KEMPES, CUARENTA AÑOS DESPUÉS DEL GRITO MUNDIAL
Símbolo del seleccionado campeón del 78, habla, con algo de resignación, de la injusticia a la que fue sometido aquel equipo por el hecho de ganar bajo la dictadura. La nota original, con audios, acá.
Por Alejandro Duchini
El emblema y goleador del Mundial del 78 que ganó Argentina gritaba sus goles corriendo con los brazos en alto y el pelo largo al viento. Se llamaba Mario Alberto Kempes y usaba el número 10 de una camiseta Adidas ajustada. Hizo seis goles en aquel torneo: dos a Polonia, dos a Perú en un partido que quedó en la historia de tan sospechoso y dos a Holanda, en la final. Para el Mundial de España, en 1982, y como le ocurrió a las estrellas de su generación, lo eclipsó Diego Maradona. El equipo quedó eliminado a manos de dos potencias como eran entonces Italia y Brasil. Kempes no era el de cuatro años antes y Maradona no fue el que sería en el 86.
La obtención del Mundial del 86 con un equipo renovado puso en segundo plano al campeón del 78. Gran parte de la sociedad no le perdonó -o al menos le cuestionó- que haya forjado un triunfo propagandístico para la dictadura militar. Para colmo, ese mismo equipo fue al Mundial de España a competir paralelamente con otra mancha de nuestra historia: la guerra de Malvinas impulsada también por los militares.
Cuarenta años después, aquel goleador de pelo largo tiene el pelo corto, algunos kilos de más y la sonrisa franca. Viajó por el mundo como entrenador. Ahora trabaja como periodista para la cadena ESPN. No perdió el tono cordobés de nacimiento. Y parece andar con la guardia en alto cuando se enciende el grabador: “Primero me vas a preguntar por el Mundial 78 y después por el 6 a 0 a Perú”, me apuesta.
-No. Lo primero que quería decirte es que cuando era chico vos eras uno de mis héroes… el otro era Bochini.
-¡El Bocha! ¡Qué personaje el Bocha!
-Y que quería usar el pelo largo como vos y tener tu camiseta de la Selección.
-Pero entonces no se vendían tanto las camisetas como ahora.
-Supongo que tampoco te imaginabas, durante aquel Mundial, que ibas a tener una vida tan movida.
-Bueno, fue una vida movida pero algo típico para un futbolista. No es que me haya gustado probar vivir en ciudades diferentes. Es lo que me tocó. Y traté de disfrutarlo, porque siempre me gustó estar dentro de una cancha. Las cosas pasan rápido. Hay que aprovechar los momentos para divertirse. Lo que siempre cuidé fue el respeto.
-¿El respeto?
-Si, porque dentro de la cancha uno puede ser rebelde, pero afuera hay que respetar al otro. Y eso es lo que hice.
-¿Cómo sentís que se te recuerda particularmente en Argentina?
-En Buenos Aires no jugué mucho. Un tiempo en Córdoba (Instituto) y en Rosario (Central) y al tiempo en River. Pero creo que la gente se queda con el Kempes de la Selección. Unánimemente.
-Por lo que me decías antes, se nota dispuesto para hablar de la dictadura y de Malvinas.
-Porque sé que es inevitable que se me pregunte por eso. Jugamos dos mundiales en cuatro años y en cada uno pasaba algo fuerte en el país. En el 78 no sabíamos nada de lo que pasaba. Yo estaba en España y cuando vine a jugar ya estaban los militares. Pero nosotros veníamos a jugar al fútbol. En españa no se contaba nada de lo que pasaba acá. No había posibilidades de enterarse. Y acá los que la pasaban mal eran los que recibían el maltrato, pero el resto no lo sabía. Que estuviésemos vigilados por los militares en la concentración era normal porque estábamos con un gobierno militar. Aparte eran colimbas. Y recién después de Malvinas supimos todo lo que pasaba.
-¿Cómo se vivió lo de Malvinas jugando un Mundial a la distancia?
-Se sufrió. ¡Teníamos buques de cartón! Los capos se quedaban acá y mandaban a los indiecitos. Fue un crimen. Eso dolió mucho en la concentración. Nos íbamos enterando de todo. Cuando salimos para España, íbamos ganando. Pero cuando llegamos encontramos la realidad. Toda era una mentira, una farsa. ¿Qué se sabrá en Argentina?, nos preguntábamos. Hasta que explotó todo. Tan ocultas estaban las cosas. ¿Qué podíamos hacer nosotros, si éramos futbolistas? Lo único que hicimos para aquella gente que no sabía qué pasaba era darle esos minutos de alegría. Pero no podíamos hacer otra cosa. No sabíamos nada.
-En junio se cumplirán 40 años del primer título mundial del seleccionado argentino.
-Se cumplen 40 años y todavía se habla de lo otro. Y seguramente ahora me preguntarás por Perú. Entre lo de Perú y la dictadura nos masacraron. Y eso que jugábamos al fútbol. Si hubiésemos hecho otra cosa o jugado con camiseta verde no se qué hubiese pasado.
-¿Se comete una injusticia con ustedes?
-Es injusto, si. Porque si no se conoce el alcance de lo que está pasando no se puede hacer nada. El problema es cómo explicamos eso. Ardiles lo explicó perfecto: su primo murió (combatiendo) en Malvinas y él jugó el Mundial del 82. Peor que él, nadie. Ni siquiera sé si a aquello llamarlo guerra o crimen o asesinato.
-Aquel equipo del 82 estuvo lejos de las expectativas. ¿Por qué?
-Argentina no llegó a la final porque fue con mejores individualidades, mejores figuras, pero no armó un equipo como el del 78. En el 78, desde el minuto de inicio al final se hablaba de fútbol, fútbol, fútbol. Entrenábamos y era todo fútbol. Estábamos locos. En cambio en España hacía calor, había playas, estaba la familia… y se te desvía un poquito la atención de ese fútbol, fútbol, fútbol. Nos equivocamos. Pagamos las consecuencias. Pero básicamente no terminó de formarse el equipo. Después nos pintaron la cara esas dos bestias que eran Brasil e Italia. Lo que jugaban era impresionante. Aquel Brasil era mejor que el de los 70, sólo que no salió campeón. Era la verdadera selección brasileña. Nunca se tiró atrás. Un equipo impresionante: Sócrates, Junior…
-En los 80 apareció una grieta futbolera: menottistas y bilardistas. ¿Cómo la entendés?
-A la larga, jugando bien siempre tenés posibilidades de ganar. Pero hay equipos que juegan mal y también ganan. Tiene que haber un equilibrio. Las individualidades pueden ganar un partido pero el equipo gana el campeonato. Mirá al Brasil de ahora: con Tite (Adenor Leonardo Bacchi) volvió a sonreír, pasó por arriba a todos jugando bien y ganando. El Brasil del Mundial pasado era un desastre. No jugaba a lo Brasil.
-¿Cómo llegás al periodismo?
-Estaba jugando en Valencia cuando me llamaron para hacer algo a nivel local con ESPN. Hice radio, pero no tele… que es lo mismo, pero diferente. Cometía fallas, pero me fui relajando y recibiendo ayuda. Siempre fui como soy: lo que veo, lo cuento. A veces la experiencia del vestuario te da una experiencia extra sobre el periodista que no fue jugador. Y despacito, despacito, acá estoy.
-¿Te gusta el periodismo actual?
-El fútbol es polémica. Pero sin llegar al grado de agresión. Hay muchos periodistas que matan a la Selección, que hablan pestes. Lo hacen para tener popularidad. En la tele, en las redes sociales. Eso no me gusta. Siempre tiene que haber respeto tanto hacia el jugador como a la persona, que no son dos sino uno mismo. Pero hay periodistas que para tener un poquito más de popularidad masacran. A veces se llega a un punto del que no hay vuelta atrás. Algunas veces critiqué a Messi, por ejemplo, pero nunca lo masacré. Lo he visto jugar mal en la Selección y jugar bien en Barcelona. Obvio que quiero al Messi del Barcelona, pero no se puede comparar. En Barcelona juega con compañeros a los que conoce de memoria.
-¿El hincha argentino es más agresivo que, por ejemplo, el español?
-Es muy forofo el argentino, muy aficionado al fútbol. Se saca de las casillas si gana y se saca de las casillas si pierde. No tiene término medio: o muy ganador o mal perdedor. Pero se olvida pronto de lo bueno. Por ejemplo, lo del 78. ese título lo tienen más abandonado que el del 86. ¿Por qué? Por lo que hablábamos antes: por la junta militar y el partido con Perú, una mochila gorda que tenemos que llevar. 75 por ciento la junta y 25 por Perú.
-¿Como es tu vida en Bristol, Estados Unidos?
-Normal. Trabajo y miro televisión. Miro mucho fútbol en la caminadora, porque ya no corro. ¡Soy un cobarde! Estoy operado de la cadera y el doctor me dijo que evite ese golpe del toc toc toc al correr. Tengo 63 años y no voy a correr el maratón de Detroit, así que no me hago problema. Total, miro futbol y camino dos horitas.
-¿Hace mal al cuerpo la alta competencia?
-No, pero hay que cuidarse siempre para hacer buen deporte. Si querés ser alguien, tenés que cuidarte.
-¿Estás bien tras la operación del corazón?
-Despacito, despacito… a los cinco días de la operación me levanté solo y empecé a dar vueltas. Las enfermeras me miraban… Siempre tuve buenas recuperaciones. En todo.
-Hace poco publicaste un libro sobre tu vida. Una de las primeras cosas que contás es que no pudiste tocar la Copa del Mundo del 78 hasta veinte años después porque Passarella no la largaba. ¿Quedaron rencores?
-¿Con Passarella? Nooooooooo. Es una broma. El gaucho la agarró y no la largó nunca. Se lo dije. Él y el Pato (Fillol) no la largaron nunca. Ni llegué a tocarla. Recién la pude tocar veinte años después. Pero la toqué.
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