DEPORTISTAS Y LESIONES: NO TODO LO QUE BRILLA ES ORO
“Cada mañana, al levantarme, me acuerdo del fútbol porque los tobillos me hacen ruidos por el desgaste. Tengo artrosis en los tobillos como consecuencia de haber jugado al fútbol tanto tiempo. A medida que camino se me pasa. Es una articulación desgastada. En la rodilla me pasa algo similar. Y me duele la cadera. Para sentir menos dolor hago pilates y mucha elongación”, dice Juan Herbella. 43 años. Ex futbolista de, entre otros, Vélez, Ferro, Godoy Cruz, Argentinos Juniors, Quilmes, Colón y Chicago. Mientras jugaba se recibió de médico, actividad que ejerce. También trabaja como periodista y escritor. Su último libro No me corten el pie - Historias médicas de superación y dolor de futbolistas (Planeta) es una joya. Once historias de futbolistas que padecieron severos problemas. La primera es la de Mirko Saric, contada a través de familiares, amigos y compañeros. Sarik, víctima de depresión, se suicidó en el año 2000.
“La suya es la única historia que no es de superación, que no cumple con la esencia original del libro. Quise arrancar con esa, tan triste, y luego fui subiendo”, le dice Herbella a Página 12. Los otros relatos-entrevistas son los de Gustavo Campagnuolo, Fernando Gago, Luciano Galletti, Patricio Toranzo, Jonás Gutiérrez, Sebastián Battaglia, Sergio Batista, Ezequiel Lavezzi, Nery Pumpido y Marcelo Bravo.
En No me corten las piernas se explican además cuestiones médicas, sociales y anímicas que rodean a los jugadores de fútbol. Se los suele considerar exitosos, pero lo que deja entrever el autor es que no todo lo que brilla es oro. “Para mí es un libro sociológico”, apuesta Herbella, autor de otros títulos: Futboloscopía, El último pase y Entre cyborgs, fumados y locos.
La lectura de este trabajo nos hace entender por qué la alta competencia no es saludable, más allá de que se diga que el deporte es salud. “El deporte de alto rendimiento no es sinónimo de deporte y salud. Hay una máxima que los que nos dedicamos a la medicina deportiva tenemos clara: y es que el alto rendimiento lleva a un desgaste que puede tener su contraprestación en dinero, fama o lo que quieras agregar. Sabemos que cuanto menos agresivo es el deporte, menos consecuencias negativas se tienen”, opina acerca de lo que tan bien explica en sus textos. Lo sociológico, en cambio, se observa en varias facetas. Entre ellas, la de Fernando Gago, trabajador del fútbol apuntado en las redes sociales por sus lesiones. “Una vez que entendés todo el esfuerzo y los condimentos que traen aparejadas estas situaciones te das cuenta de que sólo alguien que no logra dimensionar en su globalidad la situación puede dedicarles un meme”, opina Herbella.
El No me corten el pie (título genial) parte de una frase de Patricio Toranzo, víctima del vuelco del micro en el que viajaba junto al plantel de Huracán por Venezuela, en 2016. Le amputaron las últimas falanges de tres dedos de su pie izquierdo. “Si deseaba seguir jugando, debía usar una órtesis especial que rellenara la zona del pie faltante. Ni hablar del dolor siempre presente, al cual deberá acostumbrarse”, escribe Herbella. Toranzo volvió a jugar pero ni él ni quienes estaban a su lado olvidan el ruego a los médicos para que no le corten el pie o la pierna en el momento más urgente.
Herbella, quien realiza una tésis para su doctorado basada en las lesiones de los deportistas, lamenta que no se hable abiertamente de estas cuestiones. Al mismo tiempo, destaca la cantidad de estudios confiables que se hacen sobre la temática en todo el mundo: “Cuando lleguemos nosotros a los 60 años no vamos a estar tan deteriorados como deportistas de generaciones anteriores. Pero tengo amigos de 40 años que fueron futbolistas profesionales y hoy no pueden correr. El de Battaglia es un caso. No puede jugar más. Y si juega, al día siguiente no podrá moverse. Muchos otros toman antiinflamatarios a lo pavote”.
El actual técnico de Boca es otro de los protagonistas. “No sé si su historia es dura, porque el objetivo es resaltar que una persona, pese a todas las adversidades, logró ser el jugador más ganador en la historia de Boca. Su historia da cuenta de cómo el cuerpo es una máquina inteligente con la que se pagan las consecuencias en el largo plazo. Porque no se puede compensar al cuerpo constantemente. Llega un momento en que la máquina explota por todos lados”.
Al escuchar algunos de los relatos de ex colegas, Herbella se emocionó hasta las lágrimas. Como el caso de Luciano Galletti, quien recibió un riñón de su padre. Pero nunca tanto como al hablar con la familia de Saric, joven promesa de San Lorenzo que no pudo superar sus propios fantasmas ni los de un entorno difícil que estigmatiza a quien se encuentra bajo tratamiento psiquiátrico. “Mirko se negaba a tomar la medicación, así como se negaba a que le mencionaran el tema a cualquier allegado al club. Su padecimiento era un secreto. Conocedor del ambiente del fútbol y del requisito de informar los fármacos consumidos en la planilla del doping, temía que al llegar a Primera, el boca a boca del vestuario lo estigmatizara. Siendo una joven promesa, con perspectiva de escalar alto, estar bajo tratamiento psiquiátrico sería un lastre”, escribe Herbella. Saric empezó a despedirse de este mundo de manera sútil. Poco antes de suicidarse, volvió a su viejo club, Sol de plata, a saludar y desde la canchita le pegó un zurdazo a una pelota que dejó colgada del techo. “Lloré al escribir la historia de Mirko. Porque además soy amigo de su hermano. La escribí de un tirón y al leerla me puse a llorar. Cuando fue al club a pegarle el pelotazo al techo, ¿dónde estaba su cabeza?”, cuenta y se pregunta Herbella.
Los otras historias las protagonizan Gustavo Campagnuolo (una fractura de cráneo sufrida en un entrenamiento, en México), Jonás Guiérrez (cáncer de testículo) y Ezequiel Lavezzi (luxofractura de codo). Hay dos recuerdos ochentosos e imperdibles: el de Nery Pumpido, quien en un entrenamiento de River en 1987 se enganchó el anillo de casamiento del dedo anular izquierdo con el travesaño y sufrió el desguantamiento de la falange. El otro es el de Sergio Batista, que ese mismo año, en un Independiente-Argentinos, chocó su cabeza con la de Pedro Monzón y quedó desmayado. El diagnóstico fue un traumatismo craneoencefálico.
El último texto es el protagonizado por Marcelo Bravo, joven promesa de Vélez dejó el fútbol de un día para el otro por una miocardiopatía hipertrófica. “No casualmente cierro con Bravo, que es el que no supera del todo el inconveniente: al contrario de los otros, él no vuelve a jugar”.
“El deportista se acostumbra a un umbral del dolor mayor que el de cualquier otro, porque lo que quiere es seguir haciendo lo que hace”, analiza Herbella. “El futbolista no es una víctima. La gloria de competir hace que no considere el hecho de continuar prestando sus servicios como una explotación. Termina siendo lo contrario: hay que parar a los jugadores porque son ellos quienes no quieren parar”.
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