Pá, ¿me llevás a la cancha?
Eso es mi infancia: Independiente, la cancha, las tardes de domingo en el viejo Torino azul, mi padrino y un par de amigos que se sumaban en el camino, la avenida Perito Moreno desierta, el relato de Muñoz y las descripciones formidables de Víctor Hugo, los miércoles de Copa, los sándwiches de jamón y queso con el toque justo de mayonesa que preparaba mi vieja con unas figazas como nunca más volví a probar, ir al cole dormido porque la Libertadores me había tenido en Avellaneda hasta muy tarde, el jugo Pindapoy, el choripán a la salida –sobre Alsina- que nunca terminaba, el abrazo con mi papá mientras gritábamos el gol y el gol que se nos metía adentro.