KEROUAC, EL CAMINANTE
Dos libros de reciente publicación dan cuenta de quién fue Jack Kerouac. Por un lado, el brillante Diario íntimos (1947-1954) - Mundo soplado por el viento. Por otro, La filosofía de la generación beat y otros escritos. La nota original, en La Voz del Interior.
Jack Kerouac se escribe a sí mismo. Se muestra místico. Lo obsesiona encontrar a la mujer de su vida con la que tener hijos y formar una familia. Vivir en un lugar tranquilo y dedicarse de por vida a escribir. Su madre, Gabrielle-Ange Lévesque, no lo deja en paz. Ni en sus pensamientos ni en sus actos. La piensa todo el tiempo. Ella es influyente. No quiere que se junte con determinados amigos. Allen Ginsberg, Neal Cassady, John Clellon Holmes, Herbert Huncke y William S. Burroughs no son buena compañía. Sin embargo, serán sus compañeros de ruta. Sus influencias. Tanto como Thomas Wolfe y su mencionadísimo Fedor Dostoyevsky. Todo esto lo cuenta el mismo Kerouac en un libro brillante que acaba de aparecer. Son los Diarios 1947-1954 - Mundo Soplado por el viento, que acaba de publicar en nuestro país Editores Argentinos. La portada misma es una tentación. Una foto en blanco y negro del escritor fumando mientras mira hacia la nada; bajo su brazo derecho, su clásico anotador. De fondo, unas viejas edificaciones de época. Un James Dean en el lugar y momento correctos.
Son 542 páginas imperdibles. Esenciales para fanáticos y para quienes quieran conocerlo. Kerouac en estado puro. Una manera de conocer el trasfondo de su obra y los sentimientos que lo acompañaron en esos años en que anotaba todo. “Por donde quiera que vagase el novelista Jack Kerouac en su itinerante vida, solía llevar consigo un anotador de espiral o el manual de guardavías del tren, solo en caso de que quisiera poner en palabras un pensamiento espontáneo o componer un haiku. Este no es un rasgo inusual en un escritor serio. Los periodistas de antaño, de hecho, nunca salían de su casa sin sus cigarrillos o sus anotadores, y Kerouac no era diferente”, escribe Douglas Brinkley, el editor, en la introducción. Se toma varias páginas para contar diferentes aspectos de Kerouac. Refiere desde temas íntimos, como el de la muerte del padre, hasta otros más conocidos. Nunca deja el detalle de lado.
Estos diarios ofrecen además una ayuda extra: un completo listado de gente que tuvo cierta relación con el escritor, tanto profesional como personal. Es el punto de partida para entender mejor esas cartas íntimas.
“Concluí que la sabiduría de Dostoievski es la más elevada del mundo”, escribe a mitad de 1947 el mismo Kerouac. Su admiración por el ruso se convierte en moneda corriente del texto. Lo que sigue es un compendio de ideas y relatos de hechos. “Vivimos en el mundo que vemos, pero sólo creemos en el mundo que no vemos” o “condenado está aquel que piensa y piensa pero nunca es feliz en sus pensamientos, aquel que nunca puede decir - ‘Aquí estoy pensando’”, son algunas de sus citas. No tarda en introducirse en el mundo religioso. A su amor por Cristo (“fue el primer hombre en darse cuenta de que el amor rige a la vida humana”) le siguen sus tendencias budistas. Abundarán las críticas sociales.
Sus miedos a no profundizar su carrera como escritor están latentes. Mientras escribe “El pueblo y la ciudad” teme no encontrar editor ni una forma de escribir con la que se sienta conforme. “De nuevo preocupado por el dinero - pero perder el tiempo en trabajos de poca monta cuando lo que escribo está alcanzado su clímax y maestría no es demasiado sensato (...) Se me ocurrió este pensamiento con respecto a un cambio en mi escritura que parece tan obvio ahora: -que no era la falta de creación lo que antes me detenía, sino su exceso, una corriente narrativa demasiado espesa para poder fluir”. Desde ahí, acentúa su trabajo en rutinas. Empieza a contar la cantidad de palabras que dedica al día a su obra. Mientras, sigue con sus relaciones espontáneas y sin futuro que tanto le lastiman y describe sus largas borracheras. Es ahí que empieza a surgir en su cabeza su obra cumbre: En el camino.
“He sido necio, mentiroso y presumiblemente débil al fingir que era amigo de todas estas personas -Ginsberg, Joan, Carra, Burroughs, incluso de (Daniel) Kammerer, algunos otros también- cuando desde siempre todos hemos sabido que nos caemos mal y que estamos gesticulando sin pausa en una comedia de malicia”.
En tanto se siente solo y sigue lamentanto no encontrar una compañera de ruta, más allá de mujeres que lo acompañan de manera efímera. Y se acrecientan sus temores: “¿Para ser un gran escritor hay que ser desdichado? ¿Ha de sacrificarse la vida al arte?”, se pregunta para responder en las líneas siguientes a una de las ideas que más ha calado en la historia universal: la del artista torturado como sustento para la creación. Vale mucho lo que se contesta. Páginas después agrega: “Estoy un poco preocupado porque comienza a ser evidente que soy capaz de escribir sin ‘tormentos espirituales’, igual que otros lo han hecho, y alcanzando un suceso artístico”.
Este Kerouac desnudo muestra sus sentimientos de culpa y sus deseos de dejar de reprimirse: “Quiero comenzar a vivir una vez más, basta de reprimirme”, escribe.
La lectura de estos diarios toma un punto esencial fechado el 9 de noviembre de 1948: “Hice autostop desde Poke. Un camionero, mientras hacía rodar su gran camión bajo la inmensa luz de noviembre en el Bronx, dijo, al fin, después de nuestra larga y concesiva charla: ‘La vida… es un misterio’. Volví a casa y empecé a escribir En el camino, dejando Doctor Sax de lado por un rato”. Y luego, en el mismo día: “Escribí 6000 palabras de En el camino, pero de manera brusca y veloz, experimentando -quiero ver de lo que es capaz un hombre. Pronto lo sabré”.
Las páginas siguientes giran en torno de esta novela que ya es un clásico de la literatura moderna. A partir de 1949 hay una Bitácora de camino que aportará más datos a su creación. Se lo nota entusiasmadísimo. Pero nunca deja de pensar en los ingresos económicos. Hasta especula con su gusto de trabajar como periodista deportivo en Denver. También sostiene que quiere hacer alguna actividad física y dejar comidas: “Dormir menos. Me estoy poniendo gordo y perezoso. Es hora de la acción. De una vida nueva”. Suelta: “Me pregunto a veces si En el camino va a tener algún valor, pero a que probablemente vaya a ser muy popular”.
En tanto, no deja de soltar ideas. También confesiones, como la que hace sobre Burroughs: “Le temo, y le temo porque él me teme a mí”.
Las fiestas y las bebidas se acrecientan. Las necesita tanto como al silencio para escribir. Estos diarios muestran además fotos de sus escritos. La lectura del volúmen es simple y atrapante. La muy buena traducción de Martín Abadía no es un dato menor. Tampoco ese pensamiento de Kerouac en las páginas finales: “Seguimos las vueltas del camino, y él nos lleva hacia adelante. ¿A dónde? A la verdad, a nosotros mismos, a los demás, ¿a Dios?”.
UN AÑO KEROUAC
Este 2015 trajo más novedades para los amantes de Kerouac. A los Diarios 1947-1954 - Mundo soplado por el viento se le suma La filosofía de la generación beat y otros escritos, de editorial Caja Negra. Se compone de relatos cortos de diversas temáticas. Todas interesantes. Fueron publicados en distintos medios, como Esquire o Playboy, entre otros, según cuenta el periodista y traductor Pablo Gianera. En algunos, Kerouac refiere a sus viajes ruteros, algo que tan bien lo representa; en otros, a la generación beat. También dispara sus ideas sobre la escritura y los deportes.
Destaca al boxeo y al fútbol americano. En La filosofía de la generación beat describe su amor por la ciudad de San Francisco: “Todos se paran y salen. Yo me muevo con lentitud. Quiero disfrutar. El olor de San Francisco es hermoso, siempre el mismo, a la noche, una mezcla de mar, niebla, cenizas, humo de carbón, caramelo. E inexplicablemente también olor a vino”.
Acerca de la generación beat, Kerouac -uno de sus mentores- escribe bajo el título Corderos, no leones: “Beat no significa ni abatido ni exhausto; más bien quiere decir beato, la palabra italiana que designa lo beatífico: vivir en estado de beatitud, como San Francisco, intentar amar la vida en todas sus formas, ser sincero, mantener la paciencia en el sufrimiento, practicar la bondad, cultivar la alegría”.
Estos dos libros se suman a la vasta bibliografía que hay en el país sobre y de Jack Kerouac, a quien se puede llegar también a través de otros buenos títulos. Entre ellos, En el camino y Los Subterráneos, ambos publicados por Anagrama. A la altura de ambos se encuentra Big Sur, una genial novela que en nuestro país publicó Adriana Hidalgo Editora. Es imperdible. No tiene la popularidad de otras pero es necesaria para acercarse al autor, además de atrapante.
PERFIL
Nacido el 22 de marzo de 1922 en Lowell, Massachusetts, Estados Unidos, Jack Kerouac fue uno de los máximos exponentes de la conocida Generación Beat. S lo identifica con los escritores William S. Burroughs y Allen Ginsberg. Los rutas, los pueblos, los excesos, el jazz y el budismo con componentes habituales de sus obras. Adicto al alcohol, falleció el 21 de octubre de 1969, a los 47 años. Escritor y poeta, algunos de sus libros son En el camino, Doctor Sax, Los caballeros del Dharma, Los subterráneos y Big Sur.
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