SAMANTA SCHWEBLIN: “CUANDO NO ESTÁ CLARO EL PELIGRO, TODO SE VUELVE AMENAZANTE”

Desde Berlín, la gran cuentista argentina dice que “ya no se destacan sólo los hombres” en nuestra literatura. Menciona a algunas exponentes femeninas y habla de sus temores recurrentes, algunos de los cuales aparecen en sus historias. La nota original, en La Voz del Interior.


Cuando uno se sumerge en el mundo literario de Samanta Schweblin no sabe con qué se va a encontrar pero sí sabe que no será en vano: algo fuerte habrá. Sus historias tienen giros inesperados (literalmente) y finales que dejan sensaciones tal vez oscuras. Una chica que come pájaros, un perro cuya mirada anuncia el vengativo ataque contra un hombre o un chico que golpeaba la cabeza de sus compañeros contra el suelo, en el colegio, son imágenes que se introducen en el lector para provocar, al menos, sorpresa. Leerla es una gran experiencia. Una experiencia que se origina en pensamientos, vivencias y miedos que, desde Alemania, intenta describir en esta entrevista con Ciudad Equis.
-¿Compartís que en los últimos años se produjo una muy interesante camada de escritoras en la Argentina, entre las que te encontrás junto a, por ejemplo, Violeta Gorodischer, Selva Almada y otras?
-Quizá siempre hubo tantas escritoras como hoy, pero recién estas últimas décadas empezaron a ser más publicadas y leídas. Y sí, comparto y aplaudo completamente lo que decís. Además, es muy buena literatura. Pienso también en Fernanda García Lao, Vera Giaconi, Mariana Enriquez, Ariana Harwicz, y como ahora mismísimo se me ocurren al menos cinco más, voy a parar acá. Hace diez años atrás, quince años atrás, cuando estaba recién llegada a este mundo de la literatura, los grandes puestos eran todos masculinos: los premio noveles, los grandes editores, los críticos. Pero cuando te fijabas en quién iba leyendo en el tren, o quienes iban a los talleres literarios, la mayoría eran mujeres. Mi gran pregunta siempre fue la misma: ¿se pierden en el camino, o es que realmente esta generación marcará un cambio? Creo que hay un poco de ambas cosas, y eso es mucho más de lo que venía pasando.
-Entiendo que viajás muy seguido por tu trabajo de escritora. ¿Qué le aportan a tu escritura esos movimientos?
-Ahora acabo de regresar de una invitación de la Miami Book Fair, y voy a cumplír ya cuatro años en Berlín. Por lo general hay un viaje cada mes. No sé si tendría tantas invitaciones si viviera en Buenos Aires, porque a veces hay ferias o festivales pequeños, que no tienen el presupuesto para invitarte desde otro continente, pero un viaje en bus o líneas aéreas económicas puede costarles menos dinero. Me gusta viajar, pero también me distrae de la escritura, me cuesta trabajar fuera de casa.
-Vendrás a la Argentina este mes. ¿Hay agenda prevista?
-Voy a dar un taller en el Espacio Enjambre, de tres encuentros de tres horas cada uno. Habrá cuarenta participantes, e intentaré contar un poco mi experiencia en la cocina literaria, mi visión personal sobre cómo funcionan las maquinarias narrativas. También participaré en La noche de las librerías, y daré charlas en algunas secundarias. Pero no hay una agenda oficial, esta vez viajo por mi cuenta, para ver a la familia y a los amigos.
-Tenés una cuenta en Facebook. ¿Qué te dan las redes sociales y para qué las utilizás?
-Soy bastante egoísta en las redes sociales. Leo poco los muros y prácticamente no participo en nada. Supongo que soy una pésima "amiga" de Facebook. Pero entiendo que es importante difundir las actividades y lecturas, y a veces Facebook o Twitter tienen en este sentido mucho más impacto que las propias redes de los organizadores de los eventos.
-¿Son una vidriera para anticipar escritos?
-No creo, soy muy cobarde para eso. Necesito tener mis textos entre manos hasta último momento, y hasta último momento sigo dándoles vuelta y corrigiéndolos. Me cuesta mucho soltarlos.

LECTURAS Y ESCRITURAS
-¿Qué libros leíste recientemente y qué estás leyendo?
-Como estoy de finalista en el premio de novela Mario Vargas Llosa, y son once los libros finalistas, me dio curiosidad y estoy leyéndolos a todos. Así di con una autora hasta ahora desconocida para mí, Rita Indiana, de República Dominicana. Su novela “La mucama de Omicunlé” me pareció muy interesante. Y justo ayer terminé la primera nouvelle de “Las esferas invisibles”, de Diego Muzzio, y me gustó mucho. Luego, dos grandes descubrimientos del año pasado fueron también nouvelles: “El ruletista”, de Mircea Cãrtãrescu, y “El nadador en el mar secreto”, de William Kotzwinkle, dos historias preciosas y escalofriantes.
-¿Estás escribiendo algún libro o tenés pensado algo en especial?
-Estoy escribiendo cuentos, como siempre, y también estoy trabajando en una nueva historia que tomará un poco más de páginas, pero todo está muy verde todavía. Con “Distancia de rescate” y “Siete casas vacías”, publicadas además casi en el mismo año, me quedaron todos los cajones vacíos. Tengo ahora mucho que trabajar antes de volver a pensar en un libro.
-¿Qué te da y qué te quita vivir en Alemania? ¿Tenés pensado establecerte en la Argentina?
-Berlín me encanta. Es una ciudad abierta, amplia en todos sus sentidos, vital. Es una ciudad que todavía está en construcción, repensándose, que está en el centro de Europa, tomada ya por un crisol de culturas. Pero tampoco me imagino viviendo acá el resto de mi vida. Casi cuatro años después, sigo siendo una extranjera. Me gusta sentirme extranjera, tiene mucho en común con la vida del escritor, pero supongo que en algún momento necesitaré volver a casa. Me imagino volviendo a Argentina en un par de años.
-¿Cuál es la visión de la escritura argentina desde Alemania? ¿Qué se dice de nuestros autores?
-Me gustaría decir otra cosa, pero la realidad es que se lee muy poca literatura argentina y latinoamericana en Alemania; y aún así, es el país europeo que más traducciones publica. En Berlín está la biblioteca iberoamericana más grande de Europa. Se consiguen desde primeras ediciones de la revista Sur, hasta libros de las cartoneras, es una maravilla. Pero si vas a las librerías, ojeás revistas literarias, o conversás con algunos editores, la literatura argentina y latinoamericana sigue pensándose casi como un género, todavía anclado en la idea del boom.
-¿Cuáles de tus textos sentís que representan de mejor manera tus miedos?
-“La respiración cavernaria” tiene mucho de mis miedos. Vengo de una familia con varios casos de Alzheimer. Perder la memoria, perder los recuerdos y las creencias que nos hacen ser quienes somos, pero seguir sin embargo circulando ciegamente en un cuerpo sano, es una situación espantosa y tristísima que me tocó presenciar varias veces. También hay mucho de “Distancia de rescate”, la idea de vivir en un mundo en el que “lo peligroso” ha dejado de ser algo tangible, reconocible: pienso en la manipulación de los medios, de los alimentos, del medio ambiente. Cuando no está claro el peligro todo se vuelve amenazante.
-Me da la sensación de que cada cuento de ficción tuyo tiene mucha realidad. ¿Coincidís?
-Flannery O'Connor decía que para la mayoría de la gente es más fácil expresar una idea abstracta y las emociones que describir un objeto que está viendo realmente, pero que el mundo del narrador está lleno de materia. Como lectora, enseguida me identifiqué con esta frase, porque es en la materialidad de un texto, en sus objetos, en sus acciones concretas, en donde yo como lectora podía construir mis propias ideas sobre lo que estaba pasando en una historia. La materialidad de un texto es también su parte más reflectiva.
-¿Dónde aprendiste para, en pocas palabras, abrir y cerrar historias y dejar pensando al lector?
-Supongo que desde el principio hubo algo intuitivo, quizá de tantos años de lectura. Pero también le debo mucho a los talleres. A los que asistí y a los que imparto, porque sigo aprendiendo mucho. En realidad, lo mejor que puede darte un taller es algo bastante simple, pero difícil de lograr: aprender a leer lo que realmente dice tu texto. Saltar esa gran distancia entre lo que uno quiso escribir, y lo que realmente se escribió. También es importante darle espacio al lector y no ser repetitivo: si sabemos que en determinado momento de la lectura el lector podría pensar algo en particular, entonces esa información ya está en el texto.
-Te moviste en favor de los refugiados, en Europa. ¿Cuál es el panorama que se ve desde allá con respecto a este tema? ¿Qué te mueve a participar?
-Me mueve porque es lo que tengo cerca ahora, con lo que me toca convivir. El evento que hicimos para recaudar fondos fue para un centro de refugiados en Spandau en el que viven mil trescientos chicos. Estos chicos son refugiados huérfanos. Es decir, chicos que empezaron su peregrinación hace meses, y a veces años atrás, con su grupo familiar, y en el camino perdieron a sus abuelos, a sus padres, a sus hermanos, chicos de quince, ocho, cinco años, que entraron a Alemania caminando, completamente solos. El tema refugiados va poniéndose cada vez más turbio. Pensando en Alemania, hay que entender que mantener un refugiado es mucho dinero para el Estado, y durante muchos años, y el número ya está llegando al millón. No hay todavía una política europea común sobre esto, y sin embargo Alemania mantiene sus puertas abiertas y sigue absorbiendo a la inmensa mayoría. Pero toda esta situación es la excusa perfecta para una derecha alemana y europea que empieza a despertarse y a intentar cambiar las reglas de juego. No creo que las puertas sigan abiertas mucho tiempo más.  
-¿Podés describir cuáles son los sentimientos o sensaciones que te quedan cuando entendés que un cuento está terminado?
-Me emociona. Se que es una respuesta un poco cursilona, pero bueno, es la verdad. Hay algo de esta emoción que exijo como lectora a la literatura que a mí particularmente más me gusta, y eso mismo es lo que persigo cuando escribo. Hay una pequeña trampa que fui aprendiendo a sortear, y es que en las primeras lecturas de un borrador, y en las últimas lecturas del cuento finalmente terminado, hay siempre mucha emoción. En el primero, por el simple hecho de empezar a vislumbrar algo nuevo que quiere ser contado; en el segundo porque, si llegué hasta ahí, es que el cuento funcionó. El problema es toda la vorágine, el desorden y la frustración del medio, en el que a veces hay que trabajar ciegamente, incluso si el texto todavía no convence.

RECUADRO
SIETE CASAS VACÍAS
El 9 de abril del año pasado, Samanta Schweblin fue noticia por ser la ganadora del IV Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero, que se entrega en España a un libro inédito de cuentos escrito en español. Le correspondió por “Siete casas vacías”, publicado en nuestro país a través de la editorial Páginas de Espuma y que ya va por la cuarta edición.
Se compone de siete relatos increíbles que provocan distintas sensaciones según se conozca la escritura de Schweblin. Quien la lea por primera vez, sentirá sorpresa ante los hechos que relata. Porque además los describe de manera magistral, tajante. Y nunca se sale indemne de su lectura. Aquel que ya la haya leído, cuando lo haga por segunda o tercera vez no podrá dejar de sentir cierta ansiedad por saber qué nueva sorpresa dará Schweblin en su historia.
Consultada puntualmente por “Siete casas vacías”, Schweblin le dijo a este diario que “en lo personal, es el libro que siento más cercano. Parece reflejar más cerca que nunca mis miedos y mis dudas personales. En la escritura, es mi regreso al cuento. Siempre fui cuentista, pero luego de ‘Distancia de rescate’ volver al cuento fue realmente elegirlo, por primera vez”.
Los títulos que conforman “Siete casas vacías” son “Nada de todo esto”, “Mis padres y mis hijos”, “Para siempre en esta casa”, “La respiración cavernaria”, “Cuarenta centímetros cuadrados”, “Un hombre sin suerte” y “Salir”.
También se refirió a “Pájaros en la boca” (Literatura Random House), otro genial libro de relatos. Consultada puntualmente por el cuento que da nombre al libro, una tremenda historia de una chica que come pájaros y cuyo trasfondo son las diferencias entre padres e hijos, dice: “Creo que ‘Pájaros en la boca’ habla sobre todo de la adolescencia, del rechazo que ese ‘nuevo’ hijo, ahora adolescente, puede provocar en sus padres, y la sensación de que, aceptar ese nuevo hijo, a veces puede ser para los padres aceptar límites que nunca hubieran pensado que aceptarían”.
No se pierdan ninguno de esos dos títulos.

PERFIL
Nacida en Buenos Aires en 1978, Samanta Schweblin es, lejos, una de las mejores exponentes de la literatura argentina actual. Como cuentista, es simplemente genial. Ha publicado los libros “El núcleo del disturbio”, “Distancia de rescate” (novela) y los mencionados “Pájaros en la boca” y “Siete casas vacías”. Entre otros, ganó el Premio Casa de las Américas y el Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero. Traducida a distintos idiomas, la revista británica Granta la eligió entre los veintidós mejores escritores de habla española menores de 35 años. Vive en Berlín.

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