nunca había visto a una nadadora con las condiciones de ella y que le llegaría su momento como premio a tanto esfuerzo. El premio mayor aún no llegó, aunque estamos mucho más cerca que ayer”.
Entonces empezaron a trabajar en la recuperación. “Tenía que dejar de sentir dolor, empezar kinesiología, tratar luego el problema de origen y ver cómo mejorar lo de mi espalda. Comencé con trabajos de fortalecimiento muscular, adaptación a planes del gimnasio y recién después algunos ejercicios. Casi nada de fuerza. Es que estaba muy limitada tanto en la parte superior como inferior”, suelta Andrea. “Me recuperé por todo lo que trabajé para eso. Quizá si dejaba de nadar, al menos un tiempo, hubiese sido más rápida mi recuperación, pero no estaba en mis planes quedarme fuera de torneos importantes. Confiaba en mi equipo de trabajo, sabía que tenía que bancarme al menos dos años de malos resultados. Si dejaba de entrenar, después iba a ser mucho más lento el proceso de adaptación”.

Por su parte, Rossi explica: “Los médicos tenían razón. No le erraron en absoluto a los diagnósticos, porque Andrea estaba muy mal. Sólo que, tal vez, no creían que ambos tendríamos la capacidad de esperar el tiempo necesario hasta completar su recuperación, que ya lleva dos años y sigue en curso. De hecho, aún no puede trabajar en el gimnasio ni un veinte por ciento de lo que debería. Pocos deportistas y entrenadores estarían dispuestos a esperan dos, tres o cinco años para ver resultados. En todo caso, seríamos la excepción a la media y, por eso, se valora tanto lo que ella consigue. Un poco tarde, tal vez, con respecto a otras nadadoras de elite mundial, pero tampoco nos corre nadie”.

“Uno de los momentos más importantes de mi vida ocurrió en 2012, cuando en el campeonato argentino disputado en el Cenard fui campeona en 200 espalda por primera vez. Bajé cinco segundos mi marca. Además, me di cuenta de que podía. Nunca bajé los brazos, jamás dejé de entrenar. Sin embargo, a los dos días del evento, cuando ya estaba en casa, me descubren una trombosis venosa en la pierna izquierda, lo que me llevó nuevamente a estar sin nadar. Tuve que estar dos meses sin tirarme al agua, por lo que volví a competir, a fines de ese año, y establecí un nuevo récord argentino en 200 espalda. La marca estaba en poder de Georgina Bardach. ¡Ese sí fue un momento increíble! ¡Mi primer récord y encima con Georgina de por medio!”, se emociona Andrea.

Causa y efecto

Ya no se acuerda de la primera vez que compitió, pero sí de los miedos ante sus primeros desafíos. “Tengo la imagen de estar en el colectivo viajando a Córdoba, muy preocupada y hablando con mi entrenadora de que no sabía cómo tirarme a la pile: si de cabeza o de palito”, se ríe. Rossi aporta: “Cuando Andrea nadaba en categorías infantiles, entre los 11 y 12 años, no se destacaba por sus resultados. No era la típica infantil que gana todo ni frecuentaba podios. Pero tenía una técnica excelente –producto del trabajo de la profesora Susana Schwander– y, además, proporciones corporales ideales para la natación”.

Otra cosa que tampoco olvida Andrea es la lucha interna, para no caerse anímicamente, cuando competía con poco entrenamiento a cuestas y con un futuro incierto, según le anunciaban los médicos. “Me iba bastante mal en los torneos por la falta de práctica. Había muchas desventajas con las demás competidoras. La pasaba mal. En algunas competiciones, se me caían lágrimas de bronca, porque me ganaban chicas que no eran de mi misma especialidad. Es que yo estaba acostumbrada a ganar porque antes de entrar a Primera solía hacer algún récord. Y para alguien acostumbrado al podio o a buenas marcas, eso te mata”, desliza Andrea.

“La natación es mi estilo de vida”, confiesa en el intercambio de preguntas y respuestas esta nadadora que practica yoga y que fantasea con ser entrenadora en el futuro. Autodefinida como “tímida” y “sencilla”, admira a nadadoras como Missy Franklin, Cecilia Biagioli y Georgina Bardach, y a Michael Phelps y José Meolans. Este deporte le ocupa el 70 % de cada día. Hay jornadas en las que al entrenamiento vespertino de lunes a sábado le agrega otro que arranca poco antes de las seis de la mañana. No faltan las horas dedicadas al gimnasio y a los controles médicos. El resto es para el profesorado (lo cursa de mañana), la fisioterapia y el dictado de clases a sus alumnos de la tarde. “Mi día está planificado para la natación”, aclara, como si hiciera falta. Pero cada fin de semana, vuelve a su Río Tercero para estar con su familia. Y, claro, también con su novio.

Ahora Andrea se anima a mirar con confianza lo que viene. “Los próximos serán dos años con muchas competencias, así que hay que enfocarse más que nunca en los objetivos e ir trabajando para cumplirlos paso a paso. Obviamente que me gustaría clasificar para los Juegos Olímpicos, que es el sueño máximo de cualquier deportista de alto rendimiento”, dice. Sin embargo, su entrenador prefiere no ir tan a fondo: “No hay que pensar en lo que no existe. El pasado no está y el futuro es sólo una ilusión, en la cual nos proyectamos, por lo general, sin éxito. Todo lo demás es humo. Andrea debe preocuparse sólo por hacer bien el día a día, pues, como a todos, en el universo nos rige la ley causa-efecto. Y seguramente, si las causas son óptimas, los efectos también lo serán”. Reflexiva y fortalecida tras los vaivenes físicos y anímicos, Andrea apuesta al mañana. Y piensa en voz alta: “Haber superado esos obstáculos me demostró que si se quiere, se puede. A veces es difícil, aunque todo sacrificio vale la pena. Hay que disfrutar las cosas cómo se pueda y rodearse de personas que apoyen y colaboren con esa voluntad de seguir. Pero no sólo en el deporte, sino también en la vida en general; porque siempre se presentan obstáculos. Sólo hay que aprender a manejarlos”.

“A Andrea siempre se la ve muy serena. Su tono de voz es bajo y transmite mucha tranquilidad, se le nota cuan competitiva puede ser. Es una gran deportista. Ha crecido paulatinamente un año tras otro y eso hace pensar que tiene un gran futuro. Además, es una luchadora, porque a pesar de sus lesiones, siempre va para adelante”.
Rocío Comba (atleta cordobesa - lanzadora de disco).

“Es una deportista con mucho futuro, joven y que ya logró marcas que prometen. Ojalá tenga el apoyo que necesita para lograrlo. Hace poco fue premiada como una de las diez jóvenes sobresalientes de Córdoba. Lo tiene muy merecido por todo lo que cosechó en este año. Es responsable, confiada y optimista”.
Cecilia Biagioli (nadadora cordobesa)

“Andrea mejoró muchísimo. Tanto en cuestiones técnicas como en la forma de encarar el deporte y la vida. De ella destaco su perseverancia, el compromiso y la dedicación. Es lo que la lleva a estar donde está y le permite crecer, superarse  y proponerse nuevos objetivos. Hace casi cinco años que nos conocemos. Venía a Córdoba los fines de semana a entrenarse y se quedaba en mi casa. En el ámbito nacional, logró todo. Ahora está abriéndose camino en los torneos internacionales, donde el nivel competitivo es mayor. Trabaja muy duro para cumplir sus objetivos. Y si se propuso competir en los Juegos Olímpicos de Río, lo va a lograr. Ojalá”.
Ángeles Pitruzzella (nadadora cordobesa)

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