Mamá


Le gustaba la música romántica. Me lo hacía sufrir con un disco de Julio Iglesias que escuchaba una y otra vez. El amor, se llama. En la foto de tapa Julio Iglesias está sentado en una silla de mimbre horrible con su mejor cara de galán. Supongo que habrá sido uno de sus amores imposibles. Fue peor luego, cuando apareció Pimpinela. En esos tiempos yo asomaba a la música escuchando a Kiss.


Después vinieron los años duros. Nos mudamos, cambié de barrio y de amigos y mamá empezó a trabajar en un negocio familiar y se iba antes de que yo me despertara. No la veía hasta la noche. Estaba gorda y obsesionada con adelgazar. Se esforzó en bajar de peso pero no lo consiguió hasta que apareció el cáncer. Tenía 42 años en aquel enero en que murió tras diez meses horribles. Yo acababa de cumplir 15.


Todavía me cuesta escribir sobre mi mamá. Pasé muchos años sin hablar de ella. Su recuerdo es el moscardón que siempre llevamos dentro. Mi viejo decía que a veces uno tenía que hacerse grande de repente y asumir la realidad. Entonces en casa se barrió la tristeza bajo la alfombra y había que seguir como si nada. La primera persona con la que pude hablar de mi vieja fue una psicóloga que me decía que haga dibujitos. Me duró dos sesiones. Pero la primera persona que me pareció que me hablaba de mi mamá fue Fito Páez, cinco años después, con La rueda mágica. “Una foto de los Rolling Stones / mi vieja nunca los escuchó y no me puse a llorar / los días en cualquier lugar / perdido en una inmensa ciudad”, sentía que me lo dedicaba a mí.


Se llamaba Élida y nunca supe por qué le decían Coca. Por supuesto que me hubiese gustado que conociera a mis hijos. Malena, la más chica, es la que más me pregunta por ella. Ludmi y Santi no saben casi nada. Casi no miro sus fotos, a pesar de que hace unos años digitalicé algunas que me mandó mi tía Susana, su hermana.


En una está recién casada. Es de mediados de los 60. Tiene veintipico. La veo hermosa, parece feliz. Dos condiciones frágiles. Una de mis tías me contó que horas antes de morir les pidió que nos cuiden a mi hermana y a mí. Nunca les dije que siempre me sentí cuidado por ellas. A lo mejor mis tías leen esto.


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