“VIVO UN SUEÑO DEL QUE NO QUIERO DESPERTARME”
Lo dice el goleador Ramón “Wanchope” Ábila durante la charla con El
Gráfico. Símbolo de este Huracán que terminó de manera impecable el 2014 y volvió
a la Libertadores
en 2015, tras 41 años de ausencia, remata: “Soy cien por cien confianza”. Acá, la nota original en la revista El Gráfico.
Cuando llega a la parte más alta
de las plateas que dan a la avenida Amancio Alcorta, en el Tomás Ducó, donde lo
espera Emiliano Lasalvia, el fotógrafo de El Gráfico, Ramón “Wanchope” Ábila mira
hacia la cancha con cara de asombro y saca su celular. “Nunca estuve acá”, dice
quien lleva poco más de un año en Huracán. Esa vista espectacular de un estadio
vacío y enorme la registra, entonces, con una foto panorámica que después compartirá
entre orgulloso y alegre. Y exhalando dirá que “cuesta llegar, eh”, aludiendo a
los muchos escalones que subimos bajo el picante sol del verano.
Sin dejar de sonreír muestra
también una botellita de Coca Cola que le acaba de regalar un pibe que fue con
su papá hasta el estadio sólo para retratarse con él. En su etiqueta se lee
“Wanchope”. Sin ser un Stábile, Masantonio o Brindisi, lo cierto es que se ganó
el cariño del hincha quemero que ve en el goleador a uno de los símbolos de
este buen momento del equipo. Con gestos como ese de entregarle una gaseosa con
su nombre se lo hacen saber.
-Qué buen presente, ¿no?-, le pregunta El Gráfico a quien fue el
goleador del Torneo de Transición de la B Nacional 2014 con diez tantos y uno de los
símbolos del conjunto que logró el ascenso a Primera, fue campeón de la Copa Argentina tras
vencer a Rosario Central en la final y además se clasificó a la Copa Libertadores
después de 41 años de ausencia.
-Estoy contento por lo que
vivimos el club, el grupo y yo. Es muy gratificante porque trabajamos mucho,
hicimos un gran esfuerzo para llegar a esto.
-¿Los sorprende?
-Hace al menos unos seis meses que
se habían planificado las cosas como para hacer algo así, como lo que logramos hoy,
lo que ganamos. No se pudo dar al principio porque hubo bajones futbolísticos y
otras circunstancias. Quedamos a punto de no ganar nada. Se fue un cuerpo
técnico que armó todo esto y eso nos dolió. Porque Darío (Kudelka) fue el
ideólogo. Pero lamentablemente el que se va cuando las cosas no salen es el cuerpo
técnico de turno. Vino Néstor (Apuzzo) y encontramos la tranquilidad y los resultados.
Eso a su vez me llevó a ganar en confianza.
-Hablás de Kudelka con cierta tristeza por su alejamiento pero también
con alegría porque las cosas se dieron con Apuzzo.
-Es loco y doloroso por la situación,
por ese cuerpo técnico que era muy respetuoso con nosotros. Pero el fútbol es
así: mandan los resultados y si no se dan el primero en quedarse sin trabajo es
el técnico. Sabíamos que podíamos revertir el momento. Necesitábamos
tranquilidad, aún con la presión de saber que siempre, pero siempre, teníamos
que ganar. Néstor desde el banco nos dio libertad, lo que no quiere decir que
no la tuviéramos con Darío, pero vinieron los resultados, que era lo que precisábamos.
Darío fue muy influyente en mi vida. Siempre me dio confianza, me aconsejó y me
fue bien con él. Insistió un montón para que venga a Huracán. Con él aprendí en
lo humano y en lo futbolístico.
-¿Cómo vivís este momento?
-“Si no sueño no me acuesto a
dormir”, le decía el otro día al entrenador de arqueros. Y nos reíamos. Soñar,
soñamos siempre. El problema es que uno se despierta cuando va lo mejor del
sueño y entonces nunca se hace realidad. Hoy en base al trabajo que
hicimos me siento contento, tranquilo.
Se de dónde vengo y a dónde voy. Siempre piso la tierra, nunca camino por el
aire. El laburo que hice tuvo su rédito.
CIEN POR CIEN CONFIANZA
-Sos goleador, jugás en Primera y te quieren. ¿Ahora sólo queda ser
ídolo?
-No sé si ídolo. Siento que hice
algo importante por Huracán y lo tomo como es. Ídolo es aquel jugador que ha
nacido y ganado cosas en el club. Hoy me siento bien porque sé que estoy
devolviendo la confianza que depositaron en mí al traerme. En cuanto al cambio
de categoría, tengo en claro que debo autoexigirme aún más. En Primera hay que
estar más lucido, bien físicamente. Y como goleador, practico todos los días
definición para tratar de ser más certero. Son pocas las posibilidades que aparecen
de hacer goles y hay que aprovecharlas.
-¿Instinto y confianza son fundamentales para hacer goles?
-Soy cien por cien confianza. Después
agrego potencia. Siempre digo que no me den por vencido ni aun vencido. Soy confianza
pura. Me siento un crack dentro de la cancha porque es mi manera de afrontar
las cosas. Le puedo pifiar a la pelota o hacer un gol de chilena, pero eso no
me interesa. Lo que me importa es intentar siempre. Prefiero morir intentando
que sin intentarlo. Asumo riesgos. Sé que tengo variantes para definir y eso me
da seguridad.
-Decías que sabés de dónde venís. ¿De dónde?
-Vengo de una infancia como
jugador de un barrio cordobés que se llama Remedios de Escalada. Plaza, calle,
lo típico. Después empecé a jugar en Unión Florida, de la Liga de Córdoba. Le fui
tomando el gusto al fútbol. Era de clase media baja: nunca me sobró nada y mis
viejos me inculcaron educación, respeto. Me manejé siempre así y eso me llevó hacia
un pensamiento de laburar, ser honesto y no bajar los brazos. Cuando uno es
chico disfruta mucho del fútbol, porque es más divertido.
-¿Y qué pasa cuando uno se hace grande y, además, profesional?
-Cuando crecí pasó de ser una
diversión a un trabajo. Y yo pasé de no tener nada a tener algo y luego a tener
mucho. Y no sé si mucho, porque nunca se sabe qué es mucho. Si sé que alguna
vez tuve poco y ese poco me marcó. De todos modos tengo amigos que me hacen ver
la realidad. Uno hace goles y la gente te idolatra y cuando volvés a tu casa podés
pensar que seguís en la misma y no es así. El fútbol, la prensa y la gente te
llevan a un lugar que por ahí… ¡Si yo estoy con los pibes en la esquina, si
tomo mate con mi viejo! Por eso trato de pisar el suelo, de no caminar más alto
que el suelo. Esto es un trabajo y trato de hacerlo de la mejor manera posible.
-¿Ya no te divierte el fútbol?
-Es que tiene poco de diversión.
Son tantas las exigencias y las presiones de todo el mundo que de diversión
sólo tiene los 30 segundos del festejo cuando se hace un gol y la semana de
tranquilidad si se ganó un partido. Después, se vive siempre en exigencia. La
gente exige triunfos. La semana se hace llevadera si ganás y si perdés te
preocupás por revertir. Hoy sólo me divierto cuando hago los goles o si salgo
campeón. Este es un trabajo que requiere de mucha responsabilidad y sacrificio.
-¿Qué le decís a aquellos que dicen que el futbolista no puede quejarse
porque tiene una vida de privilegios?
-La gente piensa que uno vive
bien, que hace lo que le gusta, que gana buena plata y esas cosas. Pero puedo
contar todo lo que resigné desde los 6 años hasta que llegué, todo lo que mamé
para llegar acá. Siempre hablamos con unos compañeros que a veces se dice que
tal o cual no llegó porque le gustaba la joda. ¡Pero a todos les gusta la joda!
A nosotros tampoco nos agrada entrenar en junio y cagarnos de frío. Pero hay
que hacer sacrificios, bancarnos que nos insulten, nos escupan, estamos en la
mira todo el tiempo. No es tan fácil como se cree. Hay que estar bien
mentalmente para soportar esas cosas. Se ve al jugador de punta en blanco cada
domingo, pero hay un laburo previo en la semana y, más hacia atrás, años que
valieron mucho esfuerzo para estar donde se está. Yo lo tomo con mucha
exigencia. Por ahí a veces me paso de revoluciones. Está claro que hay cosas
peores, pero el mundo del fútbol te lleva a vivirlo de esa forma.
CÓRDOBA, SU GENTE Y SUS RAÍCES
-De todos modos, se te nota un tipo optimista en tu forma de expresarte.
-Lo soy, siempre. Es mi manera de
encarar las cosas: en positivo. Nunca iré a un lugar pensando que me encontraré
con algo negativo. Y si es así, trataré de revertirlo. Pero trato de pensar que
irá todo bien, tanto afuera como adentro de la cancha, donde me imagino
haciendo goles, festejando, con un vestuario contento.
-¿Y cuando viene la mala?
-Si hay una mala racha trabajo
más. De hecho, tengo la costumbre de mirar los partidos apenan terminan para
fijarme qué hago bien y qué mal. Un amigo me pasa los videos por WahtsApp enseguida.
Y trato de mejorar. Cuando viene la sequía de 5 o 6 fechas sin convertir, trato
de estar tranquilo y sigo trabajando, practicando la definición, hasta que se
corta la racha. Porque a veces también se tiene la suerte de que le pegás con
cualquier cosa y entra.
-¿Extrañás al pibe que jugaba a la pelota en la calle?
-No, porque a los 25 sigo
haciendo lo mismo: voy a los mismos lugares, me junto con las mismas personas. Paso
de juntarme con gente de mucha plata a estar con otros que no tienen nada. Puedo
comer de lujo y después sobre una tabla. No me modifica en nada. Sé a dónde
voy. Me sé relacionar con toda clase de gente. El fútbol te da la posibilidad de
conocer a muchas personas, y a veces con poder. Pero también estoy en mi barrio
con gente que no tiene ese poder.
-¿Viajas seguido a Córdoba?
-Cada vez que tengo un finde
libre trato de ir. Mis vacaciones son en Córdoba. No existe la playa ni nada
sino Córdoba. Me hace bien. Por eso lo hago. Y me gusta que vengan a visitarme
acá para no sentirme tan solo. Mi señora es de allá también. Allí están mis
raíces, mi cable a tierra.
-¿Cómo es volver a tu provincia ocupando otra posición, en todo
sentido?
-A veces me dicen que cuando me
conocieron tenía sólo un par de zapatillas y que ahora me compro dos por
semana, por decir un ejemplo, pero entiendo que uno a medida que tiene se da los
gustos que tal vez no se pudo dar de chico. Si tengo la posibilidad, lo hago.
Lo importante es que mi familia sabe cómo me manejo. Trato de ayudar a los que
puedo: mis viejos, mis hermanos, amigos. En ese tema me gusta que todos estén
bien. Mi familia es la que me aguanta, la que me banca la mala cara cuando las
cosas van mal.
-Una vez Carlos Bianchi dijo que eras un gordito…
-Y yo le dije que ser flaco no
garantiza nada en ningún ámbito de la vida. Hoy la exigencia, más allá del
fútbol, lleva a que se haga hincapié en lo físico y esas cosas. Pero no le doy
importancia a ese tema. Esa desconfianza, puntualmente, generó en mi más
confianza. Igual, con Bianchi no pasó nada más allá de eso. No hay rencores ni
nada.
CADA VEZ MEJOR
-Si alguien que no te conoce te preguntara en la calle quién sos, ¿qué
le dirías?
-No me gusta decir que soy
futbolista. La exposición pública no me agrada. Sí puedo decir que me siento
uno más. Me gustaría, por ahí, hacer cosas que hacen pibes comunes. No me
refiero a ir a bailar y eso, sino a hacer las diversiones que hacíamos cuando
éramos chicos. Soy un pibe normal que llegó a jugar en Primera con mucho
esfuerzo. Cuando me idolatran y me dicen cosas, me da un poco de vergüenza, me
resulta extraño. Y pienso en que cuando llegue a casa tengo que ser el mismo
que era al irme a entrenar. Yo también tuve ídolos, entonces puedo entender qué
significo yo para algunos hinchas, pero no pasa de ahí.
-¿Y quiénes eran tus ídolos?
-La Mona Jiménez. El
ídolo máximo en la música. Le tengo un gran aprecio. Cuando lo conocí, toqué el
cielo con las manos. También Miliki Jiménez, idolatrado en mi puesto. Me gusta
mucho Tévez, por su forma de pensar, de jugar, de dónde viene, cómo se
mantiene. Y Diego Klimowicz, que fue mi compañero. Conocí a todos los que te
mencioné y me parecieron buena gente y no me llevaron una decepción.
-¿Qué pensabas de Huracán cuando estabas en Córdoba, empezando tu
carrera como futbolista?
-Cuando empecé lo veía como un
club grande, pero como estaba en Córdoba no le daba tanta importancia. Me
focalizaba más en mi ciudad, mi lugar. Huracán es un grande pero si no estás
adentro no lo vivís. Hoy que estoy sé cómo es y cuánto demanda y la verdad es
que me gusta mucho.
-En el ambiente dicen que sos un buen tipo. ¿Qué decís?
-Me considero buena gente, si. Un
buen amigo, muy sociable. En todo lo que sea para sumar, estoy. Y trato de dar
una mano en lo que esté a mi alcance. Siempre. Me gusta que la gente que está a
mi alrededor se sienta cómoda y esté bien.
-¿Qué te gustaría para el futuro?
-Uno va soñando cada vez más. Ahora
que gané todo esto con Huracán, está el sueño de jugar la Libertadores. Cuando
te toca salir a la cancha con la remera que tiene el logo de la Copa recién ahí vas cayendo.
Te das cuenta de que ese que entra a jugar sos vos, el que laburó tanto. Me
gustaría seguir creciendo. Jugar en equipos grandes. Hacer una carrera que
valga la pena.
-Decías que sabés de dónde venís, pero no me dijiste hacia dónde vas.
-¿A dónde voy? A tratar de ser
cada vez mejor jugador y la misma persona pero con más años. Prefiero manejarme
por esta línea de buena gente y seguir mejorando en todo, en lo humano y como
futbolista. Pero ojalá que nadie me desvíe de mi camino. Me considero humilde y
sencillo para este ambiente que es bastante complicado. Siempre me manejo con
respeto y no me gusta que me lo falten a mí, como esa gente que viene a putear
a la cancha. Es lo mismo que estés escribiendo y yo te insulte durante 90 minutos:
en un momento me vas a dar una trompada o me tirás un sillazo. ¡Si tenés problemas dejalos en tu
casa! Yo también tengo problemas en mi casa pero tengo que venir y poner lo
mejor. No tengo por qué comerme la puteada de otros. Si tenés 150 pesos para ir
a la cancha está bien, lo pagás porque es tu club, lo querés ver, lo que
quieras, pero no tengo por qué mamarme tus problemas. Hay cosas que se entienden
por un lado pero no por muchos otros. No está bueno que te puteen durante todo
un partido. La violencia en el fútbol nunca está buena. A mí también me gusta
que la gente esté contenta, porque cuando se gana hay más alegría. Pero no
siempre se puede ganar. A mí me tocó llegar en un momento malo de Huracán y
llevarlo a un momento muy bueno. Eso me pone feliz.
EL DÍA QUE CASI DEJA EL FÚTBOL
“A los 14 o 15 debuté en la Primera de Unión Florida,
con pibes grandes. Era un logro jugar en Primera con esa edad. Hice goles y me
fui a probar a Instituto. Quedé, pero como los directivos de ese momento no me
cumplieron un pacto que hicimos, por el cual un porcentaje del pase tenía que
ser para una gente que me sacó de Florida, les hice un juicio que duró como
ocho meses. Fue en defensa de esa gente que me había dado esa oportunidad. Ni
siquiera a entrenar iba. Hasta que un domingo a la mañana me golpeó la puerta
de mi casa ‘Vitrola’ Ghiso. Me dijo que quería que esté en el plantel, que le
habían hablado muy bien de mi y esas cosas. Le conté lo que pasaba, arreglamos
y el tema se solucionó. Fue duro, porque soy hincha de Instituto. Con él ya
arranqué”, recuerda Ramón Darío Ábila, cordobés nacido el 14 de octubre de 1989
y debutante en la Primera
de La Gloria
en 2008. De ese primer partido recuerda la cancha de All Boys, la dureza física
de su cuerpo por la falta de fútbol y el mucho trabajo por su cuenta en el gimnasio.
“Fue una gran sensación”, sostiene, sin embargo, porque pasó “de jugar con
amigos durante un mes y medio todos los días a jugar en una cancha con 20 mil
personas… Fue emocionante”.
Después llegó la regularidad
futbolística. De Instituto fue a Sarmiento de Junín en 2011, un año después a
Deportivo Morón, en el 2013 regresó al conjunto cordobés y el año pasado se
convirtió en el elegido de Darío Kudelka para Huracán. “En cada club en el que
estuve crecí en lo personal. Conocí mucha gente, me hice un nombre, convertí
goles y siempre aprendí algo”, destaca.
Sus 25 años lo encuentran junto a
su pareja, Mariana, y como padre de Antonella (6) y Valentino (1). Sigue
tomando mate con sus “viejos” –como los señala-, Ramón y Gloria, y compartiendo
Córdoba con amigos y con sus hermanos mayores, Marcelo, Sandra, Silvina y
Verónica.
Ya tiene ganado el apodo de
Wanchope, en alusión a su parecido físico con el costarricense Paulo Wanchope,
ex Manchester City y Central, entre otros. Y también conquistó un lugar en el
corazón del hincha quemero. Porque con Huracán participó del ascenso a Primera
(fue el goleador, con 10 tantos), del título en la Copa Argentina ante Central y
del regreso a la
Libertadores tras 41 años.
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