EL FÚTBOL NO TUVO LA CULPA, BOB
Bob Marley murió el 11 de mayo de 1981 y dejó un legado artístico que lo ubica entre los artistas más grandes. Pero más allá de la música, su otra pasión era el fútbol. De eso se trata el texto que sigue. Acá, la nota publicada en Página 12.
“Lo normal era que nos viéramos por la mañana y fuéramos a jugar al fútbol o a la playa”. Allan “Habilidoso” Cole fue tal vez la máxima estrella del fútbol jamaiquino y uno de los íntimos amigos de Bob Marley. Cole recuerda la pasión futbolera del músico fallecido el 11 de mayo de 1981 en Miami ante Roger Steffens, autor de Tanto que contar, biografía imprescindible sobre el rey del reggae que publicó la editorial Malpaso en español y que llegará a la Argentina en el segundo semestre de este año. El trabajo repasa con relatos corales y archivo propio -Steffens es la persona que más material tiene al respecto- la vida de Robert Nesta Marley.
Además de su carrera como futbolista nacional e internacional en los Estados Unidos y Brasil, Cole se convirtió en organizador de giras de Marley. “Hubo una temporada en que me metí en un equipo de fútbol con un colega llamado Gary Hall. Y el tío estaba metido en el negocio de la música. Gary fue probablemente uno de los primeros jamaicanos que trabajó para la BBC en Londres. En ese momento, estaba empleado en Dynamic Sound, como mánager general. Así que yo fiché por su equipo, Real Mona, por una temporada. En ese momento, Bob y yo, junto a un par de tíos más, comenzamos a echar partidos contra ellos. Trajimos un equipo de Trench Town, y ellos vinieron del este para enfrentarse a nosotros”, Cuenta Cole acerca de sus vínculos futboleros con Marley.
En el libro de Steffens abundan datos conocidos y de los otros. Perfecto rompecabezas en base a 74 entrevistas que deja en claro por qué fue uno de los artistas más influyentes de la historia. “Marley se convertiría en una especie de Che Guevara de la cultura popular”, resume Steffens.
Los amigos de Marley recuerdan su lado futbolero en cada país que visitaba. Antes o después de sus recitales jugaba a la pelota con sus compañeros de banda y demás integrantes de su comitiva. A veces sumaba el boxeo. Su compañero y cocinero personal Gilly Gilbert dice: “Conocí a Bob a través de su música. De crío no paraba de comprarme música, y para mí era todo un referente. Yo era bueno jugando al fútbol. Ligas escolares. Y jugué también en los juveniles de la selección, representando a Jamaica. Tenía la fiebre del fútbol, y se me daba bien. A Bob le gustaba cómo trataba el balón, mi estilo. Yo iba al grano como jugador. Y era muy físico, me encantaba ejercitarme, y él también apreciaba eso mucho. El fútbol y la música fueron nuestros puntos de conexión. Una suerte para mí vivir y comer con él, y beber y fumar y darle a la pelota juntos…”.
Rita Anderson, su primera esposa y madre de algunos de sus hijos (se cuentan 22 con los extramatrimoniales: ni Maradona se atrevió a tanto), lo describe “volcado con la música y el fútbol”. “Le pasaba lo mismo con el balón, se cegaba si iba a por él, y le daba igual lo que hubiera en medio, él iba a tener el balón en los pies”, lo cuenta otro de sus amigos.
El fútbol era además una herramienta para mantenerse en forma y bajar el estrés. Pero después del atentado sufrido en su casa el 3 de diciembre de 1976 la mejor manera de recuperarse del susto fue irse a vivir a Londres. Ya era una celebridad. En Tanto que contar se recuerda que nunca pudo superar aquello y que su salud comenzó a empeorar.
Hay dos hechos específicamente vinculados a Bob Marley, el fútbol y el cáncer. Algunos lo utilizaron para exagerar con que el fútbol mató a Marley. Pero la realidad es distinta. Escribe Steffens: “La primera parte de la gira de Exodus, ambiciosa en su pretensión de ir por el mundo, ocupaba el verano y el otoño de 1977, y arrancaba en Francia. Pero, entonces, Bob sufrió una grave lesión cuando un periodista francés le pisó accidentalmente el pie en el fragor de un partido de fútbol. Esto llevaría a un descubrimiento terrible que terminaría parando en seco la gira”. Y agrega Gilly Gilbert: “Justo antes de que comenzara la gira de Exodus, se lesionó un dedo en París. Durante al menos un par de años tuvo una uña llena de sangre y no hizo nada para arreglarlo. Hasta que no le pisaron, tampoco había cojeado ni nada. Pero cuando ese tío le plantó la bota encima, eso se agravó. Estuvo yendo de gira durante un mes más o menos, unas seis semanas. Daba saltos y brincos, aunque llevara el dedo vendado, así fue la gira europea del 77. Era como un león rabioso. Le dieron una funda para que se protegiera la herida si jugaba el fútbol, era como una esponja. Y siguió jugando al fútbol”.
El guitarrista Junior Marvin también hace memoria: “Bob primero se lesionó en Jamaica, jugando al fútbol. Él mismo se curó y la cosa empezó a ir a mejor”. La Miss Mundo 76 y ex pareja de Marley, Cindy Breakspeare, dice: “El tema del pie fue un caso clásico de cabezonería, y él no le dio tiempo para que se curara del todo. Estuvo aplicándose varios remedios, un montón de ungüentos, y se suponía que teniendo el pie en remojo iba a curarse. Pareció que sí iba a mejor, y luego creo que en París se puso a jugar al fútbol, y alguien le pisó justo ahí con los tacos. Y fue como volver al punto de partida, y al fin y al cabo creo que todo se debió a que nunca dejó que esas células se curaran del todo”.
El doctor personal de Marley, además de amigo, Carlton Fraser, zanja la cuestión: “Se trataba de una antigua lesión. La primera evidencia de esa herida se produjo durante un golpe en un partido de fútbol jugado en Boys’ Town. Creo que todo el mundo pensó que no era más que una herida superficial, y luego, como tres años después, la lesión reapareció, con dolor e hinchazón. Llegó la recaída en Francia, cuando prácticamente le aplastaron el mismo dedo del pie, porque un rival le clavó los tacos de hierro. No pudo continuar jugando y, debido al dolor persistente, se le sometió a una intervención. Si la herida en el dedo fue el detonante de todos los síntomas, como por ejemplo un dolor agudo, o si se trataba de una lesión anterior descuidada bajo la uña, no está claro, pero sin duda eso se renovó”.
La opción médica que le plantearon era la amputación del dedo pulgar derecho. Pero Marley se negó. Un injerto con piel del muslo fue la solución provisoria, aunque el músico y su entorno pensaban que sería permanente. El injerto se hizo en 1978, en Miami. Mejoró tanto que pronto volvió a jugar al fútbol. Cada gira tenía una exigencia: debían prepararle un lugar para jugar y conseguirle un equipo rival.
El otro acontecimiento Marley-fútbol-cáncer se produjo a comienzos de los 80 en el Central Park. Jugando a la pelota “le dio un ataque del tipo epiléptico, soltando espuma por la boca”, recuerdan testigos. Su amigo Cole lo levantó y lo llevó a un hospital. Era el principio del fin.
El doctor Lowell Taubman confirmaría después que “Bob Marley murió de un melanoma maligno con metástasis que se originó en el pulgar de su pie derecho”.
Allan Cole fue uno de los que se reunió con el médico para conocer el panorama. “El cáncer de Bob Marley está más extendido de lo que he visto nunca en nadie. Si Bob Marley hubiera hecho caso, y se hubiera cortado medio dedo al descubrir el cáncer, habría acabado enterrándonos a todos”. Hablaron con Bob, se cancelaron los shows y empezó la quimio en Nueva York. Su ánimo cambió totalmente. Perdió peso y otros lo recuerdan pelado, ya sin sus características rastas.
Para el 1 de mayo estaba físicamente irreconocible y callado, como ido. “Cuesta arriba, ayúdame a subir, cuesta abajo, no me dejes”, recuerda su hijo Ziggy Marley que le dijo antes de morir, hoy hace 39 años. Más de un millón de personas asistieron a su sepelio.
Hay quien sostiene que su último partido fue en Miami, contra un equipo haitiano. Bob jugó para el América Jamaica United. Como siempre, la rompió. Pero eso ya entra en los mitos que, si nos descuidamos, dirán que jugaba mejor que Messi. La historia del final, entonces, se confunde. Sus allegados cuentan que, aunque con recaídas, cuando le volvía el optimismo salía a caminar y pateaba alguna que otra pelota. Después ya no hubo nada qué hacer. Los problemas físicos lo fueron consumiendo. Eso sí, sus amigos recuerdan que en sus últimos días nunca le faltó “la hierba”.
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