TOMÁS ABRAHAM, FILÓSOFO Y FUTBOLERO
El ensayista y escritor se reconoce fanático de Messi y del fútbol en
general. Compartimos con él una extensa charla, en la que reconoce que
ya no es hincha de Vélez, sino de la Selección. Y no consigue explicar
por qué él parece irracional cuando se juega un partido que le interesa.
En el mundo del reconocido filósofo Tomás Abraham, sus colegas Friedrich Nietzsche y Michel Foucault se alternan con Daniel Willington, Diego Maradona, Pelé y Lionel Messi. La filosofía es tan importante como el fútbol. Pero a su vida la pelota llegó primero. De muy chico, iba a ver a Vélez: Tercera, Reserva y Primera, aclara. De local y de visitante. Era el asiduo plan del domingo familiar. Padre, madre, hermano, tíos. Todos a la cancha. Y después, en casa, a jugar con las figuritas de futbolistas. Con ellas armaba equipos y campeonatos propios. Esos torneos se prolongaron hasta sus 15 años, cuenta en su reciente y primera novela, La dificultad. En esas páginas, y de manera magistral, detalla su vida personal hasta alrededor de sus 30 años. No sabe (y tampoco quiere saber) por qué el fútbol lo apasiona tanto y lo lleva a la irracionalidad. Justo él, que hizo de la filosofía un modo de vida. Se ríe al hablar del tema con El Gráfico en su amplísimo estudio de Palermo, donde los libros se alternan con fotos futboleras. Como esa del Vélez del 53, en blanco y negro, a la que señala mientras suelta: “Ese año fuimos subcampeones de River. ¿Sabés lo que era en esos tiempos para un hincha de Vélez salir subcampeones?”.
-¿Qué recordás de tu infancia en la cancha?
-Sufrimiento puro. Ibamos a sufrir. ¡Porque sufríamos! Todos. Yo, como chico, con Vélez sufría. Se ganaba, se empataba y se perdía. Siempre se alternaba así. Me divierte recordar aquello. No tengo nostalgias: la mejor época de mi vida es hoy. Fue una cosa linda de mi infancia. Era familia, la cancha. Todo un mundo. Después, al volver a la tarde a casa, me sentía como vacío y angustiado, porque había habido demasiada excitación. Me consolaba con que el lunes volvía al colegio y la vida seguía. Era importante que la vida siguiera. Una derrota era un vacío con angustia. Y una victoria mantenía una cosa de adrenalina sin destino. Nos ponía contentos. Y yo la seguía con las figuritas…
-… Que es lo que contás en la novela, La dificultad.
-Sí. El de las figuritas era mi mundo. Mi AFA. Era en la década del 50, cuando conocía los jugadores y equipos de memoria. No me interesaba llenar el álbum, sino tener mi cancha de fútbol, en la alfombra de mi cuarto. Jugaba solo, con una pelota hecha con bolitas de papel. Hacía mis campeonatos, que yo mismo relataba. Era mi mundo solitario, reemplazado después por la lectura.
-¿Cómo viviste el primer título de Vélez, en el 68?
-En ese entonces vivía en Francia. Me habré enterado por alguien que mandó El Gráfico por correo. Fue sorpresivo, porque lo normal era no pasar del quinto o sexto puesto. En esos tiempos no seguía al fútbol, salvo para jugarlo, en Normandía. Además, Francia no era futbolero, sino un país de ciclistas y de rugby. Entonces, me perdí ese campeonato del 68 en el que jugaba Willington, el gran jugador que tuvo Vélez. Y cuando volví, en el 72 o 73, empecé a seguir al Huracán de Menotti, porque me gustaba.
-Muchos años después llegó la época dorada de Vélez, con Carlos Bianchi como entrenador.
-Me sorprendió mucho. ¡Fue como un baldazo de agua de rosas! (se ríe). Fueron los años de oro. Era un equipo muy armado, fuerte, consistente, con guerreros. Y ganarle al Milan era algo que estaba más allá de cualquier tipo de expectativas. Era un milagro que eso sucediera: vimos aparecer a la virgen velezana. Tampoco era el jogo bonito. Trotta me gustaba mucho, porque era un excelente back. Poco a poco, uno fue dándose cuenta de que ahí había héroes: Chilavert, Basualdo, el mismo Trotta. Tipos que mandaban en la cancha. Con esa gente, Bianchi funciona. Cuando no tiene esa gente, te das cuenta de lo que pasa. Necesita guerreros, jugadores que metan miedo. Los tuvo en Boca con Bermúdez, Serna. Y en la última etapa en Boca le faltó eso. Trajo al Cata Díaz, toda gente de segunda.
-¿Qué pensás de la etapa post Bianchi en Vélez?
-Con Bielsa fue como pasa siempre con él: una rareza total. Entró a llenar el hueco de Bianchi… y no era lo mismo. Era raro ese Vélez. Bielsa quería que Vélez jugara bien y atacara todo el tiempo. Quería un equipo que arrinconara al rival desde el primer momento. Recuerdo un partido contra Argentinos en cancha de Ferro, en el que Bielsa puso cinco delanteros: 4-1-5. Y empatamos 0 a 0. ¡Era ridículo! Y se fue acomodando, jugando bien y salió campeón. Ya era un lujo después de Bianchi salir campeón con Bielsa. El último Vélez que me gustó fue el de Russo, que también fue campeón. Después empezó una época que no cuajó, con Gareca, que armó equipos lentos y previsibles.
-¿Te provocó algo que Bianchi terminara mal y sin éxito su tercer ciclo en Boca?
-No le tengo antipatía ni simpatía. Pertenece al negocio del fútbol. Manager, técnico, contratos altos. Ya no tiene nada que ver con el fútbol en sí. Es que él corresponde a otra época del fútbol; la época política del fútbol. Hay otros intereses. Bianchi y Riquelme hacían yunta con otra gente, que era opositora a Angelici. Angelici estaba con el PRO. Las barras se repartían de acuerdo a cómo venía la mano. Y además, para mí, Bianchi y Riquelme se estaban comiendo a Boca. En general, Riquelme siempre vampirizó a Boca. Salvo cuando era joven, con Barros Schelotto, Palermo…. Ahí, Riquelme era una pieza importantísima. Pero el Riquelme que vuelve y vuelve y vuelve, vampiriza. Todos juegan alrededor de él. Y al final, el equipo juega horriblemente mal y Riquelme magníficamente bien: Boca pierde y Riquelme gana. En realidad, Boca es una sorpresa. Parecía que iba a ser campeón de todo y se cayó. ¡Hasta Vélez le ganó! ¡Con Cubero le ganamos! ¡Y Cubero le hizo un gol! Eso quiere decir que Boca está mal.
-¿Llegó la era de los recambios de técnicos? Aparecieron los Gallardo, Arruabarrena, Cocca…
-En todos los oficios es lógico que pase eso. En la actualidad, el técnico es una pyme. ¿Son seis, viste? Dos ayudantes de campo, preparador físico, médico, kinesiólogo. De repente tenés al técnico sentado y a los otros laburando. Yo creo que el entrenador tiene que ser activo. El técnico joven tiene una carrera por delante, ambiciones, quiere mostrarse, es audaz. Me gusta eso. ¡Basile y Merlo ya están, loco! Aparte están así de gordos (otra vez se ríe). Un técnico no puede ser demasiado gordo. Y Bielsa también tendría que ajustarse un poco. Hoy a un técnico no lo veo de tercera edad.
-¿Vas a la cancha?
-Ya no. El hincha grita durante todo el partido, no sólo en el gol, putea a sus jugadores, al árbitro. ¡Grita todo el tiempo! No lo soporto más eso. Me hice hincha de la Selección Argentina. Lo mismo que sentía por Vélez lo siento por la Selección. Hoy, Vélez es como un primo que me cae bien.
-¿Alguna opinión acerca de lo sucedido en el Boca-River de la Copa Libertadores?
-Fue una excelente muestra de cómo funciona el fútbol. Todo estaba ahí, a la vista. Cómo se organiza y cómo se miente. Esta es una sociedad en la que la mentira se hizo voz oficial. Se empieza a decir que “son un par de locos”, “un par de pelotudos”. Dicen “barra brava”, “dirigentes de fútbol”, “barras con dirigentes”. No hay nombre y apellido nunca. Se habla como de gremios: la policía, los dirigentes, los barras, la política. ¡Veinte años hablando así! Es mucho. Y ahora empezamos las carmelitas descalzas a decir “¡en la AFA hay corrupción!” y “somos todos honestos”. Pero me divierte. No es cinismo. Yo escucho y traduzco. Hay que traducir. Todo el tiempo hay que traducir. Lo cagaron a Boca, a Angelici, que era el objetivo de muchos. ¿Cuál fue la palabra más usada? Vergüenza. Todos avergonzados. Como si no formaran parte del asunto. Todos con vergüenza ajena y no propia.
-¿Cómo tomaste lo de la causa por sobornos en la FIFA?
-La crisis de la FIFA no es la crisis de la AFA. Son dos sistemas distintos. El fútbol mundial está organizado en un sistema colonial. Hay un primer mundo con los clubes europeos y un tercero con los de América Latina y Africa, fundamentalmente. Este sistema colonial absorbe la materia prima de los países del tercer mundo al primero a cambio de dinero. Este sistema colonial revitalizó al fútbol europeo; lo rejuveneció y le dio calidad. Pero ahora está en crisis y no es fácil cambiarlo. Porque tuvo un formidable éxito: nunca el fútbol llegó a todas partes del mundo como en los últimos años y nunca hubo tanto dinero de corporaciones mundiales interesadas en clubes de fútbol. Estamos hablando de un negocio. Este sistema expandió el fútbol por todas partes y concentró una enorme cantidad de riquezas a las que se les suman los petrodólares, la mafia rusa, la mafia china. Digo mafia, pero puedo decir dinero, porque hoy están mezclados. Desmontar eso sin perder la potencia no sé cómo se hace. Nunca se vuelve atrás en la historia. En nada.
-¿De qué forma pensás que incidirá esto en la AFA?
-Acá se aplica el mismo régimen colonial que, readaptado, medio que fracasó. Acá se juega mal, pero siempre hay semillero. Se metió la política, hay corrupción generalizada, sistémica, hay muertos y violencia, y no hay hinchada visitante. Para desmantelarlo hay que desmantelar a la Policía Bonaerense, Federal y Metropolitana, a los políticos, dirigentes gremiales y sindicales, al narcotráfico. Un entramado a todo nivel. Esa es la singularidad argentina.
-¿Qué rol juega el espectador en esto?
-Hay distintos tipos de espectadores. Hay gente como yo, filósofos (risas), a quienes nos gusta ver y pensar. ¿Qué es un futbolero?: un tipo al que le gusta el fútbol. Está el hincha, que es hincha de su club. Yo sigo al Barcelona; es decir, a Messi. Soy hincha de eso. Pero al hincha sólo le importa su equipo. Todo lo que hablamos del sistema colonial al hincha medio le resbala, porque le importa su club. ¿Puedo decir que está loco? No. El ser humano muchas veces tiende al fanatismo. Uno es fanático de Huracán, otro de los Testigos de Jehová, un tercero del Islam, y así. Más allá de las ideologías, hay una cosa de adoración y entusiasmo por algo grande que lo tiene la mayoría de la gente. El fútbol ocupa ese lugar en la Argentina. Pero siempre hay algo que lo ocupa cuando se producen ciertos vacíos que no se pueden llenar con el consumo. Es parte de una preocupación general. Cuando no hay religión ni grandes ideologías, te queda el placer del consumo. Y cuando no te alcance eso, ¿qué pasa? Yo soy futbolero, no soy hincha. Me gusta ver fútbol mientras tenga magia. Si no, me canso. Tuve la suerte de muchos de ver a Maradona y a Messi. A Maradona lo vi debutar en Argentinos en 1976. Estaba en la calle, sin alojamiento, me había separado y sólo tenía un bolsito con el que me fui a la cancha antes de ir a un hotel de lo deprimido que estaba. ¡Y lo vi debutar! Tuve esa suerte futbolera. La gente adora al ídolo. Cuando vino Bob Dylan a Obras, me paré y no me senté nunca mientras me puteaban: “Acá hay que pararse. Estamos ante el poeta”, decía yo. Y con Messi también me paro, porque hay que pararse ante ciertas cosas. Como otros disfrutan del ballet, yo soy hincha de la Selección Argentina porque sí. No tengo razones.
-¿Cómo te definís en tanto hincha?
-A mí me entusiasma el pensamiento. Y en el fútbol, yo pienso. Es un entusiasmo pensante. El análisis de las cosas me da adrenalina. No me basta el sentimiento: tengo que poner el cerebro. Y el cerebro viene con emociones. No hay una dicotomía cerebro seco-corazón caliente. Yo tengo el cerebro caliente.
-¿Messi es el mejor jugador que viste?
-Creo que sí. Es el más completo. Tiene muchas cosas maravillosas; Maradona tenía algunas cosas maravillosas. En la primera época de Messi, a sus 17 años, yo no sabía con qué pierna pateaba. Un año después, me di cuenta de que era zurdo. Hace goles con derecha, maneja la derecha, pero se inclinó por la zurda. Maradona tenía que darse vuelta. Este, no. Además, corre con la pelota pegada al botín. Es rarísimo. Es único. No tira para adelante la pelota y después gambetea, sino que gambetea con la pelota pegada al pie.
-¿El equipo que más te impactó?
-El Santos de Pelé, al que vi poco, y el Barcelona. Pero este Barcelona es distinto y hasta mejor, te diría, que el de Guardiola. Lo que pasa es que cierto modelo de Guardiola era impecable, perfecto. Con Messi, Iniesta y Xavi, que estaban mejor que ahora. Ese tridente era perfecto. Después se hicieron más lentos y empezaron a perder. El de ahora tiene el tridente Messi, Neymar y Suárez. Es otro. Con ellos, en cualquier momento pasa de todo. Este Barcelona no llega con toques, sino por las puntas. Es más rápido, tiene un modo más agresivo. El otro, a un toque y paseando. Y aquel Santos era impresionante. Estaban Pelé y Coutinho, que era un monstruo, una bestia. Tenía un contragolpe que, entre que sacaba el arquero y hacían el gol, pasaban tres segundos. Pelé recibía la pelota y hacía así: la pasaba sin mirar. ¡Tenía ojos atrás! También me encantaba el Brasil post 58, cuando sale a la escena mundial, hasta el 62, que vuelve a ganar el Mundial. Esos cuatro o cinco años fueron tremendos. Eran malabaristas. Sabían hacer de todo. El mejor fútbol del mundo.
-¿El gol que más te gustó?
-El de Maradona a los ingleses (el segundo en México 86) y los de Messi al Bayern Munich (en la última Champions League), cuando dejó sentado al grandote Boateng, y el que le hizo al Bilbao (en la reciente final de la Copa del Rey). También hubo uno del Santos, en el 63, contra Boca, en la Bombonera, que no me lo olvido más (por Copa Libertadores). Ese partido lo fui a ver porque eran dos equipazos y no me lo quería perder.
-Se cumple un año desde el Mundial que se jugó en Brasil. ¿Qué recuerdos te dejó?
-Fue un buen torneo de Argentina, que reconoció y se adecuó a sus propios límites. Sacó, de sus debilidades, fuerzas; y no de sus fuerzas debilidades, como en Sudáfrica. Nos faltó Di María en el final. Sabella dice que no quería ir al alargue contra Alemania porque no estaba a la altura física, aunque daba la sensación de que sí buscaba esa instancia. Pero la Alemania que le hizo 7 a Brasil le hizo uno solo a Argentina. Sabella llegó a una final con los cuatro fantásticos disminuidos: Higuain y Agüero no estaban bien, Messi hacía tiempo que no tocaba una en Barcelona y el que descolló fue Di María, que no llegó. Pero en el torneo hubo una recomposición: Argentina aprendió sobre la marcha. Yo quería que se quedara Sabella, porque es un técnico que había aprendido algo y enseñado algo. Acá nunca se sabe qué pasa. Viene Pekerman y se va, y viene otro y también se va, y así.
-¿Te gusta el Tata Martino?
-Lo veo inferior a Sabella. Indefinido. No trajo a nadie nuevo. Esta selección es la de Sabella, pero sin su tecnicismo. Me parece que al equipo le falta sangre nueva. Habría que buscarla.
-¿Qué te emociona del fútbol?
-Tendrías que preguntárselo a un no futbolero que no entiende qué nos puede emocionar de tipos pateando una pelota. No se entiende qué le pasa a uno en la cabeza. A veces veo un partido malo y mi esposa no se explica por qué miro eso. ¡Andá a explicarlo! No sé cuándo pateé la primera pelota... ¿A los 4 años? Uno nace con eso, vive con eso, y le queda eso. Si todo fuera explicable por causa y efecto, no seríamos personas, sino androides. Me aburren el rugby, el básquet, el béisbol y el vóley, y todos se juegan con una pelota. ¿Por qué me gusta que a la pelota se juegue con los pies y no con las manos? No sé. Juego al tenis. Me gusta el tenis. Y con Federer siento también golpes de belleza. ¿Pero qué tiene el fútbol? ¿Cómo puede ser que soy enemigo de los nacionalismos y sufro tanto por la camiseta de la Selección? ¡Porque sufro! Me doy revolcones por el piso cuando un jugador se pierde un penal. Hago rituales, como prender el horno, aunque esté vacío, porque un día que lo prendimos le ganamos no sé a quién en un Mundial. Entonces hay que prenderlo, como le dije a mi señora. Y tengo una pelota que debo acariciar durante cada partido. ¡Qué sé yo! Son los infantilismos, una cosa de niño. Es eso. Woody Allen no se puede perder un partido de béisbol. Son cosas que no se explican. Quizás sea porque tengo un espectro muy chico de entretenimiento.
-¿Entonces esa pasión no se explica?
-Hay algo que es la magia, que no sabés cómo se hace, que es superior a la comprensión. El superhombre de Nietzsche. Un futbolero es alguien que se rinde ante la belleza en el fútbol. Como me puedo rendir ante la belleza de una pintura, una canción de Bob Dylan, un Nocturno de Chopin o la lectura de Pessoa, el futbolero encuentra belleza en el fútbol. El que no lo es, no entiende esa belleza. Uno no entiende la belleza que encuentra otro; entiende la belleza que encuentra uno.
-Al confirmar esta entrevista me dijiste que te gusta jugar de 5. ¿Por qué elegís ese puesto?
-Soy zurdo. En una época jugaba de 10, pero esa camiseta me la sacaron. Nadie quiere la 10: tiene dueño. La tuvieron Pelé, Maradona, Messi. Por mi estado físico, prefiero ser como un Mascherano, aunque él corre muchísimo (larga una carcajada). Me gusta más estar en la cueva. Esperar y distribuir desde atrás. Me gustaría jugar como Pirlo, pasear por el medio, mirar, recibir y dar. Recibir y dar. Siempre teniendo panorama. No ser marcado, sino distribuir desde atrás. Así me gusta jugar.
¿Quién es Abraham?
Tomás Abraham nació el 5 de diciembre de 1946 en Rumania. Llegó a la Argentina a los 2 años. Sus padres eran propietarios de la fábrica de medias Ciudadela, en la que también trabajó. Estudió Filosofía y Sociología en Francia, y participó del Mayo Francés, en 1968. Después vivió en Japón y a principios de los 70 regresó al país. Comenzó a dar clases en la Universidad de Buenos Aires en los 80. Fue el fundador del reconocido Seminario de los Jueves, donde personas de diversas ramas se junta para hablar de filosofía. Con el tiempo se convirtió en uno de los filósofos más importantes del país. Su obra literaria es amplia y muy reconocida. Fanático de la Selección y del fútbol en general, se animó al género de la novela con el libro La dificultad.
Los chantas
“Los que hablan de filosofía del fútbol son unos chantas. Eso del menottismo, del bilardismo, de que se juega como se vive... Son de cuarta. El fútbol es suficientemente grande como para hablar de fútbol y no de esas pavadas que pretenden elevar algo y no hacen más que hundirlo. Se llenan barato”, contesta Tomás Abraham cuando El Gráfico le pregunta si es posible señalar algún punto en común entre sus dos pasiones: el pensamiento y la pelota.“La filosofía exige mucho esfuerzo. No separo sentir de pensar. En fútbol me gusta pensar como si fuera un director técnico, analizar los partidos, ver cómo juegan. Lo que no me interesa es moralizar al fútbol. Hacerse los eternos puritanos. El sermón hace mucho daño. Tenemos que admirar la belleza y discutir los temas, pero sin tratar de sermonear”, sintetiza en la extensísima charla con esta revista.
Sobre Bielsa y Messi
Al momento de este encuentro, Tomás Abraham acaba de terminar la lectura del libro Los 11 caminos al gol, en el que el periodista y dirigente chileno Eduardo Rojas recopila declaraciones de Marcelo Bielsa sobre fútbol, que pueden aplicarse a la vida en general. “En ese libro, leí que Bielsa piensa que el mejor es el que tiene que ser el más obediente. Eso es lo que tiene de piola Marcelo Bielsa”. Y agrega, explicando al exentrenador del seleccionado argentino: “Ese jugador no tiene favores especiales, sino obligaciones especiales. A quien está mal es al que hay que darle un poco más de soga”.
Esta temática deriva en Lionel Messi: “Tiene que ser el que más ponga. Pero creo que su aparente apatía (en el seleccionado) se debe al sistema de juego. No se encuentra. Jugó siempre en el Barcelona. Lo metés en otro sistema y no es lo mismo. Messi nos gana con su talento, no con su personalidad. A pesar de que siempre me gustó que fuera tan calladito, a esta altura me parece que su silencio no es por humildad. Pero nos gana con su talento”. Y luego comenta: “Messi tiene apego con la Argentina. Es raro que un joven que se fue tan chico hable como habla él: no se le pegó una zeta española. ¡Es raro! Apenas llega al país, se va a Rosario. Eso me gusta. El necesita, como todo ídolo, que lo mimen. Y a veces en la Selección no es así, todo para él”.
“Yo veo al Barcelona por Messi, al Manchester City por Agüero y a la Juventus la veía por Tevez. Es decir, no es una idolatría. Es un amor. A Messi lo critico, como lo hice cuando habló en contra de Sabella, durante el Mundial. Los admiro. Me rindo ante la belleza. Eso no me quita ninguna perspectiva crítica. No los considero ídolos, sino grandes jugadores de fútbol, con un enorme talento, que me dan belleza. Puede pasarme con un jugador, un escritor o un músico. Son las cosas que a uno lo sacan, por suerte, del ‘siempre lo mismo’”.
Por Alejandro Duchini
En el mundo del reconocido filósofo Tomás Abraham, sus colegas Friedrich Nietzsche y Michel Foucault se alternan con Daniel Willington, Diego Maradona, Pelé y Lionel Messi. La filosofía es tan importante como el fútbol. Pero a su vida la pelota llegó primero. De muy chico, iba a ver a Vélez: Tercera, Reserva y Primera, aclara. De local y de visitante. Era el asiduo plan del domingo familiar. Padre, madre, hermano, tíos. Todos a la cancha. Y después, en casa, a jugar con las figuritas de futbolistas. Con ellas armaba equipos y campeonatos propios. Esos torneos se prolongaron hasta sus 15 años, cuenta en su reciente y primera novela, La dificultad. En esas páginas, y de manera magistral, detalla su vida personal hasta alrededor de sus 30 años. No sabe (y tampoco quiere saber) por qué el fútbol lo apasiona tanto y lo lleva a la irracionalidad. Justo él, que hizo de la filosofía un modo de vida. Se ríe al hablar del tema con El Gráfico en su amplísimo estudio de Palermo, donde los libros se alternan con fotos futboleras. Como esa del Vélez del 53, en blanco y negro, a la que señala mientras suelta: “Ese año fuimos subcampeones de River. ¿Sabés lo que era en esos tiempos para un hincha de Vélez salir subcampeones?”.
-¿Qué recordás de tu infancia en la cancha?
-Sufrimiento puro. Ibamos a sufrir. ¡Porque sufríamos! Todos. Yo, como chico, con Vélez sufría. Se ganaba, se empataba y se perdía. Siempre se alternaba así. Me divierte recordar aquello. No tengo nostalgias: la mejor época de mi vida es hoy. Fue una cosa linda de mi infancia. Era familia, la cancha. Todo un mundo. Después, al volver a la tarde a casa, me sentía como vacío y angustiado, porque había habido demasiada excitación. Me consolaba con que el lunes volvía al colegio y la vida seguía. Era importante que la vida siguiera. Una derrota era un vacío con angustia. Y una victoria mantenía una cosa de adrenalina sin destino. Nos ponía contentos. Y yo la seguía con las figuritas…
-… Que es lo que contás en la novela, La dificultad.
-Sí. El de las figuritas era mi mundo. Mi AFA. Era en la década del 50, cuando conocía los jugadores y equipos de memoria. No me interesaba llenar el álbum, sino tener mi cancha de fútbol, en la alfombra de mi cuarto. Jugaba solo, con una pelota hecha con bolitas de papel. Hacía mis campeonatos, que yo mismo relataba. Era mi mundo solitario, reemplazado después por la lectura.
-¿Cómo viviste el primer título de Vélez, en el 68?
-En ese entonces vivía en Francia. Me habré enterado por alguien que mandó El Gráfico por correo. Fue sorpresivo, porque lo normal era no pasar del quinto o sexto puesto. En esos tiempos no seguía al fútbol, salvo para jugarlo, en Normandía. Además, Francia no era futbolero, sino un país de ciclistas y de rugby. Entonces, me perdí ese campeonato del 68 en el que jugaba Willington, el gran jugador que tuvo Vélez. Y cuando volví, en el 72 o 73, empecé a seguir al Huracán de Menotti, porque me gustaba.
-Muchos años después llegó la época dorada de Vélez, con Carlos Bianchi como entrenador.
-Me sorprendió mucho. ¡Fue como un baldazo de agua de rosas! (se ríe). Fueron los años de oro. Era un equipo muy armado, fuerte, consistente, con guerreros. Y ganarle al Milan era algo que estaba más allá de cualquier tipo de expectativas. Era un milagro que eso sucediera: vimos aparecer a la virgen velezana. Tampoco era el jogo bonito. Trotta me gustaba mucho, porque era un excelente back. Poco a poco, uno fue dándose cuenta de que ahí había héroes: Chilavert, Basualdo, el mismo Trotta. Tipos que mandaban en la cancha. Con esa gente, Bianchi funciona. Cuando no tiene esa gente, te das cuenta de lo que pasa. Necesita guerreros, jugadores que metan miedo. Los tuvo en Boca con Bermúdez, Serna. Y en la última etapa en Boca le faltó eso. Trajo al Cata Díaz, toda gente de segunda.
-¿Qué pensás de la etapa post Bianchi en Vélez?
-Con Bielsa fue como pasa siempre con él: una rareza total. Entró a llenar el hueco de Bianchi… y no era lo mismo. Era raro ese Vélez. Bielsa quería que Vélez jugara bien y atacara todo el tiempo. Quería un equipo que arrinconara al rival desde el primer momento. Recuerdo un partido contra Argentinos en cancha de Ferro, en el que Bielsa puso cinco delanteros: 4-1-5. Y empatamos 0 a 0. ¡Era ridículo! Y se fue acomodando, jugando bien y salió campeón. Ya era un lujo después de Bianchi salir campeón con Bielsa. El último Vélez que me gustó fue el de Russo, que también fue campeón. Después empezó una época que no cuajó, con Gareca, que armó equipos lentos y previsibles.
-¿Te provocó algo que Bianchi terminara mal y sin éxito su tercer ciclo en Boca?
-No le tengo antipatía ni simpatía. Pertenece al negocio del fútbol. Manager, técnico, contratos altos. Ya no tiene nada que ver con el fútbol en sí. Es que él corresponde a otra época del fútbol; la época política del fútbol. Hay otros intereses. Bianchi y Riquelme hacían yunta con otra gente, que era opositora a Angelici. Angelici estaba con el PRO. Las barras se repartían de acuerdo a cómo venía la mano. Y además, para mí, Bianchi y Riquelme se estaban comiendo a Boca. En general, Riquelme siempre vampirizó a Boca. Salvo cuando era joven, con Barros Schelotto, Palermo…. Ahí, Riquelme era una pieza importantísima. Pero el Riquelme que vuelve y vuelve y vuelve, vampiriza. Todos juegan alrededor de él. Y al final, el equipo juega horriblemente mal y Riquelme magníficamente bien: Boca pierde y Riquelme gana. En realidad, Boca es una sorpresa. Parecía que iba a ser campeón de todo y se cayó. ¡Hasta Vélez le ganó! ¡Con Cubero le ganamos! ¡Y Cubero le hizo un gol! Eso quiere decir que Boca está mal.
-¿Llegó la era de los recambios de técnicos? Aparecieron los Gallardo, Arruabarrena, Cocca…
-En todos los oficios es lógico que pase eso. En la actualidad, el técnico es una pyme. ¿Son seis, viste? Dos ayudantes de campo, preparador físico, médico, kinesiólogo. De repente tenés al técnico sentado y a los otros laburando. Yo creo que el entrenador tiene que ser activo. El técnico joven tiene una carrera por delante, ambiciones, quiere mostrarse, es audaz. Me gusta eso. ¡Basile y Merlo ya están, loco! Aparte están así de gordos (otra vez se ríe). Un técnico no puede ser demasiado gordo. Y Bielsa también tendría que ajustarse un poco. Hoy a un técnico no lo veo de tercera edad.
-¿Vas a la cancha?
-Ya no. El hincha grita durante todo el partido, no sólo en el gol, putea a sus jugadores, al árbitro. ¡Grita todo el tiempo! No lo soporto más eso. Me hice hincha de la Selección Argentina. Lo mismo que sentía por Vélez lo siento por la Selección. Hoy, Vélez es como un primo que me cae bien.
-¿Alguna opinión acerca de lo sucedido en el Boca-River de la Copa Libertadores?
-Fue una excelente muestra de cómo funciona el fútbol. Todo estaba ahí, a la vista. Cómo se organiza y cómo se miente. Esta es una sociedad en la que la mentira se hizo voz oficial. Se empieza a decir que “son un par de locos”, “un par de pelotudos”. Dicen “barra brava”, “dirigentes de fútbol”, “barras con dirigentes”. No hay nombre y apellido nunca. Se habla como de gremios: la policía, los dirigentes, los barras, la política. ¡Veinte años hablando así! Es mucho. Y ahora empezamos las carmelitas descalzas a decir “¡en la AFA hay corrupción!” y “somos todos honestos”. Pero me divierte. No es cinismo. Yo escucho y traduzco. Hay que traducir. Todo el tiempo hay que traducir. Lo cagaron a Boca, a Angelici, que era el objetivo de muchos. ¿Cuál fue la palabra más usada? Vergüenza. Todos avergonzados. Como si no formaran parte del asunto. Todos con vergüenza ajena y no propia.
-¿Cómo tomaste lo de la causa por sobornos en la FIFA?
-La crisis de la FIFA no es la crisis de la AFA. Son dos sistemas distintos. El fútbol mundial está organizado en un sistema colonial. Hay un primer mundo con los clubes europeos y un tercero con los de América Latina y Africa, fundamentalmente. Este sistema colonial absorbe la materia prima de los países del tercer mundo al primero a cambio de dinero. Este sistema colonial revitalizó al fútbol europeo; lo rejuveneció y le dio calidad. Pero ahora está en crisis y no es fácil cambiarlo. Porque tuvo un formidable éxito: nunca el fútbol llegó a todas partes del mundo como en los últimos años y nunca hubo tanto dinero de corporaciones mundiales interesadas en clubes de fútbol. Estamos hablando de un negocio. Este sistema expandió el fútbol por todas partes y concentró una enorme cantidad de riquezas a las que se les suman los petrodólares, la mafia rusa, la mafia china. Digo mafia, pero puedo decir dinero, porque hoy están mezclados. Desmontar eso sin perder la potencia no sé cómo se hace. Nunca se vuelve atrás en la historia. En nada.
-¿De qué forma pensás que incidirá esto en la AFA?
-Acá se aplica el mismo régimen colonial que, readaptado, medio que fracasó. Acá se juega mal, pero siempre hay semillero. Se metió la política, hay corrupción generalizada, sistémica, hay muertos y violencia, y no hay hinchada visitante. Para desmantelarlo hay que desmantelar a la Policía Bonaerense, Federal y Metropolitana, a los políticos, dirigentes gremiales y sindicales, al narcotráfico. Un entramado a todo nivel. Esa es la singularidad argentina.
-¿Qué rol juega el espectador en esto?
-Hay distintos tipos de espectadores. Hay gente como yo, filósofos (risas), a quienes nos gusta ver y pensar. ¿Qué es un futbolero?: un tipo al que le gusta el fútbol. Está el hincha, que es hincha de su club. Yo sigo al Barcelona; es decir, a Messi. Soy hincha de eso. Pero al hincha sólo le importa su equipo. Todo lo que hablamos del sistema colonial al hincha medio le resbala, porque le importa su club. ¿Puedo decir que está loco? No. El ser humano muchas veces tiende al fanatismo. Uno es fanático de Huracán, otro de los Testigos de Jehová, un tercero del Islam, y así. Más allá de las ideologías, hay una cosa de adoración y entusiasmo por algo grande que lo tiene la mayoría de la gente. El fútbol ocupa ese lugar en la Argentina. Pero siempre hay algo que lo ocupa cuando se producen ciertos vacíos que no se pueden llenar con el consumo. Es parte de una preocupación general. Cuando no hay religión ni grandes ideologías, te queda el placer del consumo. Y cuando no te alcance eso, ¿qué pasa? Yo soy futbolero, no soy hincha. Me gusta ver fútbol mientras tenga magia. Si no, me canso. Tuve la suerte de muchos de ver a Maradona y a Messi. A Maradona lo vi debutar en Argentinos en 1976. Estaba en la calle, sin alojamiento, me había separado y sólo tenía un bolsito con el que me fui a la cancha antes de ir a un hotel de lo deprimido que estaba. ¡Y lo vi debutar! Tuve esa suerte futbolera. La gente adora al ídolo. Cuando vino Bob Dylan a Obras, me paré y no me senté nunca mientras me puteaban: “Acá hay que pararse. Estamos ante el poeta”, decía yo. Y con Messi también me paro, porque hay que pararse ante ciertas cosas. Como otros disfrutan del ballet, yo soy hincha de la Selección Argentina porque sí. No tengo razones.
-¿Cómo te definís en tanto hincha?
-A mí me entusiasma el pensamiento. Y en el fútbol, yo pienso. Es un entusiasmo pensante. El análisis de las cosas me da adrenalina. No me basta el sentimiento: tengo que poner el cerebro. Y el cerebro viene con emociones. No hay una dicotomía cerebro seco-corazón caliente. Yo tengo el cerebro caliente.
-¿Messi es el mejor jugador que viste?
-Creo que sí. Es el más completo. Tiene muchas cosas maravillosas; Maradona tenía algunas cosas maravillosas. En la primera época de Messi, a sus 17 años, yo no sabía con qué pierna pateaba. Un año después, me di cuenta de que era zurdo. Hace goles con derecha, maneja la derecha, pero se inclinó por la zurda. Maradona tenía que darse vuelta. Este, no. Además, corre con la pelota pegada al botín. Es rarísimo. Es único. No tira para adelante la pelota y después gambetea, sino que gambetea con la pelota pegada al pie.
-¿El equipo que más te impactó?
-El Santos de Pelé, al que vi poco, y el Barcelona. Pero este Barcelona es distinto y hasta mejor, te diría, que el de Guardiola. Lo que pasa es que cierto modelo de Guardiola era impecable, perfecto. Con Messi, Iniesta y Xavi, que estaban mejor que ahora. Ese tridente era perfecto. Después se hicieron más lentos y empezaron a perder. El de ahora tiene el tridente Messi, Neymar y Suárez. Es otro. Con ellos, en cualquier momento pasa de todo. Este Barcelona no llega con toques, sino por las puntas. Es más rápido, tiene un modo más agresivo. El otro, a un toque y paseando. Y aquel Santos era impresionante. Estaban Pelé y Coutinho, que era un monstruo, una bestia. Tenía un contragolpe que, entre que sacaba el arquero y hacían el gol, pasaban tres segundos. Pelé recibía la pelota y hacía así: la pasaba sin mirar. ¡Tenía ojos atrás! También me encantaba el Brasil post 58, cuando sale a la escena mundial, hasta el 62, que vuelve a ganar el Mundial. Esos cuatro o cinco años fueron tremendos. Eran malabaristas. Sabían hacer de todo. El mejor fútbol del mundo.
-¿El gol que más te gustó?
-El de Maradona a los ingleses (el segundo en México 86) y los de Messi al Bayern Munich (en la última Champions League), cuando dejó sentado al grandote Boateng, y el que le hizo al Bilbao (en la reciente final de la Copa del Rey). También hubo uno del Santos, en el 63, contra Boca, en la Bombonera, que no me lo olvido más (por Copa Libertadores). Ese partido lo fui a ver porque eran dos equipazos y no me lo quería perder.
-Se cumple un año desde el Mundial que se jugó en Brasil. ¿Qué recuerdos te dejó?
-Fue un buen torneo de Argentina, que reconoció y se adecuó a sus propios límites. Sacó, de sus debilidades, fuerzas; y no de sus fuerzas debilidades, como en Sudáfrica. Nos faltó Di María en el final. Sabella dice que no quería ir al alargue contra Alemania porque no estaba a la altura física, aunque daba la sensación de que sí buscaba esa instancia. Pero la Alemania que le hizo 7 a Brasil le hizo uno solo a Argentina. Sabella llegó a una final con los cuatro fantásticos disminuidos: Higuain y Agüero no estaban bien, Messi hacía tiempo que no tocaba una en Barcelona y el que descolló fue Di María, que no llegó. Pero en el torneo hubo una recomposición: Argentina aprendió sobre la marcha. Yo quería que se quedara Sabella, porque es un técnico que había aprendido algo y enseñado algo. Acá nunca se sabe qué pasa. Viene Pekerman y se va, y viene otro y también se va, y así.
-¿Te gusta el Tata Martino?
-Lo veo inferior a Sabella. Indefinido. No trajo a nadie nuevo. Esta selección es la de Sabella, pero sin su tecnicismo. Me parece que al equipo le falta sangre nueva. Habría que buscarla.
-¿Qué te emociona del fútbol?
-Tendrías que preguntárselo a un no futbolero que no entiende qué nos puede emocionar de tipos pateando una pelota. No se entiende qué le pasa a uno en la cabeza. A veces veo un partido malo y mi esposa no se explica por qué miro eso. ¡Andá a explicarlo! No sé cuándo pateé la primera pelota... ¿A los 4 años? Uno nace con eso, vive con eso, y le queda eso. Si todo fuera explicable por causa y efecto, no seríamos personas, sino androides. Me aburren el rugby, el básquet, el béisbol y el vóley, y todos se juegan con una pelota. ¿Por qué me gusta que a la pelota se juegue con los pies y no con las manos? No sé. Juego al tenis. Me gusta el tenis. Y con Federer siento también golpes de belleza. ¿Pero qué tiene el fútbol? ¿Cómo puede ser que soy enemigo de los nacionalismos y sufro tanto por la camiseta de la Selección? ¡Porque sufro! Me doy revolcones por el piso cuando un jugador se pierde un penal. Hago rituales, como prender el horno, aunque esté vacío, porque un día que lo prendimos le ganamos no sé a quién en un Mundial. Entonces hay que prenderlo, como le dije a mi señora. Y tengo una pelota que debo acariciar durante cada partido. ¡Qué sé yo! Son los infantilismos, una cosa de niño. Es eso. Woody Allen no se puede perder un partido de béisbol. Son cosas que no se explican. Quizás sea porque tengo un espectro muy chico de entretenimiento.
-¿Entonces esa pasión no se explica?
-Hay algo que es la magia, que no sabés cómo se hace, que es superior a la comprensión. El superhombre de Nietzsche. Un futbolero es alguien que se rinde ante la belleza en el fútbol. Como me puedo rendir ante la belleza de una pintura, una canción de Bob Dylan, un Nocturno de Chopin o la lectura de Pessoa, el futbolero encuentra belleza en el fútbol. El que no lo es, no entiende esa belleza. Uno no entiende la belleza que encuentra otro; entiende la belleza que encuentra uno.
-Al confirmar esta entrevista me dijiste que te gusta jugar de 5. ¿Por qué elegís ese puesto?
-Soy zurdo. En una época jugaba de 10, pero esa camiseta me la sacaron. Nadie quiere la 10: tiene dueño. La tuvieron Pelé, Maradona, Messi. Por mi estado físico, prefiero ser como un Mascherano, aunque él corre muchísimo (larga una carcajada). Me gusta más estar en la cueva. Esperar y distribuir desde atrás. Me gustaría jugar como Pirlo, pasear por el medio, mirar, recibir y dar. Recibir y dar. Siempre teniendo panorama. No ser marcado, sino distribuir desde atrás. Así me gusta jugar.
¿Quién es Abraham?
Tomás Abraham nació el 5 de diciembre de 1946 en Rumania. Llegó a la Argentina a los 2 años. Sus padres eran propietarios de la fábrica de medias Ciudadela, en la que también trabajó. Estudió Filosofía y Sociología en Francia, y participó del Mayo Francés, en 1968. Después vivió en Japón y a principios de los 70 regresó al país. Comenzó a dar clases en la Universidad de Buenos Aires en los 80. Fue el fundador del reconocido Seminario de los Jueves, donde personas de diversas ramas se junta para hablar de filosofía. Con el tiempo se convirtió en uno de los filósofos más importantes del país. Su obra literaria es amplia y muy reconocida. Fanático de la Selección y del fútbol en general, se animó al género de la novela con el libro La dificultad.
Los chantas
“Los que hablan de filosofía del fútbol son unos chantas. Eso del menottismo, del bilardismo, de que se juega como se vive... Son de cuarta. El fútbol es suficientemente grande como para hablar de fútbol y no de esas pavadas que pretenden elevar algo y no hacen más que hundirlo. Se llenan barato”, contesta Tomás Abraham cuando El Gráfico le pregunta si es posible señalar algún punto en común entre sus dos pasiones: el pensamiento y la pelota.“La filosofía exige mucho esfuerzo. No separo sentir de pensar. En fútbol me gusta pensar como si fuera un director técnico, analizar los partidos, ver cómo juegan. Lo que no me interesa es moralizar al fútbol. Hacerse los eternos puritanos. El sermón hace mucho daño. Tenemos que admirar la belleza y discutir los temas, pero sin tratar de sermonear”, sintetiza en la extensísima charla con esta revista.
Sobre Bielsa y Messi
Al momento de este encuentro, Tomás Abraham acaba de terminar la lectura del libro Los 11 caminos al gol, en el que el periodista y dirigente chileno Eduardo Rojas recopila declaraciones de Marcelo Bielsa sobre fútbol, que pueden aplicarse a la vida en general. “En ese libro, leí que Bielsa piensa que el mejor es el que tiene que ser el más obediente. Eso es lo que tiene de piola Marcelo Bielsa”. Y agrega, explicando al exentrenador del seleccionado argentino: “Ese jugador no tiene favores especiales, sino obligaciones especiales. A quien está mal es al que hay que darle un poco más de soga”.
Esta temática deriva en Lionel Messi: “Tiene que ser el que más ponga. Pero creo que su aparente apatía (en el seleccionado) se debe al sistema de juego. No se encuentra. Jugó siempre en el Barcelona. Lo metés en otro sistema y no es lo mismo. Messi nos gana con su talento, no con su personalidad. A pesar de que siempre me gustó que fuera tan calladito, a esta altura me parece que su silencio no es por humildad. Pero nos gana con su talento”. Y luego comenta: “Messi tiene apego con la Argentina. Es raro que un joven que se fue tan chico hable como habla él: no se le pegó una zeta española. ¡Es raro! Apenas llega al país, se va a Rosario. Eso me gusta. El necesita, como todo ídolo, que lo mimen. Y a veces en la Selección no es así, todo para él”.
“Yo veo al Barcelona por Messi, al Manchester City por Agüero y a la Juventus la veía por Tevez. Es decir, no es una idolatría. Es un amor. A Messi lo critico, como lo hice cuando habló en contra de Sabella, durante el Mundial. Los admiro. Me rindo ante la belleza. Eso no me quita ninguna perspectiva crítica. No los considero ídolos, sino grandes jugadores de fútbol, con un enorme talento, que me dan belleza. Puede pasarme con un jugador, un escritor o un músico. Son las cosas que a uno lo sacan, por suerte, del ‘siempre lo mismo’”.
Por Alejandro Duchini
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