“ESCRIBÍ PARA CANALIZAR UNA EXPERIENCIA DOLOROSA”
Entrevistada
por La Gaceta,
La francesa Maylis de Kerangal, autora de Reparar a los vivos (Anagrama), habló
de esta novela en la que detalla la donación de órganos vista desde los
familiares de quien se enfrenta a la muerte violenta.
De una experiencia personal con la muerte,
la escritora francesa Maylis de Kerangal escribió el que tal vez sea uno de los
mejores libros de los últimos meses. Reparar a los vivos (Anagrama) es una
joya. Conciso y detallista, se cuentan allí las 24 horas que transcurren desde
la muerte de un joven hasta que sus órganos vitales son donados a personas que
cuyas vidas dependen de este gesto. Pero lo fuerte está en que la decisión
deberán tomarla sus familiares. Allí es donde el relato logra diálogos precisos
que se insertan con detalles minuciosos. Las explicaciones del momento que vive
cada uno de los personajes, ya sean médicos, padres del accidentado-fallecido o
la mujer que recibirá su corazón, son perfectas.
De visita en Buenos Aires, tras un paso por
Chile, la escritora recibió a La
Gaceta en un céntrico y moderno hotel. Al momento del
encuentro, se muestra atenta y con una sonrisa que disimula su cansancio tras
distintos paseos por la ciudad. A su interés por conocer se le agregan charlas
que la obligan a dar cada paso con cierta premura. Sin embargo, ese trajín no
altera su buen humor.
-¿Cómo
surge la historia que cuenta en Reparar a los vivos?
-Fue a partir de una experiencia privada con
la muerte. Ese fue el disparador. Tuve la necesidad de escribir aquello.
Buscaba darle una forma literaria a esa experiencia. Y el detalle para contarlo
tenía que ser el concepto acerca de que el trasplante de órganos es una
posibilidad de reparar.
-¿Por
qué, aunque se donan varios órganos, se enfocó en el corazón?
-Porque tiene un doble estatus. Por un
lado, el orgánico, el de ser un músculo del cuerpo. Pero por otro hay uno simbólico,
porque en nuestra cultura el corazón representa al amor. Y desde allí quise
contar tanto al que dona como al que recibe. Y el corazón es a la vez como un archivo
de los sentimientos de un cuerpo.
-¿Qué
le permitió desarrollar esta novela?
-Contar que el trasplante cardíaco es una
cadena de palabras, de acciones, de decisiones. Este es el esqueleto de Reparar
a los vivos. El mismo protocolo del traslado del órgano, del trasplante en sí, dio
la estructura al libro.
-Al
final queda cierta sensación de paz en quienes intervinieron, aunque desde
distintas posiciones: médicos, familiares, enfermos. ¿Coincide?
-Sí. Entré en el libro con una especie de
dolor muy intenso y a medida que escribía llegué a una forma de paz, como usted
dice. El libro funciona como una tragedia invertida. En la tragedia clásica la
puerta de salida es la muerte, y en este caso la muerte es la puerta de
entrada. Pero el libro expresa el hecho de que algo de la vida de Simon
(Limbres, el protagonista) pudo ser salvado.
-¿Pesa
más el dolor de la muerte o la alegría de la vida que se salva?
-Quería que el libro tenga un equilibrio en
este sentido. Si bien en Francia es más común que el tema se vea desde quienes
reciben un órgano, yo prefería basarme más en el donador. Quería contar el lado
de atrás del tema; el otro lado. El de alguien que dio. Pero lo más importante
del libro es que se muestra todo lo que hay alrededor de la muerte de Simón y qué
les pasa con eso a sus padres, ya que también se describe la violencia y la brutalidad
de su muerte.
-¿Lloró
al escribirlo?
-No puedo decir que haya llorado, pero sí
que me fue muy difícil escribirlo, sobre todo al principio. Pero salió. Y al
lector llegó en el mismo orden en que lo fui escribiendo.
-¿Qué
recibió de este libro una vez terminado?
-Una experiencia de conocimiento, sobre
todo con un lenguaje técnico como el de la donación de órganos. Profundizar un
lenguaje es importante para un escritor. Pero fue también una experiencia de
contenido, de conocimiento de un tema que es un disparador de cuestiones como
la relación con el cuerpo, con la muerte. Es una novela muy íntima que me posibilitó,
además, disfrutar de la recepción del otro lado. Me refiero a los lectores,
quienes hablaron bien de la historia. Además, Reparar a los vivos recibió muchos
premios, no los más prestigiosos, si se quiere, pero sí aquellos que otorgan
los escritores y el público, ya sea a través de asociaciones o de los medios de
comunicación. Fueron entre siete y ocho y provienen tanto de capas
intelectuales como populares. Siento que Reparar a los vivos permitió esta
especie de unanimidad, lo que es muy importante para mí. Me significa un cambio
porque solía tener lectores más intelectuales, si se quiere, y ahora noto que tengo
un público más amplio. Lo interesante es que esto se produjo a pesar del reto
del lenguaje de la novela, que es muy técnico.
-Cuando
a Simón le ponen auriculares para que escuche determinada música, el
responsable de la operación cumple una promesa. ¿Qué significa ese momento tan
importante de esta historia?
-Estamos en una situación muy particular en
la que van a operar un cuerpo que tiene un certificado de nacimiento. Ese
cuerpo sufrirá algo violento. Será abierto para que le quiten los órganos. El
momento de desconectar la arteria del corazón se imaginó como un ritual. Y
otorgando a Simón este ritual se le autoriza su humanidad. De no hacerlo, se
vería su cuerpo como un simple stock de órganos. Por eso era tan importante que
escuche esa ola y, además, los nombres de quienes ama. Claro que podría no
haberlo hecho, pero todos los rituales funerarios se deben respetar.
-¿Cómo
define a la literatura francesa actual?
-Creo que está más dinámica, porque hay
muchas corrientes literarias. Se encuentra muy viva.
-¿Le
gustaría contar una segunda parte de esta historia? Por ejemplo, la vida de
quien recibió el corazón.
-Puntualmente lo que quería era contar
desde el que donaba el órgano, que no es lo más común. Lo que usted me plantea,
en cambio, ya lo escribió, y muy bien, el filósofo francés Jean-Luc Nancy, en
su ensayo El intruso, que para mí es un texto fundamental. Por mi parte, creo
que al contar desde el lado del que da, y no desde el que recibe, el tema
quedaría cerrado. Es que justamente esa posición es la que genera tantas
emociones.
REPARAR
A LOS VIVOS
Son 24 horas de vida y muerte. Simon
Limbres se va con sus amigos a practicar surf y al regreso, en un accidente de
tránsito, muere. Pero al mismo tiempo su corazón sigue latiendo. Maylis de
Kerangal describe ese domingo de manera magistral. Con detalles, la novela se
vuelve adictiva. La autora cuenta qué pasa por la cabeza y los sentimientos de
los padres de la víctima, que deben decidir si donan sus órganos a pesar de que
hay cierta vida en el cuerpo de su hijo. Kerangal explica también quiénes son
los médicos que intervienen en el caso y cómo se las ingenian para informar la
situación en medio de la desazón y aplicar, como si fuese un golpe maestro, la
pregunta acerca de donar los órganos a esos mismos familiares. Primero, con el
contundente “su hijo está grave”. Luego, con el “estado desesperado”. Y por
último con el contundente “nos hallamos en un contexto en el que cabría la
posibilidad de que Simon donase sus órganos”.
Golpeados por la noticia del accidente, es
en los padres en quienes recae la inesperada responsabilidad de salvar otras
vidas. El proceso de esa respuesta también está perfectamente detallado por la
autora. Y luego, cómo se reparten los órganos, haciendo hincapié en el valor
simbólico del corazón y en la mujer que, tras varias frustraciones, lo
recibirá. “Estrasburgo se queda con el hígado (una niña de seis años), Lyon con
los pulmones (una adolescente de diecisiete años), Rouen con los riñones (un
chiquillo de nueve años”, se describe. Después se pasa a la vida de Claire, la
mujer que recibirá el corazón. A ella, en medio de los ánimos que le dan sus
hijos y demás allegados, “no le da miedo la intervención. No es eso. Lo que la
atormenta es pensar en ese corazón nuevo, y en que hoy haya muerto alguien para
que suceda todo eso”.
Por donde se la mire, Reparar a los vivos
es una novela muy humana, genial, de la que difícilmente sus lectores salgan
indemnes tras su última página.
PERFIL
Maylis de Kerangal nació en Toulon,
Francia, en 1967. Ha
ganado numerosos premios por distintas novelas. Se destaca por sus temáticas,
fuera de lo común. Si en Reparar a los vivos trata la donación de órganos desde
la mirada del donante, en Nacimiento de un puente cuenta con detalles las
diferentes vidas –y los puntos en común- de quienes viajan desde distintos
países para trabajar en la construcción.
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