¿HASTA DÓNDE?
¿Cuál es el límite? ¿Por qué se arriesgan? ¿Cuándo hay que poner
stop al esfuerzo? El poder de la mente. De estas y otras incógnitas de
los deportistas de élite habla el periodista Federico Bianchini en
Desafiar al cuerpo. Sus entrevistados cuentan por qué se exponen al
dolor extremo. La nota fue publicada en Revista Nueva.
En la noche del 13 de septiembre de 2010, mientras participaba de
una carrera de aventura de ochenta kilómetros en el cerro cordobés
Champaquí, Cristian Gorbea equivocó el camino. Por su mal cálculo cayó
en una cornisa de medio metro de ancho por dos de largo. Atrapado en un
precipicio, recién al amanecer tuvo un panorama mejor: estaba al borde
de la muerte. “Cuando estuve colgado en la repisa durante cuarenta y dos
horas no pensé en un solo momento en cambiar el auto o adquirir algo.
En lo único que pensaba era en el placer de volver a cenar con mi
familia, los cuatro, y charlar de lo que habíamos hecho durante el día.
Simple”, dice. Su rescate fue noticia a nivel nacional.
“El dolor es parte de mi día a día, no podría haber llegado a donde
llegué, ni soñar con los objetivos más exigentes, sin mucho dolor. Es
una regla del juego, la acepto y me gusta”, recuerda el nadador Damián
Blaum. Dejó todo de sí para ganar, después de nadar más de ocho horas,
el maratón acuático Hernandarias-Paraná en el verano de 2010.
Estas son dos de las nueve historias que cuenta el periodista
Federico Bianchini en su libro Desafiar al cuerpo. Del dolor a la
gloria. Basado en extensas y detalladas entrevistas, cada uno de los
protagonistas describe los límites a los que somete a su cuerpo con tal
de cumplir una determinada meta. No hay fortunas en juego. A veces el
premio es de apenas tres mil dólares. En otras, ni eso. Pero en todos
los casos la exigencia va más allá de lo normal. El dolor está en los
cálculos; la muerte es una posibilidad. Los duelos son contra uno mismo.
La gloria cuenta más.
“Al entrevistarlos encontré que todos tenían una gran conciencia de
lo que hicieron y de cómo y por qué lo habían hecho”, comenta Bianchini
cuando habla de su libro. “Me interesaba tratar de entender qué siente
una persona que corre durante seis horas sin parar o nada ocho horas y
media sin detenerse. ¿Por qué lo hace? ¿Qué lo lleva a exponerse mental y
físicamente a ese desgaste? Porque, en general, las carreras son
amateur, el primer premio se lleva muy poca plata y, sin embargo,
quienes compiten entrenan durante todo el año para poder llegar en buen
estado”, agrega.
El poder de la mente
“La cabeza incide mucho sobre el cuerpo. En lo personal siempre
pienso, y lo he vivido, que hay gente que está físicamente muy bien
preparada, a la que si su cabeza no acompaña al cuerpo, se le hará todo
más difícil. No puedo darte un porcentaje, pero la preparación mental es
tan importante como la física. Enfrento cada reto con alegría, sabiendo
que después del dolor puede venir la gloria, y eso no tiene precio”,
comenta Blaum.
En el libro, cada uno de los entrevistados hace hincapié en lo
mental. Alfredo Aguirre fumaba cuatro paquetes de cigarrillos al día y
trabajaba más de la cuenta. Ahora está cerca de los 70 años, tiene una
hija a la que quiere ver crecer y por la que desea vivir. Para eso hace
deportes y se cuida. Se especializa en tetratlón. “La vida no es para
los conformistas; uno siempre está pensando en cómo cuernos conseguir
algo más”, reflexionó ante el autor de Desafiar al cuerpo.Para él, la
muerte es una presencia continua. “Correr es alejar la muerte: no
podemos vencerla, va a ganar, pero tratamos de que nos alcance lo má s
tarde posible”, agrega.
Gorbea también la tiene en cuenta. De su experiencia en las
alturas, piensa en voz alta: “La negamos porque sería insostenible
tenerla presente todo el tiempo. Sería una presencia aterradora. Nos
parece que jamás sucederá y nos creemos inmortales. Hasta que nos
enfrentamos con alguna experiencia cercana, nuestra o de alguien muy
querido, que nos hace poner en duda esa creencia. Y entonces se produce
un proceso mágico en el que experiencias límites nos acercan a la vida
de modos insospechados”.
Con mucho esfuerzo
Daniel Feraud tenía 59 años cuando fue entrevistado por Bianchini,
en 2013. Su testimonio dice así: “Nueve stents, varios infartos, once
operaciones de corazón (…). Carreras, médicos, trabajo, entrenamientos,
familia y estrés, la felicidad de una vida al límite”. Y agrega: “Ocho
veces me operaron del corazón. Alguien podría decir que me arriesgo. Y
sin embargo, estoy viviendo”. Su vida es una constante de médicos,
internaciones y volver a empezar. Sin embargo, para él no hay otra que
seguir ese camino de entrenar a base de fuerza de voluntad. “Muchos, al
escuchar mi historia, creerán que estoy loco, que lo más conveniente
sería que trabajara tranquilo o disfrutara de la posición que conseguí
con el apoyo de mi familia y con años de trabajo, pero para mí eso no
sería vivir”, sentencia.
“Más allá de que las historias son bastante diferentes, creo que
todos los personajes lograron una gran fortaleza mental para poder hacer
lo que hacen, así como disciplina y perseverancia. Una capacidad de
sobreponerse al dolor (físico y anímico), de no detenerse frente a las
dificultades que se les fueron planteando, ya sea en una carrera de
varios kilómetros o en la vida. Por otro lado, de una u otra manera,
estuvieron o están cerca de la muerte. Algunos porque eligen arriesgarse
y correr kilómetros y kilómetros al borde de un precipicio, otros
porque el azar determinó que terminaran aislados en medio de la montaña o
porque decidieron dedicar su vida a ayudar a gente que sufrió
accidentes peligrosos”, comenta el autor.
A sus 4 años, María Inés Mato perdió una pierna en un accidente de
tránsito. Sus padres no la dejaron en la angustia y el llanto. Por el
contrario, la anotaron en clases de natación. Hoy es una nadadora de
aguas abiertas y heladas. Se ha sumergido en el mar Báltico, en el canal
del Beagle y en la Antártida. “Nadó en sitios a los que solo se
animaron antes unos pocos, pero protegidos por una capa de grasa, por
trajes de neopreno”, la presenta Bianchini. Y ella le recuerda: “Al
entrar al agua, sentí dolor en los lugares en los que la piel es más
fina: las manos y la cara. ¿Qué hice con esto? Prestar atención. Uno no
puede quedarse con lo primero que siente porque todo cambia todo el
tiempo. Hay que relajarse. Tenés que dejar que el cuerpo haga lo que
tenga que hacer”.
Volver a empezar
Seis meses después de su rescate, Gorbea volvió al lugar de los
hechos. “Bajamos, junto con los rescatistas, con sogas de seguridad a
ver cómo era. Me sorprendió lo chico que era comparado con el recuerdo
que tenía. Nuestra mente se adapta a todo”, explica. No le quedaron
miedos ni pesadillas. De hecho, sigue con el deporte de montaña. “Porque
me apasiona y a las pasiones hay que sostenerlas, ya que son parte de
nuestra alma. Al año siguiente del accidente corrí la misma carrera,
pasé por el mismo lugar en el que me extravié y agradecí profundamente
estar vivo”, agrega. Para Gorbea aquel accidente no fue en vano.
“Me enseñó a tomar mejores decisiones. Mi caída se debió a
imprudencias en la montaña, fruto del cansancio que tenía y las ganas de
terminar la carrera. Quise buscar un atajo que no existía en lugar de
volver sobre mis pasos hacia el sendero. Nuestra vida es muy valiosa, no
vale la pena tomar riesgos innecesarios. En otro plano me enseñó a
apreciar cada momento, ya que no estamos aquí para siempre. Hoy recuerdo
la experiencia frecuentemente, porque me ayuda a poner en perspectiva
los problemas que podemos tener en el día a día y compararlos con el
accidente”, analiza.
¿Pero qué pasa con el cuerpo y la mente después del esfuerzo
físico? ¿Cómo se puede volver a empezar, más allá de una experiencia
traumática o agradable? “En lo personal, pienso en el objetivo siguiente
e intento no detenerme ni dormirme en los laureles, porque a la primera
carrera que te descuidás te acomodan”, dice, tajante, Damián Blaum.
“Soy muy exigente conmigo mismo, es mi forma de ser. Cuando no va bien,
busco los porqués, e intento resolverlo siempre trabajando más duro. El
presente es el momento en el que estoy nadando. Y el futuro, un minuto
más tarde, porque en el deporte en un minuto todo puede cambiar”,
reflexiona.
Minucioso, Bianchini estuvo más de ocho horas en el río para seguir
a Blaum en una competencia. Lo entrevistó antes y después. “Varios de
los reportajes me hicieron pensar en que muchas veces nos ponemos
límites que podríamos superar fácilmente. Por ejemplo, estamos
corriendo, nos sentimos cansados y pensamos en caminar un rato.
¿Podríamos seguir? Seguramente podríamos, solo que es más cómodo
detenerse. Le preguntaba a Damián Blaum qué hacía cuando algo le dolía.
‘Sigo’, respondió. Y luego me dijo esa frase que se terminó
transformando en el subtítulo del libro: ‘El dolor pasa, después llega
la gloria’. Son personas que confían en hacer lo que se proponen y
luchan hasta que el cuerpo les dice basta, y en el momento en el que
cuerpo no les da, más allá de que lo que están haciendo parezca
imposible, siguen intentándolo”.
Desde la psicología
Psicóloga especializada en temas deportivos, Yésica Rovelli opina:
“Si hablamos de alto rendimiento, lo mental influye en un ochenta por
ciento; es lo que marca la diferencia y el plus en unacompetencia.
Después, en el deporte recreativo, cuentan otros factores”. A partir de
su experiencia (trabaja con boxeadores), sostiene: “El porcentaje de la
mente es clave, dado que cuando el cuerpo no llega, llega la mente. Se
puede trabajar el poder mental para superar obstáculos o dolores
físicos.
Hay ejercicios que se aplican en estos casos: visualización,
técnica de relajación de Schultz, meditaciones o técnicas de
respiración”, detalla. Y cita un ejemplo: “Atendí a un deportista que
padecía una dolencia constante. Los médicos no encontraban una causa
física y por eso fue a mi consultorio. Trabajamos duro durante tres
meses y el dolor desapareció. Era un fuerte dolor de espalda que tenía
que ver con la presión que le generaba alcanzar los objetivos sin tener
un plan de acción claro, que luego fue elaborado y acompañado de
técnicas de respiración y relajación que mejoraron su postura. Gracias
al compromiso del deportista con el trabajo pautado, se llegó al
objetivo deseado. Ese, para mí, fue un claro ejemplo de que la mente y
las emociones inciden en el rendimiento deportivo en un porcentaje
altísimo”.
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