VIAJE A LAS ESTRELLAS
El astrónomo argentino Daniel Golombek, que trabaja en la NASA y ha
sido clave en el armado del importantísimo telescopio Hubble, habla de
astronautas, misterios y del futuro hallazgo de vida en el espacio. La nota fue publicada en Revista Nueva.
El físico argentino Daniel Golombek dejará caer alguna lágrima
durante la entrevista. Parece raro, pero eso es emoción y se la debe a
un telescopio. Que no es cualquier telescopio. Es el Hubble, el más
importante de la historia y sobre el cual ha trabajado desde que se
incorporó a la NASA. Es que Golombek invirtió en el Hubble gran parte de
su vida y de sus aprendizajes. Son treinta años de investigaciones, con
todo lo que eso significa. Y ahora, apasionado por la temática,
hablará, con un entusiasmo tremendo, de diferentes cuestiones, como la
vida extraterrestre, el Big Bang y los viajes al espacio. Sigan leyendo y
sorpréndanse. No siempre las palabras nos llevan al espacio.
–¿Por qué dedicó treinta años a investigar al Hubble?
–Es interesante la pregunta. Nunca la planteé de esa manera. Hay
varias facetas para tener en cuenta. Desde el plano profesional, me
importa porque el Hubble es el centro del universo. Hay quienes pueden
decir que es otro, pero para los que estamos en esta profesión, es la
joya de la corona. Es el observatorio de mayor producción, el que
revolucionó la astronomía, como en su momento lo hizo Galileo. Hay un
antes y un después del Hubble.
Y en lo personal, porque siento que es increíble estar ahí, donde
se cocina la sopa. Cada día de trabajo con este proyecto es interesante,
novedoso: nunca sabe uno qué va a pasar. A su alrededor trabaja un
ejército de gente. Y facilitar que se haga este tipo de ciencia
revolucionaria es muy atractivo. Las cosas que uno aprende son muy
lindas. No solo me pasa a mí, sino a todos los que forman parte de la
propuesta: técnicos, astrónomos, los que trabajan en computación. Para
todos, la tarea siempre es mágica. Lo que produce este telescopio es muy
atractivo. De hecho, fue apropiado por la gente. Y que uno haya
contribuido a que eso pase es un halago. Por último, nunca me planteé la
posibilidad de hacer otra cosa. Siempre había algo atractivo para
seguir con el Hubble.
–¿Cuáles son los logros que destaca?
–Hay novedades o descubrimientos hechos por el Hubble que nadie
esperaba. La energía oscura, por ejemplo. Esencialmente, contribuyó a
nuestra ignorancia de una manera astronómica. Lo que hoy sabemos es solo
el 5% de lo que constituye el universo. De lo otro, no se tiene idea.
Está ahí. La materia oscura que está ahí. Y lo que se sabe salió de
observar. Las observaciones profundas del Hubble, para alguien que
trabaja en el tema, son algo que nunca nos cansaremos de ver ni siquiera
en las fotos que colman las paredes de la NASA. Igual, siempre hay algo
nuevo.
–¿Qué siente cuando comparte tiempo con personas que estuvieron en el espacio?
–Es algo muy lindo, que forma parte de una experiencia. De hecho,
mi hija alguna vez estuvo con un astronauta. “Estoy caminando con
alguien que caminó en la Luna”, me dijo. ¡Y mi jefe estuvo arreglando el
Hubble tres veces…! ¡Anduvo por el espacio tres veces! Trabajar, soñar y
planificar cosas con ellos es muy gratificante.
–¿A usted le gustaría ir al espacio?
–¡Es mi sueño! Crecí con los viajes a la Luna. Sería increíble
viajar hacia allá. Trabajar, compartir experiencias con astronautas es
algo diferente a cualquier otra cosa. ¡Son buena gente! Extremadamente
simpáticos. Comparten con uno todo lo que hacen.
–Uno puede imaginarse los nervios en un Argentina-Brasil, por
ejemplo, pero nunca qué generan los segundos previos al lanzamiento de
una misión al espacio.
–¡Ay! Asistir a lanzamientos es increíble. Es una experiencia
mística. Estar a unos cinco kilómetros, todos sentados, esperando,
escuchando las conversaciones en el mismo lugar en que suceden,
acompañar la cuenta regresiva, el final… estamos todos paralizados.
Estamos… uno al final no puede mantenerse sentado. Y cuando se llega a
cero, lanzamos. Se ve una bola de fuego sin sonido ni nada, esa mole que
empieza a subir despacito. Ahí estamos así, paralizados, viendo todo.
Después llega el sonido, el viento y la fuerza del lanzamiento. Y más
tarde estamos en el espacio. He observado lanzamientos con mi familia.
Es una experiencia increíble, porque uno sabe qué hay alrededor de ese
hecho, los miles de personas que trabajan para que se concrete, la
cantidad de hipotecas en juego si falla, las tesis que se juegan en eso.
Es increíble. Ser testigo de ese hecho compensa cualquier bronca que
uno haya podido tener por cualquier otro detalle.
–En el libro El telescopio de las estrellas usted se refiere a
la posibilidad de otra forma de vida en el más allá, que es uno de los
más grandes misterios. ¿Cómo estamos en ese sentido?
–Estamos muy cerca de saber qué hay más allá. Nunca tan cerca como
ahora. En los próximos treinta años, tal vez cincuenta, se podrá
determinar qué hay por ahí en cuanto a otro tipo de vida. El Hubble está
contribuyendo con observaciones detalladas. Y también está el Kepler,
un observatorio que se dedica solo a buscar planetas, que los hay por
todos lados. La mayoría son grandes. Hay algunos del tamaño de Júpiter,
Saturno. Otros son del tamaño de la Tierra y también están cerca del
Sol. O sea que tienen algún calorcito y por lo tanto podrían albergar
agua o líquido. Agua significa vida. Eso indica que algo puede haber. El
Webb, sucesor del Hubble, ayudará muchísimo. Cuando contemos con un
telescopio más grande, podremos determinar qué hay más allá. Si hay
fotosíntesis, volcanes, esas indicaciones que marcan vida pero de las
que no se sabe más. Tendremos que ser abiertos. La pregunta es esa:
¿estamos solos?
–¿Imagina paralelismos como los que se ven en las películas?
–Me pasan muchas cosas. Primero, hay que recordar que eso es
ciencia ficción. ¿Por qué otros seres tienen que ser malos? Eso no me
gusta. Ponerles etiquetas, imaginarlos como conquistadores es poner
mucha ansiedad en este tema. Pero no tendrían que ser necesariamente
violentos. ¿Por qué no podrían ser buenos?
–Dice que cuando uno tiene preguntas sin respuestas corre el riesgo de quedarse varias noches sin dormir. ¿Usted duerme bien?
–Sí. ¡A pesar de que no sabemos nada! Pero hablando sin giros
literarios, los científicos, cuando estamos ante algo trascendental,
queremos seguir explicando qué pasa. Trabajando y buscando
explicaciones.
–¿Qué es la curiosidad?
–Las ganas de explorar. De meter el dedo en el enchufe. De salir y
ver qué hay más allá. Al final lo que hacemos es eso: explorar. La
curiosidad es ir y ver. Lo que hace el Hubble, con este tipo de
astronomía, es eso. Y a eso se le suma que uno es chismoso.
–¿Cuándo termina su misión el Hubble?
–En astropolítica, es muy complicado responder determinadas cosas.
Si se rompe, se acabó. De eso no hay dudas. La NASA tiene un buen récord
de cerrar misiones porque se han roto. Pero no hay indicaciones de que
el Hubble se vaya a romper. En estos años se rompieron fusibles y esas
cosas, pero los instrumentos funcionan muy bien, así que tal vez
terminará cuando ya no haya ciencia que pueda investigar, cuando haya
sido superado por otros observatorios que hagan las cosas mejor. El
Webb, de hecho, estará en órbita en octubre de 2018 y se espera que
trabajen juntos algún tiempo. Pero después… Creo que va a durar al menos
hasta la mitad de la década siguiente. Será un día triste cuando deje
de funcionar.
–Se lo ve emocionado...
–Es que el del Hubble es un tema muy emocionante para mí. Un cilindro, de repente, produce emociones.
–En su libro avala la teoría del Big Bang. ¿Por qué?
–El Hubble se fabricó para resolver qué edad tiene el universo. Y
se pudo determinar que tiene 13.700 millones de años, que ahí empezaron
las leyes de la física como las conocemos ahora. Es lo que llamamos Big
Bang. ¿Cómo lo sabemos? Si tomamos lo que pasa hoy y miramos hacia
atrás, nos damos cuenta de que las galaxias, con el tiempo, se van
separando. Eso lo descubrió el Hubble. Y que cuando más lejos están, más
rápido se alejan. Y si ahora estamos viendo esto, quiere decir que si
vamos para atrás, en algún momento estuvieron más cerca. Eso es lo que
llamamos Big Bang. Hay evidencia irrefutable de que existió el Big Bang.
¿Qué hubo antes? No es una pregunta válida, porque no había física, no
como la conocemos. No había tiempo ni espacio. No hay manera de
explicarlo.
–¿Corremos el riesgo, tan anunciado, de que caiga un meteorito y provoque daños irreversibles?
–Puede pasar, por supuesto. Por eso, un modo de hacerse rico es
comprar acciones en una fábrica de cascos duros. Hablando en serio, el
peligro existe porque hay cosas dando vueltas, pero no hay ninguna
indicación de que algo esté por caer. Hace dos años cayó un meteorito en
Siberia, pero no ocurrió nada catastrófico. De todos modos, hay
programas de observación de objetos cercanos para saber si hay algo
acercándose. Eso es posible pero no hay ningún peligro, salvo que se
quiera hacer una película con un héroe que salve a la ciudad de Los
Ángeles.
–¿Estamos en la edad de oro de la astronomía?
–Sin duda. Los telescopios son cada vez mejores, con cuarenta
metros de largo. Y a esto hay que agregar lo que llamo “democratización
de la ciencia”: cualquiera tiene acceso a datos. Hay tantas cosas para
ver y para hacer en Internet que uno puede ir y ayudar a resolver. Es lo
que se conoce como “el ciudadano científico”. Tanto estudiantes
secundarios como jubilados, o personas que en el día trabajan en algo no
relacionado con la ciencia pero a quienes el tema les interesa, pueden
acceder a distintos datos. Es increíble pero es así. Y eso ayuda a que
esta sea una época dorada de la ciencia.
–¿Se puede avanzar sin la capacidad de asombro?
–En mi trabajo, es fundamental. Nunca la pierdo. Uno se siente
chico; se pregunta: “¿Y ahora qué más?”. La capacidad de asombro es
esencial porque si uno la pierde, se estanca. Jamás me cansé de hacer
cosas. Primero, porque es atractivo; y segundo, porque estas cosas
permiten jugar.
¿Qué es el Hubble?
Pesa once toneladas, tiene una longitud de poco más de trece metros
y un diámetro apenas mayor a los cuatro metros. Así es el telescopio
Hubble, el más importante en la historia de la astronomía. Su nombre se
lo debe al astrónomo estadounidense Edwin Hubble. Se encuentra en órbita
circular alrededor de la Tierra a casi 600 kilómetros sobre el nivel
del mar. Desarrolla sus tareas desde el 24 de abril de 1990, cuando lo
hicieron orbitar la NASA y la Agencia Espacial Europea. Se lo puede
seguir on-line en http://www.n2yo.com/?s=20580
Un libro espacial
Con El telescopio de las estrellas (Siglo Veintiuno), el físico
argentino Daniel Golombek –investigador de la NASA– permite que
cualquiera pueda acceder al fascinante y misterioso mundo del espacio y,
sobre todo, del telescopio Hubble, símbolo de uno de los mayores
avances en la historia de la astronomía.
Golombek participó en todas las etapas para su puesta en órbita, en
1990. Él lo llama “un cilindro”. Las simples explicaciones nos pondrán
en tema y describirán qué se viene en el campo de la astronomía, donde
el Hubble ya tiene sucesor: el Webb.
Comentarios