EL TRABAJO DE SER FELICES
En
una charla que da para pensar, la socióloga Marita Carballo, autora del libro
La felicidad de las naciones, explica qué es y por qué puede medirse ese
sentimiento o sensación que para muchos es inalcanzable. La nota original fue publicada en Nueva y puede verse acá.
La socióloga Marita Carballo dice que la
felicidad se puede medir. Sí, aunque parezca raro. Y lo demuestra en un gran
libro titulado La felicidad de las naciones (Sudamericana), en cuyas páginas
uno cree que sólo encontrará estadísticas, pero no. Lo que hay son explicaciones
de profesionales de distintos ámbitos que razonan acerca de qué es ser feliz y
por qué es posible serlo. A esto se le suman reflexiones que movilizarán al
lector. Se entenderá por qué la economía no es ajena a esta temática, al igual
que el trabajo, las creencias o la herencia genética. El abanico es enorme e
interesante. Esta conversación con Carballo intenta tres cosas: por un lado,
ser una introducción para quienes vayan a leer ese trabajo; por el otro, una
continuidad para aquellos que ya lo han leído; y en tercer lugar, un simple
espacio de reflexión.
-Un
detalle que me sorprendió de su libro La Felicidad de las Naciones es la incidencia que tiene
la economía en la felicidad.
-La relación entre el dinero y la felicidad
es compleja. Por un lado vemos que en todas las naciones quienes tienen altos
ingresos se declaran más felices que quienes son pobres Pero los estudios nos muestran también que
alcanzado un nivel de ingreso medio -esto es, que permita vivir decorosamente
cubriendo las necesidades pero sin lujos- un aumento del ingreso no se traduce
necesariamente en mayor felicidad, sino que son otros los factores que más
importan y tienen mayor peso. Asimismo, cuando en los países desarrollados el
PBI llega a determinado nivel no se verifica una mejora de la felicidad. En
cambio, en países menos desarrollados o pobres el peso de lo económico en la
felicidad es mayor y es significativo, ya que no tener dinero puede traducirse
en falta de alimentos, vivienda, salud o educación.
-¿Qué
importancia tiene el trabajo?
-Está muy ligado a la felicidad. Un buen
ingreso es un factor que incide pero no es el único ni el más importante.
Quienes se sienten más satisfechos con el trabajo tienden a ser aquellos que
valoran más los aspectos intrínsecos del trabajo: esto es, hacer un trabajo que
me guste, en el que siento que puedo alcanzar algo, un trabajo que esté en
línea con mis capacidades, que sienta que puedo hacer bien. Son más felices
quienes se sienten orgullosos de lo que hacen.
-¿Si
las personas prefieren las ciudades chicas, por qué la gran mayoría apunta a
vivir en los grandes centros urbanos, como Buenos Aires?
-Las grandes ciudades concitan un enorme
atractivo por la oferta que tienen en distintos ámbitos: cultural, laboral,
social, etcétera. Pero en la práctica luego son más difíciles de organizar y de
vivir. Hay distintos factores que inciden y afectan la calidad de vida. Por
ejemplo, los traslados y viajes. Moverse, ir a trabajar, suele llevar mucho
tiempo del día y muchas veces se viaja en pobres condiciones. Son horas que la
gente siente como perdidas, que podría utilizar haciendo cosas importantes y
que la hagan más feliz, como estar con
su familia, haciendo algún deporte o tomando un café con una amiga.
-“La
felicidad no dependería tanto de los acontecimientos externos como de nuestra
capacidad para interpretarlos”, cita al profesor en psicología Mihály
Csikszentmihalyi. ¿Cree que este es un gran paso para alcanzar la felicidad?
-El enfoque de los psicólogos positivistas
se centra en potenciar y trabajar sobre los aspectos positivos y las
fortalezas. En esto se diferencian de los freudianos, cuyo enfoque está
dirigido sobre todo a calmar el dolor. Csikszentmihalyi es un psicólogo
positivista que nos invita a recordar que todos hemos vivido ocasiones en que
hemos sentido que teníamos control sobre nuestras acciones, que éramos dueños
de nuestro propio destino. Y que en esas ocasiones sentimos una especie de
regocijo, un profundo sentimiento de alegría que habíamos deseado desde hace
mucho tiempo y que se convierte en un hito en el recuerdo de cómo debe ser la
vida. Esto es lo que él denomina
“experiencia óptima” o fluir y nos
invita a encontrar esos estados de emoción positiva, compromiso y sentido. Pienso
que su mirada, y sobre todo la de su discípulo (Martin) Seligman, de quien
también hablo en el libro, pueden constituir una buena ayuda para que las
personas encuentren formas de trabajar sobre sí mismas en pos de una mayor
felicidad. Nos invitan a responder de una manera activa y constructiva.
-¿Si
aquellos que tienen creencias religiosas cuentan con más tendencia a ser
felices que quienes no, qué les queda a estos últimos?
-No es necesario ser religioso para ser
feliz. Pero en promedio tienden a manifestare más felices en todo el mundo
quienes le dan importancia a Dios en sus vidas y se definen como religiosos. Lo
que ocurre es que la religión da un sentido a la vida. Y el sentido está muy
relacionado con la felicidad. Quienes no son religiosos o quienes son ateos
pueden encontrar y tener otros sentidos, como por ejemplo la vida misma. Lo
importante es tener una vida con
sentido, con propósito.
-¿A
la felicidad se puede uno acercar más por un sentimiento genuino o por trabajo?
Me refiero a cuando se dice que tiene un origen genético.
-Hay un componente genético. Hay personas
con un umbral de felicidad más alto que otras. La genética influye pero se
puede hacer mucho para ser más feliz. Los factores que más influyen son la
calidad de las relaciones familiares y afectivas, el estado de salud, la
sensación de libertad, de ser artífice de tu propio destino, la espiritualidad,
el sentido de la vida y la etapa de la vida en que estemos. También hay
factores sociales y políticos: la sociedad en que vivimos, la cultura, la
historia y los valores.
LA FELICIDAD O EL BIENESTAR
-¿Qué
postura toma usted entre “felicidad o bienestar”?
-Concibo a la felicidad como una
combinación equilibrada de placer y sentido. Es por ello que hablo de bienestar
subjetivo. En el sentido de Aristóteles sostengo que la felicidad no es un producto
sino un proceso y es el único bien que los hombres buscan en sí mismo, no como un medio para alcanzar otra cosa. La
felicidad es el estado de ánimo descripto por un individuo en base a una
evaluación sobre la calidad de sus condiciones de vida en general. Y los avances en las ciencias sociales
durante las últimas décadas han permitido evaluar y cuantificar de manera
simple y rigurosa cuán bien se siente una persona respecto de su vida. Eso es
lo que venimos midiendo en la Encuesta Mundial de Valores desde 1980. Podemos
hablar de dos tipos de felicidad: la que definimos como “afectiva”, que se
relaciona más con los altos y bajos de nuestras emociones diarias, y la
“evaluativa”, que se refiere a la satisfacción o frustración con la vida en
general. Yo hablo de la felicidad
también como un valor sociopolítico porque considero que debe ser la máxima
aspiración de los gobiernos y las políticas públicas deben estar encaminadas a
ayudar a alcanzar este objetivo. Vemos como signo positivo que gobiernos en
distintas partes del mundo están comenzando a notar que se han focalizado
demasiado en las variables puramente económicas y que tienen que
complementarlas con datos de bienestar y felicidad.
-¿Por
qué “se puede medir” la felicidad?
-La felicidad es un concepto muy complejo.
Sin embargo, las personas saben si son felices o no. Y es por eso que cuando
preguntamos en nuestras encuestas, en todas partes del mundo el nivel de
respuesta es muy alto, casi no tenemos “no sabe o no contesta”. La medimos
mediante dos preguntas. Una, ¿en qué medida diría que es o no feliz?; y dos, ¿en
qué medida está satisfecho con su vida?”. Relacionando ambas elaboramos un
índice de bienestar subjetivo. De esta manera podemos observar tendencias a lo
largo del tiempo y hacer comparaciones y rankings mundiales. El nivel de
felicidad se incorporó ya como un indicador más en numerosos estudios sociales.
Y varios países lo están incorporando también en sus estadísticas oficiales.
-Según
estudios, “los objetivos alcanzables” acercan más a la felicidad. ¿Dónde deja
esto a las frustraciones? Esto no se contrapone con aquello de “superar los
propios límites”?
-Es verdad que ese es un dilema. Si nos
proponemos más de lo que podemos alcanzar nos vamos a frustrar, pero si los
objetivos son muy bajos tampoco vamos a sentirnos bien, no estaremos motivados.
Debemos buscar el equilibrio entre lo que podemos y lo que queremos, pero
tratando de dar el máximo de nosotros mismos.
-¿Cree
que una persona puede ser feliz sólo por convencimiento?
-Puede mejorar su estado si se lo propone.
Y mi libro intenta dar algunos lineamientos de lo que podemos hacer para
generarnos condiciones para estar mejor y más felices. Pero sobre todo apunta a
que los gobiernos generen, mediante adecuadas políticas públicas, condiciones que permitan
mejorar el bienestar subjetivo de muchos. Es por eso que hablo de la felicidad
también como un valor sociopolítico.
LA FELICIDAD SIN MIRAR A LOS DEMÁS
-El
economista Robert Frank coincide con su colega Richard Easterlin en cuanto a que
no se quiere tanto ganar más dinero, sino ganar más que el otro. ¿Para sentirse
mejor hay que dejar de compararse con los demás?
-Si. Los estudios muestran que, en general,
las personas tienden a compararse con su grupo de referencia. Y esto es medio
inevitable. Hay estudios que muestran que cuando se pregunta a los trabajadores
cuánto más necesitarían ganar para ser más felices, los porcentajes tienden a
oscilar entre un 20 y un 30% en promedio. Pero si alguien obtienen un 20% y sus compañeros de trabajo con
similar puesto obtienen un 30% lo más probable es que en lugar de satisfacción
por el aumento sienta cierta insatisfacción o frustración. Esto puede
sintetizarse en el famoso dicho americano
de “keeping up to thee Jones”; es
decir, no quedar rezagado respecto del vecino.
-¿Para
trabajar en estas encuestas, y escribir el libro, habló con profesionales de
otras ramas, como psicólogos, sociólogos o religiosos?
-Leí mucho y entrevisté académicos de las ciencias sociales,
economía, ciencia política, neurociencia, filósofos y también religiosos. En el
libro hay citas de algunas de esas entrevistas y síntesis de los que considero
los principales aportes de académicos y profesionales de distintas disciplinas
al estudio de la felicidad, desde Aristóteles hasta hoy. Quizás quienes más me
influyeron fueron Ronald Inglehart, cientista político de la Universidad de
Michigan, en el análisis académico, y el economista británico Richard Layard,
de la London School
of Economics, en su enorme esfuerzo por traducir el conocimiento científico de
los estudios sobre felicidad a políticas públicas en el Reino Unido.
-Tras
haber recorrido muchísimos países trabajando en estas cuestiones, ¿cree que es
inverosímil el mito de que “la alegría es sólo brasilera”?
-Ese título intenta llamar la atención
sobre el hecho de que Latinoamérica en general es una región que muestra altos
índices de felicidad y bienestar subjetivo en todos los rankings existentes. Y
que no son sólo los brasileños sino también los colombianos, mejicanos, costarricenses
y nosotros, los argentinos, quienes nos manifestamos satisfechos con nuestras
vidas. Se debe relativizar el estereotipo de que los brasileños son más felices
porque se los imagina siempre sonrientes y con su música tan alegre, por
ejemplo.
-¿Qué
lugar ocupa la autoestima para acercarse o llegar a la felicidad?
-Quererse, respetarse y valorarse a uno
mismo es necesario para ser feliz. Pero también debe siempre recordarse que,
como demuestran los estudios, el brindarse, dar y ayudar a los demás se traduce
en mayor felicidad, en concordancia con lo que nos dice el cuarto mandamiento
de la ley mosaica judeo- cristiana: ama a tu prójimo como a tí mismo.
-¿Qué
papel juegan las redes sociales?¿Por qué parece que últimamente la felicidad “viene”
con la compra del último modelo de teléfono celular?
-Las redes sociales y la tecnología en
general son una herramienta, un instrumento espectacular que nos puede ayudar
mucho en distintos planos. Lo evalúo como un avance decididamente positivo, con
más ventajas y fortalezas que defectos o debilidades. Pero, como todo, depende
de cómo se use. Para mencionar algunos aspectos positivos, nos permite estar
más integrados, comunicados y por ende menos solos. Y acceder de manera mucho más fácil y directa
al conocimiento y la información. Su exceso en el uso nos puede llevar a crear
dependencia, a estar todo el tiempo pendiente del “ aparatito” perdiendo la
parte del contacto más humano, del cara
a cara que todos necesitamos. Con
respecto a la compra del ultimo celular o de cualquier producto, lo que puedo
decir es que los estudios muestran que si bien uno puede estar muy contento el
día en que se compró algo que quería, al poco tiempo se adapta y no le crea más
felicidad. En cambio, lo que perdura más y genera una felicidad más duradera
son las experiencias. Con el tiempo se tiende a recordar y valorar más las
experiencias. Por ejemplo, esa comida con amigos en tal lado o un viaje, que
los productos en sí.
LA FELICIDAD Y LA
FAMILIA
-Argentina
es uno de los países que más importancia le da en el mundo a las relaciones
familiares y a la amistad. ¿Ese es un patrimonio nuestro?
-En el mundo en general la felicidad está
asociada con las relaciones familiares y de amistad. Pero en Latinoamérica
aparecen como muy relevantes por la cultura y los valores más tradicionales en
relación a la familia. Es en ella en la que las personas se sienten más
seguras, actúan como sostén y contención frente a cualquier adversidad. Es en
ella y en los allegados más inmediatos en quienes se confía, mientras se tiende
a desconfiar de los que no pertenecen al propio entorno. Es muy fuerte el lema
de “los hermanos sean unidos, esa es la ley primera, sino se los comen los de
afuera”. En realidad, lo que termina pasando es que hacemos familias muy unidas
y tenemos grandes y entrañables amigos en quienes confiar, lo cual es
fantástico y debemos preservar. Pero fallamos en lo que hace a una acción más
comunitaria. Participamos poco y desconfiamos de los “otros” y de la mayoría de
las instituciones. Debemos construir un mejor capital social, lo que se logrará
con mayor participación, defensa de los derechos y cumplimiento de las
obligaciones ciudadanas, mayor acción comunitaria y aumento de la confianza en
los demás y las instituciones.
-Otro
mito que parece terminarse con la lectura de este libro es que los solteros son
más felices que los casados o que quienes viven en pareja.
-Es así. Los resultados son muy claros. Quienes están casados o
conviviendo en pareja se manifiestan bastante más felices que quienes están
solos. Es que en general la soledad no es una buena compañera. Puede serla y lo
es para algunos pocos, pero no lo es para la mayoría.
-¿Cuál
entiende que es la diferencia entre la alegría y la felicidad?
-La alegría es un estado anímico más momentáneo. Es una reacción a un
acontecimiento que sucede en el entorno, su causa suele ser externa, mientras
que en muchas ocasiones la felicidad proviene del interior. Diría que la
alegría es esencialmente breve. La alegría es el instante; la felicidad, es la
duración, porque la felicidad siempre va asociada a la duración.
-¿Se
puede ser feliz de grande? ¿O hay que tener una plataforma desde la niñez
misma?
-Siempre se puede ser feliz. Una buena
niñez con amor y cuidado ayuda muchísimo y crea
condiciones que favorecen un mejor desarrollo personal y mayor
felicidad. Pero como decía Ortega y Gasset, somos el hombre y las
circunstancias. Y podemos superar esas carencias iniciales.
-¿Cuál
fue su objetivo al escribir este libro?
-Hacer un aporte desde el mundo académico
al conocimiento de los factores que hacen a la felicidad, para que en base a esta información los
gobernantes puedan diseñar políticas que generen condiciones para que las
personas puedan ser más felices. Es por eso que hablo de la felicidad como un
valor sociopolítico. También me interesa mostrar que una carrera desenfrenada
por el incremento del PBI, del ingreso y del consumo no genera necesariamente
mayor felicidad, sino que son otros los factores que importan.
-¿Qué
conclusión saca de este libro y qué le gustaría que le ocurra al lector?
-Me encantaría que el lector encuentre
algunas ideas para crearse condiciones para ser feliz y, asimismo, que induzca
a los gobernantes y líderes a colocar este tema en un lugar central de sus agendas.
Alejandro Duchini
RECUADRO 1
QUIÉN
ES MARITA CARBALLO
Socióloga, Marita Carballo tiene un gran
reconocimiento internacional. Integra la Academia Nacional
de Ciencias Morales y Políticas y es miembro de número de la Academia Nacional
de Educación. Además se desempeña como presidenta de la Consultora Voices
y es, entre otros cargos, miembro electo del Comité de Investigación de
Sociología Comparada R20 de la Asociación Internacional
de Sociología. Fue presidenta de Kantar Latinoamérica, directora mundial de
Opinión Pública y Social de TNS -con sede en Londres-, donde tuvo un rol de
liderazgo sobre encuestas de gran escala como el Eurobarómetro para la Comisión Europea,
y fue responsable de proyectos en más de noventa países. Se desempeñó también
como máxima responsable de EOS Gallup Europe y de Gallup Argentina. Ha
publicado libros en todo el mundo y artículos en revistas científicas y
periódicos. Suele exponer en congresos, universidades y foros internacionales.
RECUADRO 2
LOS
DATOS DE ARGENTINA
Según lo publicado por Marita Carballo en
La felicidad de las naciones, la situación de los argentinos respecto al tema
es la siguiente:
-9 de cada 10 argentinos se declaran
felices.
-Los promedios de felicidad y el de
satisfacción han crecido en los últimos treinta años.
-Entre los argentinos predominan los
sentimientos positivos.
-Sólo el 13% se sintió solo.
-El 33% se manifestó ansioso, el 27
aburrido y el 17, deprimido.
-Quienes están casados o en pareja, son más
felices.
-Las personas que viven en el interior
también lo son.
-La familia es lo primero en el orden de la
felicidad.
-Le siguen, en este orden, salud, ingresos
y libertad.
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