LA FOTO QUE ME FALTABA
Una de las cosas más lindas que tiene mi vida son las tardes y noches de mi infancia y adolescencia en la cancha de Independiente con mi papá y Antonio, mi padrino, que siempre fue como un segundo padre para mí. Hablo de los años 70 y 80. Tiempos en los que no existían las cámaras digitales y muchos menos los teléfonos celulares con camarita. Ahora es fácil: uno hace click y capta momentos. Todo puede quedar capturado. Pero antes no. Hablo de tiempos en que para saber cómo salió una foto había que sacar 12, 24 o 36, dependiendo del rollo, y el misterio de la imagen recién podía develarse uno o dos días después de que en la casa de fotografía la revelaran. “Hay dos que no salieron”, podía sentenciar el tipo. Y uno esperaba que no sean justamente las mejores.