“EL ISLAM ES LA ESPIRITUALIDAD DEL FUTURO”


El periodista Emilio Fernández Cicco dejó hace diez años su carrera, se hizo musulmán y se fue a vivir a Lobos. En su casa construyó una mezquita y ahora cuenta su experiencia y la historia de esa religión en el libro Rock and roll islam, del que habla con La Gaceta.

Tal vez si el periodista Emilio Fernández Cicco no hubiese llamado al filósofo Tomás Abraham para hacerlo su cómplice en una crítica al líder religioso Osho hoy no sería musulmán. El tema es así: Cicco, como se lo conoce, llamó a Abraham y le dijo: “Queremos pedirte una columna para la revista Noticias. Nos gustaría que les duro a Osho, el nuevo gurú de la farándula, un maestro indio que defiende el sexo libre y colecciona Rolls Royce”. Cuando Cicco esperaba un sí, Tomás Abraham le dio un no. “Osho era más que el gurú de los famosos, como piensa tu revista. Habla de Freud, de Jung, de Nietzsche. No sabés lo que era su biblioteca”, le contestó. “Si querés, escribo una defensa de Osho. Un ataque, jamás”, le ofreció. Esa tarde, Cicco, de esos periodistas que le ponen -literalmente- el cuerpo a la nota, compró El libro del hombre, de Osho, y encontró respuestas. “Esa tarde y ese libro marcan el fin de mi vieja vida. Osho da una salida. Y esa salida es mística”.

“Tomás Abraham me dio el no más importante de mi existencia”, recuerda ahora Abdul Wakil  (Servidor del Guardián), tal su nombre musulmán desde que se convirtió, hace diez años. Empezó por el budismo y siguió con el sufismo. Dejó el alcohol y las drogas. También el egocentrismo. “Veía a mis jefes gordos y peleados, destrozados, y no quería esa vida para mi”, le dice ahora a La Gaceta. A él ya se le caía el pelo. Ahora es pelado, tiene la barba típica y se mudó a Lobos, pueblo de la Provincia de Buenos Aires en cuya casa armó una mezquita. La charla se motiva en su nuevo libro, Rock and roll islam - La conversión menos pensada (Tusquets). Y el libro se motiva en su repaso por esa transformación. Cuenta sobre sus viajes por el mundo -entre ellos, a La Meca-, refiere anécdotas (la de Miguel Abuelo como sufí es imperdible), entrevista a referentes y resume historias del islam. Está el relato de un grupo que quiso instalarse en San Martín de Los Andes para prevenirse del fin del mundo y terminó fundido económicamente y con sus integrantes divididos. También el de Mallín Ahogado, una pequeña ciudad ubicada a 17 kilómetros de El Bolsón. En una casa se guarda un pelo de 1.400 años que perteneció a un profeta, que pasó por 41 generaciones de maestros y que no deja de viajar bajo la “custodia de un ejército de ángeles”. Y la de Hamid Mayorga, el primer y único argentino que memorizó el Corán. Tardó tres años. Hoy se lo puede ver en la feria artesanal de Plaza Italia, en Buenos Aires, como uno más.

-¿Puede ser que aquellos límites que no encontrabas en el periodismo los hayas encontrado en el islamismo?
-Creo que la falta de límites se debía más al estilo de periodismo y no tanto a lo que era mi vida, que era ordenada. Porque más allá de las locuras yo tenía a mi hija. Me hice cargo de ella a sus 2 años. Era un padre separado con 24 años. Las locuras de mis notas y otras cosas como drogas y alcohol eran con el límite de ser mamá y papá al mismo tiempo. Entones, no sé si decir búsqueda de límites, porque en el islam no los hay. En el islam hay cinco reglas básicas y en el fútbol, por ejemplo, 17. Lo que pasa es que si alguien te cuenta algo a través de las reglas se vuelve poco interesante. Si te cuento al fútbol por sus reglas, se vuelve aburrido: hay un juez que se equivoca pero hay que darle bolilla, etc. ¡Es un embole! ¡Está lleno de reglas! No me interesa ese juego. Con esto es lo mismo. Si no tenés un amor o una inclinación o el sabor del camino es probable que huyas antes de entrar.

-Tenías una vida parecida al menos a la que sueña todo periodista.
-Tuve todo de muy joven. Escribí en Rolling Stone, Noticias, gané premios. No tenía ni 30 años y decía ‘¡guau! Ahora qué hago?’. Eso me llevó a irme de la ciudad. Siempre fui muy muy tímido, de tirarme abajo. Si cien tipos me decían que era un capo y uno que era un boludo, me quedaba con el que me decía boludo. Siempre con autoestima baja. Narigón, petiso, poco apuesto. Eso me hizo además un buen observador, de quedarme al margen, solitario. Nunca fui el centro de nada. Quería escapar. Nunca tuve un súper ego. Me hubiese gustado lo otro, porque habría capitalizado mejor los logros. Hubiese pedido más aumentos de sueldo. Entré a la revista Noticias a los 18 y salí a los 29. Después escribí en Newsweek y luego me fui a Lobos. Entré a Noticias pareciéndome a Fito Páez con pelo largo y salí pelado. Mis jefes estaban arruinados. Tenía una vida por delante y andaba con cólicos renales, dermatitis seborreica, caída de pelo. No la estaba pasando bien. No quería eso. Por otro lado, en lo profesional me iba bien: hacía viajes, me invitaban a los cines, me llamaban y se me abrían las puertas por estar en Noticias. Me mandaban las novedades editoriales: ¡100 libros al escritorio por mes! Y que de golpe no te llame nadie, estar en un pueblo... Morí públicamente. Fui a un pueblo donde no me conocían. Seguí haciendo cosas para Crítica, de Lanata, algo para Majul, pero morí en el periodismo. Porque si no estás dejás de existir. A eso sumale que me hice musulmán.

-Decís que moriste como periodista. Pero te sigo leyendo.
-Los sufíes dicen que uno tiene que morir antes de morir. Suena duro, pero lo que muere es la vieja vida. No es una idea. Es algo que realmente se te muere. Cosas que antes te copaban o te motivaban de golpe te importan tres carajos. Comparo con los muñequitos: llega un día que no pasa nada con los muñequitos. Por más que le pongas garra, no pasa nada. O con los libros, lo mismo. Regalás los juguetes, regalás los libros.

-Mucha gente angustiada no va a la religión sino a libros de autoayuda o programas religiosos que aseguran fórmulas de sanación o felicidad.
-A la gente le gusta ser buscadora pero no encontradora. Lee un libro de Claudio María Domínguez o hace un taller del Arte de Vivir. No quiere un camino para encontrarse en serio y revolucionar su vida. La búsqueda termina cuando encontrás. Mucha gente no quiere bajar esa cortina. La vida está llena de frases espectaculares en las redes, gente que dice cosas sabias, pero la gente está cada vez más salvaje, con falta de espiritualidad.

-¿Qué se dice al respecto desde el islamismo?
-Se coincide en que el mundo está cada vez peor. Hay un deterioro que es fácil de ver. Hay estadísticas que indican que el hombre antes tenía mejor memoria, mejor concentración, que era más inteligente y tenía más nobleza. Los sabios del islam comparan lo que pasa en el mundo. Lo que pasa por dentro te refleja lo que pasa por fuera. Los animales en extinción son los que nuestros ancestros consideraban nobles: tigre, ciervo, águila están en extinción. Pero las ratas, cucarachas y mosquitos se multiplican.

-¿Qué te pasó con Osho al leerlo?
-Fue el primer místico que me voló la cabeza. Todos los líderes espirituales tienen una sombra trucha: tarde o temprano aparecen en los policiales. En cambio Osho tuvo una vida disciplinada, no tuvo hijos, no tuvo denuncias. Dije ‘guau, este tipo dice lo que pienso y además  da una salida espiritual’. Su diagnóstico era muy certero. Porque todos dan un diagnóstico pero ninguno da salidas. Osho da una salida. Cuando le pedí a Abraham una crítica, yo, como todo periodista creído, hice la conexión con la farándula. Abraham me dijo lo que me dijo y demolió mi prejuicio. Al mismo tiempo me sentí un boludo. El libro del hombre me pareció maravilloso. El primer libro místico en serio que leí.

-¿Fue muy duro el cambio de vida?
-No. Me inicié en noviembre de 2009, luego me hice musulmán y me inicié en una orden sufí. Un poco inconsciente, pero lo recomendaba Osho. Había conocido a un par de sufíes que me parecían luminosos y sabios. Viajé a Chipre a conocer en persona a mi maestro, de 93 años. Ahí me entró el sufismo en el corazón. Es como el amor. Cuando te enamorás seguís a tu pareja a todos lados. Lo demás pasa a un segundo plano y cuando explicás por qué te enamoraste parecés un borracho.

-¿Qué prácticas habituales cambiaste?
-La forma en que te casás, cómo comés, cómo te portás, cómo te lavás. No puedo tomar agua de parado. Cada cosa tiene su lado luminoso o profético.

-¿Cuántos te dijeron que estabas loco por semejante cambio?
-La gente viaja por el mundo para ver a River, pero cuando viajás por religión esa misma gente te dice que estás loco. En el fútbol los hinchas sacan créditos para viajar aún sabiendo que todo es un negocio. Obvio que al principio el cambio da un poco de vértigo. Te preguntás qué hacés entonces con tu vida. Porque lo que te entusiasmaba ya no te entusiasma. Sentís como que te sacan las bases de tu disfrute.

-¿Por qué contar todo eso en un libro?
-Porque el islam tiene un gran problema de comunicación en occidente. Lo comunica gente lejana. Parece aburrido, tedioso y conflictivo. Como soy comunicador, quise de alguna forma acercar el islam. Si bien no es un libro de campaña para atraer musulmanes a la Argentina, al menos es un libro para que alguien se replantee su vida y piense si tiene que hacer algo místico con ella. Aunque sea preguntarse si iniciar un camino espiritual y tomárselo en serio. En lo personal, sentí como una gran liberación al contar. Los periodistas escribimos con la cabeza, con el ombligo o con el bolsillo. También podemos escribir con el corazón. Este libro lo hice con el corazón. Sin ánimos de ego, ni de guita  ni de ser inteligente. Es lo más honesto que hice en mi vida.

-¿Cómo definirías Rock and roll islam?
-Este es el primer libro de lo que llamo periodismo místico. En el periodismo tradicional cuando había un fenómeno espiritual se abordaba de manera tradicional. Con datos, como si fuese un partido o un crimen. Sin embargo, para abordar eso tenés que comprometer otro tipo de percepciones. El periodismo místico involucra otro tipo de compromiso. No hay prejuicios, es como ir a ver qué pasa.

-Ya que en occidente tenemos tantos prejuicios, ¿te puedo pedir alguna definición que me permita ver al islam de otra manera?
-Hay una cosa muy linda que me gusta decir del islam: es lo único que nos queda que no se tragó la moda. Las modas se tragaron a los rastafari, a los punks y hasta a los zombies, que ya no asustan ni a los nenes. Pero el islam nunca se convirtió en una moda. Está preservado. Por algo no se lo tragó. El islam no es sólo del pasado. Es también el futuro. A fin de siglo habrá más musulmanes que cristianos. Es, entonces, la espiritualidad del futuro.


PERFIL
Emilio Fernández Cicco (o Abdul Wakil) nació en Buenos Aires en 1976. Trabajó y escribió en Noticias, Crítica de la Argentina, Rolling Stone y Gatopardo, entre otros medios. Yo fui un pornostar y otras crónicas y Rodrigo superstar son algunos de sus libros anteriores a Rock and roll islam.

ROCK AND ROLL ISLAM
“La gran prueba del viaje espiritual no es ir ni permanecer ni lo que uno descubre, ni el amor o la sabiduría del maestro. La gran prueba es volver. Volver, y que a ese tesoro no lo consuman la llama viva de la rutina y la idiotez nuestra de cada día.
Para que eso no suceda, volví a casa y decidí saltar sin red. Saqué mi vieja ropa del ropero y la regalé a mis amigos: las camisas hawaianas inspiradas en el periodista Hunter Thompson, el jean rojo que tanta alegría me había dado, los pantalones escoceses que me hacían ver tan moderno.
Nada quedó.
En su lugar, puse en fila un puñado de camisas monótonas y unos pantalones de tiro largo que parecían tristísimos. Junto a ellos, unos chalecos que traje de Chipre. En el cajón, media docena de gorros islámicos.
-Papá, si no te sacás eso de la cabeza no quiero ir con vos.
Eso me dijo mi hija, mientras nos preparábamos para ir en bicicleta a la escuela.
-A mí me gusta este gorro. ¿Cuál es el problema?
-Me da vergüenza.
Fue dura la vuelta. La cotidianeidad de la conversión en el mundo a contramano.
(...) -Heil Hitler. El chico me dijo Heil Hitler. Piensa que soy judío. Mi conversión despertó prejuicio por partida doble: en un pueblo cristiano y conservador, la gente no sabía si era musulmán o rabino. Por las dudas, me endilgaban ambas cosas.
-Ey, Papá Noel.
-Ey, Bin Laden.
-Ey, judío.
-Ey, bomba.
Siendo parte de una religión tan cuestionada en los medios, sentí que debía, antes que nada, informarme. Leí pilas de libros sobre islam y la vida del profeta Muhammad. Desde hace nueve años, aprendo árabe para poder, algún día, leer el Corán y los textos clásicos en idioma original. Y cada vez que veía un erudito, lo llenaba de preguntas”.

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