HOMBRES, MUJERES Y MURAKAMI

Hombres sin mujeres (Tusquets) es el último libro en español del japonés Haruki Murakami. Se compone de siete relatos que giran alrededor de relaciones que pudieron ser y que dejaron huellas de mayor o menor intensidad. La nota fue publicada en La Gaceta.

Cuando despertó, descubrió que se había metamorfoseado en Gregor Samsa. Así comienza el genial cuento Samsa enamorado, uno de los siete que componen Hombres sin mujeres (Tusquets), el último libro de relatos de Haruki Murakami publicado en español. Se trata de una sutil continuación de La metamorfosis, de Kafka. Murakami puso en práctica una idea original a partir de un texto clásico. Y le salió muy bien, porque la historia, breve y con rasgos de ridiculez y humor, se deja leer con facilidad. Aunque ya había homenajeado al escritor checo (Kafka en la orilla), ahora demostró que se puede dar otra vuelta y con otro muy buen resultado.
A ese relato le sigue el breve Hombres sin mujeres, que cierra el libro. Interesante, se inicia con un llamado en plena madrugada. El protagonista atiende el teléfono y alguien le dice: “Mi mujer se suicidó el miércoles de la semana pasada y, en cualquier caso, pensé que debía comunicárselo”. Semejante noticia le hace pensar en una ex pareja y en su infancia. “M era la chica de quien debí enamorarme cuando tenía catorce años. Pero en realidad fue mucho más tarde cuando me enamoré de ella y, para entonces, ella (por desgracia) ya no tenía catorce años. Nos equivocamos en el momento de conocernos. Como quien confunde el día de una cita. La hora y el lugar eran correctos. Pero no la fecha”, analiza para dar rienda suelta a aspectos tan comunes de sus relatos. Me refiero a la soledad y la melancolía que suelen caracterizar a sus personajes.
No faltan tampoco las lluvias, la música (sobre todo el jazz; y en los bares) y personas que desaparecen sin dejar rastros ni explicaciones. Por ejemplo, en Drive my car, el primero de la serie, escribe: “Un viejo álbum de jazz giraba en el tocadiscos. A los dos les gustaba el ambiente y ya habían estado allí unas cuantas veces. Por algún motivo, siempre que quedaban solía llover, y ese día lloviznaba”. Aquí, un actor viudo suelta confidencias a una mujer a la que acaba de contratar como su chofer personal. En un momento le cuenta lo enamorado que estuvo siempre de su esposa, a quien jamás recriminó por sus infidelidades. Pero lo más raro se producirá al decirle que tras su muerte se hizo amigo de uno de los amantes. Tensión pura.
Le sigue Yesterday, donde un hombre ya grande recuerda a un viejo compañero de trabajo y a su ex novia, con la que él también pudo haber tenido una relación. A ella la volverá a encontrar muchos años después. Ese reencuentro lo llevará a pensar en aquello que pudo haber sido y en su viejo camarada. “Si eso de ser feliz es pedir demasiado, ojalá viva al menos el presente con salud y sin carencias. Porque nunca se sabe con qué soñaremos mañana”, piensa sobre el final del cuento.
“Un caballero es aquel que no habla demasiado de los impuestos que paga ni de la mujer con quien se acuesta”, sentencia el gentleman sobre quien gira Un órgano independiente. Un hombre elegante es alegre acostándose con las mujeres que quiere. Pero no se enamora de ninguna. Hasta que le pasa y el amor se transforma en un sufrimiento que le cambia totalmente la vida. “Sin la intervención de ese órgano que eleva nuestras vidas (…), perturba nuestros corazones, nos muestra hermosos espejismos y a veces nos empuja hacia la muerte, nuestra existencia seguramente sería mucho más anodina. O acabaría convirtiéndose apenas en una sarta de artimañas”, dice el testigo cuando ya está todo echado a la suerte.
Continúa Sherezade, donde una mujer casada recuerda ante su amante secretos de su infancia relacionados con un amor imposible. De esta manera, la niñez-adolescencia y los sueños truncos vuelven a jugar un papel de importancia.
Kino, el quinto relato, es otro ejemplo del más puro Murakami. Hay un bar, hay lluvia (“seguía lloviendo. Ahora con mayor intensidad”) y hay música. La historia está buenísima. Porque además hay un hombre misterioso y una mujer más misteriosa todavía. Kino lleva una vida normal hasta que descubre que un compañero de trabajo se acuesta con su esposa. Entonces abandona empleo y casa y abre un bar que le ayuda a cicatrizar la herida. Alguien misterioso y “la fría lluvia (que) seguía empapando el mundo” ganarán un lugar importantísimo en la historia. Igual que un pasado que no termina de irse.
Hombres sin mujeres es un muy buen libro. Ideal para leerlo lentamente. Para disfrutarlo con una buena música de jazz de fondo que permita meterse de lleno en el mundo de Murakami. Un mundo que va más allá de las palabras.

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