UN CAÑO BELLO, UN JUGADOR INOLVIDABLE
Para muchos, Juan Román Riquelme es el último número diez del fútbol
argentino. Para otros, el máximo ídolo de la historia de Boca. El periodista
Diego Tomasi fue un poco más allá y escribió un libro en el que, en base a
entrevistas y sentimientos, analiza por qué se trata de alguien con filosofía
de juego propia. Acá, la nota que se publicó en Nueva.
El libro se llama El caño más
bello del mundo y empezó a gestarse el 10 de noviembre de 1996, cuando su
autor, Diego Tomasi, tenía 14 años y Juan Román Riquelme debutaba en la Primera de Boca. Ese día,
el equipo dirigido por Carlos Bilardo le ganó 2 a 0 a Unión, de Santa Fe. Lejos de
La Bombonera,
y con la oreja pegada al parlante de la radio, Tomasi no dejaba de pensar en
los elogios de los periodistas hacia ese chico con pasado en las inferiores de
Argentinos Juniors. Después, por la televisión, se confirmaría el encanto: “Decían
que había jugado increíble. Y desde que lo vi, me surgió una admiración
inmediata y para siempre”, le dice el escritor a Nueva ahora que escribió 250
páginas sobre ese jugador de fútbol. Que no es cualquier jugador, claro. Es el último gran ídolo de Boca; para muchos,
también el último gran número diez del fútbol argentino. Para los futboleros,
alguien que para bien o para mal no pasó ni pasará desapercibido. Porque a
Riquelme, así como muchos lo aman, otros lo defenestran. Los primeros por su
forma de jugar. Los otros por las polémicas que genera fuera de las canchas. No
hay término medio. Más acá en el tiempo, y en tanto el jugador empezaba a
despedirse de Boca (y de su carrera), Tomasi fue concretando su sueño de
escribir sobre el “pensamiento futbolero de Juan Román Riquelme”. “Lo hice con
la ayuda de unas treinta personas que me dieron su testimonio, que me ayudaron
a pensar, que fueron muy generosos. Porque la idea no era que opinaran sobre
Riquelme sino que pensaran sobre Riquelme”, sostiene quien además pudo darse el
lujo de publicar anteriormente un libro sobre su otro admirado: a Julio
Cortázar lo retrató en Cortázar por Buenos Aires.
La premisa de Tomasi es que hay
una “filosofía” de juego basada en Riquelme. Quería expresar eso en vez de
hacer una típica biografía. Entonces contactó a periodistas, futbolistas,
directores técnicos, músicos y escritores. “Me pasa que al decir la palabra
filosofía me da por retroceder, porque es muy grande. Pero es verdad que hay
una serie de ideas que gobernaron su modo de jugar”, se justifica sobre ese
trabajo en el que se analiza al jugador y se descartan detalles que
correspondan a la vida privada. De esas entrevistas surgieron interesantes testimonios.
Opiniones que ratifican que el fútbol es más que un deporte. Y que un
futbolista no es sólo aquel que patea una pelota sino lo que genera a partir de
eso.
Si para Riquelme, como cita
Tomasi, “la pelota ha sido el juguete más hermoso que pudo existir”, para el
resto de los entrevistados Riquelme ha sido la excusa para ver otro lado del
fútbol. Entonces aparece el periodista Horacio Pagani diciendo que “jugadores
como Riquelme se están terminando”. O su colega Ariel Scher opinando que “los
equipos donde juega Riquelme juegan mucho en torno de Riquelme. Es un rasgo de
él que a veces podrá favorecer y a veces no. Tiende a favorecer porque es un
jugador descomunal”. El actual técnico de Boca, Rodolfo Arruabarrena, tampoco
escatima elogios y le comenta a Tomasi: “En la cancha se da cuenta de algunas
situaciones que tal vez sus compañeros o sus rivales, con toda la presión y el
trajín del partido, no ven”.
“A mi, por ejemplo, me cambió la
forma de ver el fútbol. Yo era hincha de Boca y me identificaba con el
estereotipo del juego típico del club, representado por jugadores como (Blas
Armando) Giunta u otros buenos pero que no alcanzaban el nivel de Román. La
famosa garra bostera, como se conoce. Pero desde que lo vi jugar a él me cambió
esa idea. En realidad, me cambió toda mi mirada sobre el fútbol. Ahora mismo admiro
a los que juegan a la pelota y no a los que se tiran a los pies”, expresa el
autor durante el diálogo con esta revista.
COMO BOCHINI
Los escritores ocupan su espacio
con distintos conceptos. Alejandro Dolina lo utiliza para decir: “Si a mí me
preguntaran con quién quiero jugar, yo no elegiría jugar con Maradona o Messi.
El niño que hay en mí elegiría jugar con Bochini o con Riquelme, que son los
que te la dan. (…). Un jugador como Riquelme es el que mejora a los demás. (…).
Te la tira con espacio y con tiempo para que vos puedas hacer la jugada más
indicada”. Su colega Martín Kohan, confeso hincha de Boca, también vuelve a
comparar al diez boquense con el recordado diez de Independiente: “Hay una
generosidad en la asistencia que acerca mucho a Román con Bochini. (…). Hay
algo en la actitud de juego, que es una especie de estado melancólico. Para mí
es fuertísimo en estos tipos. Es una especie de disposición a dar la alegría a
otros. Riquelme festeja como si estuviese contento por los hinchas”.
Reiteradamente comparados, Ricardo
Bochini fue otro de los consultados. “Yo creo que todos disfrutamos de los
buenos jugadores (…). Para mí el fútbol real es ese, el de la gambeta, el de un
pase gol, el de una pared, el de un gol bien definido. Todo eso, que para mí es
lo más difícil, es lo que propone y piensa Riquelme”, dice.
No es un dato menor, tampoco,
encontrar en las páginas de El caño… un juego de palabras por parte del
preparador físico Fernando Signorini, alguien que se ha destacado por trabajar
nada menos que junto a Diego Maradona. En este caso sostiene que Riquelme “es
un jugador de raza. No cualquiera tiene raza de jugador”.
La admiración por Riquelme fue
tal que con los años (y los partidos) Tomasi se hizo más hincha de él que de
Boca. “Grité goles de equipos que no eran el mío”, confiesa. Y agrega: “Grité
goles del Villarreal, aunque no los haya hecho él. Y del Barcelona, y de Argentinos
Juniors”. “Miro de otra manera a Boca. Aunque quiero que gane y me amargo
cuando pierde, me pasó de disfrutar partidos porque había jugado Román aunque Boca
no haya ganado. A veces uno se convierte más en hincha de un jugador que de un
club”, explica luego. Aunque su pasión riquelmeana parece temblar cuando se le
pide que elija entre el futbolista y Cortázar. “No podría elegir entre uno y
otro. Son ámbitos diferentes. Pero el vínculo emocional es más cercano con
Riquelme, porque el vínculo con el fútbol es más cercano. Pero si escribir un
libro es algo soñado, lo es mucho más si trata sobre alguien que admirás. Me
pasó en los dos casos”, resuelve.
El caño que da origen al título
tiene un capítulo propio. Ocurrió el 24 de mayo de 2000 en un partido por Copa
Libertadores entre Boca y River. El protagonista del lujo fue Riquelme; la
víctima, Mario Yepes, quien nunca podrá quitarse ese estigma. “La jugada
completa duró unos veinticinco segundos”, detalla Tomasi. En esos días,
describe en esas páginas, “nació un potrillo que, al convertirse en caballo de
carreras, fue bautizado Caño a Yepes”. Y además: “El artista plástico Leonardo
Rossi hizo una escultura con corcho, alambre y chapitas de bebidas, en homenaje
al caño. La llamó El torero”. Continúa: “En Veracruz, México, el restaurante de
un argentino se llama El último diez. Todo el menú tiene nombres alusivos a
Riquelme. La carta incluye el postre Caño a Yepes”. La lista sigue. Pero se
cierra con una declaración del propio Riquelme: “En esa jugada tiene más mérito
Yepes que yo. Cualquier jugador hubiese pegado una patada. Pero él me ha
seguido hasta el córner y no me ha hecho nada”. El capítulo incluye otra
declaración de Signorini: “Alguien dirá que un caño no sirve para nada. Pero
tampoco sirve para nada pegarle de puntín para arriba, y lo hacen a cada rato.
Entre una cosa absolutamente vulgar e improductiva, prefiero una jugada
improductiva pero que llene los ojos”.
MÁS ALLÁ DE LOS COLORES
Tomasi escapa a las polémicas. Su
campo de acción es el que tiene lugar sólo dentro de una cancha de fútbol. Por
eso no escribe sobre los hechos conflictivos que encontraron en Riquelme
noticias que en su momento se destacaron en la prensa. “No me interesa lo que
se dice de él más allá de los futbolero, porque me gusta verlo jugar. Me parece
que lo que se ganó fue jugando”, sostiene sobre quien no duda que es el máximo
ídolo de la historia de Boca.
“Cuando jugaba bien mejoraba a
sus compañeros. Eso está en la base de su juego, que es colectivo. No he visto
jugador más generoso que él. Y hay otra cosa, que es ese respeto por la pelota que
se traduce en un respeto absoluto por el espectáculo. No entra en sus
parámetros cargar a un rival o a la hinchada contraria, simular faltas o gritar
goles para las cámaras. Juega a la pelota”, sintetiza el escritor.
Su renuncia al fútbol
profesional, anunciada en enero, a sus 36 años, fue tema del verano. “Disfruté
al máximo. Y espero que la gente haya disfrutado de cómo jugué a la pelota”,
dijo al anunciar su decisión. En ese momento El caño más bello… ya estaba en
las librerías. De no haberlo terminado aún, quizás Tomasi hubiese escrito en
sus páginas lo que hoy le dice a Nueva: “Me cuesta hablar de Riquelme en
pasado. No caigo. Cuando se generan esos vacíos no se llenan más. Uno puede
olvidar, reemplazar la admiración por otras personas, pero esos vacíos en
particular no se llenan. Me sentí mal cuando se fue. No sólo porque quisiera
que esté siempre, porque alguna vez tenía que pasar. Pero uno no deja de
sentirse un poco solo con su ausencia”.
Riquelme se despidió jugando con
la camiseta de Argentinos Juniors, con el que logró el ascenso a Primera
división a fines del año pasado. Sin embargo, sus mejores historias las
escribió con la de Boca. Aunque su estilo de juego haya trascendido cualquier club
de fútbol.
Alejandro Duchini
QUIÉN ES RIQUELME
Nacido el 24 de junio de 1978 en
San Fernando, al norte de la provincia de Buenos Aires, Juan Román Riquelme se
convirtió en el máximo ídolo de Boca gracias a su juego de calidad. Para muchos
–y entre ellos los entrevistados para El caño más bello del mundo- sus
aptitudes se basaban en saber desprenderse de los marcadores y hacer pases
geniales para que sus compañeros hagan goles. Martín Palermo puede dar cuenta
de eso. Además era brillante para patear tiros libres y definir con clase
dentro del área.
Debutó en Boca y jugó también en
el Barcelona y el Villarreal, de España, y en Argentinos Juniors, donde se
despidió del fútbol profesional a fines del año pasado, luego de que el equipo
ascendiera a Primera división. También jugó en la Selección nacional. No
estuvo exento de polémicas. Se peleó con técnicos y dirigentes. Los presidentes
de Boca Mauricio Macri y Daniel Angelici son algunos ejemplos. También Diego
Maradona, Julio Falcioni y Manuel Pellegrini. Por sus diferencias con Maradona
renunció a la Selección
que iba a disputar el Mundial 2010. Cuando pisó La Bombonera, el público le
dio su apoyo, en detrimento de Diego. Ahí quedó sellada su importancia para el
hincha boquense.
José Pekerman y Carlos Bianchi
fueron los entrenadores que mejor lo comprendieron y que más provecho sacaron
de su fútbol elegante y efectivo. Uno en la Selección; el otro en Boca.
QUIÉN ES TOMASI
Diego Tomasi nació en 1982 y es
autor del libro Cortázar por Buenos Aires (Seix Barrial), que se publicó en
2013. Allí describió la relación entre el genial escritor y la mencionada
ciudad. Años antes había publicado una serie de relatos reunidos en el volumen El
hombre que miraba. También incursionó en producciones periodísticas. Pero el
fútbol siempre le gustó; y particularmente Juan Román Riquelme. Por eso
escribió El caño más bello del mundo (Planeta), que fue su gran gusto personal.
Cuando habla de Cortázar y
Riquelme, dice también: “Cada uno en lo suyo se parecen en que conocen todos
los mecanismos que explican sus actividades. Uno parece saber todo de fútbol;
el otro, todo de literatura”, señala.
Sobre la ausencia de la voz del
futbolista en el libro que le dedica, explica: “Al principio estaba la idea de
conversar con él. Pero después pensé que no tenía que estar, porque eran otros
los que iban a hablar”. “Sé que estaba al tanto del libro”, agrega. Para el año
próximo Tomasi ya tiene un nuevo objetivo. Publicará una novela titulada Mil
galletitas.
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